El Libro es uno
de los más grandiosos del Antiguo Testamento, trata de la justicia de Dios en
su trato con los seres humanos; es una cátedra para comprender el "dolor”
TEMA DEL LIBRO
Todos sabemos, al leer este magnífico libro, que su
tema es el problema del sufrimiento. Pero, ¿Qué es exactamente el problema del
sufrimiento? Para muchos, es la pregunta: ¿Por qué sucede el sufrimiento? ¿Cuál
es su origen y su causa? O, para decirlo en una forma más personal: ¿Por qué
razón me ha sucedido a mí este sufrimiento en particular? Quizá estas maneras
de expresar la pregunta reflejan principalmente nuestra obsesión, en el mundo
moderno, por descubrir el origen de todas las cosas, como si esa fuera la única
manera de arribar a una comprensión valedera.
Para la pregunta sobre los orígenes del sufrimiento,
por más seria que sea, el libro de Job no tiene ninguna respuesta
satisfactoria. Es verdad que la pregunta surge y los amigos de Job dan sus
respuestas parciales. El sufrimiento, dicen, es por lo general un castigo por
el pecado y a veces una advertencia para no cometerlo en el futuro. El libro
en general agrega que a veces, como en el caso del propio Job, el sufrimiento
no viene por ninguna razón, sino simplemente a fin de justificar la premisa de
Dios de que los seres humanos pueden servirle sin pensar en recompensas. Pero
simplemente porque el libro ofrezca estas distintas razones del origen del
sufrimiento, sus lectores no pueden aprender del libro cuál es la causa de su
propio sufrimiento; están pues, en la misma posición que el propio Job, quien
nunca descubre el origen de su sufrimiento. Para él, sigue siendo un misterio
hasta el final. Podemos llegar a la conclusión de que el libro no considera
esta pregunta sobre los orígenes como la pregunta más importante sobre el
sufrimiento.
Existe un segundo problema relacionado con el
sufrimiento: ¿Sufren los inocentes o es el sufrimiento siempre merecido? Ahora
sí, esta es una pregunta que el libro hace y que contesta convincentemente.
Refuta claramente la idea de que el sufrimiento sea siempre un castigo por algo
malo que uno haya hecho, cuando insiste en que Job, que sufre, es un hombre
justo. No es sólo el relator (1:1), y tampoco sólo el propio Job (Por ejemplo
6:30; 9:15) sino también Dios (42:7, 8) quien afirma que Job es un hombre
inocente. Pero de todas maneras, es una tendencia humana muy natural, cuando
uno sufre, preguntarse: “¿Qué hice para merecer esto?” El libro de Job admite
que el sufrimiento puede alguna vez ser bien merecido, pero su respuesta
principal a esta pregunta es que dice que quizá no necesita uno echarse la
culpa; el sufrimiento no siempre es lo que debiera pasarle a uno. Pero tampoco
es esta pregunta y su respuesta la enseñanza principal que este libro quiere
dejar sobre el problema del sufrimiento.
El tercer, y esencial, problema del sufrimiento que enfoca
el libro de Job es más bien uno personal. Es así: ¿Cómo puede ser que yo sufra?
¿Qué he de hacer cuando estoy sufriendo? ¿En qué espíritu puedo seguir
sufriendo? En comparación con esta pregunta, la primera (sobre el origen del
sufrimiento) parece ser puramente académica, y la segunda (si acaso los
inocentes sufren) puede ser contestada fácilmente. Esta tercera pregunta es la
más difícil; se necesita todo el libro de Job para contestarla.
El libro de Job da dos respuestas diferentes, pero
complementarias, a la pregunta al expresar las reacciones de Job a su
sufrimiento. La primera respuesta se expresa en la introducción en prosa que
aparece en los dos primeros capítulos del libro. Job reacciona a los desastres
que le suceden con una tranquila aceptación de la voluntad de Dios; bendice a
Dios tanto por lo que le ha dado como por lo que le ha quitado (1:21), tanto
por lo bueno como por lo malo (2:10). Si quienes sufren pueden identificarse
con la actitud de aceptación de Job, afortunados son. Si, como él, no tratan de
ignorar la realidad de su sufrimiento enterrándose en los recuerdos del pasado,
y no están tan obsesionados con su sufrimiento presente que olvidan las
bendiciones que en el pasado han disfrutado, entonces se han beneficiado de la
historia de Job. Pero muchas personas que sufren no consiguen aceptar tan
fácilmente lo que les pasa; son más bien una mezcla de Job el paciente y Job el
impaciente.
La segunda respuesta a la pregunta: ¿Qué he de hacer
cuando estoy sufriendo? Surge de la angustia y confusión de la mente de Job
como las revela en sus discursos poéticos (entre los caps. 3 y 31). Cuan do
simplemente ya no puede aceptar lo que le está pasando, y surge la amargura y
la ira al sobrecogerlo un sentido de encontrarse aislado de Dios, y hasta
siente que Dios lo persigue, Job hace lo que tiene que hacer. No trata de
reprimir su hostilidad hacia Dios por lo que le ha sucedido; dice que hablará
en “la angustia de [su] espíritu” y se “[quejará] en la amargura de [su] alma”
(7:11). Y no se queja y vocifera en el aire para expresar su ira y frustración;
su amargura va dirigida hacia Dios.
Aunque Job sea a veces impulsivo e injusto en la forma
en que le habla a Dios, sus protestas son dichas a quien corresponde protestar;
porque sabe que es con el propio Dios con quien tiene que contender. Es
únicamente porque se dirige a Dios que al final Dios se le revela (caps.
39–41). El sufrimiento de Job no cesa porque Dios le responda. Descubre que ha
juzgado mal a Dios, pero su angustia de alguna manera se ha calmado debido a
su encuentro con él. Y, a pesar de las amargas palabras de Job contra Dios a lo
largo del libro, al final, sorprendentemente, Dios lo elogia por haber “hablado
lo recto” de él (42:7, 8). Eso puede significar sólo que Job se ha dirigido a
Dios en su sufrimiento y le ha demandado una explicación.
Si pudiera considerarse que el libro habla a personas
que sufren como Job (esto es, quienes sufren por ninguna razón que ellos mismos
pueden discernir), lo que les diría es: En cuanto sea posible, sea Job, el
paciente hombre que sufre, tu modelo. Pero cuando ya no puedas aguantar,
dirígete a Dios, porque al final de cuentas él es origen del sufrimiento, y es
únicamente por medio de un encuentro con él que puede aliviarse tu angustia.
Job es, por supuesto, el personaje central del libro,
pero no es el único. ¿Qué tienen los amigos de Job para ofrecerle en su
sufrimiento? ¿Qué ayuda para ellos mismos pueden encontrar otros que su fren al
leer las palabras de ellos? Elifaz afirma que si uno es inocente, su
sufrimiento sólo puede ser temporario, y pregunta: “¿Quién ha perecido por ser
inocente?” (4:7). Si Job es básicamente un hombre pío, tiene derecho a confiar
en que no sufrirá por mucho tiempo. Bildad, creyente firme en la doctrina de la
retribución, ve una confirmación de su teología en la muerte de los hijos de
Job, quienes han de haber sido grandes pecadores (8:4). Job mismo todavía
vive, así que su pecado, por el cual está siendo castigado, no ha de haber sido
tan grave, y puede consolarse con el hecho de que se le perdonó la vida. Zofar
cree que el sufrimiento siempre es el resultado del pecado, pero cree también
que Dios es misericordioso, puede suponer únicamente que el sufrimiento de Job
es menor de lo que realmente se merece de un Dios justo (11:5, 6). Elihú quiere
valorar el sufrimiento como un canal de comunicación divina, advirtiendo contra
pecados futuros.
Nadie en el libro de Job dice que sus amigos están
totalmente equivocados. Aun cuando Dios los recrimina (42:7), es porque no han
“hablado lo recto acerca de mí”, es decir, en el caso de Job, porque Job no era
pecador y su sufrimiento de ninguna manera era castigo de Dios. Lo que los
amigos dicen del sufrimiento en general puede ser verdad bajo otras
circunstancias. Pero donde decepcionan a Job es en el hecho de que se basan en
su propia doctrina en lugar de la evidencia de sus ojos y sus oídos. Saben que
Job es un hombre bueno, y le hacen una injusticia al pensar que su sufrimiento
es un testimonio contra su bondad. El libro de Job no está contra esos amigos,
sino que quiere expresar que el sufrimiento les sucede a personas buenas que no
lo merecen tanto como a personas que merecen lo que les pasa.
ORIGENES DEL LIBRO
No podemos adjudicar una fecha a la composición del
libro de Job, excepto dentro de amplísimos parámetros, quizá entre el los
siglos VII y II a. de J.C. Es
probable que existiera el relato folclórico del sufrimiento de un hombre justo
mucho antes de que naciera el presente poema. El tema del sufrimiento de los
inocentes se encuentra también en pasajes de Jeremías e Isaías escritos en el siglo
VI a. de J.C. Así que es
posible que el sufrimiento de Job tuviera la intención de ser un símbolo de los
judíos en la época del exilio.
El autor del libro era sin duda israelita. La patria
de Job se describe como en el norte de Arabia; su historia se ubica en el
contexto de una era patriarcal distante; y Job mismo no conoce a Dios por su
nombre distintivo israelita, Yahweh. Por otra parte, el autor quiere sugerir el
carácter universal de las preguntas de Job, aun cuando sea obvio que las
influencias sobre su pensamiento y estilo literario son enteramente hebreas.
Entre los estudiosos modernos de la Biblia el libro de
Job es considerado como perteneciente al grupo conocido como “Literatura
sapiencial”. Es dudoso que haya un fondo social común de lo “sabio” del que
estos libros (Proverbios, Job y Eclesiastés) se hayan originado, pero resulta
útil compararlos teológicamente. Proverbios es un firme defensor de la doctrina
de retribución. Su principio básico es que la sabiduría lleva a la vida y la
necedad a la muerte, y da por sentado en todo el contenido del libro que la
justicia y piedad son recompensadas y que el pecado es castigado. Eclesiastés no
duda del valor de buscar la sabiduría, pero en realidad pone un signo de
pregunta desafiante en el margen de Proverbios al preguntar qué pasa con la
sabiduría cuando uno muere. La muerte cancela todos los valores, incluyendo la
sabiduría, y el significado de la vida no puede radicar en lograr algo que
luego se perderá. Es mejor, dice Eclesiastés ver la vida como una oportunidad
para gozarse (Eclesiastés 2:4); porque la alegría no es una posesión que se acumula y
que al fin pueda ser destruida, se usa y se gasta en el proceso de vivir. El libro
de Job también encara la ideología de Proverbios pero de una manera distinta.
En el pensamiento de Proverbios un hombre como Job es un imposible. Si es
verdaderamente justo, tendrá vida, riqueza y buena salud. Pero el libro de Job
presenta a alguien que es justo y a la vez sufre. Y al mismo tiempo muestra que
una actitud auténticamente religiosa no es la de pasiva resignación a los
pesares, sino que incluye la valentía de comenzar una disputa con Dios.
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