} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: LA AUTORIDAD DE JESÚS

jueves, 22 de julio de 2021

LA AUTORIDAD DE JESÚS


Mar 11:27  Volvieron entonces a Jerusalén; y andando él por el templo, vinieron a él los principales sacerdotes, los escribas y los ancianos,

Mar 11:28  y le dijeron: ¿Con qué autoridad haces estas cosas, y quién te dio autoridad para hacer estas cosas?

Mar 11:29  Jesús, respondiendo, les dijo: Os haré yo también una pregunta; respondedme, y os diré con qué autoridad hago estas cosas.

Mar 11:30  El bautismo de Juan, ¿era del cielo, o de los hombres? Respondedme.

Mar 11:31  Entonces ellos discutían entre sí, diciendo: Si decimos, del cielo, dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis?

Mar 11:32  ¿Y si decimos, de los hombres...? Pero temían al pueblo, pues todos tenían a Juan como un verdadero profeta.

Mar 11:33  Así que, respondiendo, dijeron a Jesús: No sabemos. Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas.     

      

      En el recinto del Templo había dos claustros famosos, uno hacia el Este y otro al lado Sur del Atrio de los Gentiles. El del Este se llamaba el Pórtico de Salomón. Era una arcada impresionante hecha de columnas corintias de 10 metros de altura. El del Sur era todavía más espléndido. Se llamaba el Claustro Real. Estaba formado por cuatro hileras de columnas de mármol blanco, cada una de las cuales tenía dos metros de diámetro y ocho metros de altura. Había 162 columnas. Era corriente que los rabinos y los maestros se pasearan por estos atrios enseñando al mismo tiempo. Casi todas las grandes ciudades de los tiempos antiguos tenían estos claustros. Protegían del sol y del viento y la lluvia, y de hecho era en estos lugares donde se enseñaba la mayor parte de las ideas religiosas y filosóficas. Una de las escuelas de pensamiento más famosas de la antigüedad fue la de los estoicos. Recibieron su nombre del hecho de que Zenón, su fundador, enseñaba mientras se paseaba por el Stoá Poikilé, el Pórtico Pintado, de Atenas. La palabra stoá quiere decir pórtico o arcada, y los estoicos eran la escuela del Porche. Fue en estos claustros del Templo donde Jesús estuvo paseando y enseñando.    

 En el primer lugar, en el versículo de este texto, vemos cuanta ceguedad espiritual puede existir en los corazones de los que ocupan puestos eclesiásticos elevados. Vemos "a los principales de los  sacerdotes, escribas y ancianos " dirigiéndose a nuestro Señor, y suscitando dificultades y objeciones en su camino.

Sabemos que estos hombres eran maestros acreditados y gobernadores de la iglesia judaica; que eran considerados fuentes y manantiales de los conocimientos  religiosos. La mayor parte de ellos habían sido ordenados en regla para ocupar el puesto que tenían, y podían trazar sus órdenes sacerdotales en una  descendencia regular desde Aarón. Y, sin embargo, vemos a estos mismos hombres, en el momento en que debían ser maestros de los demás, llenos de  preocupaciones contra la verdad, y ser enemigos acérrimos del Mesías.

Estas cosas se han escrito para enseñar a los cristianos que no deben fiarse demasiado de hombres que han sido ordenados. No deben considerar a los  ministros como si fueran papas, ni mirarlos como infalibles. Ninguna iglesia puede conferir con las órdenes infalibilidad, ya sea la iglesia episcopal, la  presbiteriana, o la evangélica. Lo que menos podemos decir respecto a obispos, ministros y diáconos, es que son de carne y hueso, y que pueden errar,  tanto en doctrinas como en prácticas, lo mismo que los príncipes de los sacerdotes y que los ancianos de los Judíos. Sus actos y su enseñanza deben  comprobarse con la palabra de Dios. Debemos seguirlos en cuanto ellos siguen las Escrituras y no más lejos. No hay más que un Sacerdote y Obispo de las  almas que nunca se equivoca, y ese es el Señor Jesucristo. En El solo no hay debilidad, ni equivocación, ni asomo de flaqueza. Aprendamos a apoyarnos más  por completo en El. "No llamemos 'Padre' a ningún hombre en la tierra." Mateo 23.9. Que si así obramos, nunca nos veremos engañados.

Observemos, en segundo lugar, como la envidia y la incredulidad impelen a los hombres a desacreditar las comisiones de los que trabajan en la causa de Dios.

Esos príncipes de los sacerdotes y esos ancianos no podían negar la realidad de los milagros misericordiosos de nuestro Señor. No podían decir que su  enseñanza era contraria a las Santas Escrituras, ni que su vida era pecadora. ¿Qué hicieron pues? Dijeron que no tenía títulos ningunos a que se le prestara  atención, y le preguntaron con qué autoridad obraba. "¿Con que autoridad haces estas cosas? ¿Y quién te ha dado esta autoridad? Esperaban colocar a Jesús en un dilema. Si contestaba que estaba actuando bajo Su propia autoridad podrían muy bien arrestarle por actuar como un megalómano antes de que les pusiera en más aprietos. Si decía que estaba actuando bajo la autoridad de Dios, podrían muy bien arrestarle por un obvio delito de blasfemia sobre la base de que Dios nunca le daría a ninguna persona autoridad para crear un disturbio en los atrios de Su propia Casa. Jesús vio con toda claridad el dilema en que trataban de envolverle, y Su respuesta los colocó a ellos en un dilema que era todavía peor.

 No puede haber duda  ninguna, que en términos generales, todos los que se dedican a enseñar, deberían ser nombrados siguiendo ciertas reglas. El mismo S. Pablo declara que  nuestro mismo Señor obró de esa manera, en referencia al carácter sacerdotal: "Ni nadie toma para sí mismo esta honra, sino el que es llamado de Dios, como  lo fue Aarón." Heb. 5.18

 En  esto erraron evidentemente los judíos de la época del ministerio terrestre de nuestro Señor, y en ese error los han seguido desgraciadamente muchos hasta en  el día presente.

Guardémonos de ese espíritu estrecho, principalmente en esta época en que vivimos. Es incuestionable que no debemos menospreciar el orden y la disciplina  de la iglesia; tiene en ella tanto valor como en un ejército. Pero no vayamos a imaginarnos que Dios está obligado absolutamente a no valerse sino de hombres  que han sido ordenados. No debemos olvidar que puede haber un llamamiento interno del Espíritu Santo sin ningún llamamiento externo de parte del hombre,  no menos que a la inversa, llamamiento humano sin ningún llamamiento interno del Espíritu Santo. La primera investigación que debe hacerse es esta: " ¿Está  un hombre por Cristo, o contra Él? ¿Qué enseña? ¿Cómo vive? ¿Hace bien?" Si estas preguntas pueden responderse satisfactoriamente, demos gracias a Dios,  y regocijémonos. Debemos recordar que el médico es inútil, por elevado que sea su grado y por bueno que sea a título, si no cura ; y un soldado es también  inútil, por bien vestido y disciplinado que esté, si no le hace frente al enemigo, el día de la batalla. El mejor doctor es el que cura, y el mejor soldado el que  sabe batirse.

Observemos, finalmente, a qué deshonestidad y a que errores pueden ser arrastrados los incrédulos por sus preocupaciones contra la verdad. Los príncipes de  los sacerdotes y los ancianos no se atrevieron a contestar la pregunta de nuestro Señor respecto al bautismo de Juan. No se atrevieron a decir que era "de los  hombres," porque temían al pueblo; ni a confesar que era "del cielo," porque comprendieron que nuestro Señor les hubiera dicho, " ¿Por qué no lo creísteis?  Daba muy claro testimonio de mí." ¿Qué hicieron pues? Dijeron una mentira intencional. Dijeron, "No podemos decirlo..

Es un hecho muy triste, que esa falta de honradez no es poco común entre los inconversos. Hay muchísimos que evaden los llamamientos que se dirigen a su  conciencia con respuestas que son falsas. Cuando se ven apremiados a ocuparse de sus almas, dicen cosas que saben bien que no son exactas. Aman el mundo  y sus propios caminos, y como los enemigos de nuestro Señor están determinados a no ceder, pero como ellos también se avergüenzan de decir la verdad; y  así es que responden a las exhortaciones a arrepentirse y a decidirse con falsas excusas. Uno pretende que "no puede entender" las doctrinas del Evangelio;  otro asegura que verdaderamente "trata" de servir a Dios, pero que no hace progresos; un tercero declara que desea mucho servir a Cristo, pero que "no tiene  tiempo." Estos no son generalmente sino efugios miserables. Como regla general, son tan infundados como la respuesta del sacerdote, "No podemos  contestar..

Toda la escena es un ejemplo gráfico de lo que les sucede a las personas que se niegan a enfrentarse con la verdad. Tienen que retorcerse y dar vueltas y acabar por enredarse en una situación en la que están tan desesperadamente involucrados que no tienen nada que decir.  

 La verdad pura es que debemos ir con mucho tiento antes de dar crédito a las razones que alegan los inconversos para no  servir a Cristo. Podemos estar seguros que cuando dicen, "No podemos," lo que quieren decir con su corazón, es, "No  queremos." ¡Que bendición tan grande es tener franqueza y usar de verdad en cuestiones religiosas! Que se decida una vez  un hombre a vivir según la luz que ha recibido, y a obrar según su conocimiento, y pronto conocerá cual es la doctrina de  Cristo, y se apartará del mundo. Juan 7.17. La perdición de muchos consiste simplemente en esto, que se manejan  deshonestamente con sus propias almas, y son falsos con ellos mismos. Alegan supuestas dificultades como motivos de no  servir a Cristo, mientras que en realidad " aman las tinieblas más que la luz," y no tienen deseo verdadero de cambiar. Juan  3.19.


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