} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: "Conferencias sobre el calvinismo" por Abraham Kuyper (4)

miércoles, 3 de abril de 2024

"Conferencias sobre el calvinismo" por Abraham Kuyper (4)

 

 

El calvinismo y la relación con Dios

 

 Los intereses supremos están en juego aquí; por tanto, no podemos aceptar sin una prueba más positiva, el hecho de que el calvinismo realmente nos provee con una tal unidad de la cosmovisión; y pedimos pruebas de que el calvinismo no es un fenómeno parcial, ni era un fenómeno tan solo temporal, sino que es un sistema tan extenso de principios, que con sus raíces en el pasado, es capaz de fortalecernos en el presente y llenarnos con confianza para el futuro. Por tanto tenemos que preguntar primero cuáles son las condiciones requeridas para una cosmovisión tan general, como el paganismo, el islamismo, el romanismo y el modernismo; y después demostrar que el calvinismo realmente cumple estas condiciones. Estas condiciones demandan en primer lugar, que desde un principio especial se obtenga un conocimiento particular en cuanto a las tres relaciones fundamentales de la vida humana, o sea, (1) nuestra relación con Dios, (2) nuestra relación con el hombre, y (3) nuestra relación con el mundo. Entonces, la primera condición demanda que un tal sistema de la vida encuentre su punto de partida en una interpretación especial de nuestra relación con Dios. Esto no es por casualidad, sino imperativo. Si una tal acción debe poner su sello sobre nuestra vida entera, entonces tiene que partir desde aquel punto en nuestra conciencia donde nuestra vida todavía no es dividida, sino consiste en una unidad, - no en las ramas que se extienden, sino en la raíz de la cual brotan las ramas. Este punto, por supuesto, se encuentra en la antítesis entre todo lo que es finito en nuestra vida humana, y lo infinito que se encuentra más allá de ella. Solamente allí encontramos la fuente común, de la cual surgen y se separan los diferentes ríos de nuestra vida humana. Personalmente es nuestra experiencia repetida que en las profundidades de nuestro corazón, donde nos mostramos abiertamente ante el Eterno, todos los rayos de nuestra vida convergen como en un solo foco; y solamente allí adquieren nuevamente esta armonía que perdemos con tanta frecuencia y tan dolorosamente en el afán de los deberes diarios. En la oración está no solamente nuestra unión con Dios, sino también la unidad de nuestra vida personal. Por tanto, aquellos movimientos históricos que no surgen de esta fuente más profunda, son siempre parciales y pasajeros; y solamente aquellos hechos históricos que surgieron de estas profundidades de la existencia personal del hombre, abarcan lo entero de la vida y tienen la permanencia requerida.   Esto era el caso en el paganismo, cuya forma más general se conoce por el hecho de que asume y adora a Dios en la criatura. Esto se aplica al animismo más primitivo, como también al budismo más desarrollado. El paganismo no se eleva hasta el concepto de un Dios que existe de manera independiente más allá y por encima de la criatura. Pero incluso en esta forma imperfecta, su punto de partida es una interpretación definida de la relación entre lo infinito y lo finito; y de allí obtiene su poder para producir una forma acabada para la sociedad humana. Simplemente porque posee este punto de partida significante, fue capaz de producir una forma propia para la vida humana entera. Lo mismo se aplica al islamismo, el cual se caracteriza por su ideal puramente anti-pagano, cortando todo contacto entre la criatura y Dios. Mahoma y el Corán son los nombres históricos, pero en su naturaleza la Media Luna es la única antítesis absoluta contra el paganismo. El islam aísla a Dios de la criatura, para evitar toda mezcla entre Dios y la criatura. Como un antípoda, el islam posee una tendencia igualmente extensa, y fue también capaz de originar un mundo de vida humana completamente peculiar. Lo mismo es el caso en el romanismo. Allí también, la tiara papal, la jerarquía, la misa, etc, son nada más que el resultado de un solo pensamiento fundamental: que Dios entra en una relación con la criatura por medio de un enlace místico, el cual es la Iglesia - no en el sentido de un organismo místico, sino como una institución visible, palpable, y tangible. Allí la Iglesia se encuentra entre Dios y el mundo, y hasta donde fue capaz de adoptar el mundo e inspirarlo, el romanismo también creó una forma propia para la sociedad humana. Y ahora, al lado de y en oposición contra estos tres, el calvinismo asume su posición con un pensamiento fundamental que es igualmente profundo. No busca a Dios en la criatura, como el paganismo; ni aísla a Dios de la criatura, como el islamismo; ni interpone una comunión mediata entre Dios y la criatura, como lo hace el romanismo; sino proclama el pensamiento exaltado que Dios, aunque se encuentra en su majestad muy por encima de la criatura, entra en una relación inmediata con la criatura, bajo la forma de Dios el Espíritu Santo. Este es incluso el corazón y núcleo de la confesión calvinista de la predestinación. Hay comunión con Dios, pero solamente en entero acuerdo con su decreto de paz desde toda la eternidad. Entonces no hay ninguna gracia aparte de aquella que nos llega inmediatamente desde Dios. En cada momento de nuestra existencia, nuestra vida espiritual entera descansa en Dios mismo.

El "Deo Soli Gloria" no era el punto de partida, sino el resultado; y la predestinación fue mantenida inexorablemente, no para separar al hombre del hombre, ni en el interés de un orgullo personal, sino para garantizarnos desde la eternidad hasta la eternidad una comunión directa e inmediata con el Dios Viviente. Por tanto, la oposición contra Roma se dirigió con el calvinista primeramente contra una iglesia que se interpuso a sí misma entre el alma y Dios. La iglesia no consistía en un oficio, ni en una institución independiente: los creyentes mismos eran la iglesia, en cuanto por fe estaban en comunión con el Todopoderoso. Entonces, como en el paganismo, el islamismo y el romanismo, encontramos también en el calvinismo esta interpretación propia, definida, de la relación fundamental entre el hombre y Dios, que se requiere como primera condición para una verdadera cosmovisión.

Por mientras voy a anticipar dos objeciones. En primer lugar, uno podría preguntar si no estoy reclamando honores por el calvinismo que pertenecen al protestantismo en general. Mi respuesta es negativa. Cuando reclamo para el calvinismo el honor de haber restablecido la comunión directa con Dios, no estoy subestimando el significado general del protestantismo. En el dominio protestante, en el sentido histórico, solo el luteranismo está al lado del calvinismo. No quiero quedarme detrás de nadie en mis alabanzas de la iniciativa heroica de Lutero. Fue en su corazón, más que en el corazón de Calvino, donde se peleó el conflicto amargo que llevó a la brecha histórica. Lutero puede ser interpretado sin Calvino, pero no Calvino sin Lutero. En gran medida, Calvino entró en la cosecha de lo que el héroe de Wittenberg había sembrado. Pero cuando se hace la pregunta: ¿Quién tuvo el entendimiento más claro del principio reformador, lo elaboró más completamente y lo aplicó de la manera más extensa? - entonces la historia señala al pensador de Ginebra y no al héroe de Wittenberg. Tanto Lutero como Calvino lucharon por una comunión directa con Dios; pero Lutero lo tomó del lado subjetivo, antropológico, y no del lado objetivo, cosmológico, como lo hizo Calvino. El punto de partida de Lutero fue el principio especial-soteriológico de la fe que justifica; mientras el principio mucho más extenso de Calvino estuvo en el principio general cosmológico de la soberanía de Dios. Como resultado natural de ello, Lutero también siguió considerando a la iglesia como el "maestro" representativo y autoritativo que se interponía entre Dios y el creyente; mientras Calvino era el primero que buscaba la iglesia en los creyentes mismos. Hasta donde podía, Lutero seguía apoyándose en el punto de vista romano acerca de   los sacramentos, y en el culto romano; mientras Calvino era el primero en dibujar la línea que se extiende inmediatamente de Dios al hombre, y del hombre a Dios. Además, en todos los países luteranos, la Reforma se originó desde los príncipes y no desde el pueblo, y por tanto pasó debajo del poder del magistrado, el cual asumió su posición oficial en la iglesia como su sumo obispo, y por tanto fue incapaz de cambiar la vida social o política de acuerdo con su principio. El luteranismo se restringió a sí mismo a un carácter exclusivamente eclesiástico y teológico, mientras el calvinismo puso su sello dentro y fuera de la iglesia sobre todo departamento de la vida humana. Por tanto, en ninguna parte se habla del luteranismo como el creador de una forma peculiar de vida; aún el nombre de "luteranismo" se menciona casi nunca; mientras los estudiantes de historia reconocen con una unanimidad creciente al calvinismo como el creador de un mundo enteramente propio de vida humana. La segunda objeción es esta: Si es cierto que cada forma general del desarrollo de la vida tiene que tener su punto de partida en una interpretación particular de nuestra relación con Dios - ¿entonces cómo explicamos que el modernismo también llevó a un tal concepto general, aunque se originó en la Revolución Francesa, la cual por principio rompió con toda religión? - La pregunta se responde a sí misma. Si excluimos de nuestros conceptos todo reconocimiento del Dios Viviente, como lo implica el grito "Ningún dios ni maestro", ciertamente llevamos al frente una interpretación propia y claramente definida de nuestra relación con Dios. Un gobierno que retira a su embajador y rompe toda comunión regular con algún otro país, declara con ello que su relación con el gobierno de este país es tensa, lo que generalmente desemboca en una guerra. Este es el caso aquí.

 Los líderes de la Revolución Francesa, al no conocer ninguna relación con Dios excepto aquella que existía por la mediación de la iglesia romana, aniquilaron toda relación con Dios porque quisieron aniquilar el poder de la iglesia; y como resultado declararon la guerra a toda confesión religiosa. Pero esto, por supuesto, implica una interpretación fundamental y especial de nuestra relación con Dios. Esta era la declaración que desde ahora Dios era considerado como un poder hostil, o incluso como muerto, aunque todavía no para el corazón, pero por lo menos para el Estado, para la sociedad y para la ciencia. De cierto, al pasar de Francia a Alemania, el modernismo no se pudo contentar con una mera negación; el resultado demuestra como desde aquel momento se vistió o de panteísmo o de agnosticismo; pero bajo cualquiera de estos disfraces mantuvo la expulsión de Dios de la vida práctica y teorética, y su enemistad contra el Dios Trino siguió su curso.   Por tanto yo mantengo que es la interpretación de nuestra relación con Dios lo que domina cada cosmovisión general, y que para nosotros este concepto es dado en el calvinismo, gracias a su interpretación fundamental de una comunión inmediata de Dios con el hombre y del hombre con Dios. A esto yo añado que el calvinismo nunca inventó ni concibió esta interpretación fundamental, sino que Dios mismo la implantó en los corazones de sus héroes y sus heraldos. No nos enfrentamos aquí con el producto de un intelectualismo astuto, sino con el fruto de una obra de Dios en el corazón; o, si Ud. desea, con una inspiración de la historia. ¡Este punto tiene que ser enfatizado! El calvinismo nunca quemó su incienso sobre el altar de algún genio, no erigió ningún monumento a sus héroes, apenas los llama con nombre. Solo una piedra en un muro en Ginebra permanece como recuerdo de Calvino. Su misma tumba es olvidada. ¿Fue esto ingratitud? De ninguna manera. Pero si Calvino fue apreciado, aun en los siglos XVI y XVII la impresión estaba viva de que era uno más grande que Calvino, Dios mismo, quien había hecho allí Su obra. Por tanto, ningún movimiento general en la vida es tan libre de una concertación deliberada; ninguno tan inconvencional en su manera de extensión. Simultáneamente, el calvinismo se levantó en todos los países de Europa Occidental. Y no apareció en estas naciones porque la Universidad estaba en su vanguardia, ni porque unos eruditos guiaban al pueblo, ni porque un magistrado se puso a su cabeza; sino se levantó desde los corazones del pueblo mismo, con tejedores y campesinos, con comerciantes y siervos, con mujeres y jóvenes; y en cada instante exhibió la misma característica: una fuerte seguridad de la Salvación eterna, no solo sin la intervención de la iglesia, sino incluso en oposición contra la iglesia. El corazón humano había llegado a la paz eterna con su Dios: fortalecido por esta compañía divina, descubrió su llamado santo y sublime a consagrar cada departamento de la vida y toda energía a disposición de la gloria de Dios; y entonces, cuando estos hombres y mujeres que se habían convertido en participantes de esta vida divina, fueron obligados a abandonar su fe, resultó imposible que pudieron habido negado a su Señor; y miles y miles fueron quemados en la hoguera, no quejándose, sino exaltando a Dios, con gratitud en sus corazones y salmos en sus labios. Calvino no era el autor de esto, sino Dios quien por medio de Su Santo Espíritu había obrado en Calvino lo que había obrado en ellos. Calvino no estaba por encima de ellos, sino como un hermano a su lado, compartiendo con ellos la bendición de Dios. De esta manera, el calvinismo llegó a su interpretación fundamental de una comunión inmediata con Dios, no porque Calvino lo hubiera inventado, sino porque en esta comunión inmediata Dios mismo concedió a nuestros padres un privilegio; y Calvino era solamente el primero que claramente se dio cuenta de ello. Esta es la gran obra del Espíritu Santo en la historia, por la cual el calvinismo fue consagrado, y que nos interpreta su energía maravillosa. Hay tiempos en la historia cuando el pulso de la vida religiosa es débil; pero en otros tiempos su latido es resonante, y esto fue el caso en el siglo XVI en las naciones de Europa Occidental. El asunto de la fe dominaba cada actividad en la vida pública. 

La historia de aquellos tiempos nuevos parte de esta fe, igual como la historia de nuestros tiempos parte de la incredulidad de la Revolución Francesa. No podemos decir a qué ley obedece este movimiento de la vida religiosa, pero es evidente que hay una tal ley, y que en los tiempos de alta tensión religiosa la obra del Espíritu Santo en los corazones es irresistible; y esta gran obra interior de Dios fue la experiencia de nuestros calvinistas, puritanos y padres peregrinos. No sucedió en todos los individuos en el mismo grado, porque nunca es así en ningún gran movimiento; pero aquellos que formaron el centro de la vida en aquellos tiempos, que eran los promotores de este cambio poderoso, ellos experimentaron este poder superior al máximo; y ellos eran hombres y mujeres de cada clase de la sociedad y de cada nacionalidad, que por Dios mismo fueron admitidos en la comunión con la majestad de Su ser eterno. Gracias a esta obra de Dios en el corazón, la persuasión de que el todo de la vida de un hombre tiene que ser vivido como en la presencia de Dios, fue la idea fundamental del calvinismo. Por esta idea decisiva, o mejor dicho por este hecho poderoso, el calvinismo se dejó controlar en cada departamento de su dominio entero. Es de este pensamiento que surgió la cosmovisión del calvinismo que abarca todo.

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