Mi estimado
lector de este blog, en el Evangelio Dios coloca sencillamente ante tí al Señor
Jesucristo, y te dice: Mateo 3:17 Y
hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.
¡¡Bendito, mil veces bendito Señor Jesús!! ¿Quién no
confiará en Tí, y ensalzará Tu Nombre?
Creo en Él, me decía hace tiempo una amiga de Paz, la
creyente fallecida, mencionada en estas publicaciones. Su amiga me comentaba,
con cierta tristeza: “no me atrevo a decir que soy salvada, por temor de mentir”.
No me pilló de sorpresa, pese a su interés, su comportamiento y actitud hacia
los estudios bíblicos. Podemos creer intelectualmente, y no tener convicción en
lo que creemos. Eso es ser religioso nada más.
Mi querido lector, ¿Te das cuenta, como las palabras
de esa amiga de Paz, hacía a Cristo mentiroso cuando me decía:” Yo creo en el
Hijo de Dios, y, sin embargo, no me atrevo a decir que estoy salvada, por si
acaso dijese una mentira”?
Recuerdo que también decía recientemente ¿Cómo puedo
estar segura de que creo de veras? “Me he esforzado muchas veces por estar
convencida, y me he sondeado en mi interior para ver si tengo fe; pero cuanto
más la busco menos la hallo en mi”. Una y otra vez le respondía: “que la manera
en que miras estas cosas no puede darte otro resultado, y el decir que te
esfuerzas en creer, demuestra claramente que estás equivocada.
Voy a ponerte un ejemplo, para explicarte mejor esta
cuestión vital.
Estando en casa de tus padres, llama a la puerta una
persona diciéndote que le han dicho que el tren ha atropellado a un compañero
del ayuntamiento donde trabajas. Pero esta persona tiene una mala reputación
entre el vecindario por ser la más embustera. ¿Darías crédito a las palabras de
esta persona?
-Claro que no, me contesta´
-Y ¿Por qué no?
-Porque conozco demasiado bien la reputación de esta
persona, como para creer sus palabras, me contesta.
-Pero, dime: ¿Cómo sabes que no le crees? ¿Miras acaso
a tu interior o a tus sentimientos de quien te trae la noticia?
-No, Alberto, solo tengo en cuenta el carácter de esa
persona para saberlo, contesta.
Prosigo y le digo: Te llama a la puerta el vecino de
la casa de enfrente a la vuestra, diciéndote que fulano, tu compañero de
trabajo, fue atropellado por el tren y ha fallecido.
Le contestaría: “sí, ya me lo dijo tal persona, pero
no la creí por la fama de mentirosa que tiene, no quise creerla; pero
diciéndomelo tú, si lo creo.
-Te pregunto de nuevo: ¿Cómo sabes que crees a tu
vecino? ¿Miras tu interior o tus sentimientos hacia él?
-Responde: “Es porque él nunca me ha mentido y no le
creo capaz de engañarme jamás”.
Pues bien, mi querida amiga Alejandra, de igual manera
debes creer el Evangelio, por ser el Autor quien nos da las noticias INMUTABLE en
dos cosas: Su Palabra y Sus promesas.
En 1ª de Juan capítulo 5 en los versos del 9 al 12
leemos:
9 Si recibimos el testimonio de los hombres,
mayor es el testimonio de Dios; porque este es el testimonio con que Dios ha
testificado acerca de su Hijo. 10 El que
cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a
Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha
dado acerca de su Hijo. 11 Y este es el
testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo.12 El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que
no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida
Creo que yo no puedo creer así,- me decía otra amiga
llamada Mari Paz, y respondiéndole le dije:” ¿De veras? ¿Y a quien es que no
puedes creer? Estas sencillas preguntas hicieron mella en ella, y durante un
buen rato se mantuvo pensativa. El padre de Alejandra, contestó: yo no creo de esa forma; pesa mucho más todo
lo inculcado por la tradición eclesiástica. Usted mismo lo ha leído en la Biblia,-
le dije, ¿Llama a Dios mentiroso? Esta pregunta hizo abrir sus ojos como
platos. Mirad,- les dije, habéis pensado que la fe salvífica es una cosa
misteriosa que debéis sentir dentro de vosotras, y que si no la notáis no
podéis tener la seguridad de la salvación. Pero nada más lejos de la realidad,
la fe salvífica del creyente pone su mirada, no en si misma, sino en JESUCRISTO
y en su Obra acabada, aceptando confiadamente el testimonio que un Dios FIEL da
de Cristo y de su obra.
Es por mirar al Salvador que esta fuera de nosotros,
que tenemos la paz del alma; o sea, la paz dentro de nosotros. Cuando una
persona vuelve su rostro hacia el sol no puede ver la sombra de su propio
cuerpo. De igual modo puede tampoco el hombre mirarse a si mismo y mirar a la
vez a Cristo en su Gloria.
Se hizo el silencio. Habían dirigido su mirada hacia
la alfombra del salón. Vi la hora en el reloj de pared, y les dije que se había
echo tarde, y debía emprender mi viaje de regreso por la carretera sinuosa de
la montaña. Un trayecto de dos horas, durante la noche. Corzos, jabalíes y
mucha fauna silvestre que provocan muchos percances.
Al abandonar la silla les recordé: “ Hemos visto cómo
el Bendito Hijo de Dios gana nuestra confianza. Su Obra ACABADA nos asegura la
salvación por toda la eternidad. Y la PALABRA que DIOS EN LA BIBLIA nos ha dado
tocante a los que creen en ÉL, nos da la certeza inalterable de tal seguridad. Encontramos
en Cristo y Su Obra el Camino de la Salvación; y en la Palabra de Dios el
conocimiento de esa Salvación.
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