} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: ESCOGIDOS POR JESÚS

martes, 26 de julio de 2016

ESCOGIDOS POR JESÚS



Juan 15:11-17

-Os he dicho estas cosas para que tengáis Mi alegría, y vuestra alegría llegue al colmo. Aquí tenéis Mis instrucciones: Que os améis los unos a los otros como os he amado Yo. Nadie puede llegar en su amor más allá de dar la vida por un amigo: vosotros sois Mis amigos, si hacéis lo que Yo os mando. No digo que sois Mis esclavos, porque un esclavo no sabe lo que su señor tiene entre manos; digo que sois Mis amigos, porque os he dado a conocer todo lo que he recibido de Mi Padre. No habéis sido vosotros los que Me habéis escogido a Mí, sino que he sido Yo el Que os he escogido a vosotros, y os he comisionado para que salgáis a producir fruto, y del que permanece. Así lo he hecho para que el Padre os dé todo lo que Le pidáis en Mi nombre. Estas son Mis instrucciones: que os améis los unos a los otros.

La idea clave de este pasaje es lo que dice Jesús de que no han sido Sus discípulos los que Le han escogido a Él, sino Él a Sus discípulos. No hemos sido nosotros los que hemos escogido a Dios, sino Dios Quien, en Su gracia, Se ha acercado a nosotros con la llamada y la invitación de Su amor.
De este pasaje podemos sacar una lista de las cosas para las que Jesús nos ha escogido y llamado.
Nos ha escogido para la alegría.
 Por muy difícil que sea el camino cristiano es, tanto por su recorrido como por su destino, un camino de alegría. Siempre hay alegría en hacer lo que es debido. El cristiano es una persona alegre, un sonriente caballero de Cristo. Un cristiano lúgubre es una contradicción en términos; y nada ha producido más daño al Cristianismo en toda su historia que su identificación con las togas negras y las caras largas. Es verdad que el cristiano es un pecador, pero un pecador redimido; y de ahí su alegría. ¿Cómo puede dejar de ser feliz una persona que camina por los senderos de la vida con Jesús?
Nos ha escogido para el amor.
Jesús nos envía al mundo para que nos amemos los unos a los otros. A veces vivimos como si se nos hubiera echado al mundo para competir, o para discutir, o hasta para pelearnos los unos con los otros. Pero el cristiano ha de vivir de tal manera que muestre lo que quiere decir amar a sus semejantes. Aquí Jesús hace otra de Sus grandes proclamas. Si Le preguntáramos: "¿Qué derecho tienes Tú a exigirnos que nos amemos unos a otros?» Su respuesta sería: «Nadie puede llegar a mostrar más amor que dando la vida por sus amigos: y eso es lo que Yo he hecho.» Muchos les han dicho a los demás que se amaran, cuando toda la vida de los que lo decían era una demostración de que eso era lo último que hacían o harían ellos. Jesús nos dejó un mandamiento que El mismo fue el primero en cumplir. Por eso nos dice: «Como Yo os he amado.»
Jesús nos ha llamado para que seamos Sus amigos.
Dijo a los Suyos que ya no los iba a llamar más esclavos, sino amigos. Ahora bien: ese dicho sería aún más glorioso para los que Se lo oyeron por primera vez que para nosotros. Dulos, el esclavo, el siervo de Dios, no era un título vergonzoso, sino del mayor honor. Moisés fue dulos de Dios (Deu_34:5 ); y lo mismo Josué (Jos_24:29 ), y David (Sal_89:20 ). Era un título que Pablo se sentía orgulloso de usar (Tit_1:1 ), lo mismo que Santiago (Stg_1:1 ). Los más grandes del pasado tenían a gala el ser duloi (plural), esclavos de Dios. Y Jesús dice: «Yo tengo algo todavía mejor para vosotros: ya no vais a ser esclavos, sino amigos.» Cristo, desde que vino al mundo, nos ofrece una confianza con Dios que ni los mayores del pasado se atrevieron a soñar.
La idea de ser amigo de Dios tiene su trasfondo. Abraham fue el amigo de Dios (Isa_41:8 . Jesús nos llama para que seamos Sus amigos y los amigos de Dios. Ese es un ofrecimiento tremendo. Quiere decir que ya no tenemos que mirar a Dios anhelantemente desde lejos. No somos como los esclavos, que no tienen el menor derecho a entrar a la presencia de su amo; ni como las multitudes, que sólo consiguen vislumbrar al rey cuando pasa en alguna ocasión especial. Jesús nos ha introducido en esta intimidad con Dios, Que ya no es para nosotros un extraño inasequible, sino nuestro Amigo íntimo.

 Jesús no nos escogió sólo para otorgarnos una serie de privilegios tremendos.
Nos llamó para que fuéramos Sus socios. Un esclavo no puede ser nunca un socio; la ley griega le definía como una herramienta viva. Su amo no compartía con él sus pensamientos. El esclavo tenía que hacer lo que se le mandara, sin discusión ni demora. Pero Jesús dijo: «Vosotros no sois Mis esclavos, sino Mis socios. Os he dicho todo lo que hay, lo que estoy tratando de hacer y por qué. Os he dicho todo lo que Dios Me ha dicho.» Jesús nos ha hecho el honor de hacernos Sus socios en Su obra. Nos ha comunicado Su pensamiento, y nos ha abierto Su corazón. La gran opción que se nos presenta es aceptar. o rehusar colaborar con Jesús en la obra de llevarle el mundo a Dios.
 Jesús nos escogió como Sus embajadores.
 «Yo os he escogido dijo, para enviaros.» No nos ha escogido para que vivamos una vida retirada del mundo, sino para que Le representemos en el mundo.   Jesús nos escogió, primero, para que viniéramos a Él, y luego, para que saliéramos al mundo. Y ese debe ser el esquema y ritmo diario de nuestra vida.
  Jesús nos escogió para que fuéramos Su publicidad.
Nos escogió para que nos pusiéramos a dar fruto, y un fruto que resistiera la prueba del tiempo. La manera de extender el Cristianismo es siendo cristianos. La manera de traer a otros a la fe cristiana es mostrarles el fruto de la vida cristiana. Jesús nos envía, no a hacer cristianos a base de discutir, y menos a base de meter miedo, sino atrayéndolos con nuestro ejemplo; viviendo de tal manera que el fruto sea tan maravilloso que otros lo quieran para sí mismos.

 Jesús nos escogió para que fuéramos miembros privilegiados de la familia de Dios.
Nos escogió para que el Padre nos diera todo lo que Le pidiéramos en Su nombre. Aquí nos encontramos otra vez ante uno de esos grandes dichos acerca de la oración que debemos entender rectamente. Si lo pensamos superficialmente, suena como si el cristiano pudiera pedir lo que le diera la gana, y recibirlo. No nos vendrá mal aclarar el significado . El Nuevo Testamento establece ciertas leyes sobre la oración.
(a)   La oración tiene que hacerse con fe (Stg_5:15 ).
Está claro que Dios no se compromete a contestar cuando la oración no es más que un formulismo, una repetición rutinaria de cosas que no se sienten, un cumplimiento -«cumplo y miento» religioso. Cuando la oración es de pena no puede ser efectiva. No tiene sentido pedirle a Dios que nos cambie si no creemos que es posible cambiar. Para pedir con efectividad hay que tener una fe inalterable en el amor todopoderoso de Dios.
(b)   La oración tiene que hacerse en el nombre de Cristo.
 No podemos pedir cosas que sabemos que Jesús no aprueba. No podemos pedir que se nos entregue alguna persona o cosa prohibida; no podemos pedir que se haga realidad alguna ambición personal cuando eso supone que alguien tenga que sufrir por ello. No podemos pedir la venganza de nuestros enemigos en el nombre de Uno Que es amor. Siempre que tratemos de convertir la oración en algo que nos permita realizar nuestras ambiciones y satisfacer nuestros deseos tiene que ser ineficaz por fuerza, porque no es oración.
(c)    La oración debe incluir siempre: «Hágase Tu voluntad."
 Cuando oramos debemos empezar por darnos cuenta de que nunca sabemos más que Dios. La esencia de la oración no es pedirle a Dios: «Cambia Tu voluntad», sino «Haz Tu voluntad.» A menudo, la oración auténtica debe ser, no que Dios nos envíe las cosas que nosotros queremos, sino que nos capacite para aceptar lo que Él quiera enviarnos.
(d)   La oración nunca debe ser egoísta.
 Casi de pasada, Jesús dijo una cosa muy esclarecedora. Dijo que, si dos personas estuvieran de acuerdo en pedir algo en Su nombre, se les concedería (Mat_18:19 ). No debemos tomar esto con un literalismo mecánico, porque entonces querría decir que, si podemos hacer que muchas personas se pongan de acuerdo en lo que van a pedir, lo conseguirían. Lo que quiere decir es que nadie debe orar pensando exclusivamente en sus propias necesidades y preferencias. Para poner un ejemplo muy simple: el que va de vacaciones puede que pida que no llueva, cuando el granjero está pidiendo lluvia. Cuando oramos, debemos preguntarnos, no sólo si lo que pedimos es para nuestro bien, sino si lo es también para los demás. La tentación que nos puede asaltar cuando oramos es no tener en cuenta absolutamente a nadie más que a nosotros mismos.
Jesús nos ha escogido para que seamos miembros privilegiados de la familia de Dios. Podemos y debemos llevarle todo a Dios en oración; pero, cuando lo hayamos hecho, debemos aceptar la respuesta que Dios nos envíe en Su perfecta sabiduría y perfecto amor. Y cuanto más amemos a Dios, tanto más fácil nos resultará.


¡Maranatha!

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