Por Stephen
C. Perks
Cuando leemos la historia de los Reyes de Judá en
los libros Primero y Segundo de Reyes frecuentemente nos encontramos con una
declaración particular, una fórmula repetida de palabras, que caracteriza un
cierto aspecto del gobierno de ciertos reyes que son descritos como buenos
reyes. Sin embargo, esta fórmula particular describe un aspecto de sus reinados
que se queda corta de la descripción general de estos reyes como buenos reyes
quienes “hicieron lo recto a los ojos del Señor.” Esta fórmula se estructura
más o menos de la siguiente manera: después de dar el nombre del rey, el nombre
de su madre y narrando que hizo lo recto a los ojos del Señor, se nos dice:
“Con todo eso, los lugares altos no fueron quitados; porque el pueblo
sacrificaba aún, y quemaba incienso en ellos.” Por ejemplo, leemos de Asa, “En
el año veinte de Jeroboam rey de Israel, Asa comenzó a reinar sobre Judá. Y
reinó cuarenta y un años en Jerusalén; el nombre de su madre fue Maaca, hija de
Abisalom. Asa hizo lo recto ante los ojos de Jehová, como David su padre.
Porque quitó del país a los sodomitas, y quitó todos los ídolos que sus padres
habían hecho. También privó a su madre Maaca de ser reina madre, porque había
hecho un ídolo de Asera. Además deshizo Asa el ídolo de su madre, y lo quemó
junto al torrente de Cedrón. Sin embargo, los lugares altos no se quitaron. Con
todo, el corazón de Asa fue perfecto para con Jehová toda su vida” (1 Reyes
15:9-14). De igual manera leemos de Josafat, “Josafat hijo de Asa comenzó a
reinar sobre Judá en el cuarto año de Acab rey de Israel. Era Josafat de
treinta y cinco años cuando comenzó a reinar, y reinó veinticinco años en
Jerusalén. El nombre de su madre fue Azuba hija de Silhi. Y anduvo en todo el
camino de Asa su padre, sin desviarse de él, haciendo lo recto ante los ojos de
Jehová. Con todo eso, los lugares altos no fueron quitados; porque el pueblo
sacrificaba aún, y quemaba incienso en ellos” (1 Reyes 22:41-43). Esta misma
fórmula se encuentra en la descripción del reinado de Joás: “En el séptimo año
de Jehú comenzó a reinar Joás, y reinó cuarenta años en Jerusalén. El nombre de
su madre fue Sibia, de Beerseba. Y Joás hizo lo recto ante los ojos de Jehová
todo el tiempo que le dirigió el sacerdote Joiada. Con todo eso, los lugares
altos no se quitaron, porque el pueblo aún sacrificaba y quemaba incienso en
los lugares altos” (2 Reyes 12:1-3), y nuevamente en las 1 descripciones de los
reinados de Amasías (2 Reyes 14:1-4), Azarías (Uzías) (2 Reyes 15:1-4), y Jotán
(2 Reyes 15:32-35). Y luego tenemos a Acab, quién fracasó completamente en
hacer lo correcto a los ojos del Señor, siguiendo a los reyes de Israel “y aun
hizo pasar por fuego a su hijo, según las prácticas abominables de las naciones
que Jehová echó de delante de los hijos de Israel” (2 Reyes 16:3). Acab fue
entonces sucedido por el rey reformador Ezequías quién, se nos dice, no solo
“hizo lo recto ante los ojos del Señor, conforme a todas las cosas que había
hecho David su padre” sino también que “quitó los lugares altos, y quebró las
imágenes, y cortó los símbolos de Asera, e hizo pedazos la serpiente de bronce
que había hecho Moisés, porque hasta entonces le quemaban incienso los hijos de
Israel” (2 Reyes 18:1- 5). Y luego sigue un vivo reporte de su celo por el
Señor. ¿Qué estaba pasando aquí? Seis buenos reyes de Judá quienes habían
servido al Señor pero fallaron en quitar los lugares altos, ¡seguidos por un
rey que se alejó completamente de Dios! ¿Cómo puede ser que los reyes descritos
como buenos, que hicieron lo recto a los ojos del Señor, pudieran fallar en
condenar la falsa adoración y no quitaran los lugares altos en los que se
practicaba esta adoración? ¿Cómo podían tales reyes condonar, o al menos
hacerse de la vista gorda a los rituales y sacrificios que eran contrarios a la
verdadera religión revelada al pueblo de Israel? La respuesta es que había en
ese tiempo una forma de religión sincretista practicada en Judá e Israel, un
culto Jehová-Baal híbrido en el que la gente creía que al adorar en los lugares
altos, al hacer estos sacrificios y realizar estas actividades de culto,
estaban adorando correctamente al verdadero Dios de Israel. No estaban
conscientes de que su adoración era corrupta. Estaban practicando una forma de
adoración que era una abominación al Señor, creyendo que era adoración
aceptable al Dios de Israel. Estaban envueltos en una forma muy severa de
sincretismo religioso en el que los antiguos cultos de fertilidad de Canaán
estaban siendo fundidos con la adoración a Jehová. Aunque los hijos de Israel
se habían vuelto a la adoración de los dioses de los Cananeos no mucho después
de su conquista de Canaán en tiempo de los jueces, el problema con el que nos
encontramos en I y II de Reyes parece haber tenido sus orígenes inmediatos en
la apostasía de Salomón (1 Reyes 11:1ss.), quién siguió a Astoret, la diosa de
los Sidonios y Milcom, un ídolo abominable de los Amonitas (v. 5), y quien
también edificó un lugar alto en el Monte de los Olivos en las afueras de Jerusalén
para Quemos, el ídolo detestable de los Moabitas y para Moloc, un ídolo de los
Amonitas (v. 7), que no fue destruido sino hasta el reinado de Josías (2 Reyes
22:13ss.). Astoret, la principal deidad femenina de los Cananeos, era una diosa
de la fertilidad y de la muerte/guerra asociados con Baal (Jueces 2:13; 3:7;1
6:28), la principal deidad masculina de los Cananeos,2 aunque el término plural
Baalim era un término general para los dioses falsos.3 Quemos era el dios de
los Moabitas (Núm. 21:29;
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1 El término
Asheroth, traducido “arboledas” en la A.V. en Jueces 3:7 probablemente es
equivalente a Ashtaroth, el plural de Astoret. Véase Keil y Delitzsch,
Commentary on the Book of Judges, pp. 268s. y 292s. 2 Véanse los artículos
“Asherah,” “Ashtaroth,” y “Astoret”
en The Interpreter’s Dictionary of the Bible, y “Asherah” en el A Dictionary of
the Bible de Hastings. 3 C. F. Keil y
F. Delitzsch, Commentary on the Book of Judges, p. 268.
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2 Jueces 11:24), cuyo rito probablemente
incluía sacrificios humanos (2 Reyes 2:27).4
Los lugares altos eran los sitios de
los ritos de las religiones paganas de los Cananeos. Estaban edificados sobre
colinas cerca de árboles verdes y consistían de altares sobre elevadas
plataformas para sacrificios, inciensos, etc., fuera al aire libre o en el
interior de edificios. 5 Después de la muerte de Salomón su hijo Roboam reinó
en Judá y Jeroboam reinó sobre Israel. Ambos fueron malos reyes. Jeroboam
erigió ídolos, becerros de oro, en Betel y en Dan, en un intento por reemplazar
el Templo de Jerusalén con centros más locales de adoración para las diez
tribus (1 Reyes 12:28-29). Pero bajo Roboam el pueblo Judá también se alejó de
Dios y siguió el camino establecido por Salomón en su idolatría: “Y Roboam,
hijo de Salomón, reinó en Judá... Judá hizo lo malo ante los ojos del Señor, y
le provocaron a celos más que todo lo que sus padres le habían provocado con
los pecados que habían hecho. Porque ellos también edificaron para sí lugares
altos, pilares sagrados y Aseras en toda colina alta y bajo todo árbol
frondoso. Hubo también en la tierra sodomitas de cultos paganos. Hicieron
conforme a todas las abominaciones de las naciones que el Señor había echado
delante de los hijos de Israel” (1 Reyes 14:21-24) LBLA. El ejemplo establecido
por Salomón se atrincheró muy bien en Judá durante el reino de su hijo Roboam.
El resultado fue que la religión de Jehová se tornó confusa, o más bien se
fundió, con la religión de los Cananeos practicada en los lugares altos, y esta
religión sincretista se volvió dominante, a tal punto que aún cuando los reyes
posteriores se volvieron a Jehová y buscaron servirle fielmente fueron
incapaces de reconocer que la adoración en los lugares altos era una corrupción
– o al menos, si no entendían esto, se había atrincherado tanto sobre el pueblo
que fueron incapaces de extirparlo de la tierra.6
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4 Véase
“Chemosh” en el A Dictionary of the Bible de Hastings. 5 Véase “Lugares Altos”
en The Interpreter’s Dictionary of the Bible, Vol. 2, p. 602ss. 6 Las
referencias a los lugares altos no siendo quitados por aquellos reyes que
mostraron su alianza a Jehová han sido explicadas planteando que no eran
lugares altos dedicados a ídolos paganos con los que se practicaba la antigua
religión Cananea, sino más bien sitios ilegales para la adoración a Jehová.
Véase por ejemplo Keil y Delitzcsch sobre 1 Reyes 15:9-24 (Comentario del
Primer Libro de Reyes, p. 218), encuentro esto poco convincente. No dudo que
los Israelitas imaginaban que adoraban a Jehová – este es precisamente mi punto
– pero habían fundido su adoración con la adoración pagana que ocurría en los
lugares altos. Aún si fuera el caso que se pudiese hacer una distinción entre
la adoración ilegal a Jehová y aquella de los Baales, al fin, de todas maneras,
llegaríamos al mismo punto. W. C. Allen, quien acepta la legitimidad de la
adoración de Jehová en los lugares altos antes de la construcción del Templo,
comenta que “en la adoración de los lugares altos se hallaba al acecho un
peligro que eventualmente produjo su derrumbamiento... Muchos de los lugares
altos importantes habían sido los sitios de santuarios Cananeos (Dt. 12:2, 30;
Núm. 33:52). Junto con el lugar de adoración los Israelitas también habían
tomado los símbolos de la adoración, los Mazzébahs y los Ashérahs. ¿Qué era más
probable que las tendencias lascivas que habían caracterizado las antiguas
formas de adoración que pudieran yacer bajo estos símbolos externos, negándose
a ser expulsados, brotaran de tiempo en tiempo con nuevo vigor? O, nuevamente,
¿qué era más probable, que Jehová pudiera ser rebajado al nivel de los dioses
Cananeos de cuyos santuarios Él había tomado posesión, y cuyo nombre Él algunas
veces asumía, y así se confundía con ellos tanto en la adoración externa como
en las características morales? (“Lugares Altos” en A Dictionary of the Bible
de Hastings, [Edimburgo: T. and T. Clark, 1899], Vol. II, p. 382a). M. H. Pope
acierta cuando escribe, “Los Israelitas absorbieron las maneras Cananitas y
aprendieron a identificar a su dios con Baal, cuyas lluvias traían fertilidad a
la tierra. Un rasgo característico del culto de fertilidad era la relación
sexual sagrada por parte de sacerdotes y sacerdotisas y otras personas
especialmente consagradas, prostitutas sagradas de ambos sexos, con la
intención de emular y estimular a las deidades que otorgaban fertilidad. El
culto agrícola enfatizaba el sacrificio o la comida común en la cual los
dioses, sacerdotes y pueblo participaban. El vino era consumido en grandes
cantidades al agradecerle a Baal por la fertilidad de los viñedos. El vino
también ayudaba a inducir un estático frenesí, y se llegaba al clímax por la
auto-laceración, y algunas veces la auto-castración. El sacrificio de niños
también era una característica de los ritos” (“Culto de Fertilidad” en The
Interpreter’s Dictionary of the Bible [Nashville: Abingdon Press, 1962], Vol.
2, p. 265a). La Biblia provee abundante evidencia que fueron justamente estas
prácticas en las que los hijos de Israel cayeron con frecuencia, trayendo sobre
ellos, de esta forma, la ira de Jehová. Una clara distinción entre la adoración
ilegítima de Jehová no contaminada por la corrupción de los cultos de Baal y
Astoret hubiera sido bastante insignificante para la gente que adoraba en los
lugares altos. 7 Del verbo ba’al, significando tener dominio sobre. La palabra
puede ser usada con respecto a los hombres para significar posesión, e.g., de
una casa, tierra o ganado. El verbo también significa tomar una esposa y así,
Baal también significa esposo. Cuando se usa para un dios significa dueño. Baal
era el dueño, el poseedor de la tierra, el dios de la tierra. La palabra
también era aplicada al lugar que era poseído y así se usaba en nombres de
lugares, e.g., Baal-hazor (“Señor de Azor”). (Léxico Hebreo y Caldeo de
Gesenius, p. Cxxxss.)
El término
Baal significa dueño o señor. En el clima creado por la apostasía de Salomón y
la de su hijo Roboam, parece que la gente cayó otra vez en la identificación de
Jehová, su Dios, como su Baal y confundieron su adoración con la adoración del
Baal de los Cananeos, como habían hecho en el tiempo de los Jueces. Era
improbable que una clara distinción entre Jehová y Baal hubiese sido entendida
en el clima de la religión folclórica que dominaba sus vidas. Para esta gente
la adoración de Baal era la adoración de Jehová y viceversa. Una forma
sincretista de religión se había vuelto dominante. Los profetas reprendieron al
pueblo por esta idolatría. Por ejemplo, Oseas, después de denunciar al pueblo
por su idolatría con los Baales, proclama la salvación del Señor y dice,
“Sucederá en aquel día — declara el Señor — que me llamarás Ishí [i.e., “mi
marido”]; y no me llamarás más Baalí [i.e., “mi señor”]. Porque quitaré de su
boca los nombres de los Baales, y nunca más serán mencionados por sus nombres.”
(Oseas 2:16-17) Ahora, puede parecer bastante sorprendente para nosotros que el
pueblo de Israel fallara en reconocer su idolatría, que pudieran caer en un
estado en el que genuinamente creyeran que estaban adorando a Dios al practicar
los cultos Cananeos en los lugares altos, y que los buenos reyes que buscaron
hacer lo recto a los ojos del Señor fuesen incapaces de hacer algo sobre esto,
y quizás aún ellos mismos fallaran en reconocer el problema completamente. Nos
parece a nosotros tan obvio que tal idolatría es contraria a la verdadera
adoración de Dios. Bueno, puede parecer obvio para nosotros, pero no lo parecía
a la mayor parte del pueblo de Israel en ese tiempo. Y debemos detenernos y
pensar antes de señalar con el dedo, y preguntarnos a nosotros mismos si somos,
a nuestra propia manera, en nuestro propio día, culpables de compromisos tan
serios como estos; en realidad si, con la mayor revelación que nosotros
tenemos, nuestros propios compromisos no son, de hecho, pecados más graves. El
hecho es que reconocemos los ídolos y pecados de épocas pasadas y de otras
culturas más fácilmente de lo que reconocemos aquellos de nuestra propia época
y cultura. Esta es la razón por la cual el sincretismo es tan peligroso.
Fallamos en reconocerlo por lo que es. Y hacemos esto porque estamos tan
comprometidos inconscientemente con la cosmovisión que caracteriza a nuestra
sociedad y que produce tan religión idolátrica. Esto es verdad para nosotros
como lo fue para los antiguos Israelitas. Pero es superficial felicitarnos
nosotros mismos al atacar y abominar a los ídolos de épocas pasadas y de otras
culturas, especialmente si fallamos en reconocer y desafiar a los ídolos de
nuestra propia época y cultura.
El atacar ídolos del pasado no nos ayudará ahora en
nuestras vidas Cristianas. Necesitamos tratar con aquellos compromisos que nos
afectan a nosotros mismos. Y este es el punto de nuestro estudio de este
período de la historia de Judá. Las Escrituras nos son dadas para que podamos
aprender de ellas. No penséis que el sincretismo simplemente fue algo serio que
se manifestó en la historia de los reyes de Israel y que está más allá de la
Iglesia hoy. No lo está. El sincretismo con la falsa religión es tan problema
para los Cristianos en Inglaterra hoy como lo fue para los Israelitas de aquel
entonces. Por ejemplo, el Catolicismo Romano es una religión sincretista, una
fusión de ideas Cristianas y paganas. Aquellos que se adhieren a ella creen
genuinamente que están adorando y sirviendo a Dios fielmente al seguir esta
religión, e.g., al orar a María y a los santos, etc. Se han sumergido en la
cosmovisión que valida estas prácticas – usualmente totalmente inconscientes de
esta inmersión desde su primera infancia. Y así, cada vez que se encuentran con
argumentos en contra de estas prácticas son capaces de explicar y justificar
sus creencias y acciones a sí mismos en términos de su cosmovisión. Pueden
justificar sus creencias y prácticas porque su cosmovisión es más importante,
más fundamental, más vital para sus vidas, sea que lo sepan o no, que cualquier
argumento particular contra la fe Católica Romana o cualquiera de sus doctrinas
particulares; ella valida su entendimiento total del significado de la vida; es
lo que provee el terreno de todo argumento y por lo tanto forma un complejo de
concepciones y presuposiciones que son la base de todo pensamiento racional y
no-racional. Claro, pueden estar ignorantes del todo del rol fundamental que su
cosmovisión juega en la manera como piensan acerca de la fe y la vida en
general, ignorantes incluso del mismo concepto de cosmovisión. Pero esto no
importa. Su falta de conciencia de esto solamente significará que la
cosmovisión por la cual viven será más efectiva en eliminar cualquier clase de
desafío a su entendimiento de la fe Cristiana. Ahora, no soy un Católico Romano
y no pretendo tratar aquí con el Catolicismo Romano. Más bien quiero tratar con
la forma prevaleciente de idolatría Protestante. Menciono la religión Católica
Romana porque simplemente es una ilustración de sincretismo que es probable que
los Protestantes entiendan. La mayoría de Protestantes, al menos los Reformados
y las personas evangélicas, estarán de acuerdo en que la religión Católica
Romana combina elementos tanto del Cristianismo como del paganismo. Pero
necesitamos darnos cuenta que exactamente el mismo tipo de problema existe para
los Protestantes, y para los Cristianos Reformados y evangélicos hoy en
Inglaterra, porque exactamente como el antiguo Israelita y el Católico Romano,
hemos absorbido con toda probabilidad desde nuestra temprana infancia una
cosmovisión que es fundamentalmente y en principio contraria a la fe Cristiana.
Como resultado interpretamos la fe de tal manera que la moldeamos en
conformidad con esta cosmovisión, distorsionándola en el proceso. El mismo
proceso de racionalización ocurre, y es así porque en el proceso estamos
inconscientes a la manera en que nuestra cosmovisión afecta nuestro
entendimiento de la fe. Mientras menos conscientes estemos de la importancia
que nuestra cosmovisión juega en nuestro entendimiento de la fe y de la vida en
general, más efectivos seremos en legitimar y racionalizar nuestra idolatría,
en conciliar la fe con creencias y prácticas que son contrarias al evangelio.
De esta forma fallaremos en confrontar nuestros propios ídolos.
Y los ídolos
sí existen en el mundo evangélico y
Reformado, y exactamente el mismo proceso de racionalización ocurre cuando los
evangélicos son confrontados con sus ídolos como cuando los Católicos Romanos
son confrontados con los de ellos, o aún cuando los antiguos Israelitas eran
confrontados con su idolatría. No hay diferencia en el proceso de acomodación,
el proceso de sincretización; sólo difieren los ídolos. Por consiguiente, en la
misma forma, que no parece obvio para el Católico Romano que el dogma Católico
Romano es sincretista o que está engranado en una corrupción de la verdadera fe
y de la adoración verdadera a Dios en su vida, y exactamente en la misma forma
que no parecía obvio al antiguo Israelita que estaba envuelto en una corrupción
de la verdadera adoración de Jehová, así también no parece obvio para el
evangélico cuando está involucrado en idolatría. Así, los modernos evangélicos
en Inglaterra hoy están a menudo tan indispuestos a confrontar su propia
idolatría como lo estaban los antiguos Israelitas y como lo está el Católico
Romano – y creo que el evangelicalismo moderno está hoy abrevándose profundo de
la idolatría sincretista en Inglaterra. El moderno Cristiano evangélico bien
puede escandalizarse frente a la sugerencia de que su evangelicalismo es una
corrupción de la fe, una religión sincretista en la que cree que está sirviendo
al verdadero Dios mientras al mismo tiempo está profundamente envuelto en una
vida de idolatría. Pero este es precisamente mi argumento, y la religión pagana
de la que hablo es el humanismo secular. Ahora, sospecho que al oír esto
algunos probablemente pensarán “Oh, humanismo secular, ¿es eso de lo que está
hablando?” Los Cristianos se han vuelto extremadamente indiferentes acerca del
humanismo secular, y no lo toman más seriamente que la idea de un diablo con
cuernos y horca, de hecho quizás menos seriamente. Pero este es precisamente mi
punto. No se piensa del humanismo secular como una religión pagana. Pero es una
religión, y es la religión que gobierna la mayor parte de nuestras vidas, y los
evangélicos están usualmente tan comprometidos con la mayor parte de sus
premisas básicas como lo están los no-creyentes porque entienden la religión
Cristiana en términos de la definición que de ella hace el humanismo secular,
i.e., como una creencia que es relevante solo a un área bastante estrecha de
sus vidas. De hecho el compromiso evangélico con el humanismo secular es, en su
propia manera, tan malo como cada parte del compromiso Católico Romano con el
paganismo y el compromiso del antiguo Israelita con los cultos de fertilidad de
Canaán, y esta forma de sincretismo es en cada parte tan sutil, quizás más
sutil y subliminal que las otras, y por lo tanto mucho más traicioneras. Los
evangélicos, e incluyo a los Reformados en el uso del término, están tan
convencidos que solo ellos tienen la verdad, toda la verdad y nada más que la
verdad, que solo ellos conocen y entienden el evangelio. Están minuciosamente
convertidos a su propia secta. Pero la gente más dura de convertirse son
aquellos que están minuciosamente convencidos de que ya están convertidos. Para
ser justos, déjeme decir que en algunas áreas el evangelicalismo sí tiene un
justo entendimiento del evangelio – y no estoy, por ningún medio, afirmando que
los evangélicos no sean Cristianos porque son evangélicos y que el
evangelicalismo es una forma corrupta de la fe mucho más de lo que afirmaría
que un Católico Romano no es un Cristiano solamente porque es un Católico
Romano y que el Catolicismo Romano es una forma corrupta de la fe. Pero el
entendimiento evangélico de la fe está limitado a un área bastante estrecha
girando alrededor de ciertos aspectos soteriológicos en lo general. Y este es
el problema.
El evangelicalismo moderno tiene una comprensión
de algunos elementos de la fe Cristiana. Pero falla en reconocer la necesidad
de una vida cambiada, excepto en unas pocas circunstancias. Virtualmente el
todo del evangelicalismo gira alrededor de la vida devocional de uno (el
“tiempo quieto” de uno) y la vida de la iglesia. Cuando alguien es convertido
es aquí donde el cambio ocurre. Él puede seguir con el resto de su vida como
hacía antes de haberse vuelto Cristiano, a menos que quizás se haya mantenido
como productor de pornografía o vendedor de drogas.
El
evangelicalismo es muy dualista en su entendimiento de la fe. Uno puede ser
perfectamente un buen evangélico y al mismo tiempo un leal partidario de los
ideales del humanismo secular en la mayoría de las cosas – algunas veces aún en
sus más viciosas manifestaciones (e.g., socialismo, evolución y aún aborto –
¡sí, aún eso!) – sin darse cuenta que hay una contradicción fundamental entre
la fe Cristiana y el humanismo secular. Uno puede ser un evangélico
comprometido y practicante y un buen humanista secular practicante al mismo
tiempo. Y el problema es rara vez entendido, mucho menos abordado, en las
iglesias o la literatura evangélica.
Como ejemplos para ilustrar este punto quiero
mencionar tres áreas de la vida en las que el humanismo secular afecta
significativamente el entendimiento evangélico de la fe Cristiana. De hecho,
uno podría decir que probablemente la mayoría de evangélicos en Inglaterra hoy
siguen la religión del humanismo secular la mayor parte de sus vidas; el
Cristianismo es para ellos meramente un culto, su hobby personal de adoración.
En términos
de su entendimiento de la vida más allá de las cuatro paredes de la iglesia y
de los asuntos que se relacionan particularmente con el ministerio de la
iglesia – i.e., asuntos “espirituales” – el humanismo secular es la religión que
domina sus vidas. Es la religión del humanismo secular en cuyos términos viven,
se mueven y tienen su existencia.
1.La primera área que quiero discutir es la ciencia,
y en particular la evolución. Sé que el mundo evangélico está dividido con
respecto al tema de la evolución, que aunque muchos evangélicos son
evolucionistas una gran cantidad no lo son, y que ha habido un esfuerzo
concertado por parte de muchos evangélicos para combatir los efectos de la
teoría evolutiva. Elogio y apoyo tales esfuerzos. Sin embargo, hay dos puntos
que necesitan decirse sobre esto, y lo que tengo que decir va más allá de la
teoría específica de la evolución. Primero, no es cierto que todos los
evangélicos, ni aún todos los evangélicos conservadores, rechazan la teoría de
la evolución. Muchos evangélicos encuentran inaceptable la falta de
respetabilidad intelectual que el rechazo a la teoría de la evolución trae
consigo entre los humanistas seculares. Creen que pueden ser fieles a las
Escrituras y al mismo tiempo aceptar los descubrimientos de la “ciencia” – o
más bien, lo que los humanistas seculares afirman que son los descubrimientos
de la ciencia (la evolución, claro, no es una teoría científica; es una
religión definida y defendida por la fe no por hechos, aunque es aceptada
generalmente por los no-creyentes y por muchos evangélicos como una teoría
científica.) Como resultado la “evolución teísta” – una religión híbrida si
alguna vez hubo una – es ahora muy común entre evangélicos.
Por ejemplo, en una iglesia evangélica escuché que
“Esta iglesia está demasiado educada como para creer en ridiculeces como la
tierra plana y la creación de seis días.” Este comentario fue hecho por un
post-graduado en física que cree genuinamente que hay un registro fósil
completo con formas intermedias que comprueban la teoría de la evolución. En la
misma iglesia, en el contexto de una discusión sobre la cuestión de la
ordenación de homosexuales, alguien más, un profesor de biología y miembro del
Sínodo Nacional de la Iglesia de Inglaterra, afirmó que la orientación
homosexual no puede ser natural. Elogio su posición. Pero su razón para sostenerla
fue asombrosa y en nada Cristiana. La razón que dio no fue que la
homosexualidad es condenada en las Escrituras Cristianas. No. La razón por la
que rechazaba las prácticas homosexuales era que los homosexuales quedarían
automáticamente eliminados en el proceso evolutivo. Ahora, es dudoso que un
evolucionista no-Cristiano hallara convincente este argumento. Es un argumento
que parece tener poco mérito desde una perspectiva evolucionista. No hay
evidencia de que la homosexualidad sea un problema genético. Pero lo que es
revelador acerca de esta declaración es que un evangélico convencido necesite
respaldar su conciencia con lo que es, en el mejor de los casos, un pobre
argumento evolucionista en lugar de las Escrituras Cristianas, especialmente en
vista del hecho de que la homosexualidad es un asunto moral, no un asunto
científico. Parece que aún las cuestiones morales han de ser resueltas por una
apelación a la “ciencia” humanista secular entre algunos evangélicos.
Claro, esta es solo una evidencia anecdótica (aunque
estos no son ejemplos aislados). Pero esta iglesia es una de las principales
iglesias evangélicas en su área y la principal congregación evangélica de la
Iglesia de Inglaterra en el área. Si como un visitante al área uno fuese a la
librería Cristiana y preguntase por una lista de iglesias evangélicas en el
área esta iglesia estaría de primero en la lista.
El pastor tiene una sólida reputación por ser
evangélico y comprometido con la Biblia como la palabra inspirada de Dios. Esto
solamente muestra la naturaleza truncada y altamente sincrética del
evangelicalismo moderno. El evangelio del evangelicalismo es tan estrecho que
la evolución es una posición aceptable, incluso respetable, sobre lo que es una
doctrina Bíblica fundamental: la creación.
Muchos evangélicos no harán de esto un punto que
merezca consideración por parte de la iglesia. Sin embargo, la evolución es una
de las concesiones más vulgares e intelectualmente indefendible para con la
cosmovisión humanista secular. Segundo, no obstante, hay más de esto con lo que
nos encontramos inicialmente porque las presuposiciones que sostienen este
compromiso con el humanismo secular son con mucha frecuencia aceptadas aún por
aquellos evangélicos que rechazan la teoría específica de la evolución. Incluso
creacionistas fogueados a menudo aceptan las concepciones y presuposiciones
sobre las cuales descansa la evolución, y esto significa, desafortunadamente,
que están luchando contra los evolucionistas en sus propios términos.
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