La influencia internacional del calvinismo
Entonces yo no estuve demasiado audaz al reclamar
para el calvinismo el honor de ser no un concepto eclesiástico, ni teológico,
ni sectario, sino una de las fases principales en el desarrollo general de
nuestra raza humana; y entre ellas la más reciente, cuyo llamado elevado es
seguir influenciando el curso futuro de la vida humana. Ahora, sin embargo,
permítanme indicar otra circunstancia que fortalece mi declaración principal:
la mezcla de sangres como base física para todo desarrollo humano más alto.
Desde los altiplanos de Asia, nuestra raza humana descendió en grupos, y estos
se dividieron en razas y naciones; y conforme a la bendición profética de Noé,
los hijos de Sem y de Jafet fueron los únicos que llevaron adelante el
desarrollo de la raza. Ningún impulso para una vida más elevada procedió del
tercer grupo. En los otros dos grupos se presenta un doble fenómeno. Existen
naciones que se aislaron, y otras que se mezclaron. Por tanto, hay por un lado
grupos que dominaron exclusivamente sus propias fuerzas inherentes, y por el
otro lado, grupos que al mezclarse cruzaron sus rasgos con aquellos de otras
tribus, y así alcanzaron una perfección más elevada. Es digno de notar que el
proceso del desarrollo humano procede continuamente con aquellos grupos cuya
característica histórica no es el aislamiento, sino la mezcla de sangres. En general,
la raza mongola se mantuvo aparte, y en su aislamiento no contribuyó ningún
beneficio a lo largo a nuestra raza. Detrás del Himalaya, una vida similar se encerró, y por tanto falló en impartir algún
impulso permanente al mundo alrededor. Incluso en Europa encontramos que entre
los escandinavos y los eslavos no hubo casi ninguna mezcla de sangre, y por
consecuencia, fallando en desarrollar un tipo más variado, tomaron poca parte
en el desarrollo general de la vida humana. Por el otro lado, las tablas de
Babilonia en nuestros grandes museos todavía muestran por los dos idiomas de
sus inscripciones que en Mesopotamia, el elemento aryano de los acadianos se
mezclo en un período temprano con el semítico-babilónico; y la egiptología nos
lleva a la conclusión de que en el país de los faraones tratamos desde el
inicio con una población producida por la mezcla de dos tribus muy diferentes.
Nadie cree todavía en la unidad racial de los griegos. En Grecia, tanto como en
Italia, tratamos con razas de una fecha tardía que se mezclaron con los
pelasgianos, etruscos y otros más tempranos. El islam parece ser exclusivamente
árabe, pero un estudio sobre la extensión del islam entre los moros, persas,
turcos y otras tribus sujetadas, con las cuales los matrimonios mixtos eran
comunes, revela de una vez que entre los musulmanes, la mezcla de sangre era
aún más grande que entre sus antecesores. Cuando el liderazgo del mundo pasó a
las manos de las naciones romanas, el mismo fenómeno se presentó en Italia,
España, Portugal y Francia. En estos casos, los nativos eran generalmente
vascos o celtas, los celtas a su vez habían sido vencidos por las tribus
germanas, y como en Italia los Godos Orientales y los Lombardos, así en España
los Godos Occidentales, en Portugal los Suabos, y en Francia los Francos
instilaron sangre nueva en las venas debilitadas, y a este rejuvenecimiento las
naciones romanas deben su vigor hasta el siglo XVI. Así se repite el mismo
fenómeno en la vida de las naciones y sorprende al historiador con el resultado
de matrimonios internacionales entre familias de príncipes, como vemos como los
Habsburg y los Burbones, los Oranges y los Hohenzollern, por ejemplo,
produjeron siglo tras siglo una multitud de estadistas y héroes muy notables.
El criador de ganado apunta a la misma meta al cruzar diferentes razas, y los
botánicos cosechan grandes ganancias al obedecer la misma ley de la vida en las
plantas; y de por sí mismo no es difícil percibir que la unión de poderes
naturales, divididos entre diferentes tribus, tiene que producir un desarrollo
más elevado. A esto tenemos que añadir que la historia de nuestra raza no
apunta al mejoramiento de una sola tribu, sino al desarrollo de la humanidad
entera, y por tanto necesita esta mezcla de las sangres para alcanzar su fin.
De hecho, la historia demuestra que las naciones donde floreció más el
calvinismo, exhiben esta misma mezcla de razas. En Suiza, los germanos se
unieron con los italianos y los franceses; en Francia, los gálicos con los
francos y los borgoñones; en los Países Bajos, los celtas y galeses con los
germanos; y también en Inglaterra los antiguos celtas y sajones fueron después
elevados a un estándar aun más alto de vida nacional por la invasión de los
normandos. De hecho podemos decir que las tres tribus principales de Europa
Occidental, los celtas, romanos y germanos, bajo el liderazgo de los germanos,
nos dan la genealogía de las naciones calvinistas. En América, donde el
calvinismo llegó a desenvolverse en más libertad, esta mezcla de sangres alcanza
todavía mayores proporciones. Aquí se reúne la sangre de todas las tribus del
mundo antiguo, y otra vez tenemos a los celtas de Irlanda, los germanos de
Alemania y Escandinavia, juntos con los eslavos de Rusia y Polonia, que
promueven aún más esta mezcla de razas. Este proceso ya no es la unión de una
tribu con otra, sino las antiguas naciones históricas se están disolviendo para
permitir la re-unión de sus miembros en una unidad superior, constantemente
asimilados por el tipo americano. También en este aspecto, el calvinismo cumple
plenamente con las condiciones de ser una nueva fase en el desarrollo de la
humanidad. Se extiende en un dominio donde la mezcla de sangres es más intensa
que bajo el romanismo, y en América la elevó a su realización máxima. Así queda
demostrado que el calvinismo no solamente cumple con la condición necesaria de
la mezcla de sangres, sino representa un estado más avanzado. En Babilonia,
esta mezcla de sangres tenía poco significado; con los griegos y romanos gana
importancia; va más allá bajo el islam; es dominante bajo el romanismo; pero
solamente entre las naciones calvinistas alcanza su perfección máxima. Aquí en
América se alcanza la mezcla de todas las naciones del mundo antiguo. Una
clímax similar de este proceso de desarrollo humano se encuentra en el hecho de
que solamente bajo el calvinismo, el impulso para la actividad pública procede
del pueblo mismo. En la vida de las naciones hay también un desarrollo desde la
niñez hacia la madurez. Como en la vida familiar, durante la niñez, el
liderazgo está en manos de los padres, así es natural que también en la niñez
de las naciones, primero el déspota asiático, después algún gobernador
eminente, después el sacerdocio, y finalmente el sacerdote y el magistrado
juntos estén encabezando cada movimiento. La historia de las naciones en
Babilonia y bajo los Faraones, en Grecia y Roma, bajo el islamismo y bajo el
sistema papal, confirma plenamente este curso del desarrollo. Pero es evidente
que este no puede ser un estado permanente. Justamente porque en su desarrollo
progresivo las naciones finalmente alcanzan su madurez, tienen que alcanzar por
fin una etapa donde el pueblo mismo despierta, se levanta por sus derechos, y
origina un movimiento para liderar los eventos futuros; y en el calvinismo parece que se
alcanzó esta etapa. Antes, cada movimiento hacia adelante se originó en las
autoridades del Estado, de la Iglesia o de las Ciencias, y de allí descendió al
pueblo. En el calvinismo, por el otro lado, la misma gente se levanta y forma
una espontaneidad propia, avanza hacia una forma superior de vida y condiciones
sociales. El calvinismo tuvo su auge con el pueblo. En los países luteranos, el
magistrado siguió siendo el líder en los asuntos públicos; pero en Suiza, entre
los hugonotes, en Bélgica, los Países Bajos, en Escocia y también en América,
estos pueblos mismos crearon el ímpetu. Ellos parecen haber madurado; haber
alcanzado el período adulto. Incluso donde en algunos casos, como en los Países
Bajos, la nobleza asumió por un momento una posición heroica en favor de los
oprimidos, su actividad terminó en nada, y solo el pueblo, con energía
incansable, rompió la barrera; y entre ellos era la "gente común" a
quienes Guillermo el Silencioso debió el éxito de su empresa, como él mismo
reconoce. Aquí, como un fenómeno central en el desarrollo de la humanidad, el
calvinismo no solamente ocupa una posición honorable al lado de las formas
paganas, islamistas y romanistas, al representar un principio singular que
domina la vida entera; incluso cumple todas las condiciones para el avance del
desarrollo humano a un nivel superior. Esto quedaría una mera posibilidad sin
una realidad correspondiente, si la historia no testificase que el calvinismo
realmente hizo fluir el río de la vida humana en un canal diferente, y
ennobleció la vida social de las naciones. Y por tanto, termino asegurando que
el calvinismo no solamente ofreció estas posibilidades, sino comprendió también
cómo realizarlas. Para comprobarlo, pregúntense solamente qué hubiera sido de
Europa y América, si en el siglo XVI la estrella del calvinismo no se hubiera
levantado repentinamente sobre el horizonte de Europa Occidental. En este caso,
España hubiera aplastado a los Países Bajos. En Inglaterra y Escocia, los
Stuarts hubieron llevado a cabo sus planes fatales. En Suiza, el espíritu de
tibieza hubiera prevalecido. Los comienzos de la vida en este mundo nuevo
hubieran sido completamente diferentes. Y como una consecuencia inevitable, el
equilibrio de poderes en Europa hubiera regresado a su posición anterior. El
protestantismo no hubiera sido capaz de mantenerse en la política. No se
hubiera presentado ninguna resistencia más contra los poderes
romanistas-conservadores de los Habsburg, los Burbones y los Stuart. El desarrollo
libre de las naciones, como lo vemos en Europa y América, se hubiera impedido.
El entero continente americano hubiera permanecido sujeto a España. La historia
de ambos continentes hubiera sido muy triste, y la pregunta queda abierta si el espíritu del
Interino de Leipzig no hubiera tenido éxito al reducir el norte de Europa
nuevamente, con una forma de protestantismo romanizado, bajo la jerarquía
antigua. La devoción entusiasta de los mejores historiadores de la segunda
mitad de este siglo en cuanto a la lucha de los Países Bajos contra España,
como uno de los mejores temas de investigación, solo se explica por la
convicción de que si el poder de España no hubiera sido quebrantado por el
heroísmo del espíritu calvinista, la historia de los Países Bajos, de Europa y
del mundo hubiera sido tan dolorosamente triste y oscura, como ahora, gracias
al calvinismo, es brillante e inspiradora. El profesor Fruin comenta, con
razón, que: "En Suiza, en Francia, en los Países Bajos, en Escocia y en
Inglaterra, y dondequiera el protestantismo tuvo que establecerse bajo la
amenaza de la espada, fue el calvinismo que prevaleció." Tengan presente
que esta vuelta en la historia del mundo no se hubiera logrado, excepto por
medio de la implantación de un principio diferente en el corazón humano, y por
el despliegue de un mundo de ideas diferentes ante la mente humana; que
solamente por el calvinismo el salmo de la libertad encontró su camino desde la
conciencia atribulada hasta los labios; que el calvinismo captó y nos garantizó
nuestros derechos civiles constitucionales; y que simultáneamente con esto
salió desde Europa Occidental este movimiento poderoso que promovió el nuevo
despertar de las ciencias y artes, abrió nuevas avenidas para el comercio,
hermoseó la vida doméstica y social, exaltó a las clases medias a posiciones de
honor, hizo abundar la filantropía; y más todavía, elevó, purificó, y
ennobleció la vida moral por la seriedad puritana; - y entonces juzguen por
ustedes si será justificado seguir encerrando este calvinismo dado por Dios en
los archivos de historia, y si fuese solamente un sueño la idea de que el
calvinismo tiene todavía una bendición a aportar y una esperanza brillante a
revelar para el futuro. La lucha de los bóers en Transvaal contra uno de los
poderes más fuertes debe haberles recordado de vuestro propio pasado. … Si el
calvinismo no hubiera pasado de nuestros padres hacia sus descendientes
africanos, ninguna república libre hubiera surgido en el sur del Continente
Negro. Esto demuestra que el calvinismo no está muerto - que todavía lleva
dentro de sí la energía vital de los días de su gloria pasada. Sí, como un
grano de trigo de las tumbas de los faraones, cuando se entrega nuevamente al
suelo, trae fruto cien veces, así el calvinismo lleva todavía un poder
maravilloso para el futuro de las naciones. Y si de nosotros, los cristianos de
ambos continentes, en nuestra lucha más heroica se espera que hagamos todavía
hazañas, marchando bajo la bandera de la cruz en contra del espíritu de
los tiempos, entonces solamente el calvinismo nos equipa con un principio
inflexible, el cual nos garantiza por su poder una victoria aunque no fácil,
pero segura.
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