El calvinismo y la relación con el mundo
La tercera relación fundamental que decide sobre la
interpretación de la vida es la relación que tenemos con el mundo. Como
declaramos previamente, hay tres elementos principales con los cuales estamos
en relación: Dios, el hombre, y el mundo. Habiendo revisado la relación con
Dios y con el hombre en la cual nos ubica el calvinismo, nos toca ahora la
tercera y última relación fundamental: nuestra actitud hacia el mundo.
Del paganismo
se puede decir que tiene una estima demasiado alta del mundo, y entonces tanto
está atemorizado por él, como se pierde en él. Por el otro lado, el islamismo
tiene una estima demasiado baja del mundo, se burla de él, y triunfa sobre él
al estirarse hacia el mundo visionario de un paraíso sensual. Para nuestro
propósito no necesitamos decir nada más de ninguno de ellos, porque para la
Europa cristiana y para América, la antítesis entre el hombre y el mundo asumió
la forma más estrecha de una antítesis entre el mundo y los círculos cristianos.
Las tradiciones de la Edad Media dieron origen a esto. Bajo la jerarquía de
Roma, la iglesia y el mundo fueron puestos una encima del otro, la primera como
siendo santificada y el segundo como estando todavía bajo la maldición. Todo lo
que estaba fuera de la iglesia estaba bajo la influencia de los demonios, y el
exorcismo expulsó este poder demoniaco de todo lo que vino bajo la protección,
influencia e inspiración de la iglesia. Por tanto, en un país cristiano, toda
la vida social tenía que ser cubierta por las alas de la iglesia. Los
magistrados tenían que ser ungidos y comprometidos confesionalmente; las artes
y las ciencias tenían que ser puestas bajo el auspicio y la censura
eclesiástica; el comercio tenía que ser atado a la iglesia por los lazos de corporaciones;
y desde la cuna hasta la tumba, la vida
familiar tenía que estar bajo la guardia eclesiástica. Este era un esfuerzo
gigantesco de reclamar el mundo entero para Cristo, pero que trajo
necesariamente consigo el juicio más severo sobre cada tendencia de la vida que
se retrajo, sea como herético o como demoniaco, de la bendición de la iglesia.
Entonces se alistó la hoguera para la bruja y para el herético igualmente,
porque por principio ambos estaban bajo la misma proscripción. Y esta teoría
fatal se practicó con una lógica férrea, no por crueldad, ni por alguna
ambición baja, sino por el propósito exaltado de salvar al mundo cristianizado,
o sea, el mundo bajo la sombra de la iglesia.
El antídoto
consistía en escaparse del mundo, en las órdenes monásticas y clericales, que
enfatizaban la santidad en el centro de la iglesia, para pasar por alto con más
ligereza los excesos mundanos afuera. Como resultado natural, el mundo
corrompió la iglesia, y por su dominio sobre el mundo, la iglesia se convirtió
en un obstáculo contra todo desarrollo libre de la vida. Al aparecer en un
estado social dualista, el calvinismo obró un cambio completo en los
pensamientos y conceptos. Al ubicarse ante el rostro de Dios, no solamente
honró al hombre por ser semejanza de Dios, sino también al mundo por ser
creación divina, y puso adelante el gran principio de que hay una gracia
particular que obra la Salvación, y una gracia común por la cual Dios mantiene
la vida del mundo, relaja la maldición que está sobre él, detiene su proceso de
corrupción, y así permite el desarrollo de nuestra vida para glorificarle a Él
como Creador. Entonces la iglesia se retiró para no ser nada más ni menos que
la congregación de los creyentes, y en cada departamento de la vida, el mundo no
fue emancipado de Dios, pero del dominio de la iglesia. Entonces la vida
doméstica ganó nuevamente su independencia; el comercio realizó su fuerza en
libertad; las artes y ciencias fueron liberadas de toda atadura eclesiástica y
restauradas a sus propias inspiraciones; y el hombre empezó a entender como un
deber sagrado la sujeción de la naturaleza con sus fuerzas y tesoros
escondidos, un deber impuesto por las ordenanzas originales del paraíso:
"Señoread en ellos." A partir de ahora, la maldición ya no debía
permanecer sobre el mundo en sí, sino sobre lo que es pecaminoso en él; y en
vez de la huida monástica del mundo, se enfatiza ahora él deber de servir a
Dios en el mundo, en cada posición en la vida. Alabar a Dios en la iglesia y
servirle en el mundo fue el impulso inspirador, y en la iglesia uno adquiere la
fuerza para resistir la tentación y el pecado en el mundo. Así, la
sobriedad puritana iba de la mano con la reconquista de la vida entera en el
mundo, y el calvinismo dio el impulso para este nuevo desarrollo que se atrevió
a enfrentar el mundo con el pensamiento romano: ni humanus a me alien um puto,
pero sin permitirse a ser intoxicado por su copa venenosa. Especialmente en su
antítesis contra el anabaptismo, el calvinismo se exhibe en alto relieve. Es
que el anabaptismo adoptó el método opuesto, y en sus esfuerzos de evadir el
mundo, confirmó el punto de partida monástico y lo generalizó y lo convirtió en
una regla para todos los creyentes. No era desde el calvinismo, sino desde este
principio anabaptista, que el acosmismo surgió entre tantos protestantes en
Europa Occidental. De hecho, el anabaptismo adoptó la teoría romana, solo con
esta diferencia: que ubicó el Reino de Dios en el local de la iglesia, y
abandonó la distinción entre los dos estándares morales, uno para el clero y
otro para los laicos.
Del resto, el punto de vista anabaptista era:
(1) Que el
mundo no bautizado estaba bajo la maldición, por lo que se retrajo de todas las
instituciones civiles; y
(2) que el círculo de los creyentes bautizados -
para Roma, la iglesia; pero para ellos, el Reino de Dios - estaba obligado a
tomar toda la vida civil bajo su guardia y a remodelarla; y así Juan de Leyden
estableció violentamente su poder sin vergüenza en Munster como el rey de la Nueva
Sión, y sus devotos corrieron desnudos por las calles de Amsterdam.
Entonces, con las mismas razones con las cuales el
calvinismo rechazó la teoría de Roma en cuanto al mundo, rechazó la teoría de
los anabaptistas, y proclamó que la iglesia tiene que retirarse nuevamente en
su dominio espiritual, y que en el mundo debemos realizar las potencias de la
gracia común de Dios. Así queda demostrado que el calvinismo tiene un propio
punto de partida claramente definido para las tres relaciones fundamentales de la
existencia humana: nuestra relación con Dios, con el hombre y con el mundo.
Para nuestra relación con Dios: una comunión inmediata del hombre con el
Eterno, independientemente de sacerdote o iglesia. Para la relación del hombre
con el hombre: el reconocimiento del valor humano en cada persona, por ser
creado según la semejanza de Dios, y por tanto, de la igualdad de todos los
hombres ante Dios. Y para nuestra relación con el mundo: el reconocimiento de
que en el mundo entero la maldición es restringida por gracia, que la vida del
mundo tiene que ser honrada en su independencia, y que en cada área tenemos que
descubrir los tesoros y desarrollar las potencias que Dios escondió en la
naturaleza y en la vida humana. Esto justifica plenamente nuestra declaración
de que el calvinismo responde debidamente a las tres condiciones nombradas
arriba, y por tanto es incontestablemente autorizado a asumir su posición al
lado del paganismo, islamismo, romanismo y modernismo, y a reclamar para sí
mismo la gloria de poseer un principio bien definido y una cosmovisión que
abarca todo.
Pero esto todavía no es todo. El hecho de que en un
círculo dado, el calvinismo formó una interpretación propia de la vida, de la
cual tanto en el dominio espiritual como secular se levantó un sistema especial
para la vida doméstica y social, justifica su derecho de asegurarse como una
formación independiente. Pero esto todavía no le atribuye el honor de haber
guiado a la humanidad a un nivel más elevado de desarrollo; y por tanto, esta
cosmovisión, hasta donde la hemos considerado, todavía no alcanzó esta posición
que únicamente podría darle el derecho de reclamar la energía y devoción de
nuestros corazones. En China se puede asegurar con el mismo derecho que el
confucianismo produjo una forma propia para la vida en un círculo dado, y que
en la raza mongola esta forma de vida descansa sobre una teoría propia. ¿Pero
qué hizo China para la humanidad en general, y para el desarrollo continuo de
nuestra raza? Hasta donde las aguas de
su vida estaban claras, no formaron nada sino una laguna aislada. Casi el mismo
comentario se aplica al alto desarrollo que era una vez el orgullo de India, y
al estado de México y de Perú en los tiempos de Montezuma y de los Incas. En
todas estas regiones, la gente alcanzó un alto grado de desarrollo, pero se
quedó allí, y al permanecer aislados, de ninguna manera demostraron ser un
beneficio para la humanidad en general. Esto se aplica más todavía a la vida de
las razas coloradas en la costa y el interior de África, una forma de
existencia mucho inferior, que ni siquiera nos hace recordar una laguna, sino
más bien pozos y pantanos. Hay un solo río mundial, ancho y fresco, que desde
el inicio llevó la promesa del futuro. Este río se levantó en Asia Central y el
Medio Oriente, y continuó constantemente su curso de este a oeste. De Europa
Occidental pasó a vuestros estados orientales, y de allí a California. Las
fuentes de este río de desarrollo se encuentran en Babilonia y en el valle del
Nilo. De allí fluyó a Grecia. De Grecia pasó al Imperio Romano. De las naciones
romanas continuó su camino hacia el noroeste de Europa, y de Holanda e
Inglaterra alcanzó al fin vuestro continente. Al presente, este río está
estancado. Su curso hacia al oeste a Japón y China es impedido; mientras nadie
puede decir qué fuerzas para el futuro podrían todavía estar dormidas en las
razas eslavas que hasta ahora fallaron en progresar. Pero mientras este secreto
del futuro sigue siendo un misterio, nadie puede negar el curso de este río
mundial de este a oeste. Y por tanto estoy justificado al decir que el
paganismo, el islamismo y el romanismo son las tres formaciones sucesivas que
alcanzó este desarrollo, cuando su dirección posterior pasó a las manos del
calvinismo; y que al calvinismo a su vez ahora se le niega esta influencia
dominante, por parte del modernismo, el hijo de la Revolución Francesa. La
sucesión de estas cuatro fases de desarrollo no sucedió mecánicamente, con
divisiones y partes claramente trazadas. Este desarrollo de la vida es
orgánico, y por tanto cada nuevo período tiene raíces en el pasado. En su
lógica más profunda, el calvinismo ya fue aprehendido por Agustín; y mucho
antes de Agustín, había sido proclamado a la ciudad de los siete montes por el
apóstol en su Epístola a los Romanos; y a Pablo le llegó desde Israel y sus
profetas, aun desde las tiendas de los patriarcas. El romanismo, igualmente, no
hace su aparición repentinamente, sino es el producto de las tres potencias del
sacerdocio de Israel, la cruz del Calvario, y la organización mundial del
Imperio Romano. El islam, de la misma manera, junta el monismo de Israel, el
profeta de Nazaret, y la tradición de los kuraishitas. Y aun el paganismo de
Babilonia y Egipto por un lado, y de Grecia y Roma por el otro lado, está
orgánicamente relacionado con lo que estaba detrás de estas naciones,
precediendo la prosperidad de sus vidas. Pero aun así es obvio que la fuerza
suprema en el desarrollo central de la raza humana se movió sucesivamente de
Babilonia y Egipto a Grecia y Roma, después a las regiones principales del
dominio papal, y finalmente a las naciones calvinistas de Europa Occidental. Si
Israel floreció en los días de Babilonia y Egipto, por más alto que era su
estándar, la dirección y el desarrollo de nuestra raza humana no estaban en las
manos de los hijos de Abraham, sino en las manos de los Belsazares y Faraones.
Una vez más, este liderazgo no pasa de Babilonia y Egipto a Israel, sino a
Grecia y Roma. - No importa cuán alto había subido el río del cristianismo
cuando el islam apareció, en los siglos VIII y IX los seguidores de Mahoma eran
nuestros maestros, y en ellos descansaban los asuntos del mundo. Y aunque la
hegemonía del romanismo se mantuvo todavía un corto tiempo después de la paz de
Munster, nadie cuestiona el hecho de que el desarrollo más avanzado que
disfrutamos ahora, no lo debemos ni a España ni a Austria, ni aun a la Alemania
de aquel tiempo, sino a los países calvinistas de Holanda e Inglaterra del siglo
XVI. Bajo Luis XIV, el romanismo detuvo este desarrollo avanzado en Francia,
pero solamente para que exhibiese en la Revolución Francesa una caricatura
atroz del calvinismo, que en sus tristes consecuencias quebrantó la fuerza de
Francia como nación, y debilitó su significancia internacional. La idea
fundamental del calvinismo fue trasplantada de Holanda e Inglaterra a América,
empujando nuestro desarrollo avanzado aún más hacia el oeste, hasta las orillas
del Pacífico donde ahora espera reverentemente a lo que Dios ordenó. Pero no
importa qué misterios el futuro todavía revelará, el hecho permanece de que el
río ancho del desarrollo de nuestra raza corre de Babilonia a San Francisco,
por las cinco etapas de las civilizaciones Babilonia-Egipcia, Griega-Romana,
Islámica, Romanista y Calvinista; y el conflicto presente en Europa y América
tiene su causa principal en la antítesis fundamental entre la energía del
calvinismo que procede del trono de Dios, encontró la fuente de su poder en la
Palabra de Dios, y en cada esfera de la vida humana exalta la gloria de Dios; y
su caricatura en la Revolución Francesa, que proclamó su incredulidad en el
grito de "Ningún dios, ningún maestro", y que al presente en la forma
del panteísmo alemán se reduce a sí mismo más y más a un paganismo moderno.
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