Salmo 5; 3
«¡Oh, Jehová, de mañana oirás mi voz; de
mañana me presentaré delante de ti, y esperaré!»
Antiguamente era costumbre en algunas iglesias que
el ministro estimulara al pueblo a la oración por medio de las palabras (arriba
los corazones); «a Ti, ¡oh, Señor!, elevamos nuestras almas». Hemos de mirar
hacia arriba después de nuestras oraciones: Con ojo de satisfacción y de
complacencia. El mirar hacia arriba es una señal de contento, como el mirar
hacia abajo es una señal de melancolía. Hemos de mirar hacia arriba, ya que
habiéndonos encomendado en oración a Dios estamos tranquilos y hemos puesto nuestra
confianza entera en su sabiduría y bondad, y esperamos pacientemente el
resultado. Y Ana dijo: Halle tu sierva gracia delante
de tus ojos. Y se fue la mujer por su camino, y comió, y no estuvo más triste.
(1ª Samuel 1:18).
La oración da tranquilidad al corazón del buen
cristiano y cuando hemos orado deberíamos mostrar que la tenemos. Con un ojo
observador, por ver lo que Dios nos da como resultado de ellas. Hemos de mirar
arriba como el que ha disparado una flecha y trata de ver cuan cerca del blanco
ha dado; hemos de mirar dentro de nosotros y observar el estado de nuestro
espíritu después de haber estado en oración, para ver lo satisfechos que
estamos en la voluntad de Dios, y lo dispuestos que nos hallamos a acomodarnos
a ella; hemos de mirar alrededor y observar cómo obra la providencia en
nuestras cosas para que, si nuestras oraciones son contestadas, podamos
regresar para dar gracias; si no es así podemos eliminar aquello que impide la
respuesta y seguir esperando. Así que hemos de subir a nuestra atalaya para
observar lo que Dios nos dice (Hebreos 2:1 Por tanto,
es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no
sea que nos deslicemos.), y estar dispuestos a escucharle (Salmo 85:8 Escucharé lo que hablará Jehová Dios; Porque hablará paz a su
pueblo y a sus santos, Para que no se vuelvan a la locura ), esperando
que Dios nos dará una respuesta de paz, y hacer la resolución de no volver más
a aquel error. Por ello tenemos que mantenernos en comunión con Dios, esperando
que siempre que elevemos nuestro corazón a Él, Él reflejará la luz de su rostro
sobre nosotros.
Algunas veces la respuesta viene rápidamente:
mientras estamos aun hablando ya se oye la voz; mucho más rápido que nuestros
mensajeros o correos, pero si no es así, cuando hemos orado tenemos que
esperar. Aprendamos, pues, a dirigir propiamente nuestras oraciones, y miremos
hacia arriba para saber bien lo que quiere Dios en todo deber, para hacerlo con
celo, pues si no tiene muy poco valor lo que hacemos. No adoremos en el patio
exterior cuando se nos manda y estimula a que entremos dentro del velo.
Veamos ahora
lo segundo, o sea el tiempo. El tiempo particular establecido en el texto para
esta buena obra, es la mañana, y el salmista parece hacer énfasis sobre esto:
por la mañana, y aún lo repite, por la mañana; no sólo esto, sino que insiste:
De mañana me presentaré delante de Ti y esperaré. Cuando Israel estaba bajo la
ley, sabemos que cada mañana se ofrecía un cordero en sacrificio (Éxodo 29:39 Ofrecerás uno de los corderos por la mañana, y el otro
cordero ofrecerás a la caída de la tarde.), y cada mañana el sacerdote
quemaba incienso (Éxodo 30:7 Y Aarón quemará incienso
aromático sobre él; cada mañana cuando aliste las lámparas lo quemará),
y los cantores estaban allí cada mañana para dar gracias al Señor (1ª Crónicas
23:10 Y los hijos de Simei: Jahat, Zina, Jeús y Bería.
Estos cuatro fueron los hijos de Simei.). Y también fue establecido éste
en el templo, en días de Ezequiel (Ezequiel 46:13, 14, 15 Y ofrecerás en sacrificio a Jehová cada día en holocausto un
cordero de un año sin defecto; cada mañana lo sacrificarás. 14 Y con él harás todas las mañanas ofrenda de
la sexta parte de un efa, y la tercera parte de un hin de aceite para mezclar
con la flor de harina; ofrenda para Jehová continuamente, por estatuto
perpetuo. 15 Ofrecerán, pues, el cordero
y la ofrenda y el aceite, todas las mañanas en holocausto continuo.), por
medio de lo cual se dejaba ver bien claro que los sacrificios espirituales
tenían que ser ofrecidos por sacerdotes espirituales, cada mañana, tan seguro
como la llegada de esta misma mañana.
Cada cristiano debería orar en secreto y cada padre
de familia con los suyos, mañana tras mañana, y hay buenas razones para ello.
La mañana es la primera parte del día, y es apropiado que Él, que es el
primero, tenga lo primero y sea servido antes. Los paganos decían: «todo lo que
hagas empiézalo con Dios». El mundo tuvo su comienzo de Él, nosotros tuvimos el
nuestro también, y todo lo que empecemos tenemos que hacerlo contando con Él.
Los días de nuestra vida, tan pronto como se levanta el sol de la razón en
nuestra alma, deben ser dedicados a Dios, y empleados en su servicio. Desde el amanecer
deja a Cristo que tenga el rocío de la juventud (Salmo 110:3 Tu pueblo se te ofrecerá voluntariamente en el día de tu
poder, En la hermosura de la santidad. Desde el seno de la aurora. Tienes tú el rocío
de tu juventud).
Las primicias siempre fueron para el Señor, y
también los primogénitos del rebaño. En la oración de la mañana y de la tarde
damos gloria a Aquel que es el Alfa y la Omega, el primero y el último; con Él
hemos de empezar y terminar el día, empezar y terminar la noche; Él es el
principio y el fin, la primera causa y la última. La sabiduría dijo: Los que me
buscan me hallarán pronto en sus vidas, temprano en el día, porque así damos a
Dios lo que debe tener, la preferencia sobre todas las cosas. Por ello
mostramos que nos preocupamos de agradarle y de merecer su aprobación y que le
buscamos con diligencia. Lo que hacemos con diligencia nos dice la Escritura
que lo hacemos temprano (Salmo 101:8 De mañana
destruiré a todos los impíos de la tierra, Para exterminar de la ciudad de
Jehová a todos los que hagan iniquidad). Los hombres activos se levantan
temprano. David expresó la fuerza y el calor de su devoción cuando dijo: ¡Oh,
Dios! Tú eres mi Dios; de madrugada te buscaré. (Salmo 63:1 Dios, Dios mío eres tú; De madrugada te buscaré; Mi alma
tiene sed de ti, mi carne te anhela, En
tierra seca y árida donde no hay aguas,)
Por la mañana nos sentimos renovados y en el mejor
estado de ánimo. Nuestros espíritus han sido avivados por el descanso y sueño
de la noche, y vivimos una especie de vida nueva, y las fatigas del día
anterior han sido olvidadas. El Dios de Israel no duerme ni dormita; con todo,
cuando se esfuerza en favor de su pueblo se nos dice: «Despertó el Señor como
si se hubiese dormido.» (Salmo 78:65 Entonces despertó
el Señor como quien duerme, Como un valiente que grita excitado del vino,)
Si en algún momento somos buenos para algo, es por la mañana, y por ello se
hizo el proverbio: «Aurora Musís Árnica»; y si la mañana es amiga de las musas,
estoy seguro de que no lo es menos de las gracias. Del mismo modo que el que es
primero debe tener lo primero, así el que es mejor debe tener lo mejor; y por
ello, cuando somos más aptos para las actividades, debemos dedicarnos a lo que
es más importante.
El adorar a Dios es obra que requiere las mejores
potencias del alma, cuando están en mejores condiciones; ¿y en qué pueden estar
mejor ocupadas o dar de sí más buena cuenta? «Que todo lo que hay en mí bendiga
su santo nombre», dijo David, y todo aún no es bastante. Si tenemos algún don
por el cual podemos honrar a Dios, la hora de la mañana es la más apropiada
para usarlo (2ª Timoteo 1:6 Por lo cual te aconsejo que
avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos),
cuando nuestros espíritus están frescos, y hemos ganado nuevo vigor. «Despierta, alma mía; despierta, salterio y arpa; Me levantaré
de mañana. » (Salmo 57:8.) Así que avivémonos para echar mano de Dios.
Por la mañana estamos más libres de compañía y de negocios, y, generalmente,
tenemos la mejor oportunidad para la soledad y el retiro, a menos que seamos de
aquellos perezosos que se quedan en la cama aunque tengan poco sueño: ¿hasta
cuándo vas a dormir, oh, perezoso? Aquellos que tienen mucho que hacer en el
mundo, que apenas tienen un minuto para ellos mismos durante el día, obran
sabiamente al tomar por la mañana un rato, antes de que los absorba la multitud
de negocios, para los asuntos de su fe, para poder dedicarse totalmente a ella,
pues es cuando están más alertas y dispuestos. Cuando nos disponemos a adorar a
Dios, hemos de estar lo menos posible inertes por dentro y expuestos a distracciones
por fuera. El apóstol insiste en que hemos de vernos libres de distracciones y
que esto facilita nuestro trato asiduo con el Señor (1ª Corintios 7:35 Esto lo digo para vuestro provecho; no para tenderos lazo,
sino para lo honesto y decente, y para que sin impedimento os acerquéis al
Señor.). Y por tanto, un día de cada siete (y éste es el primer día
también, el día del Señor, la mañana de la semana) está designado para ser el
día de descanso de todo trabajo. Abraham lo dejó todo en la falda de la montaña
y subió a adorar a Dios. Por la mañana, por tanto, tengamos nuestros tratos con
Dios y dediquémonos a los asuntos de la otra vida, antes de que nos veamos
envueltos por los asuntos de ésta.
Nuestro Señor Jesús nos dio ejemplo de esto, ya que
como tenía el día lleno de actividades públicas para Dios y las almas de los
hombres, se levantaba muy de mañana, y antes de que llegara nadie, se iba a
orar a un lugar solitario. (Marcos 1:35 Levantándose
muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y
allí oraba) Por la mañana hemos recibido nuevas misericordias de Dios
que deseamos reconocer con agradecimiento y alabanza. Él está haciéndonos bien
y enviándonos sus beneficios continuamente.
Cada día tenemos razones para bendecirle, porque Él
nos bendice cada día; por la mañana de un modo particular, pues es cuando nos
envía los frutos de su favor, que se nos dice que son nuevos cada mañana
(Lamentaciones 3:23 Nuevas son cada mañana; grande es
tu fidelidad.). Son nuevos porque aunque son los mismos que recibimos la
mañana anterior, todavía son necesarios, y por ello podemos decir que son
nuevos; por ello debemos repetir las expresiones de nuestra gratitud a Él y el
afecto de devoción que, como el fuego del altar, debe ser renovado cada mañana.
(Levítico 6:12 Y el fuego encendido sobre el altar no
se apagará, sino que el sacerdote pondrá en él leña cada mañana, y acomodará el
holocausto sobre él, y quemará sobre él las grosuras de los sacrificios de paz.)
¿Hemos pasado una buena noche, y no tenemos un
mensaje para enviar al trono de la gracia en agradecimiento? ¿Cuántas mercedes
son necesarias para hacer una noche buena? Éstas son mercedes dignas de nota
que nos han sido concedidas a nosotros, pero negadas a otros; muchos no han
tenido un lugar donde reclinar su cabeza; nuestro Maestro no lo tenía; las
zorras tienen sus madrigueras y los pájaros sus nidos, pero el Hijo del Hombre
no tenía donde reclinar su cabeza; pero nosotros tenemos casas en donde
resguardarnos, habitaciones tranquilas y apacibles, quizás, incluso,
señoriales; tenemos camas en que echarnos, calientes y cómodas, y nos vemos
obligados a vagar por desiertos y montañas, cavernas y escondrijos de la
tierra, como se han visto obligados a hacer muchos de los mejores santos de
Dios, de los cuales el mundo no era digno. Muchos tienen camas en que yacer,
pero no se atreven a hacerlo, o no pueden hacerlo, pues les priva de ello la
enfermedad de algún amigo o el temor que les inspiran sus enemigos. Pero nosotros
hemos dormido y nadie nos ha aterrorizado, no ha habido alarma a causa de la
espada, ni guerra ni persecución. Muchos se echan, pero no pueden dormir, sino
que pasan la noche inquietos, revolviéndose de un sitio a otro hasta la
madrugada, sea por dolor del cuerpo o ansiedad de la mente. Pasan noches de
angustias en que no pueden pegar ojo; pero nosotros nos acostamos y hemos
dormido sin ser perturbados, y nuestro sueño ha sido tranquilo y renovador, un
paréntesis agradable entre nuestras ocupaciones y cuidados; es Dios el que nos
ha dado el sueño, nos lo ha dado como lo da a aquellos a quienes ama. Muchos se
echan para descansar y duermen, pero ya no se despiertan; duermen el sueño de
la muerte, y sus camas son sus tumbas; pero nosotros hemos dormido y nos hemos
despertado otra vez, descansados y refrescados; abrimos los ojos y vimos que
todo era igual que antes, porque el Señor nos ha sostenido, y si Él no lo
hubiera hecho nos habríamos hundido con nuestro propio peso cuando nos dormimos
(Salmo 3:5 Yo me acosté y dormí, Y desperté, porque
Jehová me sustentaba.). ¿Tenemos una mañana agradable? ¿Es la luz dulce
para nosotros; la luz del sol, la luz de los ojos, nos regocija esto el
corazón? ¿Y no deberíamos confesar nuestras obligaciones a Aquel que nos abre
los ojos, y abre nuestros párpados por la mañana? ¿Tenemos vestidos para
ponernos por la mañana, vestidos que nos calientan? (Job 37:17 ¿Por qué están calientes tus vestidos Cuando él sosiega la
tierra con el viento del sur?) ¿Cambias tu vestido no por necesidad
solamente, sino como adorno? Estos vestidos los tenemos de Dios; es su lana, su
lino, que Él nos da para cubrir nuestra desnudez, y por la mañana, cuando nos
vestimos, es el tiempo apropiado para darle las gracias por ellos; con todo,
dudo de que lo hagamos con tanta regularidad como cuando nos sentamos a la mesa
y damos las gracias por la comida, por más que tengamos las mismas razones para
hacerlo. ¿Nos hallamos en salud y ágiles? ¿Hace tiempo que nos sentimos así?
¿No deberíamos estar agradecidos por esta constante serie de misericordias,
como por los casos especiales de ellas, especialmente cuando consideramos
cuántos hay enfermos y en dolor, y que nosotros podríamos hallarnos también
así?
Quizás hemos experimentado alguna misericordia
especial para nosotros mismos o nuestras familias, al ser preservados de un
incendio o de ladrones, de peligros que ni aun conocíamos, algunos invisibles;
quizás «el lloro duró una noche, pero con la mañana vino el gozo», y esto nos
invita a reconocer la bondad de Dios. El ángel destructor se ha mostrado
activo, y como saeta que vuela a medianoche ha tocado otras ventanas, pero por
nuestras casas ha pasado de largo, gracias a Dios, porque la sangre del pacto
había rociado nuestros postes, y por la ministración de los buenos ángeles
hemos sido preservados de la malicia de los ángeles malos, los príncipes de las
tinieblas de este mundo que se arrastran como animales de presa al amparo de la
oscuridad. ¡Toda la gloria sea a Dios! Por la mañana tenemos nuevo material que
nos es suministrado para adorar la grandeza y la gloria de Dios. Es verdad que
debemos tomar buena nota de los abundantes dones recibidos de Dios de que
disfrutamos, pero las almas que limitan su reconocimiento a los bienes
recibidos son muy estrechas y encogidas; nosotros hemos de observar los
ejemplos que despliegan de modo inefable su poder en el reino de la
providencia, que redundan en su honor y en el bien común del universo.
El salmo 19 parece haber sido una meditación matutina
en la cual se nos dirige a observar cómo los cielos declaran la gloria de Dios,
y la expansión denuncia la obra de sus manos; se nos hace notar en él no sólo
las ventajas que recibimos de su luz e influencia, sino el honor que hacen a
Aquel que extendió los cielos como una cortina, estableció sus pilastras, y
determinó sus ordenanzas, que aún siguen, pues todas las criaturas son sus
siervos. Un día comunica el mensaje a otro día, y una noche a la otra noche
declara la noticia, a saber, el conocimiento del poder eterno de la Divinidad
del Gran Creador del mundo, el que lo rige. La sucesión invariable de tinieblas
y luz en sus revoluciones, según las órdenes recibidas para que se alternaran
regularmente, tiene que servir para confirmar nuestra fe en esta parte de la
revelación divina que es la historia de la creación, y es la promesa de Dios a
Noé y a sus hijos (Génesis 8:22 Mientras la tierra
permanezca, no cesarán la sementera y la siega, el frío y el calor, el verano y
el invierno, y el día y la noche.), su pacto con el día y con la noche
(Jeremías 33:20 Así ha dicho Jehová: Si pudiereis
invalidar mi pacto con el día y mi pacto con la noche, de tal manera que no
haya día ni noche a su tiempo,). Mira por la mañana y ve con qué
exactitud la aurora conoce su lugar y su tiempo, y cómo los observa fiel, y
cómo la luz de la mañana alcanza los cabos de la tierra. Oí decir a un anciano
ministro recientemente: «¡Cuántos miles de kilómetros ha viajado el sol durante
la noche para traernos la luz de la mañana a nosotros, miserables desgraciados,
para que no nos quedáramos enterrados por la oscuridad de la noche!»
No hay comentarios:
Publicar un comentario