} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: CÓMO EMPEZAR CADA DÍA CON DIOS (final)

sábado, 17 de febrero de 2024

CÓMO EMPEZAR CADA DÍA CON DIOS (final)

 

Salmo 5; 3

«¡Oh, Jehová, de mañana oirás mi voz; de mañana me presentaré delante de ti, y esperaré!»  

 

      Estimado lector mira, ve el sol, como un esposo que sale de su tálamo, que se alegra cual atleta corriendo su carrera, observa lo brillantes que son sus rayos, cuan dulces sus sonrisas, cuan fuerte su influencia. Y si no hay lenguaje o tribu que no pueda captar la voz de estos predicadores naturales que proclaman la gloria a Dios, es lástima que haya algunas lenguas en que no se oiga la voz de los adoradores de Dios haciéndose eco al canto de estos predicadores naturales, y adscribiendo gloria a Aquel que hace que la mañana y la noche se regocijen. Pero hagan lo que quieran los demás, y que Dios oiga nuestra voz por la mañana, y por la mañana dirijámosle nuestras alabanzas. Por la mañana tenemos o deberíamos tener nuevos pensamientos sobre Dios y meditación dulce en su nombre, y tendríamos que ofrecérselos en oración. Conforme al ejemplo de David, ¿hemos venido recordando a Dios en nuestra cama, y meditando durante las noches de vela? ¿Podemos decir, cuando nos levantamos, todavía estoy con Dios? Si es así, tenemos algo que llevar al trono de la gracia con las palabras de nuestra boca para ofrecer a Dios las meditaciones de nuestro corazón, y esto será para Él un sacrificio de olor suave. Si el corazón ha estado puliendo un bello canto, que nuestra lengua lo recite al Rey, nuestro Dios. (Salmo 45:1  Rebosa mi corazón palabra buena; Dirijo al rey mi canto; Mi lengua es pluma de escribiente muy ligero.) Tenemos la Palabra de Dios con la cual conversar, y tendríamos que leer de ella una porción cada mañana: por medio de ella Dios nos habla, y en ella tendríamos que meditar de día y de noche; si lo hacemos, nos enviará al trono de la gracia, y nos proveerá buenos mensajes para entregar allí. Si Dios, por la mañana, con su gracia, nos dirige su palabra, de modo que nos llegue al corazón, esto dará por resultado que dirijamos nuestra oración a Él. Por la mañana es más que probable que tengamos causa para reflexionar sobre los muchos pensamientos vanos y pecaminosos en que nuestra mente se ha ocupado durante la noche, y a causa de esto es necesario que nos dirijamos a Dios en oración por la mañana, pidiendo perdón por ellos. Las palabras de la oración dominical parecen apropiadas de modo especial para la mañana, porque nos enseñan a pedir nuestro pan cotidiano, y también hemos de pedir: Padre, perdónanos nuestras deudas, porque como en el apresuramiento del día incurrimos en culpa por nuestras palabras y acciones irregulares, lo mismo hacemos en la soledad de la noche, a causa de nuestra imaginación corrompida y nuestra fantasía sin gobierno y no santificada. Es cierto, el pensamiento del necio es pecado. (Proverbios 24:9 El pensamiento del necio es pecado, Y abominación a los hombres el escarnecedor.) Los pensamientos necios son pecaminosos, y ¡cuántos de estos vanos pensamientos se alojan dentro de nosotros!; su nombre es legión, pues son muchos. ¿Quién puede entender estos errores? Son más numerosos que los cabellos de nuestra cabeza. Leemos de algunos que imaginan el mal en sus camas y cuando llega la mañana lo practican. (Miqueas 2:1 ¡Ay de los que en sus camas piensan iniquidad y maquinan el mal, y cuando llega la mañana lo ejecutan, porque tienen en su mano el poder!) ¡Con qué frecuencia, por la noche, la mente se inquieta y desconfía con dudas y preocupaciones, pensamientos ambiciosos, contaminados, livianos, impertinentes, instigados y fermentados por la malicia y la venganza, y, en todo caso, muy lejos de la piedad debida. Del corazón proceden los malos pensamientos que hay en nosotros, y por todas partes los llevamos, porque su fuente está en nosotros y fluye de modo natural. Sí, en la multitud de sueños y desvaríos, como en las muchas palabras, hay mucha vanidad. (Eclesiastés 5:2 No te des prisa con tu boca, ni tu corazón se apresure a proferir palabra delante de Dios; porque Dios está en el cielo, y tú sobre la tierra; por tanto, sean pocas tus palabras.) ¿Y nos atrevemos a salir sin haber renovado nuestro arrepentimiento, para el que hemos acumulado material todo el día y toda la noche? ¿No queremos confesarlo a Aquel que conoce nuestros corazones, nuestros descarríos, nuestras rebeliones, nuestras retractaciones, para hacer las paces en la sangre de Cristo y orar, para que perdone los pensamientos de nuestro corazón? No podemos ir con tranquilidad a hacernos cargo de las tareas del día con una carga de pecado del que no nos hemos arrepentido y que no ha sido perdonado. Por la mañana nos preparamos para la obra del día, y por tanto, procuramos por medio de la oración buscar la presencia y la bendición de Dios; se nos dice que podemos ir con confianza al trono de la gracia, no sólo para pedir que se nos perdone aquello en que hemos faltado, sino para pedir gracia, que nos ayude en todo tiempo de necesidad. Y ¿qué momento hay que no sea un momento de necesidad para nosotros? Y por tanto, ¿qué mañana debería pasar sin oración? Leemos de «las cosas que han sido ordenadas conforme al rito para cada día» (Esdras 3:4 Celebraron asimismo la fiesta solemne de los tabernáculos, como está escrito, y holocaustos cada día por orden conforme al rito, cada cosa en su día;), y es por esto que vamos a Dios cada mañana para orar, para la graciosa concesión de su providencia respecto a nosotros y las operaciones de gracia del Espíritu.

Tenemos familias a las que debemos cuidar, quizás, y hemos de proveer para ellas. Presentémoslas, pues, cada mañana en oración ante Dios, encomendándolas al cuidado y gobierno de su gracia, y así las ponemos de modo efectivo bajo la protección y cuidado de su providencia. El santo Job se levantaba temprano por la mañana y ofrecía holocaustos conforme al número de sus hijos. (Job 1:5 Y acontecía que habiendo pasado en turno los días del convite, Job enviaba y los santificaba, y se levantaba de mañana y ofrecía holocaustos conforme al número de todos ellos. Porque decía Job: Quizá habrán pecado mis hijos, y habrán blasfemado contra Dios en sus corazones. De esta manera hacía todos los días.) Así conseguimos que la bendición descanse sobre nuestros hogares. Cuando nos dedicamos a nuestras actividades: miremos a Dios, en primer lugar, esperando que nos dé sabiduría y gracia para ejecutarlas bien, en el temor de Dios y que permanezcamos con Él; y entonces podemos pedirle con fe que nos prospere y nos acreciente, nos fortalezca, que nos sostenga en las fatigas y nos dirija y nos dé consuelo en estas tareas. Tenemos jornadas que hacer, quizás así pidamos a Dios que su presencia nos acompañe, y no vayamos donde no podamos esperar que nos acompañe. Quizá tengamos oportunidades de hacer o conseguir algo bueno: pidamos a Dios que nos dé un corazón a la altura de lo que hay en nuestras manos, que nos dé habilidad, voluntad y valor para mejorarlo. Cada día tiene sus tentaciones, algunas, quizá, las podemos prever, pero muchas no nos las imaginamos y en ellas se pone a prueba nuestra sinceridad a Dios; que no seamos llevados a la tentación, sino guardados de todas ellas; que cualquier relación o compañía en que entremos sea una oportunidad para que hagamos bien y no perjudiquemos, para conseguir bien y no ser dañado por los otros. No sabemos lo que nos traerá el día; no sabemos las noticias que nos traerá la mañana, o lo que puede sucedemos antes de la noche, y por tanto, tenemos que pedir a Dios que nos dé gracia para llevar a cabo los deberes y dificultades que no podemos prever, así como las que vemos; que nuestra fuerza sea suficiente para mantenernos en conformidad con toda la voluntad de Dios, según sea cada día. Hallaremos que basta para cada día su propio afán, y por tanto, así como es locura el pensar y apenarnos por los sucesos de mañana, es de sabios pensar en los de hoy, para que sea suficiente para aquel día y para sus deberes la provisión de la divina gracia que necesitemos; para toda obra o palabra buena y para fortificarnos contra toda obra o palabra mala; para no decir, pensar o hacer nada durante el día que pueda ser causa de que deseemos no haberlo pensado, dicho o hecho.

Aplicación práctica de todo lo expuesto:

 Primero: Que estas palabras nos recuerden nuestras omisiones, porque éstas son pecado y han de venir a juicio. ¡Cuántas veces nuestro culto matutino ha sido olvidado o ha sido rendido con descuido! La obra, o bien no ha sido hecha, o ha sido hecha con doblez; o bien no se presentó sacrificio, y si se hizo, ha sido el perniquebrado, el cojo, el enfermo, o bien no ha habido oración o no ha sido dirigida propiamente, y por tanto, no se ha elevado. Hemos tenido las misericordias de la mañana, Dios no ha fallado en su compasión y nos ha cuidado como Padre, no obstante, no hemos hecho el servicio matutino, sino que hemos faltado de modo vergonzoso al deber de hijos suyos. Humillémonos verdaderamente delante de Dios esta mañana por nuestros pecados y locura de haberle privado, con frecuencia, del honor del culto matutino, y a nosotros mismos de sus beneficios. Dios se había llegado a nuestra despensa pensando hallar fruto, pero no lo halló, o no halló casi nada, estuvo escuchando, pero no le hablábamos a Él o no le hablábamos bien. Con alguna excusa minúscula lo hemos dejado y cuando se ha interrumpido la costumbre, la conciencia se ha entumecido, nos hemos ido enfriando y probablemente la hemos abandonado del todo.

Segundo: Os ruego que escuchéis una palabra de exhortación respecto a esto. Sé bien cuál será la influencia que tendrá sobre la prosperidad de vuestras almas el ser constantes y sinceros en el culto del privado, y por tanto, permitidme que haga énfasis en él con toda premura; que Dios tenga oportunidad de oír de vosotros cada mañana; que cada mañana dirijáis a Él vuestra oración, y que miréis hacia Él. Tomad a conciencia vuestro culto privado y mantenedlo, no ya porque ha pasado a ser una costumbre que habéis recibido de vuestros padres o porque es un deber que habéis recibido orden de guardar del Señor. Dedicadle el rato estipulado y sed fieles al mismo. Que los que han vivido hasta ahora en descuido total, se persuadan, a partir de ahora, a considerarlo como la parte más deleitosa de su consuelo diario, como el deber más necesario en sus negocios cotidianos, y que sea su placer constante y su cuidado permanente. No hay persona que tenga uso de razón que pueda pretender ser una excepción de este deber; lo que se dice de algunos se dice de todos: Orad, orad; continuad en oración y velad en ella. Los ricos no están tan obligados a trabajar con sus manos como los pobres; los pobres no tienen tanta obligación a dar limosna como los ricos, pero ambos están obligados igualmente a la oración. Los ricos no están por encima de la necesidad de hacerlo, ni los pobres por debajo de ser aceptados por Dios en ella. Nunca es demasiado pronto para que los jóvenes aprendan a orar, y aquellos a quienes los muchos años han enseñado sabiduría, al final de sus días, obrarán como necios si creen que ya no tienen necesidad de orar. Que ninguno diga que no puede orar. Si estuvieras a punto de perecer de hambre mendigarías la comida, si no hubiera otro remedio, y si ves que eres vencido por razón del pecado, ¿no puedes pedir gracia y misericordia? ¿No eres cristiano? No digas que no puedes orar, porque esto es tan absurdo como que un soldado dijera que no puede manejar la espada o que un carpintero no puede manejar el hacha. ¿A qué has sido llamado en la comunión de Cristo sino a tener por medio de Él comunión con Dios? Si no puedes orar tan bien como otros, ora tan bien como puedas, y Dios te aceptará. Que ninguno diga que no tiene tiempo para la oración por la mañana, porque puedes hallarlo para otras cosas que no son tan necesarias; es mejor que le quites tiempo al sueño, que no que te falte tiempo para la oración. Y ¿en qué forma puedes emplear el tiempo mejor y con mayor satisfacción y provecho? Todos los negocios del día prosperarán mejor si los empiezas con Dios. Que nadie diga que no tiene un lugar conveniente para la oración a solas. Isaac se retiraba al campo para orar; y el salmista estaba sólo con Dios en un rincón de su terrado. Si no puedes conseguir toda la soledad que deseas, no por eso has de dejar de orar; sólo la ostentación es reprochable, no el que te vean orar si no puedes evitarlo.   Sé diligente en tu culto secreto, y no seas perezoso en él, sino ferviente en espíritu, sirviendo al Señor. Procura que no degenere en formalidad; que te acostumbres simplemente. Procura cumplir tu deber con solemnidad. Sé íntimo con Dios; no basta con que digas tus oraciones, es necesario que ores fervientemente, como hizo Elías (Santiago 5:17 Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses). Aprende a esforzarte en la oración, como Epafras (Colosenses 4:12 Os saluda Epafras, el cual es uno de vosotros, siervo de Cristo, siempre rogando encarecidamente por vosotros en sus oraciones, para que estéis firmes, perfectos y completos en todo lo que Dios quiere.), y verás que la diligencia en este deber es la que enriquece. Dios no considera la longitud de nuestras oraciones, sino que Dios requiere la verdad en lo íntimo, y la oración del justo es su deleite. Cuando has orado considera que ello te ocupa y te anima a servir a Dios y a confiar en Él; que el consuelo y el beneficio de tus devociones no sea como la nube mañanera que pasa y se va, sino como la luz de la aurora que va en aumento hasta que el día es perfecto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario