El
verbo griego hy·po·mé·no, que significa literalmente “permanecer o quedarse
bajo”, se ha traducido ‘permanecer atrás’ en Lucas 2:43 y Hechos 17:14.
Asimismo, llegó a tener el sentido de “quedarse en un lugar sin abandonarlo;
perseverar; permanecer firme”, y por lo tanto también se traduce ‘aguantar’.
(Mt 24:13.) El nombre hy·po·mo·ne por lo general denota “aguante” valeroso,
firme y paciente, un aguante que no pierde la esperanza aun a pesar de
obstáculos, persecución, pruebas o tribulaciones.
Por qué es necesario.
Es posible que los cristianos tengamos que
encararnos a la indiferencia de otros, al oprobio, a ser representados
falsamente, a hostilidad intensa, al odio de familiares allegados, maltrato,
encarcelamiento e incluso a la muerte. (Mt 5:10-12; 10:16-22; 24:9, 10, 39; Mr
13:9, 12, 13; Rev 13:10.) Esto exige aguante, ya que sin esta cualidad esencial
es imposible llegar a obtener la vida eterna. (Ro 2:7; Heb 10:36; Rev 14:12.)
Esto se debe a que lo importante no es lo bien que una persona haya comenzado
su discipulado cristiano, sino cómo lo termina. Jesucristo se expresó al
respecto del siguiente modo: “El que haya aguantado hasta el fin es el que será
salvo”. (Mt 24:13.) “Mediante el aguante de parte de ustedes adquirirán sus
almas.” (Lu 21:19.)
Las
personas que aceptan con rapidez “la palabra de Dios”, pero solo de modo
superficial, carecen de aguante. Se rinden pronto si tienen que aguantar
tribulación o persecución, de modo que pierden la aprobación y la bendición de
Dios. Por el contrario, los que cultivan aprecio profundo por “la palabra de
Dios” aguantan con firmeza. “Llevan fruto con aguante”, y aun cuando tengan que
soportar dificultades, sufrimiento o desánimo, continúan proclamando con
fidelidad el mensaje de Dios. (Lu 8:11, 13, 15.)
Cómo se mantiene.
El
meditar en el excelente ejemplo que han puesto los siervos de Dios —como los
profetas de tiempos precristianos, Job, los apóstoles Pablo y Juan y muchos
otros— y observar el resultado de su fidelidad, puede ser un estímulo para
continuar aguantando en tiempos de tribulación. (2Co 6:3-10; 12:12; 2Te 1:4;
2Ti 3:10-12; Snt 5:10, 11; Rev 1:9.) Sobre todo debe tenerse presente en todo
momento el aguante perfecto de Jesucristo. (Heb 12:2, 3; 1Pe 2:19-24.)
También
es importante no perder de vista la esperanza cristiana de vida eterna sin
pecado, una esperanza que ni siquiera la muerte a manos de los perseguidores
nos puede arrebatar. (Ro 5:4, 5; 1Te 1:3; Rev 2:10.) Todo el sufrimiento que se
haya tenido que soportar en el presente parecerá insignificante cuando se
compare con el cumplimiento de esa magnífica esperanza. (Ro 8:18-25.) Desde la
perspectiva que proporciona la eternidad, cualquier sufrimiento, por intenso
que parezca en el momento, resulta ‘momentáneo y liviano’. (2Co 4:16-18.) El
recordar la naturaleza transitoria de las pruebas y adherirse a la esperanza
cristiana puede evitar que se deje lugar a la desesperación o a la infidelidad
a Jehová Dios.
El aguante cristiano no
depende de la fortaleza personal.
Es el Altísimo quien sostiene y fortalece a
sus siervos por medio de su espíritu y el consuelo de las Escrituras. Jehová
“suministra aguante” a los que confían plenamente en Él, y por eso es apropiado
que los cristianos oremos pidiéndole ayuda, incluida la sabiduría necesaria para
hacer frente a una prueba en concreto. (Ro 15:4, 5; Snt 1:5.) Jehová nunca
permitirá que nadie se vea sometido a una prueba que le sea imposible soportar.
Si una persona acude a Él por ayuda y no pierde la fe, sino que confía por
completo en Él, el Todopoderoso le proporcionará una salida que le permitirá
aguantar. (1Co 10:13; 2Co 4:9.)
No
existe límite alguno a la fortaleza que los cristianos podemos obtener mientras
sufrimos tribulación. El apóstol Pablo oró por los colosenses para que fuesen
“hechos poderosos con todo poder al alcance de la gloriosa potencia de Dios para que aguanten plenamente y sean sufridos
con gozo”. (Col 1:11.) Un ejemplo de cómo actúa esta “gloriosa potencia” es la
resurrección de Jesucristo para ser ensalzado a la derecha del Padre. (Ef
1:19-21.)
Jehová
Dios y su Hijo desean que todos los cristianos se mantengan fieles. Esta
afirmación se desprende del estímulo que Jesucristo dio con relación al aguante
a las congregaciones cristianas de Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis,
Filadelfia y Laodicea. (Rev 2:1-3, 8-10, 12, 13, 18, 19; 3:4, 5, 7, 10, 11, 14,
19-21.)
Actitud apropiada hacia las
pruebas.
Los
cristianos no debemos temer las pruebas y tribulaciones, pues sabemos que nuestro
futuro eterno depende de nuestro aguante y que podemos confiar en la ayuda
divina. Tampoco hemos de resentirnos por ellas ni quejarnos, amargarnos o
compadecernos de nosotros mismos. El apóstol Pablo instó: “Alborocémonos
estando en tribulaciones, puesto que sabemos que la tribulación produce
aguante”. (Ro 5:3.) Las pruebas que se sobrellevan con paciencia y firmeza
gracias a la ayuda divina muestran que un cristiano posee la cualidad necesaria
del aguante, algo que no había manera de saber o probar con certeza antes del
comienzo de la tribulación.
El
aguante tendrá “completa su obra” si se deja que la prueba siga su curso sin
que se quebranten los principios bíblicos con objeto de ponerle fin en seguida.
Entonces la fe se habrá probado y refinado, y su poder sustentador se habrá
puesto de manifiesto. Puede que también hayan quedado expuestas ciertas
debilidades, de modo que el cristiano podrá apreciarlas y efectuar los cambios
necesarios. Las pruebas que se aguantan con fidelidad moldean a una persona y
pueden lograr que sea más paciente, compasiva, bondadosa y amorosa en el trato
con sus semejantes. Por eso, al dejar que “el aguante tenga completa su obra”,
la persona no tendrá “deficiencia en nada” de lo que Jehová busca en sus
siervos aprobados. (Snt 1:2-4.)
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