Señor,
en el silencio de esta madrugada, vengo a pedirte paz y sabiduría para caminar
en este mundo. Vengo a Tu Presencia por los méritos de Tu Hijo Jesucristo, por
Quien tengo esa libertad y privilegio para hablar Contigo, mi Dios y Padre
Celestial.
Ayúdame
Señor a ser cada día más obediente a tu Palabra en la Biblia, a gustar de ese
alimento espiritual diario, para conocerte un poco más en la medida que
obedezco tus mandatos. ¡Oh Dios Padre! ¡Cuánta misericordia derramas cada día
sobre cada uno de tus hijos! ¡Cuánto amor, Padre Celestial, por alguien tan
indigno como yo!
Que
cada día Señor, alce mis ojos para ver los campos blancos, todas esas
oportunidades que Tú en Tu Soberanía has preparado desde el principio de los
tiempos; esas almas que Tú has tocado y que están esperando que mis labios
testifiquen de Ti, de las Buenas Nuevas, del arrepentimiento, confesión y
salvación por TÚ gracia por fe en Jesucristo.
No
les encargaste esta misión a los ángeles, sino que has utilizado a pecadores redimidos
por la Sangre de Cristo para dar testimonio de la ÚNICA Salvación posible. En
nuestras imperfecciones y pequeñez Tú te glorificas para cambiar el curso de la
vida, para cambiar el destino de sus almas, del infierno al que todos íbamos
encaminados para ir a la gloria de la vida eterna en Tu Presencia.
Hoy
quiero mirar al mundo con ojos llenos de amor, ser paciente, comprensivo,
humilde y obediente a TI. Ver para discernir por Tú Espíritu a tus hijos como
los ves Tu mismo. Cierra mis oídos a toda calumnia, guarda mi lengua a toda
maledicencia, que sólo los pensamientos que bendigan permanezcan en mi
espíritu, para que todos los que me vean y se acerquen, sientan Tú presencia.
Ayúdame
Señor, a caminar siempre dependiendo de Tú Gracia, para que durante mi vida yo
te refleje. Que así sea. Amén
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