2 Corintios 13:10 Por esto os
escribo estando ausente, para no usar de severidad cuando esté presente,
conforme a la autoridad que el Señor me ha dado para edificación, y no para destrucción.
2 Corintios 13:11 Por lo
demás, hermanos, tened gozo, perfeccionaos, consolaos, sed de un mismo sentir,
y vivid en paz; y el Dios de paz y de amor estará con vosotros.
El propósito de Pablo en escribirles estas cosas de la
epístola fue darles la oportunidad de hacer las correcciones necesarias y así
evitar el castigo que seguramente Pablo tendría que dispensar. El uso de la
severidad (disciplina correctiva) sería conforme a su autoridad apostólica (Jn_20:21-23;
Hch_2:42; 1Jn_1:1-6). Esa autoridad era para edificar, y no destruir. Los
falsos apóstoles en Corinto destruían la obra de Dios; Pablo como fiel siervo
de Dios, buscaba solamente edificar almas para la salvación eterna. Esto en
parte requería a veces la disciplina severa. El no aplicarla en el caso
necesario, equivaldría a destruir (la obra de Dios), porque el propósito de la
disciplina correctiva es ganar y salvar almas perdidas (1Co_5:5; 2Co_2:6-8).
Los corintios se habían juntado con Pablo para disciplinar al fornicario en la
iglesia (1Co_5:1-13); ahora esperaba Pablo que ellos harían lo necesario antes
de su llegada, para evitar más disciplina severa.
Pablo termina la
carta severa con cuatro cosas:
(i) Termina con una
advertencia. Va a ir a Corinto otra vez, y ésta no habrá tiempo para
andarse por las ramas. Lo que se diga se atestiguará y decidirá definitivamente.
Tendrá que haber una confrontación. No se debe permitir que la situación se
haga crónica. Pablo sabía muy bien que hay un momento en el que hay que dar
cara a las situaciones desagradables.
(ii) Termina con un
deseo. Su deseo es que los corintios actúen como es debido. En ese caso, él
no tendrá que imponer su autoridad, y eso no será ningún chasco para él sino
una gran satisfacción y alegría. Pablo no quería imponer su autoridad sólo por
hacer gala. Lo hacía todo para construir, y no para destruir. La disciplina
debe tener siempre como objetivo el levantar a las personas, y no el hundirlas.
(iii) Termina con una
esperanza. Espera tres cosas de los corintios. (a) Espera que sigan
adelante hacia la perfección. No debe haber parones en la vida cristiana.
El que no avanza, se queda atrás. Los cristianos siempre van de camino hacia
Dios; por tanto cada día, por la gracia de Cristo, deben estar un poco más
listos para enfrentarse con el escrutinio de Dios. (b) Espera que escuchen
la exhortación que les ha dirigido. Hay que ser una persona como Dios manda
para prestar atención a consejos difíciles. Estaríamos mucho mejor si dejáramos
de una vez de hablar de lo que queremos y empezáramos a escuchar a los sabios,
y especialmente a Jesucristo. (c) Espera que vivan en armonía y en paz.
Ninguna congregación puede dar culto al Dios de la paz con un espíritu de
amargura. Tenemos que amarnos unos a otros para que el amor de Dios tenga
realidad entre nosotros.
(iv) Por último,
acaba con una bendición. Después de la severidad, de la lucha y del debate,
llega la firmeza de la aprobación. Una de las mejores maneras de hacer la paz
con nuestros enemigos es orar por ellos; porque nadie puede odiar a una persona
y orar por ella al mismo tiempo.
El versículo 11 vibra con emoción y amor al desearles:
(1) Gozo espiritual en Cristo, su Salvador y Redentor;
en su persona, en quien fueron aceptados; en su justicia, por la cual fueron
justificados; en su sangre, por la cual fueron lavados y limpiados; y en su
plenitud, de la cual fueron provistos; y en particular, que tenían un monitor
tan fiel, tan cordial y conocedor del bienestar de sus almas, y que estaba tan
natural y cariñosamente preocupado por su bien. La emoción infalible que puede
mantener a una iglesia unida y celebrando su fe en el Señor Jesucristo.
(2) Madurez
cristiana. Una meta hacia la cual deben enfocarse y esforzarse por alcanzar
con diligencia perseverante. Busquen la perfección en
conocimiento, gracia y santidad, y en la realización de buenas obras: o
"sea restaurado"; o articulado y tejer juntos, como antes; ( 2
Corintios 13: 9 ) que cada diferencia disminuya, que se arreglen todas las
infracciones, que cada miembro tome y ocupe su lugar, y que todas las cosas se
hagan decentemente y en orden.
(3) Consuelo y
bienestar. O "exhortarse" unos a otros al cumplimiento diligente
del deber, al amor y las buenas obras; o consolarse mutuamente en todas las
angustias, internas y externas, tanto con palabras como con hechos, de acuerdo
con la capacidad que Dios les ha dado; o consuélese, sea de buen corazón, no se
niegue a ser consolado ni por Dios ni por los hombres.
(4) Unidad. Que
remediaría sus discordias y los soldaría en un solo cuerpo. Sé de una sola mente
en sentimientos fraternales, en las doctrinas y principios de la gracia, y en
las ordenanzas del Evangelio; porque como solo hay que creer en "un
Señor", así es, y debe haber, pero se debe recibir "un" sistema
de "fe" y "un solo bautismo" para ser administrado de la
misma manera , a una y la misma clase de personas; qué igualdad de juicio, en
fe y adoración, es muy necesaria para la comunión de la iglesia y la comodidad
de la misma; porque ¿cómo pueden dos, y mucho menos más, caminar cómodamente
juntos, a menos que estén de acuerdo en estas cosas?
(5) Armonía y paz.
Elementos que pueden crear el espíritu apropiado para la adoración y el
servicio. Vive en paz tanto con los que
están afuera como con los que están dentro, con todos los hombres y con los
miembros de la iglesia; qué hacer, es por el crédito del Evangelio, el consuelo
de los miembros de la iglesia y la alegría de los ministros de Cristo
(6) La presencia del Dios de paz y de amor,
de quien “es poderoso para guardaros sin caída y para presentaros irreprensibles
delante de su gloria con grande alegría” (Heb_13:20-21). El que es amor en sí mismo, y ha amado a su pueblo con un
amor eterno, y que es el autor y donante de la paz espiritual y eterna, y que
ha llamado a su pueblo a la paz, y lo espera y lo exige entre ellos y todos los
hombres, le otorgará a su graciosa presencia; que nada puede ser más agradecido
y deseable.
Su palabra final es evocar sobre los corintios las
bendiciones de la Trinidad (aunque la palabra no se menciona): “La gracia del
Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con
todos vosotros”; y todo el pueblo debió decir: “Amén”.
Las palabras finales de
Pablo -lo que quiere que los corintios recuerden acerca de las necesidades de
su iglesia-, todavía se aplican a la
iglesia de hoy. Cuando estas cualidades están ausentes, hay problemas que
deben enfrentarse dentro de la iglesia. Estos rasgos no vienen a la iglesia
como producto de mirar para otro lado, de barnizar los problemas, conflictos y
dificultades. No son producidos por la negligencia, negativa, retiro o
amargura. Son el producto de una labor extremadamente ardua resolviendo
problemas. Así como Pablo y los corintios debieron batallar arduamente con las
dificultades para conseguir la paz, de
igual modo debemos recibir y obedecer los principios de la Palabra de Dios y no
sólo escucharlos.
Aquellas comunidades
apenas tenían unos decenios de vida, y ya está la Iglesia desunida y dividida
por corrientes opuestas. ¿Era una realidad, siquiera entonces, la unidad de la
Iglesia? ¿O ha sido siempre sólo el ideal supremo por el que suspiraban y
suspiran la nostalgia y la fe?
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