En
la Biblia se usa este término con referencia a cubrir los pecados. En las
Escrituras Hebreas son comunes los términos relacionados con la expiación,
sobre todo en los libros de Levítico y Números. La palabra hebrea para expiar
es ka·fár, y probablemente significaba en un principio “cubrir” o, según
piensan algunos, “borrar”.
El hombre necesita expiación.
El
hombre tiene necesidad de que se le cubran o expíen los pecados debido al
pecado heredado (1Re 8:46; Sl 51:5; Ec 7:20; Ro 3:23), del que solo él es
responsable, no Dios. (Dt 32:4, 5.) Adán perdió la vida eterna en perfección, y
transmitió el pecado y la muerte a su prole (Ro 5:12), de modo que todos sus
descendientes llegaron a estar condenados a muerte. Para que la humanidad
pudiera recuperar la oportunidad de disfrutar de vida eterna, y en armonía con
el principio legal que más tarde Jehová incorporaría en la ley mosaica, a
saber, el de igual por igual, tenía que hacerse expiación con algo que
equivaliera exactamente a lo que Adán había perdido. (Dt 19:21.)
La
idea primaria que transmite la palabra “expiación” en la Biblia, es “cubrir” o
“cambiar”, y lo que se da como cambio por otra cosa tiene que tener el mismo
valor. Ningún ser humano imperfecto podía suministrar tal expiación para restaurar
la vida humana perfecta a la humanidad en general ni a nadie en particular. (Sl
49:7, 8.) Para hacer expiación por lo que Adán había perdido, tenía que
proveerse una ofrenda por el pecado que tuviera el valor exacto de una vida
humana perfecta.
Jehová
Dios instituyó un modo de hacer expiación en el pueblo de Israel que tipificó
una provisión mayor de expiación. Jehová, no el hombre, es quien debe recibir
el crédito por determinar y revelar los medios de expiación para cubrir el
pecado heredado y suministrar liberación de la resultante condena de muerte.
Sacrificios de expiación.
Dios mandó a los israelitas que ofrecieran
sacrificios como ofrendas por el pecado para hacer expiación. (Éx 29:36; Le
4:20.) De particular importancia era el Día de Expiación anual, cuando el sumo
sacerdote de Israel ofrecía sacrificios de animales a favor de sí mismo, de los
demás levitas y de las tribus no sacerdotales de Israel. (Le 16.) Los
sacrificios de animales tenían que ser inmaculados, lo que indicaba que su antitipo
debía ser perfecto. Además, el que se diera la vida de la víctima y se
derramara su sangre muestra el valor que tenía la expiación. (Le 17:11.) Las
ofrendas por el pecado que hacían los israelitas y los diferentes rasgos del
Día de Expiación anual debieron impresionar en ellos la gravedad de su estado
pecaminoso y lo necesitados que estaban de una expiación completa. Sin embargo,
los sacrificios de animales no podían expiar por completo el pecado humano,
porque la creación animal es inferior al hombre, a quien se dio el dominio
sobre ella. (Gé 1:28; Sl 8:4-8; Heb 10:1-4
Cumplimiento en Cristo Jesús.
Las Escrituras Griegas Cristianas relacionan
sin ambages la expiación completa de los pecados humanos con Jesucristo. En él
se cumplen los tipos y sombras de la ley mosaica, ya que es a quien señalan los
diferentes sacrificios de animales. Como humano perfecto, sin pecado, fue la
ofrenda por el pecado de todos los descendientes de Adán que con el tiempo
serán liberados del pecado y la muerte heredados. (2Co 5:21.) Cristo “ofreció
un sacrificio por los pecados perpetuamente” (Heb 10:12), y no hay duda de que
es “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. (Jn 1:29, 36; 1Co 5:7;
Rev 5:12; 13:8; compárese con Isa 53:7.) El perdón depende del derramamiento de
sangre (Heb 9:22), y a los cristianos que andan en la luz se les asegura que
“la sangre de Jesús su Hijo [los] limpia de todo pecado”. (1Jn 1:7; Heb 9:13,
14; Rev 1:5.)
La
vida humana perfecta de Jesús ofrecida en sacrificio es la ofrenda por el
pecado antitípica. Es el elemento valioso con el que se compra a la humanidad,
redimiéndola del pecado y la muerte heredados. (Tit 2:13, 14; Heb 2:9.) Cristo
mismo afirmó: “El Hijo del hombre no vino para que se le ministrara, sino para
ministrar y para dar su alma en rescate en cambio por muchos”. (Mr 10:45) Su
sacrificio fue el pago exacto por lo que había perdido el pecador Adán, ya que
Jesucristo era perfecto y, por lo tanto, igual que Adán antes de su pecado.
(1Ti 2:5, 6; Ef 1:7.)
Se hace posible la
reconciliación.
El
pecado causa una división entre el hombre y Dios, pues Jehová no aprueba el
pecado. La relación entre el hombre y su Creador solo podía restablecerse si se
satisfacía el requisito de una verdadera expiación del pecado. (Isa 59:2; Hab
1:13; Ef 2:3.) Jehová Dios ha hecho posible la reconciliación entre sí mismo y
la humanidad pecaminosa mediante el hombre perfecto Cristo Jesús. Por ello, el
apóstol Pablo escribió: “También nos alborozamos en Dios mediante nuestro Señor
Jesucristo, mediante quien ahora hemos recibido la reconciliación”. (Ro 5:11)
Por consiguiente, para conseguir el favor de Dios, es necesario aceptar la
mediación de Jesucristo: la provisión de Dios para la reconciliación. Solo por
este medio es posible llegar a estar en una posición comparable a la de Adán
antes de su pecado. Dios manifiesta su amor al hacer posible esta
reconciliación. (Ro 5:6-10.)
La propiciación
satisface la justicia.
Todavía
tenía que satisfacerse la justicia. Aunque el hombre había sido creado
perfecto, perdió esta condición cuando pecó, y tanto él como sus descendientes
llegaron a estar bajo la condenación de Dios. La justicia y la fidelidad a los
principios de rectitud requerían que Dios ejecutara la sentencia de su ley
contra el desobediente Adán. No obstante, el amor movió a Dios, a proporcionar
un modo de satisfacer la justicia para que, sin violarla, la descendencia
arrepentida del pecador Adán pudiera ser perdonada y consiguiera la paz con
Dios. (Col 1:19-23.) Por lo tanto, Jehová “envió a su Hijo como sacrificio
propiciatorio por nuestros pecados”. (1Jn 4:10; Heb 2:17.) La propiciación
mueve a la consideración propicia o favorable. El sacrificio propiciatorio de
Jesús elimina la razón por la que Dios tiene que condenar a los hombres y hace
posible que les extienda favor y misericordia. Esta propiciación elimina el
cargo de pecado y la condena de muerte resultante en el caso del Israel
espiritual y de todos los demás que se valgan de ella. (1Jn 2:1, 2; Ro 6:23.)
La
idea de la sustitución sobresale en ciertos textos bíblicos relativos a la
expiación. Por ejemplo, Pablo observó que “Cristo murió por nuestros pecados
según las Escrituras” (1Co 15:3), y que “Cristo, por compra, nos libró de la
maldición de la Ley, llegando a ser una maldición en lugar de nosotros, porque
está escrito: ‘Maldito es todo aquel que es colgado en un madero’”. (Gál 3:13;
Dt 21:23.) Pedro comentó: “Él mismo cargó con nuestros pecados en su propio cuerpo
sobre el madero, para que acabáramos con los pecados y viviéramos a la
justicia. Y ‘por sus heridas ustedes fueron sanados’”. (1Pe 2:24; Isa 53:5.)
Pedro también escribió: “Cristo murió una vez para siempre respecto a pecados,
un justo por injustos, para conducirlos a ustedes a Dios”. (1Pe 3:18.)
Esta provisión
amorosa promueve la fe.
Dios
y Cristo han ejemplificado su amor en esta provisión de expiación completa de
los pecados heredados del hombre. (Jn 3:16; Ro 8:32; 1Jn 3:16.) Sin embargo,
para beneficiarse de ella, la persona tiene que arrepentirse de verdad y
ejercer fe. Jehová no se complacía en los sacrificios de Judá cuando se
ofrecían sin la actitud apropiada. (Isa 1:10-17.) Dios envió a Cristo “como
ofrenda para propiciación mediante fe en su sangre”. (Ro 3:21-26.) Los que con
fe aceptan la provisión de Dios para expiación mediante Jesucristo pueden
obtener la salvación; los que la desprecian, no. (Hch 4:12.) Y para cualquiera
que ‘voluntariosamente practique el pecado después de haber recibido el
conocimiento exacto de la verdad, no queda ya sacrificio alguno por los
pecados, sino que hay cierta horrenda expectación de juicio’. (Heb 10:26-31.)
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