Jeremías 23:29 ¿No es mi palabra como fuego, dice Jehová, y como martillo que quebranta la piedra?
Colosenses 3:16 La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros,
enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia
en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales
2 Timoteo 3; 16-17
16 Toda la Escritura
es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para
instruir en justicia, 17 a fin de que el
hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.
Hebreos 4; 12
Porque la palabra de Dios es viva y
eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el
alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos
y las intenciones del corazón.
Todos los cristianos profesos
están de acuerdo, por lo menos en teoría, que el deber de aquellos que llevan
el nombre de Cristo es honrarle y glorificarle en este mundo. Pero, hay grandes
diferencias de opinión con respecto a la manera de hacerlo, y a lo que se
requiere para conseguirlo. Muchos suponen que el honrar a Cristo simplemente
significa unirse a alguna «iglesia», tomar parte en las actividades de la misma
y apoyarlas. Otros piensan que el honrar a Cristo significa hablar de El a
otros y dedicarse diligentemente a hacer «obra personal». Otros parecen
imaginarse que honrar a Cristo significa poco más que hacer contribuciones
generosas a su causa. Hay
pocos que se den cuenta que Cristo es honrado sólo cuando vivimos santamente en
El, y esto, andando en sujeción a su voluntad revelada. Pocos,
verdaderamente, creen las palabras: «Pero Samuel
replicó: ¿Acaso se complace Yahvéh en los holocaustos y en los sacrificios,
tanto como en la obediencia a la voz de Yahvéh? Mira: la obediencia es mejor
que el sacrificio, y la docilidad que el sebo de carneros. » (1ª Samuel 15:22). No somos cristianos si no nos
hemos rendido plenamente a Jesús y le hemos «Por tanto,
de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él, » (Colosenses 2:6).
Quisiera
que consideraras esta afirmación con diligencia. Satán enseña a muchos hoy en
día haciéndoles creer que confían en Dios para salvación en la «obra consumada»
de Cristo, mientras que sus corazones permanecen sin cambiar y el yo
gobierna sus vidas. Escucha la Palabra de Dios: «Lejos
está de los impíos la salvación, Porque no buscan tus estatutos. » (Salmo 119:155). ¿Buscas realmente sus estatutos?
¿Escudriñas con diligencia su Palabra para descubrir lo que ordena? «El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el
tal es mentiroso, y la verdad no está en él; » (1ª
Juan 2; 4). ¿Es posible decirlo de modo más claro? «¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo
digo? » (Lucas 6:46). La obediencia al Señor en la
vida, no meramente las palabras placenteras de los labios, es lo que Cristo requiere. ¡Qué palabra más
solemne y qué advertencia más directa la de Santiago
1:22-25 «Pero sed hacedores de la palabra, y no
tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. 23 Porque si alguno es oidor de la palabra pero
no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su
rostro natural. 24 Porque él se
considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. 25 Mas el que mira atentamente en la perfecta
ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino
hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace...»
Hay
muchos «oidores» de la Palabra, oidores regulares, oidores reverentes, oidores
interesados; pero, ¡ay!, lo que oyen no está incorporado a su vida, no regula
sus caminos. Y Dios dice que los que no son hacedores de la Palabra ¡se engañan
a sí mismos! Por desgracia, ¡cuántos hay en la Cristiandad así, hoy en día! No
es que sean verdaderos hipócritas, pero están engañados. Suponen que por el
hecho de ver tan claro que la salvación es por la gracia solamente, ya están
salvos. Suponen que por el hecho de que se hallan bajo el ministerio de un
hombre que «ha hecho de la Biblia un nuevo libro» para ellos, ya han crecido en
la gracia. Suponen que debido a que su almacén de conocimiento bíblico ha
aumentado, son más espirituales. Suponen que el mero escuchar a un siervo de
Dios o leer sus escritos, es alimentarse de la Palabra. ¡No hay tal! Nos «alimentamos» de la Palabra solamente
cuando nos apropiamos personalmente, masticamos y asimilamos en nuestras vidas
todo lo que hemos oído o leído. Donde no hay una conformidad creciente del
corazón y la vida a la Palabra de Dios, este conocimiento incrementado sólo va
a servir para una mayor condenación. «Aquel siervo que
conociendo la voluntad de su señor, no se preparó, ni hizo conforme a su
voluntad, recibirá muchos azotes.» (Lucas
12:47). «Estas siempre están aprendiendo, y
nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad. » (2ª Timoteo 3:7). Esta es una de las
características prominentes de los «tiempos peligrosos» en los cuales estamos
viviendo ahora. La gente escucha a un predicador después de otro, asiste a
convenciones y más convenciones, lee libro tras libro sobre temas bíblicos, y
nunca alcanza un conocimiento vital y práctico de la verdad, de modo que se
produzca una impresión de su poder y eficacia en sus almas. Hay algo que se
llama hidropesía espiritual, y las multitudes sufren de ella. Cuanto más oyen,
más quieren ir; beben los sermones y los mensajes ávidamente, pero sus vidas no cambian. Están
hinchados de conocimiento, pero no humillados al polvo delante de Dios. La
fe del elegido de Dios es « Pablo, siervo de Dios y
apóstol de Jesucristo, conforme a la fe de los escogidos de Dios y el
conocimiento de la verdad que es según la piedad, » (Tito 1: l), pero a esta fe, la vasta mayoría son
totalmente extraños. Dios
nos ha dado su Palabra, no sólo con el objetivo de instruirnos, sino con el
propósito de dirigirnos: de hacemos conocer lo que Él quiere que hagamos.
Lo primero que necesitamos es un conocimiento claro y distinto de nuestro
deber, y lo primero que Dios nos exige es una práctica concienzuda del mismo,
según nuestro conocimiento. «Se te ha revelado, ¡oh
hombre!, lo que es bueno, y lo que Yahvéh reclama en ti: tan sólo practicar la
justicia, amar la bondad y vivir en humildad con tu Dios» (Miqueas 6:8). «El fin de
todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque
esto es el todo del hombre. » (Eclesiastés
12:13). El Señor Jesús afirmó lo mismo cuando dijo: «Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.» (Juan 15:14).
1. Un hombre se
beneficia de la Palabra a medida que descubre lo que Dios le exige; sus
exigencias invariables, porque El no cambia.
Es un grave error suponer que, en esta dispensación presente, Dios ha rebajado
sus exigencias, porque esto implicaría por necesidad que sus exigencias previas
eran duras e injustas. ¡De ninguna manera! «De manera
que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno»
(Romanos 7:12). El resumen de lo que Dios
exige es: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón,
y con toda tu alma y con toda tu fuerza» (Deuteronomio
6:5); y el Señor Jesús repitió lo mismo en Mateo
22:37 Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con
todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente . El apóstol Pablo volvió a decir lo mismo cuando
escribió: «El que no amare al Señor Jesucristo, sea
anatema. El Señor viene.» (1ª Corintios
16:22).
2. Un hombre se
beneficia de la Palabra cuando descubre de qué modo tan completo y entero ha fallado
en llegar a la altura de las exigencias de Dios.
Y déjeseme indicar para cualquiera que pueda haber estado en desacuerdo con el
párrafo anterior de que ningún hombre puede ver cuán pecador es, ¡cuán corto se
ha quedado de llegar al Standard de Dios, hasta que ha tenido una visión clara
de las altas exigencias que Dios hace sobre él! En la misma medida que los
predicadores rebajan los Standard de lo que Dios requiere del ser humano, en la
misma medida sus lectores obtendrán un concepto falso e inadecuado de su
pecaminosidad, y tanto menos se darán cuenta de su necesidad de un Salvador
todopoderoso. Pero, una vez el alma ha percibido realmente cuáles son las
exigencias que Dios le hace, de qué modo tan completo y constante ha fallado en
rendirle lo que es suyo, entonces reconoce en qué desesperada situación se
encuentra. La ley debe ser predicada
antes de que nadie esté preparado para el Evangelio.
3. Una persona se beneficia de la Palabra
cuando ésta le enseña que Dios, en su gracia infinita, ha provisto para que su
pueblo pueda satisfacer, lo que Él nos exige.
Sobre este punto, también, gran parte de la predicación de hoy día es
seriamente defectuosa. Se predica lo que puede decirse más o menos una «mitad
del Evangelio», pero que en realidad es virtualmente una negación del verdadero
Evangelio. Cristo entra en el cuadro, pero sólo como una especie de contrapeso.
Es una verdad bendita que Dios ha llenado las exigencias de Dios en lugar de
todos aquellos que creen en El, pero esto es sólo parte de la verdad. El
Señor Jesús no sólo ha satisfecho de modo vicario los requerimientos de la
justicia de por su pueblo, sino que también nos ha dado garantías que los suyos
los satisfarán ellos mismos personalmente. Cristo ha procurado el Espíritu
Santo para que obre en ellos lo que el Redentor obró por ellos. El milagro grande y glorioso de la
salvación es que los salvos son regenerados. En ellos tiene lugar una obra transformadora. Su conocimiento es
iluminado, su corazón es cambiado, su voluntad es renovada. Son hechos « De modo que si alguno
está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son
hechas nuevas» (2ª Corintios 5:17).
Dios se refiere a este milagro de gracia de la siguiente manera: «Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel Después
de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en la mente de ellos, Y sobre su corazón las escribiré; Y seré a
ellos por Dios, Y ellos me serán a mí
por pueblo; » (Hebreos 8:10). El
corazón ahora está inclinado hacia la ley de Dios: se le ha comunicado una
disposición que responde a las exigencias de la ley; hay el sincero deseo de
guardarla. De esta manera el alma vivificada puede decir: «Mi corazón ha dicho de ti: Buscad mi rostro. Tu rostro buscaré, oh Jehová; » (Salmo 27:8). Cristo observó no sólo una
perfecta obediencia de la ley para la justificación de su pueblo que cree, sino
que también ganó para ellos la provisión de su Espíritu, que era esencial para
su santificación, y que era lo único que podía transformar a las criaturas
carnales y hacerles posible el rendir obediencia aceptable a Dios. Aunque
Cristo murió por los «impíos» (Romanos 5:6 Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió
por los impíos), aunque encuentra a los impíos (Romanos
4:5 mas al que no obra, sino cree en aquel que
justifica al impío, su fe le es contada por justicia.) cuando los justifica, sin embargo no los deja
en su abominable estado. Al contrario, de un modo efectivo les enseña, por Su
Espíritu a negar la impiedad y los deseos carnales (Tito
2:12 enseñándonos
que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo
sobria, justa y piadosamente,). De la misma manera que el peso no se
puede separar de una piedra, o el calor del fuego, tampoco se puede separar la justificación de la santificación. Cuando Dios perdona realmente a un
pecador en el tribunal de su conciencia, bajo el sentido de esta gracia
asombrosa el corazón es purificado, la vida es rectificada, y el hombre entero
es santificado. Cristo «quien se dio a sí mismo
por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo
propio, celoso de buenas obras» (Tito 2:14).
De la misma manera que la sustancia y sus propiedades, causas y efectos
necesarios están inseparablemente conectados, también lo están una fe salvadora
y una obediencia concienzuda a Dios. De aquí que leemos de la -«obediencia de
la fe» (Romanos 16:26 pero que ha sido manifestado ahora, y que por las Escrituras
de los profetas, según el mandamiento del Dios eterno, se ha dado a conocer a
todas las gentes para que obedezcan a la fe,).
Dijo el Señor Jesús: «El que tiene mis mandamientos, y
los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y
yo le amaré, y me manifestaré a él. » (Juan
14:21). Ni en el Antiguo Testamento, ni en los Evangelios ni en las
Epístolas admite Dios que acepta el amor de nadie que no guarda sus
mandamientos. El amor es algo más que un sentimiento o una emoción; es un
principio de acción, y se expresa en algo más que expresiones dulzainas, es
decir, requiere actos que agraden al objeto amado. «Pues
este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no
son gravosos. » (1ª Juan 5: 3).
Oh, lector, te engañas si crees que amas a
Dios y no tienes un deseo profundo y no haces un esfuerzo real para andar en
obediencia delante de Él. Pero, ¿qué es la obediencia a Dios? Es más que la
ejecución mecánica de ciertos deberes. Puede que' uno haya sido criado por
padres cristianos, y bajo ellos haya adquirido ciertos hábitos morales, y sin
embargo, el que uno se abstenga de tomar el nombre del Señor en vano, y el ser
inocente de robar, no significa que obedezca el tercer y el octavo mandamiento.
Otra vez, la obediencia a Dios es mucho
más que el actuar conforme a la conducta de su pueblo. Puedo ser huésped de
una casa en la cual se observa estrictamente el día del Señor, y por respeto a
ellos, o porque yo creo que es bueno y prudente descansar un día a la semana,
me abstengo de trabajar en este día, y sin embargo ¡no estoy guardando el
cuarto mandamiento! La obediencia no es sólo la sujeción a la ley externa, sino
el rendir la voluntad a la voluntad de otro. Así, pues, la obediencia a Dios es el reconocimiento en
el corazón de su soberanía; de su derecho a ordenar y mi deber de
cumplir. Es la completa sujeción del alma al bendito yugo de Cristo.
Esta obediencia que Dios requiere puede proceder sólo de un corazón que ama a
Dios. «Y todo lo que hagáis, hacedlo de
corazón, como para el Señor y no para los hombres; » (Colosenses 3:23). La obediencia que procede del
deseo de obtener favores de Dios es egoísta y carnal. Pero, la obediencia
espiritual y aceptable es dada con agrado: es la respuesta espontánea del
corazón y la gratitud por el cuidado y amor de Dios por nosotros que son
inmerecidos.
4. Nos beneficiamos de
la Palabra cuando no sólo vemos como un deber el obedecer a Dios, sino que en
nosotros es obrado amor para sus mandamientos...
«Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de
malos, Ni estuvo en camino de pecadores, Ni en silla de escarnecedores se ha
sentado; 2 Sino que en la ley de Jehová
está su delicia, Y en su ley medita de día y de noche. » (Salmo 1:1,2). Otra vez leemos: «Bienaventurado el hombre que teme a Jehová, Y en sus
mandamientos se deleita en gran manera. » (Salmo
112:1). Es una verdadera prueba para el corazón el encararse
sinceramente con estas preguntas: ¿Doy realmente tanta importancia a sus
«mandamientos» como a sus promesas? ¿No debería ser así? Sin duda, porque tanto
los unos como los otros proceden de su amor. El cumplimiento en el corazón de
la voz de Cristo es el fundamento de toda la santidad práctica. Aquí
quisiéramos de nuevo pedir al lector que con amor y sinceridad se fije bien en
este punto. Todo hombre que cree que es salvo y que
no tiene amor genuino a los mandamientos de Dios se está engañando.
Dijo el salmista ¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día
es ella mi meditación. (Salmo 119:97).
Y también: «Por eso he amado tus mandamientos Más que
el oro, y más que oro muy puro. » (Salmo
119:127). Si alguien objetara que esto era bajo el Antiguo Testamento,
preguntamos: ¿Suponéis que el Espíritu Santo produce menos cambio en los
corazones de aquellos que son regenerados ahora que antaño? Pero un santo del
Nuevo Testamento nos ha dejado su testimonio también: «Porque
según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios;» (Romanos 7: 22). Y, querido lector, a menos que tu
corazón se deleite en la «ley de Dios», hay algo que va, mal en ti; sí, es de
temer que estés muerto espiritualmente.
5. Un hombre se
beneficia de la Palabra cuando su corazón y su voluntad se han entregado a todo
los mandamientos de Dios. La obediencia parcial
no es ninguna obediencia. Una mente santa renuncia a todo lo que Dios prohíbe,
y escoge y practica todo lo que Dios requiere, sin ninguna excepción. Si
nuestra mente no se somete a Dios en todos sus mandamientos, no nos sometemos a
su autoridad en nada de lo que nos manda. Si no aprobamos nuestro deber en toda
su extensión, estamos muy equivocados si nos imaginamos que nos gusta alguna
parte de ellos. Una persona que no tiene principio de santidad en él, puede no
sentirse inclinada a muchos vicios y sentirse atraída a practicar muchas
virtudes, porque percibe que los primeros son acciones inapropiadas, y las
últimas son, en sí, acciones hermosas, pero la desaprobación del vicio y aprobación de la virtud no proceden de la
disposición de someterse a la voluntad de Dios. La verdadera obediencia espiritual es imparcial. Un corazón renovado no
escoge entre los mandamientos de Dios: el hombre que lo hace no ejecuta la
voluntad de Dios, sino la propia. No
nos hagamos ilusiones sobre este punto; si no deseamos sinceramente agradar a
Dios en todas las cosas, no queremos agradarle verdaderamente en ninguna. El yo
debe ser negado; no meramente algunas de las cosas que quiere, ¡sino el yo en
sí! La indulgencia voluntaria de algún pecado conocido quebranta toda la ley (Santiago 2:10,11 Porque
cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace
culpable de todos. 11 Porque el que dijo:
No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás.(). «Me regocijaré en tus
estatutos; No me olvidaré de tus palabras.
(Salmo
119:16). Dijo el Señor Jesús: «Vosotros sois mis
amigos, si hacéis todas las cosas que yo os mando» (Juan15:14): si no soy su amigo, entonces he de ser
su enemigo, puesto que no hay otra alternativa según Lucas
19:27 Y también a aquellos mis enemigos que no
querían que yo reinase sobre ellos, traedlos acá, y decapitadlos delante de mí
6.
Nos beneficiamos de la Palabra, cuando el alma es encaminada a orar
fervorosamente pidiendo gracia para poder obrar. En la regeneración, el Espíritu
Santo comunica una naturaleza adecuada para la obediencia a la Palabra. El corazón ha sido ganado por
Dios. Hay ahora un deseo profundo y sincero de agradar a Dios. Pero,
la nueva naturaleza no posee ningún poder inherente, y la vieja naturaleza o
«carne» lucha contra ella, y el diablo se opone. Por ello el cristiano
exclama: « Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no
mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo.»
(Romanos 7:18). Esto no significa que es
un esclavo del pecado, como era antes de la conversión; pero, significa
que, no encuentra cómo realizar plenamente sus aspiraciones espirituales.
Por ello ora: «33
Enséñame, oh Jehová, el camino de tus estatutos, Y lo guardaré hasta el
fin. 34 Dame entendimiento, y guardaré
tu ley, Y la cumpliré de todo corazón. 35
Guíame por la senda de tus mandamientos, Porque en ella tengo mi
voluntad.» (Salmo
119:33-35). Y otra vez: «132 Mírame, y ten misericordia de mí, Como
acostumbras con los que aman tu nombre.133
Ordena mis pasos con tu palabra, Y ninguna iniquidad se enseñoree de mí.
» (Salmo 119:132-133).
Aquí
contestaré a una pregunta que las afirmaciones anteriores ha sugerido en
algunas mentes: ¿Se afirma aquí que Dios requiere obediencia perfecta por
nuestra parte en esta vida? Contestamos: ¡Sí! Dios no establece Standard más
bajos delante de nosotros que éste (1ª Pedro 1: 15
sino, como aquel que os llamó es santo, sed también
vosotros santos en toda vuestra manera de vivir;). Entonces, ¿alcanza
estos Standard el cristiano? ¡Sí y no! Sí, en el corazón, y es al corazón que
Dios mira (1ª Samuel 16:7 Pero Yahvéh dijo a Samuel: No mires su buena presencia ni su
gran estatura, porque yo lo he descartado. Dios no mira como mira el hombre;
porque el hombre no ve más que la apariencia, pero Yahvéh ve el corazón.).
En su corazón, toda persona regenerada que tiene amor verdadero a los
mandamientos de Dios y desea, de modo genuino, conservarlos completamente. Es en este sentido, y sólo en éste, que el
cristiano es experimentalmente «perfecto». La palabra «perfecto», tanto
en el Antiguo Testamento (Job 1:1 Había en la región de Us un hombre llamado Job. Era íntegro y
recto, temía a Dios y evitaba el mal y Salmo
37:37 Guarda silencio ante YHVH, Y espérale con
paciencia. No te irrites a causa del que prospera en su camino, A causa del
hombre que maquina intrigas.) y en el
Nuevo Testamento (Filipenses 3:15 Así que, todos los que somos perfectos sintamos esto; y si
sentís algo de diferente manera, también esto os lo revelará Dios.), significa «recto», «sincero», en contraste con
«hipócrita». «Oh YHVH, Tú has oído el anhelo de los
humildes, Sosiegas su corazón, tienes atento tu oído,» (Salmo 10: 17). Los «deseos» del santo son el
lenguaje del alma, y la promesa es: «Cumplirá el deseo
de los que lo temen, Oirá asimismo el clamor de ellos, y los salvará. »
(Salmo 145:19). El deseo del cristiano es obedecer a Dios en todas las cosas, para ser
conformado a la imagen de Cristo. Pero,
esta voluntad sólo puede ser realizada en la resurrección. Entretanto,
Dios, por la gracia de Cristo, acepta
la voluntad por el hecho (1ª Pedro 2:5 Vosotros también, como piedras vivas, estáis siendo
edificados como Casa espiritual para un sacerdocio santo, a fin de ofrecer
sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesús el Mesías. ). Él conoce nuestro corazón y ve en
su hijo un amor genuino a sus mandamientos y un deseo sincero de cumplirlos, y
acepta el ferviente deseo y el cordial esfuerzo en lugar de la ejecución
precisa (2ª Corintios 8:12 Porque cuando hay prontitud de ánimo, se acepta según lo que uno
tiene, no según lo que no tiene). Pero que nadie que viva en
desobediencia voluntaria saque una falsa paz y pervierta para su propia
destrucción lo que ha sido dicho para el consuelo de aquellos que desean de
todo corazón agradar a Dios en todos los detalles de sus vidas. Si alguien
pregunta: ¿Cómo puedo saber si mis
«deseos» son realmente los que corresponden a una alma regenerada?,
contestaremos: La gracia salvadora es la comunicación al corazón de una disposición habitual para actos santificados. Los
«deseos» del lector deben ser probados así: ¿Son sinceros y fervientes de
manera que realmente «aspiras a la justicia» (Mateo
5:6 Bienaventurados los que tienen hambre y sed
de justicia, porque ellos serán saciados)
y «suspiras por Dios» (Salmo 42:l Como el ciervo brama por las corrientes de agua, Así, oh
’Elohim, te anhela el alma mía.)?
¿Son operantes y eficaces? Muchos desean escapar del infierno; sin embargo, sus
deseos no son bastante fuertes para llevarlos a odiar lo que inevitablemente
les llevará al infierno, es decir la voluntad de pecar contra Dios. No
aborreciéndolo, tampoco se apartan de ello. Muchos desean ir al cielo, pero no
de tal forma que entren por la puerta estrecha y sigan «el camino estrecho» que
conduce allí.
Los verdaderos «deseos» espirituales usan los
medios de gracia y no se ahorran esfuerzo para ponerlos por obra, y
continuamente y en oración siguen adelante hacia el blanco que tienen delante.
7. Nos beneficiamos de la Palabra cuando,
incluso ahora, disfrutamos del premio de la obediencia.
«porque el ejercicio corporal para poco aprovecha, pero
la piedad es provechosa para todo, teniendo promesa para esta vida y para la
que viene. » (1ª Timoteo 4:8).
que por medio de Él sois fieles a Dios, quien lo resucitó de entre
los muertos y le dio gloria, para que vuestra fe y esperanza estén en Dios.
(1ª Pedro 1:21). Por medio de la obediencia
conseguimos que Dios nos escuche (y recibimos de parte
de Él cualquier cosa que le pidamos, porque guardamos sus mandamientos y
hacemos lo que es grato ante Él.1ª Juan 3:22),
de la misma manera que la desobediencia es una barrera a nuestras oraciones Son vuestras
transgresiones las que se interponen entre vosotros y vuestro Dios; Son vuestros
pecados los que os ocultan su rostro, e impiden que os oiga; Isaías 59:2; Vuestras
iniquidades han alejado estas cosas, Y vuestros pecados han apartado de
vosotros el bien. Jeremías: 5:25. Por
medio de la obediencia obtenemos manifestaciones preciosas e íntimas de
Jesucristo para el alma (El que tiene mis mandamientos,
y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y
Yo lo amaré, y me manifestaré a él. Juan
14:21). Cuando andamos por el camino de la sabiduría (la completa
sumisión a Dios) descubrimos que «Sus caminos son
caminos deleitosos, Y todas sus sendas son sendas de paz.» (Proverbios 3:17). «porque
éste es el amor de Dios para que guardemos sus mandamientos, y sus mandamientos
no son gravosos» (1ª Juan 5:3), y «Tu siervo es además amonestado por ellos, En guardarlos hay
grande galardón. » (Salmo 19: 11).
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