} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: BENEFICIOS DE ESTUDIAR LA PALABRA DE DIOS EN LA BIBLIA (6)

jueves, 10 de febrero de 2022

BENEFICIOS DE ESTUDIAR LA PALABRA DE DIOS EN LA BIBLIA (6)

 


Jeremías  23:29  ¿No es mi palabra como fuego, dice Jehová, y como martillo que quebranta la piedra?

Colosenses 3:16  La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales

2 Timoteo 3; 16-17

 16  Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, 17  a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.

Hebreos 4; 12

Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.

 

      El orden que seguimos en este estudio es el de la experiencia. No es hasta que el hombre está completamente disgustado consigo mismo que empieza a aspirar hacia Dios. La criatura caída, engañada por Satán, está satisfecha de ella misma, hasta que sus ojos cegados por el pecado son abiertos para darse una mirada a sí mismo. El Espíritu Santo obra primero en nosotros un sentimiento de nuestra ignorancia, vanidad, pobreza y corrupción, antes de llevarnos a percibir y reconocer que en Dios solamente podemos encontrar verdadera sabiduría, felicidad real, bondad perfecta y justicia inmaculada. Hemos de ser hechos conscientes de nuestras imperfecciones antes de poder apreciar rectamente las divinas perfecciones. Cuando contemplamos las perfecciones de Dios, el hombre se convence más aún de la infinita distancia que le separa del Altísimo. Al conocer algo de las exigencias que Dios le presenta, y ante su completa imposibilidad de cumplimentarlas, está preparado a escuchar y dar la bienvenida a las buenas nuevas de que Otro ha cumplido plenamente estas exigencias para todos los que creen en El. «Escudriñad las Escrituras», dijo el Señor Jesús, y luego añadió: «porque... ellas son las que dan testimonio de Mí» (Juan 5:39 Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí;). Testifican de El cómo el único Salvador para los pecadores perdidos, cómo el único Mediador entre Dios y el hombre, cómo el único que puede acercarse al Padre. Ellas testifican las maravillosas perfecciones de su persona, las glorias variadas de los oficios que cumple, la suficiencia de su obra consumada. Aparte de la Escritura, no le podemos conocer. En ellas solamente es que nos es revelado. Cuando el Santo Espíritu muestra al hombre algunas de las cosas de Cristo, haciéndolo con ello conocido al alma, no usa otra cosa que lo que está escrito. Aunque es verdad que Cristo es la clave de la Escritura, es igualmente verdad que sólo en la Escritura tenemos un descubrimiento del «misterio de Cristo» (Efesios 3:4 leyendo lo cual podéis entender cuál sea mi conocimiento en el misterio de Cristo,). Ahora bien, la medida de lo que nos beneficiamos de la lectura y estudio de las Escrituras puede ser determinado por la extensión en que Cristo ha pasado a ser más real y más precioso en nuestros corazones. El «crecer en la gracia» se define como «y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo» (2ª Pedro 3: 18 Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén.): La segunda parte del versículo no es algo añadido a la primera, sino una explicación de la misma. El «conocer» a Cristo (Filipenses 3:10 a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte,) era el anhelo y objetivo supremo del apóstol Pablo, deseo y objetivo al cual subordinaba todos sus otros intereses. Pero, notémoslo bien: el «conocimiento» del cual se habla en estos versículos no es intelectual, sino espiritual, no es teórico sino experimental, no es general, sino personal. Es un conocimiento sobrenatural, que es impartido en el corazón regenerado por la operación del Santo Espíritu, según El mismo interpreta y nos aplica las Escrituras concernientes al mismo. Ahora bien, el conocimiento de Cristo que el Espíritu bendito imparte al creyente por medio de las Escrituras, le beneficia de diferentes maneras, según los marcos, circunstancias y necesidades variables.

Con respecto al pan que Dios dio a los hijos de Israel durante su peregrinaje en el desierto, se dice que «algunos recogían más, otros menos» (Éxodo 16:17 Y los hijos de Israel lo hicieron así; y recogieron unos más, otros menos;). Lo mismo es verdad de nuestra captación de Él, de quien el maná era un tipo. Hay algo en la maravillosa persona de Cristo que es exactamente apropiado a cada condición, cada circunstancia, cada necesidad, tanto en el tiempo como en la eternidad. Hay una inagotable plenitud en Cristo» (Juan 1: 16 Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia.) que está disponible para que saquemos de ella, y el principio que regula la extensión en la cual pasamos a ser «fuertes en la gracia que es en Cristo Jesús» (2ª Timoteo 2: 1 Tú, pues, hijo mío, esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús. ), es «según tu fe te sea hecho» (Mateo 9:29 Entonces les tocó los ojos, diciendo: Conforme a vuestra fe os sea hecho.).

Podemos resumir lo expuesto hasta aquí del siguiente modo:

1.-Un individuo se beneficia de las Escrituras cuando éstas le revelan su necesidad de Cristo. El hombre en su estado natural se considera autosuficiente. Es verdad, tiene una vaga percepción de que hay algo que no está del todo bien entre él y Dios, sin embargo no tiene dificultades para convencerse de que puede hacer lo necesario para propiciarle. Esto está a la base de toda religión humana, empezada por Caín, en cuyo «camino» (Judas 11¡Ay de ellos! porque han seguido el camino de Caín…) todavía andan las multitudes. Dile a un devoto «religioso formalista» que «los que viven según la carne no pueden agradar a Dios», y al punto su urbanidad y cortesía hipócritas son sustituidas por la indignación. Así era cuando Cristo estaba en la tierra. El pueblo más religioso de todos, los judíos, no tenían sentido de que estaban «perdidos» y en desesperada necesidad de un Salvador Todopoderoso. «Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. » (Mateo 9:12). Es la misión particular del Espíritu Santo, por medio de su aplicación de las Escrituras, el redargüir a los pecadores de pecado y convencerles de su desesperada condición, llevarles a ver que su estado es tal que «Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga; no están curadas, ni vendadas, ni suavizadas con aceite. » (Isaías 1:6). Cuando el Espíritu nos convence de pecado -nuestra ingratitud a Dios, nuestro murmurar, nuestro descarrío de El- cuando insiste en los derechos de Dios -su derecho a nuestro amor, obediencia y adoración- y todos nuestros tristes fallos en rendirle lo que se le debe, entonces reconocemos que Cristo es nuestra única esperanza, y que, excepto si nos acogemos a Él como refugio, la justa ira de Dios caerá irremisiblemente sobre nosotros. Ni hemos de limitar esto a la experiencia inicial de la conversión. Cuando más el Espíritu profundiza su obra de gracia en el alma regenerada, más consciente se vuelve el individuo de su contaminación, su pecaminosidad y su miseria; y más descubre su necesidad de la preciosa sangre que nos limpia de todo pecado, y le da valor. El Espíritu está aquí para glorificar a Cristo, y la manera principal en que lo hace es abriéndonos los ojos más y más para que veamos por quién murió Cristo, cuán apropiado es Cristo para las criaturas desgraciadas, ruines y contaminadas. Sí, cuanto, más nos beneficiamos realmente de nuestra lectura de las Escrituras, más vemos nuestra necesidad de Cristo.

 

2.-Un individuo se beneficia de las Escrituras cuando éstas le hacen a Cristo más real, en él; la gran masa de la nación israelita no veía más que la cáscara externa en las ceremonias y ritos que Dios les había dado, pero el remanente regenerado tuvieron el privilegio de ver a Cristo mismo. Dijo Cristo: Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó (Juan 8:56 ). Moisés estimó el «reproche de Cristo» más que las grandes riquezas y tesoros de Egipto (Hebreos 11:26 teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón.). Lo mismo es en el Cristianismo. Para las multitudes, Cristo no es más que un nombre, a lo más un personaje histórico. No tienen tratos personales con Él, no gozan de comunión espiritual con El. Si ellos oyen a uno hablar del arrebatamiento de su excelencia, le consideran como un fanático o un entusiasta. Para ellos Cristo es vago, ininteligible, irreal. Pero para el cristiano consagrado la cosa es muy distinta. El lenguaje de su corazón es: Oí la voz de Jesucristo, no quiero oír ya otra. Vi la faz de Jesucristo esto ya basta a mi alma. Sin embargo esta visión bienaventurada no es la experiencia sistemática e invariable de los santos. Tal como hay nubes entre el sol y la tierra ocasionalmente, también hay fallos en nuestro camino que interrumpen nuestra comunión con Cristo y sirven para escondernos la luz de su rostro. «El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ese es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él» (Juan 14:21). Sí, es a aquel que por la gracia anda por el camino de la obediencia a quien el Señor Jesús se manifiesta. Y cuando más frecuentes y prolongadas son estas manifestaciones, más real Él se vuelve para el alma, hasta que Puede decir con Job: «De oídas te conocía; más ahora mis ojos te ven.» De modo que cuanto más Cristo pasa a ser una realidad viviente en mí, más me beneficio de la Palabra.

 

3.-Un individuo se beneficia de las Escrituras cuando más absorbido queda en las perfecciones de Cristo. Lo que lleva al alma a Cristo al principio es un sentido de necesidad, pero lo que le atrae después es la comprensión de su excelencia, Y ésta le hace seguirlo. Cuanto más real se vuelve ¡Cristo, más somos atraídos por sus perfecciones. Al principio lo vemos sólo como un Salvador, pero cuando el Espíritu continúa llevándonos a las cosas de Cristo y nos las muestra, descubrimos que en su cabeza hay «muchas coronas» (Apocalipsis 19:12 Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino él mismo.). En el Antiguo Testamento se le llama: «Su nombre será llamado Admirable» (Isaías 9:6 Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.). Su nombre significa todo lo que es, según nos hacen conocer las Escrituras. «Admirables» son sus oficios, en su número, variedad y suficiencia. Él es el Amigo más íntimo que el hermano, la ayuda segura en tiempo de necesidad. Él es el Sumo Sacerdote, que comprende nuestras flaquezas. Él es el Abogado para con el Padre, que defiende nuestra causa cuando Satán nos acusa. Tenemos la necesidad de estar ocupados con Cristo, estar sentados a sus pies como María, y recibir de su plenitud. Nuestro deleite principal debería ser: «Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús; » (Hebreos 3: 1): para contemplar las variadas relaciones que tiene con nosotros, meditar en las muchas promesas que nos ha dado, regalarnos en el maravilloso e inmutable amor que nos tiene. Al hacerlo, nos deleitaremos en el Señor, de forma que los cantos de sirena del mundo no tendrán el menor encanto para nosotros. ¿Conoces, lector amigo, algo de esto en tu experiencia presente? ¿Es tu gozo principal el estar ocupado con Él? Si no, tu lectura y estudio de la Biblia te han beneficiado muy poco de verdad.


4.-Un individuo se beneficia de las Escrituras cuando Cristo se vuelve más precioso para él. Cristo es precioso en la estimación de los verdaderos creyentes (1ª Pedro 2:7 Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso; pero para los que no creen, La piedra que los edificadores desecharon, Ha venido a ser la cabeza del ángulo). Su nombre es para ellos «ungüento derramado». Consideran todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús su Señor (Filipenses 3:8 Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, ). Como la gloria de Dios que apareció como una visión maravillosa en el templo y en la sabiduría y esplendor de Salomón, atrajo adoradores desde los últimos cabos de la tierra, la excelencia de Cristo, sin paralelo, que fue prefigurada por aquella, es más poderosa aún para atraer los corazones de su pueblo. El Demonio lo sabe muy bien, y por ello sin cesar se ocupa en cegar la mente de aquellos que no creen, colocando delante de ellos todos los atractivos del mundo. Dios le permite también que asalte al creyente, porque está escrito: « Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros.» (Santiago 4:7). Resistidle por medio de la oración sincera y fervorosa y específica, pidiendo al Espíritu que te atraiga los sentidos hacia Cristo. Cuanto más nos dejamos absorber por las perfecciones de Cristo, más le amamos y le adoramos. Es la falta de conocimiento experiencial de El que hace que nuestros corazones sean fríos hacia Él. Pero, donde se cultiva la comunión diaria el cristiano puede decir con el Salmista: «¿A quién tengo en el cielo sino en Ti? No hay para mí otro bien en la tierra» (Salmo 73:25). Esto es la verdadera esencia y naturaleza distintiva del verdadero Cristianismo. Los fanáticos legalistas pueden ocuparse diligentemente de diezmar la menta, el anís y el comino, pueden recorrer mar y tierra para arrastrar un prosélito, pero no tienen amor a Dios en Cristo. Es el corazón lo que Dios contempla: «Dame, hijo mío, tu corazón, Y miren tus ojos por mis caminos» (Proverbios 23:26), nos pide. Cuanto más precioso es Cristo para nosotros más se deleita El en nosotros.


 5.- Un individuo que se beneficia de las Escrituras tiene una confianza creciente en Cristo. Hay «fe pequeña»   y «fe grande». Hay la «plena seguridad de la fe» (Hebreos 10: 22  acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura), y el confiar en el Señor « Confía en Yahvéh con todo tu corazón y no te apoyes en tu entendimiento.» (Proverbios 3:5). De la misma manera que hay el crecer «Van de bienes en bienes, y Dios se dejará ver sobre Sión» (Salmo 84:7), leemos de ir «Pues, en el Evangelio, se revela la justicia de Dios partiendo de fe hasta consumarse en fe, según está escrito. «El justo vivirá de la fe»» (Romanos 1:17). Cuanto más firme y fuerte es nuestra fe, más honramos a Jesucristo. Incluso en una lectura rápida de los cuatro Evangelios se revela el hecho que nada complacía más al Señor que la firme confianza que ponían en El aquellos que realmente contaban con El. El mismo vivió y anduvo por fe, y cuanto más lo hacemos, más son confirmados los «miembros» como una unidad con la «cabeza». Por encima de todo hay una cosa que hemos de proponernos y buscar diligentemente en la oración: que aumente nuestra fe. De los Tesalonicenses Pablo pudo decir: «vuestra fe va creciendo» (2ª Tesalonicenses 1:3 Constantemente tenemos que estar dando gracias a Dios por vosotros, hermanos, como es justo, porque vuestra fe crece considerablemente y cada vez es mayor el amor de cada uno de vosotros por los demás.). Ahora bien, no podemos confiar en Cristo en lo más mínimo a menos que le conozcamos, y cuanto mejor le conocemos más confiaremos en El. «En ti esperan los que saben de tu nombre, pues tú no abandonas, Señor, al que te busca. » (Salmo 9: 10). A medida que Cristo pasa a ser más real al corazón, nos ocupamos más y más con sus perfecciones y Él se vuelve más precioso para nosotros, la confianza en Él se profundiza hasta que pasa a ser tan natural confiar en El cómo respirar. La vida cristiana es: En la fe caminamos, no en la realidad vista. (2ª Corintios 5:7), y esta misma expresión denota un progreso continuo, una liberación progresiva de las dudas y los temores, una seguridad más plena de que todas sus promesas serán realiza as. Abraham es el Padre de los creyentes, y por ello la crónica de su vida nos proporciona una ilustración de lo que significa una confianza que se va haciendo más profunda. Primero, obedeciendo una simple palabra de Dios abandonó todo lo que amaba según la carne. Segundo, prosiguió adelante dependiendo simplemente de Él y residió como extranjero y peregrino en la tierra prometida, aunque nunca tuvo bajo su posesión un palmo de la misma. Tercero, cuando se le prometió que le nacería simiente en su edad provecta, no consideró los obstáculos que había en el cumplimiento de la promesa, sino que su fe le hizo dar gloria a Dios. Finalmente, cuando se le llamó para ofrendar a Isaac, a pesar de que esto impediría la realización de la promesa en el futuro, consideró que Dios «pues se hacía cuenta que Dios tiene poder incluso para resucitar a alguien de entre los muertos. Por eso, en cierto sentido, de entre ellos recuperó a su hijo. » (Hebreos 11: 19).

 Continuará...

 

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