Jeremías 23:29 ¿No es mi palabra como fuego, dice Jehová,
y como martillo que quebranta la piedra?
Colosenses 3:16 La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros,
enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia
en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales
2 Timoteo 3; 16-17
16 Toda la Escritura
es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para
instruir en justicia, 17 a fin de que el
hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.
Hebreos 4; 12
Porque la palabra de Dios es viva y
eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el
alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos
y las intenciones del corazón.
2ª Pedro 1; 19 Y tenemos algo más firme, la palabra
profética, a la que hacéis bien en prestar atención, como a lámpara que brilla
en lugar oscuro hasta que amanezca el día y se levante el lucero de la mañana
en vuestros corazones.
En el Nuevo Testamento se habla con frecuencia
para el cristiano acerca del «mundo» y de su actitud con respecto al mundo. La
santa Palabra de Dios es una luz del cielo, brillando «en un lugar oscuro» (2ª Pedro 1:19 Y tenemos
algo más firme, la palabra profética, a la que hacéis bien en prestar atención,
como a lámpara que brilla en lugar oscuro hasta que amanezca el día y se
levante el lucero de la mañana en vuestros corazones.). Sus divinos
rayos hacen ver las cosas en sus verdaderos colores, penetrando y exponiendo el
brillo de mentirijillas que cubre muchos objetos. Este mundo, sobre el cual se
gastan tanto dinero, y que es tan exaltado y admirado por las víctimas que
tiene embaucadas, es declarado «enemigo de Dios»; y por tanto se prohíbe a sus
hijos que «se conformen» a él y que pongan sobre él su afecto. La fase presente
de este estudio no es, ni con mucho, la menos importante de todas las que nos
hemos dispuesto a considerar, y el lector serio hará bien buscando la divina
gracia para medirse con respecto a ella. Una de las exhortaciones que Dios
dirige a sus hijos dice: « Como niños recién
nacidos, apeteced la leche espiritual y pura, para crecer así hacia la
salvación» (1ª Pedro 2:2),
y corresponde a cada uno de sus hijos el examinarse con diligencia y
sinceridad, para descubrir si éste es su caso o no. Ni tampoco nos hemos de
contentar con un aumento de conocimiento intelectual de la Escritura: lo que necesitamos es crecimiento
práctico, conformidad experimental a la imagen de Cristo: esto es lo más
importante. Y un punto en el cual podemos someternos a la prueba es:
¿Me hace menos mundano la lectura y el estudio de la Palabra de Dios?
1.
Nos
beneficiamos de la Palabra de Dios, cuando se nos abren los ojos para discernir
el verdadero carácter del mundo.
Uno
de nuestros poetas escribió: «Dios está en el cielo- todo está bien en el
mundo.» Desde un punto de vista esto es verdad, pero desde otro está realmente
equivocado, porque « Sabemos que somos de Dios, y
que el mundo entero está sometido al maligno» (1ª Juan 5: 19). Pero es sólo a medida que el
corazón es iluminado de modo sobrenatural por el Espíritu Sano que podemos
percibir que lo que es altamente estimado entre los hombre es realmente « Pero él les dijo: Vosotros os
presentáis como justos delante de los hombres, pero Dios conoce vuestro
corazón; porque aquello que es alto entre los hombres, es abominación ante
Dios. »
(Lucas 16:15). Hemos de estar agradecidos
cuando el alma puede ver que el «mundo» es un fraude gigantesco; una burbuja
vacía, algo, vil, que un día va a desaparecer en una conflagración de fuego.
Antes de seguir adelante, definamos este «mundo» que se le prohíbe amar al
cristiano. Hay pocas palabras en las Sagradas Escrituras que sean usadas con
una mayor variedad de significados que ésta. Con todo, una atención cuidadosa
al contexto nos ayudará a determinar el sentido de cada caso. El «mundo» es un sistema u orden de cosas,
completo en sí mismo. No hay ningún elemento extraño al mundo al que se
permita entrar, y si esto ocurre, rápidamente se asimila o acomoda. El «mundo» es la naturaleza caída del
hombre actuando en la familia humana, modelando el marco de la sociedad de
acuerdo con sus propias tendencias. Es el reino organizado de la «mente carnal»
que está en «enemistad contra Dios» y que « Pues
el anhelo de la carne es enemistad para con Dios, ya que no se somete a la ley
de Dios ni siquiera tiene capacidad para ello» (Romanos 8:7). Dondequiera
que haya una «mente carnal», allí está el «mundo»; de modo que la mundanalidad
es el mundo sin Dios.
2.
Nos
beneficiamos de la Palabra, cuando aprendemos que el mundo es un enemigo que
hay que resistir y al que hay que vencer.
Al cristiano se le manda que luche « Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la
cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de
muchos testigos.» (1ª
Timoteo 6:12), lo cual implica que hay enemigos con los que hay que
medir las armas y vencer, Del mismo modo que hay la Trinidad Santísima: el
Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, hay también una trinidad del mal: el mundo,
el demonio y la carne. El hijo de Dios es llamado a un combate mortal con
ellos; «mortal», decimos, porque o será destruido por ellos o conseguirá la
victoria sobre ellos. Deja claro, pues, en tu mente, lector, que el mundo es un
enemigo mortal, y si tú no le vences en tu corazón, no eres hijo de Dios,
porque está escrito: « Porque todo lo que es
nacido de Dios vence al mundo; y esta es
la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. » (1ª Juan 5:4). Pueden darse las siguientes razones,
entre otras, de por qué es necesario vencer al mundo:
Primero:
todos sus seductores objetos tienden a desviar nuestra atención y enajenar
nuestro afecto de Dios. Es necesario que sea así, porque la tendencia de las
cosas que se ven es la de desviar al corazón de las cosas que no se ven.
Segundo:
el espíritu del mundo es diametralmente opuesto al Espíritu de Cristo; por ello
escribió el apóstol: « Y nosotros no hemos recibido
el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos
lo que Dios nos ha concedido,» (1ª
Corintios 2:12). El Hijo de Dios vino al mundo, pero « En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le
conoció.» (Juan 1:10); a que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque
si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria. (1ª Corintios 2:8).
Tercero:
sus cuidados y preocupaciones son hostiles a una vida devota y piadosa. Los cristianos, como el resto de la
humanidad, tienen la orden de Dios de trabajar seis días a la semana, pero,
mientras están así ocupados necesitan estar constantemente en guardia, para
que la ambición no les gobierne en vez de la ejecución y cumplimiento de su
deber. « Porque todo lo que es nacido de Dios vence
al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe.»
(1ª Juan 5:4). Sólo una fe dada por Dios puede vencer al mundo. Pero, cuando el corazón está ocupado con
realidades invisibles, aunque eternas, es librado de la influencia corruptora
de los objetos mundanales. Los ojos de la fe disciernen las cosas de los
sentidos en sus colores verdaderos, y ven que son vacías y vanas, y no son
dignas de ser comparadas con los objetos grandes y gloriosos de la eternidad. Un sentido profundo de las perfecciones y
presencia de Dios hace que el mundo aparezca como menos que nada. Cuando
el cristiano ve que el Divino Redentor, muere por sus pecados, vive para
interceder por su perseverancia, reina y rige las cosas con miras a su
salvación final, el cristiano exclama: « No hay para mí ningún bien en la
tierra aparte de Ti.» Y ¿qué dices con respecto a ti cuando lees estas líneas?
Puedes asentir cordialmente a lo que se dice en el párrafo anterior, pero ¿cuál
es la realidad de tu situación, no ya tu opinión? ¿Tienen las cosas que el
hombre regenerado estima, encanto y atractivo para ti? Quita de la persona
mundana las cosas en que se deleita y se siente perdido: ¿te ocurre lo mismo a
ti? 0 por lo contrario, ¿se halla tu gozo y satisfacción en objetos que no
te pueden ser quitados? No consideres estas cosas a la ligera, te ruego,
sino considéralas seriamente en la presencia de Dios. La respuesta sincera a
las mismas será el índice o marcador del estado real de tu alma, e indicarán si
eres de veras «una nueva criatura en Cristo Jesús» o te haces la ilusión de
serlo.
3.
Estamos
beneficiándonos de la Palabra de Dios cuando aprendemos que Cristo murió para
librarnos del «presente siglo malo»
El Hijo de Dios vino, no sólo para cumplir los
requisitos de la ley (Mateo 5:17 No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas;
no he venido para abrogar, sino para cumplir.),
sino para destruir las obras del maligno, para librarnos de la « y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos,
a Jesús, quien nos libra de la ira venidera. » (1ª Tesalonicenses 1:10), para salvarnos de
nuestros pecados (Gal_1:4 el cual se dio
a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo,
conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre,),
pero también para liberarnos del yugo de la esclavitud de este mundo, y para
liberar al alma de su nefasta influencia. Esto se prefiguré en los tratos que
Dios tuvo con Israel. Los israelitas eran esclavos en Egipto, y «Egipto» es una
figura o símbolo del mundo. Estaban bajo una cruel esclavitud, pasando la vida
haciendo ladrillos para Faraón. Les era imposible alcanzar la libertad por su
cuenta. Pero, Yahweh, con su gran poder, los emancipó, y los sacó de un «horno
ardiendo». Esto mismo hace Cristo con los suyos. Quebranta el poder del mundo
en sus corazones. Los hace independientes de él, para que no procuren sus
favores ni le teman si frunce el cejo. Cristo
se dio a sí mismo como sacrificio por los pecados de su pueblo, para que, a
consecuencia de ello, pudieran ser librados del poder e influencia de todo lo
que es malo en este presente siglo: de Satán, que es su príncipe; de los
deseos y apetitos de la carne que predomina en el mundo; de la vana conducta de
los hombres que pertenecen al mismo. Y
el Santo Espíritu que mora en los santos, coopera con Cristo en esta bendita
obra. El Espíritu vuelve sus
pensamientos y afectos de las cosas terrenas a las celestiales. Por la obra de
su poder, los libra de la influencia desmoralizadora que los rodea, y los
conforma a los Standard celestiales. Y a medida que el cristiano
crece en la gracia, lo reconoce, y obra en consecuencia. Busca todavía una
liberación más plena de este «presente siglo malo» y pide a Dios que le libre
de él completamente. Lo que antes le encantaba ahora le desagrada y produce
asco. Anhela el momento en que será quitado de este teatro de acción en que
el nombre de su bendito Señor es deshonrado tan tristemente.
4.
Nos
beneficiamos de la Palabra cuando nuestros corazones son corroborados en ella.
«
No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo.
Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. » (1ª Juan
2:15).
«Lo que es para el viajero una piedra de
tropiezo en el camino, un peso para el que corre, la liga para el pájaro, es el
amor al mundo para el cristiano en el curso de su vida: le distrae
completamente en el camino o le desvía totalmente del mismo» - (Nathaniel Hardy, 1660).
La
verdad es que hasta que el corazón es purgado de la corrupción, el oído es
sordo a la instrucción divina. Hasta que somos
librados de las cosas del siglo y de los sentidos no podemos ser sometidos a la
obediencia a Dios. La verdad celestial resbala de una mente carnal, como el
agua por la superficie de un cuerpo esférico. El mundo ha vuelto su espalda
a Cristo, aunque su nombre es profesado en muchos sitios; sin embargo, no
quiere saber nada de Él. Todos los deseos y designios de la persona mundana
son la gratificación del yo. Por más que sus objetivos e intentos sean tan
varios como se quiera, todo está subordinado a satisfacer al yo. Ahora bien, los cristianos se hallan en el mundo, y no
pueden salir de él; tienen que vivir en él, el tiempo -que el Señor les ha
indicado. Mientras están en él tienen que ganarse la vida, mantener a sus
familias y atender a los negocios del mundo. Pero se les prohíbe que amen al mundo, en el sentido de que pueda hacerles
felices. Su «tesoro» y «porción» se halla en otro sitio. El mundo tiene
atractivo para cada uno de los instintos del hombre caído. Contiene miles
de objetos que le encantan: atraen su atención, la atención crea deseo y el
deseo amor, e insensiblemente, pero de modo seguro, hacen una impresión más y
más profunda en su corazón. Tiene la misma fatal influencia en todas las clases.
Pero a pesar de ser atractivos los diversos objetos, y todas las ocupaciones y
placeres del mundo, están diseñadas y adaptadas para fomentar la felicidad en
esta vida, solamente, por tanto: «¿De qué le aprovechará al hombre si ganare
todo el mundo y perdiere su alma?» El
cristiano recibe su enseñanza del Espíritu, y al presentarle éste a Cristo en
el alma, sus pensamientos son desviados del mundo. De la misma manera que
un niño deja caer un objeto sucio o peligroso cuando se le ofrece algo que
tiene más interés para él, lo mismo el corazón que está en comunión con Dios
dice: «Estimo todas las cosas como perdidas por la
excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he
perdido todo y lo tengo por basura, para ganar a Cristo» (Filipenses 3:8).
5.
Nos
beneficiamos de la Palabra cuando andamos separados del mundo.
«
¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del
mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del
mundo, se constituye enemigo de Dios.» (Santiago
4:4). Este versículo y otros semejantes deberían escudriñar la mente de
todos y hacernos temblar. ¿Cómo puedo buscar amistad y placer en aquello que ha
sido condenado por el Hijo de Dios? Si lo hago, al instante esto me identifica
con sus enemigos. Oh, lector, no te equivoques en este punto. Está
escrito: « No améis al mundo, ni las cosas que están
en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él.» (1ª Juan 2:15). Se dijo en tiempo antiguo del
pueblo de Dios que: « Porque de la cumbre de las
peñas lo veré, Y desde los collados lo
miraré; He aquí un pueblo que habitará
confiado, Y no será contado entre las
naciones.
» (Números 23:9). Sin duda la disparidad de
la conducta y carácter, los deseos y pesquisas que distinguen al hombre
regenerado del no regenerado, deben separarlos. Los que profesamos tener
nuestra ciudadanía en otro mundo, ser guiados por otro espíritu, dirigidos por
otra regla, estar viajando a otro país, ¡no podemos ir del brazo con aquellos
que desprecian estas cosas! Por tanto que todo alrededor nuestro y en
nosotros exhiban nuestro carácter de peregrinos. Es posible que el mundo se
extrañe de nosotros (Zacarías 3:8 Escucha pues, ahora, Josué sumo sacerdote, tú y tus amigos
que se sientan delante de ti, porque son varones simbólicos. He aquí, yo traigo
a mi siervo el Renuevo.), porque no
nos adaptamos a las formas de este mundo (Romanos
12:2 No os conforméis a este siglo, sino
transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que
comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.).
6.
Nos
beneficiamos de la Palabra, cuando provocamos el aborrecimiento.
¡Qué
trabajo se da el mundo para salvar las apariencias y dar a los otros una buena
impresión! Las cosas convencionales y sociales, las cortesías y el altruismo,
todo son fórmulas para dar un aire de respetabilidad. Y para dar más peso, se
añade el «Cristianismo», y el santo nombre de Cristo está en los labios de
miles que nunca han tomado su «yugo sobre sí». De ellos dice Dios: « Este pueblo de labios me honra; Mas su corazón está lejos de mí.»
(Mateo 15:8). Y ¿cuál ha de ser la actitud
de los verdaderos cristianos respecto a esto? La respuesta de la Escritura es
clara: « que tendrán apariencia de piedad, pero
negarán la eficacia de ella; a éstos evita. » (2ª Timoteo 3:5). « Por lo
cual, Salid de en medio de ellos, y apartaos,
dice el Señor, Y no toquéis lo inmundo; Y yo os recibiré» (2ª Corintios 6:17). Y ¿qué ocurre cuando
obedecemos sus mandamientos? Entonces se demuestra la verdad de estas palabras
de Cristo: « Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo
suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el
mundo os aborrece. » (Juan
15:19). ¿Qué significa «mundo» aquí, de un modo específico? Dejemos que
el versículo anterior nos dé la respuesta: Si, el mundo os aborrece, sabed que
a mí me ha aborrecido antes que a vosotros.» ¿Qué mundo aborreció a Cristo y le
hostigó hasta la muerte? El
mundo religioso, aquellos que se decían ser más celosos de la gloria de Dios.
Lo mismo ocurre ahora. ¡Que
el cristiano vuelva la espalda a la Cristiandad que deshonra a Cristo, y sus enemigos
peores y más implacables y sin escrúpulos serán aquellos que dicen ellos mismos
ser cristianos! Pero, « Bienaventurados sois
cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal
contra vosotros, mintiendo.12 Gozaos y
alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así
persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros. »
(Mateo 5:11,12). ¡Ah, hermano, es una buena
señal, una marca segura de que te beneficias de la Palabra, cuando el mundo
religioso te aborrece! Pero,
si por otra parte, todavía tienes buena reputación entre las «iglesias» o
«asambleas» ¡hay buenas razones para temer que amas la alabanza de los hombres
más que la de Dios!
7.
Nos
beneficiamos de la Palabra, cuando nos elevamos por encima del mundo.
Primero:
respecto a sus costumbres y modas. El hombre mundano es un esclavo de las
costumbres y estilos del día. No es así
respecto a los que andan con, Dios; la preocupación principal es «conformarse a
la imagen del Hijo».
Segundo:
por encima de sus cuidados y tribulaciones: en otro tiempo se dijo de los
santos que aceptaban ultrajes y aflicciones y el despojo de los bienes, «
Porque de los presos también os compadecisteis, y el despojo de
vuestros bienes sufristeis con gozo, sabiendo que tenéis en vosotros una mejor
y perdurable herencia en los cielos. » (Hebreos 10:34).
Tercero:
por encima de sus tentaciones: ¿qué atractivo tiene el brillo del mundo
para aquellos que se deleitan en el Señor? ¡Ninguno en absoluto!
Cuarto: por encima de las
opiniones y aprobación. ¿Has aprendido a ser independiente y plantar cara
al mundo? Si todo tu corazón está dispuesto a complacer a Dios, dejarás de
preocuparte de la impiedad, que te mira con ceño. Ahora, lector, ¿quieres
medirte con el contenido de este cestudio? Si es así, busca respuestas sinceras
a las siguientes preguntas. Primero: ¿cuáles son los objetos en los que
tu mente encuentra recreo? ¿Cuáles son los pensamientos que circulan más por ella?
Segundo:
¿cuáles son los objetos que escoges? Cuando has de decidir la forma en que has
de pasar una velada o un domingo por la tarde, ¿qué es lo que escoges?
Tercero:
¿qué es lo que te causa mayor pena: la pérdida de los bienes terrenos o la
falta de comunión con Dios? ¿Qué te causa más pesar, el, que se echen a perder
tus planes o la frialdad de tu corazón a Cristo?
Cuarto:
¿cuál es el tema favorito de tu conversación? ¿Pasas el tiempo en conversación
sobre cosas insustanciales como noticias del día y otras semejantes o hablando
«de Aquel que procura nuestra amistad»?
Quinto:
¿se vuelven realidad tus «buenas intenciones» o bien no son nada más que sueños
vanos? ¿Pasas más tiempo que antes de rodillas? ¿Es su Palabra más dulce a tu
paladar, o tu alma ha perdido ya el sabor de ella?
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