} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: ¿EN QUÉ CLASE VIAJA USTED? (Final)

lunes, 13 de noviembre de 2023

¿EN QUÉ CLASE VIAJA USTED? (Final)

  

En la última publicación en este blog, finalizaba así: Que no hay ningún lazo más fuerte que el del parentesco; y que no hay nada tan delicado como el lazo de la comunión.

Todo el poder y el consejo de la tierra y del infierno reunidos no pueden anular el primero, mientras que un deseo torpe o una palabra indebida basta para romper el Segundo.

Si estás entristecido sin saber la causa, humíllate delante de Dios, y escudriña tus caminos, y cuando hayas descubierto al ladrón que te roba el gozo, sácalo de una vez a la luz, es decir, confiesa el pecado a Dios, tu Padre, y júzgate a ti mismo sin la menor reserve por la escasa vigilancia que habías ejercido sobre tu alma, y que ha permitido entrar al enemigo si resistencia.

Pero no confundas nunca, nunca, NUNCA, tu Salvación con el gozo de la misma.

No imagines, sin embargo, que el juicio de Dios sea, ni un ápice más leve para el pecado del creyente que para el del que no cree. Él no tiene dos formas de mirar el pecado dependiendo de quien lo cometa. Dios no puede pasar por alto los pecados del creyente como tampoco pasa por alto los pecados de aquellos que rechazan a Su Hijo. Pero entre ambos casos hay la gran diferencia de que los pecados del creyente fueron previstos por Dios, y fueron cargados sobre el CORDERO (Que Él mismo proveyó) clavado en la cruz del Calvario, y allí fue vista, discutida y resuelta la gran cuestión de la penalidad del pecado, desde un punto de vista criminal, cayendo el castigo que merecía el picador sobre su bendito Sustituto: “quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados”. 1ª Pedro 2; 24. Cristo murió por nuestros pecados, en nuestro lugar, para que no tuviéramos que sufrir el castigo que merecíamos. A esto se le llama sacrificio expiatorio. Como fue tipificado por el sumo sacerdote que llevaba los pecados de las cosas santas del pueblo de Israel, cuando entraba en el lugar santísimo, y por el chivo expiatorio que llevaba las iniquidades de todo el pueblo a una tierra deshabitada, tal como fue predicho por el profeta Isaías. El apóstol explica aquí la naturaleza y el fin de los sufrimientos de Cristo, que fueron para hacer expiación por los pecados, y que se hicieron al soportarlos. Lo que Cristo cargó fueron "pecados", incluso toda clase de pecados, originales y actuales, y todo acto de pecado de su pueblo; y todo lo que está en pecado, todo lo que le pertenece, surge de él y es su demérito, como inmundicia, culpa y castigo; y soportó multitud de pecados, aun todas las iniquidades de todos los elegidos; y era una carga y un peso prodigiosos; y que nada podría ser más nauseabundo y desagradable para aquel que ama la justicia y odia la iniquidad: y estos pecados que cargó no eran suyos, ni pecados de los ángeles, sino de los hombres; y no de todos los hombres, sino de muchos, aun de cuantos fueron ordenados a vida eterna, por quienes Cristo dio su vida en rescate, a quienes justifica y lleva a la gloria; nuestros pecados, no sólo los pecados de los judíos, porque Pedro era judío, y también lo eran aquellos a quienes escribe, sino también los pecados de los gentiles, los de todo su pueblo, a quienes salva de sus pecados, siendo heridos.  Su "soportación" fue de esta manera: convirtiéndose en fiador y sustituto de su pueblo, sus pecados le fueron impuestos por su Padre, es decir, le fueron imputados, fueron contados como suyos y puestos a su cuenta; y Cristo voluntariamente los tomó sobre sí mismo; los tomó para sí mismo, como uno puede tomar la deuda de otro y hacerse responsable de ella; o como un hombre toma una carga y la pone sobre sus hombros; entonces Cristo tomó nuestros pecados y los "llevó", como significa la palabra aquí usada, aludiendo a los sacerdotes que llevaban el sacrificio al altar, y refiriéndose a la elevación de Cristo en la cruz; donde llevó los pecados de su pueblo, y los llevó, y no se hundió bajo el peso de ellos, siendo el Dios fuerte, y el hombre de la diestra de Dios, fortalecido para sí mismo; y así les dio completa satisfacción, al soportar la ira de Dios, la maldición de la ley y todo el castigo que les correspondía; y así los alejó, tanto de su pueblo como de la vista de Dios y de su justicia vengativa; y los quitó hasta donde está el oriente del occidente, y los acabó por completo; y esto lo hizo Cristo mismo, y no otro, ni por otro, ni con ayuda de otro; no por medio de un macho cabrío, como el sumo sacerdote, sino por sí mismo; aunque fue ayudado a llevar su cruz, no tuvo ayuda para llevar nuestros pecados; los ángeles no pudieron ayudarlo; su Padre estaba lejos de él; no había nadie para ayudar; su propio brazo le trajo la salvación.

Él mismo, que no conoció pecado ni lo conoció, Él por sí mismo limpió nuestros pecados y los reconcilió, llevándolos; y lo cual hizo. en su propio cuerpo, y no en el de otro; en aquel cuerpo que su Padre le preparó, y que tomó de la virgen, y quedó libre de pecado; aunque no con exclusión de su alma, la cual también fue hecha ofrenda por el pecado, y en la cual soportó grandes dolores y dolores por el pecado: y todo esto en el árbol; el árbol maldito, la cruz; que expresa tanto la vergüenza como el dolor de sus sufrimientos y muerte.  

 El que rechaza a CRISTO ha de sufrir el castigo de sus pecados en su cuerpo, en el lago de fuego, para siempre. Mas cuando el que está salvado cae en falta, la cuestión del pecado, en su “aspecto criminal”, no puede ser suscitada de Nuevo, ya que el mismo JUEZ la resolvió de una vez para siempre sobre la cruz; pero la cuestión de comunión se levanta dentro del alma por EL ESPÍRITU SANTO cuantas veces el creyente entristece a ese ESPÍRITU.

Estimado lector de este blog, permíteme para concluir, que me valga de otro sencillo ejemplo que utilicé en una casa de las tierras de Lemos, donde estaba enseñando todo lo que has leído. Les decía: Me gustaría que me acompañarais al Puente De Hierro para ver desde allí las aguas del Rio Cabe. Salimos de la casa de los padres de Alejandra sobre las 23.30 horas. Era una hermosa noche de luna llena en su perigeo, y parecía brillar con mayor claridad argentina que de costumbre. Por el camino recogí un guijarro y lo metí en mi bolsillo. Al llegar a ese Puente, vimos reflejada la luna sobre las aguas del rio en calma. En esa zona se produce como un especie de laguna. La madre de Alejandra exclamó “¡Cuan brillante y redonda está la luna esta noche!”  Mari Paz dijo: “¡Cuan silenciosa y majestuosamente sigue su curso!” Apenas acabó de pronunciar estas palabras, cuando arrojé la piedra a las aguas. Su madre se quejó: ¿Qué ha pasado? ¿Qué es esto?

-Exclamé: ¡La luna se ha hecho pedazos, y sus fragmentos chocan unos contra otros en el mayor caos! ¡Qué absurdo! dijo Alejandra, ¡la luna está allá arriba!

-Contesté; ¡La luna no ha sufrido cambio alguno! Sólo son las circunstancias de las aguas que la reflejan las que han cambiado.

¿Entendéis el ejemplo que os he puesto al venir aquí y ver la luna en el agua?, continúe diciéndoles.

Escuchad: “Nuestro corazón es como esa laguna de agua en calma. Cuando en él no damos cabida al pecado, el ESPÍRITU SANTO brilla en nuestra vida, se hace evidente SU reflejo, toma las perfecciones y glorias de CRISTO y nos las revela para nuestro consuelo y gozo. Pero en el momento que acogemos un mal pensamiento, o bien sale de nuestra boca una palabra ociosa, el ESPÍRITU SANTO empieza “a turbar las aguas”; nuestros sentimientos de felicidad se hacen añicos, comenzamos a turbarnos, e intranquilizarnos interiormente, hasta que con ánimo quebrantado delante de Dios confesamos nuestros pecados, causantes de turbar las aguas de nuestra tranquilidad. Con la confesión se restaura de nuevo el GOZO de la COMUNIÓN.

Cuando nuestro corazón se halla intranquilo, pregunto yo: ¿Ha sufrido algún cambio la obra de CRISTO? En NINGUNA MANERA. Nuestra Salvación, por lo tanto, tampoco ha cambiado.

¿Ha cambiado la Palabra de Dios en la Biblia? En absoluto. Pues entonces la CERTEZA de nuestra Salvación tampoco ha sufrido lo más mínimo. ¿Qué es, pues, lo que ha cambiado? Es la acción del ESPÍRITU SANTO en nosotros lo que ha cambiado; el cual en vez de tomar de la glorias de CRISTO, y llenar nuestro corazón del sentimiento de SU dignidad, se entristece en tener que abandonar este oficio deleitoso para llenar nuestra conciencia del sentimiento de nuestro pecado y de nuestra indignidad.

El ESPÍRITU SANTO nos priva de nuestro Consuelo y gozo hasta que no condenemos y resistamos lo que Él condena y resiste. Cuando esto ha acontecido, la COMUNIÓN con Dios queda nuevamente restablecida.

¡Quiera el SEÑOR concedernos que seamos más y más celosos de nosotros mismos, a fin de que no demos ocasión de contristar “al ESPÍRITU SANTO de DIOS, “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.” (Efesios 4; 30)  El Espíritu Santo es el sello de Dios de que le pertenecemos y su depósito o arras nos garantiza de que El hará lo prometido. El Espíritu Santo es un anticipo, un depósito, una firma válida en un contrato. Su presencia en nuestras vidas ratifica que tenemos una fe genuina y prueba que somos hijos de Dios. Ahora su poder obra en nosotros la transformación de nuestras vidas y es un adelanto del cambio total que experimentaremos en la eternidad.

Mi querido lector y seguidor se este blog, por débil que sea tu fe, ten la seguridad de que el BENDITO SALVADOR en quien has depositado tu confianza, JAMÁS cambiará: Hebreos 13:8  Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.

 La OBRA que JESUCRISTO acabó no cambiará JAMÁS. He entendido que todo lo que Dios hace será perpetuo; sobre aquello no se añadirá, ni de ello se disminuirá; y lo hace Dios, para que delante de él teman los hombres. Eclesiastés 3;14

La PALABRA de DIOS JAMÁS cambiará: 1ª Pedro 1; 24-25 “Porque:

 Toda carne es como hierba,  Y toda la gloria del hombre como flor de la hierba.

 La hierba se seca, y la flor se cae; 25  Mas la palabra del Señor permanece para siempre.

Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada.”

Así pues, el objeto de tu fe, el fundamento de tu Salvación y la base de tu certeza, son por igual ETERNAMENTE INMUTABLES.

El amor que por Él siento es inestable

Y mi gozo mengua o crece sin cesar

Mas la paz que tengo en Dios es inmutable

La Palabra de mi Dios no ha de cambiar

Yo varío; pero Él nunca ha variado

Y jamás el SALVADOR podrá morir

En JESÚS, y no en mi mismo, estoy confiado

Su bondad es la que me ha de bendecir

 

Permíteme que te pregunte, quizás, por última vez: “ ¿En qué clase estás viajando?” Vuélvete a DIOS en tu corazón, te ruego y respóndele a ÉL mismo.

Romanos 3:4 De ninguna manera; antes bien sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso; como está escrito: Para que seas justificado en tus palabras, Y venzas cuando fueres juzgado.

Juan 3:33 El que recibe su testimonio, éste atestigua que Dios es veraz.

 

¡Ojalá que la gozosa certeza de poseer esta “Salvación tan grande” llene tu corazón, ahora y “hasta que Jesús venga por segunda vez

 

 

A TI QUE LEES ESTE BLOG, SI DESEAS ALGUNA ACLARACIÓN SOBRE ESTE ESTUDIO (¿En qué clase viaja usted?) ESTE HUMILDE SERVIDOR DE DIOS, ESTÁ A TU ENTERA DISPOSICIÓN

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