Salmo 4:8
«En paz me acostaré, y asimismo dormiré; Porque
solo Tú, Jehová, me haces vivir confiado.»
Este
Salmo 4 habla de paz y confianza cuando uno tiene cosas que le turban. ¡Dulce himno de la tarde! No me sentaré a velar por
temor, sino que me acostaré; y entonces no me quedaré despierto escuchando cada
crujido, sino que me acostaré en paz y dormiré, porque no tengo nada que temer.
Esto puede ser entendido, de modo figurado, del reposo del alma en la seguridad
de la gracia de Dios, o literalmente, del reposo del cuerpo bajo la protección
de la providencia. Me gusta dar amplitud a la interpretación de la Escritura y,
por tanto, creo que las dos son válidas. El salmista, después de haber dado preferencia
al favor de Dios sobre todo otro bien, hecha su elección y tomada su porción,
expresa aquí su complacencia en lo que ha decidido, en tanto que ve a muchos
inquietos e inquiriendo constantemente: ¿Quién nos mostrará el bien? David
sigue diciéndose: «Estos se preocupan de cosas vanas. En tanto, Él se halla en
completa paz y seguridad; ha tomado su parte con la voluntad divina, y el Señor
mostrará la luz de su rostro a los suyos; ningún bien, aparte del favor de
Dios, puede servirnos de nada, pero basta con él, sin necesidad de las sonrisas
del mundo.
La luna y las estrellas, con todos los fuegos y
velas encendidos en el mundo, no hacen que sea de día si no da el sol, pero el
sol se basta, sin necesidad de los otros. Los santos en todas partes están de
acuerdo con los sentimientos que expresa David. No hallando descanso en parte
alguna, la paloma del arca regresó a la misma arca: éste es el tipo de Cristo,
volviendo a su descanso, porque éste es el significado del nombre Noé:
descanso. «Vuelve, oh alma mía, a tu reposo. Porque
Jehová te ha hecho bien..» (Salmo 116:7) Si Dios levanta la luz de su
rostro sobre nosotros, al llenarnos de su santo gozo, nos pone su contento en
el corazón, más que los que tienen abundancia de mosto y de grano (Salmo 4; 7 Tú diste alegría a mi corazón Mayor que la de ellos cuando
abundaba su grano y su mosto.)
Él nos lleva
a un santo descanso, y ahora me acostaré y dormiré. Dios es mi Dios y yo me
siento complacido, satisfecho, no busco más, no deseo más, estoy seguro, y
estoy confiado: cuando ando a la luz del Señor no necesito nada, no temo nada,
no me falta nada, no tengo aprensión de ningún peligro. El Señor es mi sol y mi
escudo; un sol que ilumina y conforta, un escudo que protege y defiende. Así
pues, sabe que los que cuentan con la seguridad del favor de Dios pueden gozar
y obtener una santa serenidad y la tranquilidad de la mente. Tenemos las dos en
esta preciosa promesa (Isaías 32:17): «Y el efecto de
la justicia será paz; y la labor de la justicia, reposo y seguridad para
siempre.» La obra de la justicia será la paz, y hay una satisfacción
presente en hacer el bien; el efecto de la justicia será la tranquilidad y la
seguridad para siempre; tranquilidad en el goce del bien, y seguridad al ser
librado del mal. El bendito fruto del favor de Dios es una santa serenidad; en
paz me acostaré y dormiré. Cuando estamos bajo el ceño de Dios o en duda
respecto a su favor, ¿cómo podemos tener goce alguno? Mientras este punto está
pendiente, el alma no puede estar satisfecha.
Amigo lector ¿Tienes alguna controversia con Dios?
No des sueño a tus ojos ni dejes caer los párpados sobre ellos hasta que hayas
puesto fin a la discrepancia; humíllate y vuelve a la amistad de tu mejor
amigo, y cuando hayas hecho las paces con Él y tengas la evidencia confortadora
de que eres aceptado, entonces di con prudencia y justicia lo que dijo el alma
carnal y necia: «y diré a mi alma: Alma, muchos bienes
tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate. »
(Lucas 12:19). ¿Han sido perdonados tus pecados? ¿Tienes ganada la mediación de
Cristo? ¿Acepta ahora Dios tus obras en Cristo? «Anda,
y come tu pan con gozo, y bebe tu vino con alegre corazón; porque tus obras ya
son agradables a Dios » (Eclesiastés 9:7.) Que esto calme toda tempestad
y dé la calma a tu alma. Teniendo a Dios como nuestro Dios del pacto, tenemos
bastante, pues lo tenemos todo, y aunque el alma en gracia todavía desea más de
Dios, nunca desea más que Dios; en Él reposa con perfecta complacencia; en Él
se halla en casa, descansando, si nosotros estamos satisfechos en su amante
bondad, abundantemente satisfechos. «Porque satisfaré
al alma cansada, y saciaré a toda alma entristecida.» (Jeremías 31:25.)
Hay bastante para llenar al hambriento, y una vez
satisfecho de buenas cosas, tiene que haber descanso, descanso para siempre, y
su sueño será dulce. Una santa seguridad es también el bendito fruto del favor
de Dios. «Porque Tú, ¡oh, Jehová!, bendecirás al justo.» Cuando la luz de tu
rostro brilla sobre mí estoy seguro y, además, sé que lo estoy. «Como un escudo
lo rodearás de tu favor.» Habiendo sido puesto bajo la protección del divino
favor, « Aunque un ejército acampe contra mí, No temerá
mi corazón; Aunque contra mí se levante
guerra, Yo estaré confiado ». (Salmo 27:3) Lo que Dios me ha prometido
puedo prometérmelo a mí mismo y esto basta para llevarme incólume a través de
todas las dificultades y peligros que pueda encontrar en el camino de mi deber.
«Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea
removida, Y se traspasen los montes al corazón del mar » (Salmo 46:2),
no temeremos ni en el valle de sombra de muerte, en el territorio del rey de
los terrores, porque Tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán
aliento. «Las riquezas del rico son su ciudad
fortificada, Y como un muro alto en su imaginación. Antes del quebrantamiento
se eleva el corazón del hombre, Y antes de la honra es el abatimiento.» (Proverbios
18:11-12.) Todo esto es Dios para el justo. “El
Poderoso será tu tesoro y tu defensa”. (Job 22:25.)
No hay nada más peligroso que la seguridad en un
camino pecaminoso, y que los hombres proclamen paz, paz entre sí, mientras
continúan bajo el poder de una mente vana y carnal: ¡Oh, si los pecadores que
se sienten tranquilos y seguros empezaran a temblar! No hay nada más insensato
que fundar uno su seguridad en el mundo, en sus promesas, porque todas ellas
son vanidad y mentira, pero nada más razonable en sí mismo, y tan ventajoso
para nosotros, como que las personas buenas edifiquen su seguridad en las
promesas de un buen Dios, a saber, los que se mantienen en el sendero del
deber, para estar tranquilos del temor del mal; así como a los que no hacen el
mal no les acontecerá nada realmente malo, sino que todas las cosas redundarán
en su bien, a los que siguen fieles a Dios como su rey, están bajo la
protección del Omnipotente, que les permite desafiar a los poderes del mal: Si
Dios es con nosotros, ¿quién será contra nosotros? Esta seguridad es la que los
paganos consideraban que las personas virtuosas merecían, esto es, y pensaban
que si el mundo tenía que saltar en pedazos, el justo no tenía por qué
participar en la ruina: con mucha más razón los cristianos que están firmes en
su integridad pueden reclamar esta garantía, porque, ¿quién es el que dañará a
los que siguen a Aquel que es bueno en su bondad?
Ahora bien, el privilegio de los buenos es que estén
tranquilos y satisfechos. Esta santa serenidad y seguridad de la mente la
poseen porque Dios les permite estar tranquilos y animosos; es más, se les ha
prometido que Dios hablará paz a su pueblo y a sus santos, El los llenará de
gozo y paz al creer; su paz guardará su corazón y su mente; los guardará
seguros y tranquilos. Hay un método designado para obtener esta serenidad y
seguridad prometidas. Las Escrituras han sido escritas para nosotros, para que nuestro
gozo sea pleno, y que por medio de la paciencia y el consuelo de ellas podamos
tener esperanza. Las ordenanzas o sacramentos han sido instituidos para ser
pozos de salvación de los cuales podamos sacar agua con gozo. Los ministros han
sido ordenados para ser consoladores y ayudar en el gozo. «Por lo cual, queriendo Dios mostrar más abundantemente a los
herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento;
para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta,
tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la
esperanza puesta delante de nosotros..» (Hebreos 6:17-18.)
El salmista, terminando el trabajo del día, y
probablemente cansado por el mismo, siendo ya la hora de acostarse y habiendo
dado buenos consejos a aquellos a quienes deseaba una buena noche para que
comunicaran con su propio corazón en la cama, y que ofrecieran sacrificios de
justicia (Salmo 4; 4-5), se retira ahora a su cámara con estas palabras: «En
paz me acostaré, y asimismo dormiré.»
El propósito por el que he escogido este texto me
conduce a entenderlo literalmente, como los discípulos entendieron al Maestro
cuando: “Dijeron entonces sus discípulos: Señor, si
duerme, sanará. Pero Jesús decía esto de la muerte de Lázaro; y ellos pensaron
que hablaba del reposar del sueño”. (Juan 11:12-13.) Y así tenemos aquí
el pensamiento piadoso de David, cuando se va a la cama: «Del mismo modo que
cuando me despierto todavía estás conmigo, también cuando me acuesto todavía
estás conmigo.» El día concluye tal como había empezado, con meditaciones sobre
Dios y en dulce comunión con Él. Parece que David escribió este salmo cuando
estaba afligido y era perseguido por sus enemigos; quizá fue escrito con
ocasión de su huida de Absalón, su hijo, como el salmo anterior; por fuera
había luchas, y no es de extrañar que por dentro hubiera temor; con todo, pone
su confianza en la protección de Dios de que se irá a la cama al tiempo
acostumbrado y con la quietud y ánimo usual, se comportará como otras veces;
sabe que sus enemigos no tienen poder contra él si no les es dado desde arriba,
y no les será dado poder, sino que se hallan bajo la restricción divina; ni se
les permitirá que ejerzan su poder hasta el punto de hacerle algún daño grave,
y por tanto, se retira al aposento secreto del Altísimo, y habita bajo la
sombra del Omnipotente, y su mente está en paz. Lo que puede partir el corazón
de un hombre del mundo no puede tocar el sueño de un hombre piadoso. «Que hagan
todo lo que quieran —dice David—, que yo me acostaré y dormiré; hágase la
voluntad de Dios.» Ahora bien, observemos aquí: La confianza en Dios: Tú,
Señor, me haces morar en seguridad, no sólo me tienes seguro, sino que me haces
saber que lo estoy; me das seguridad; El que camina en
integridad anda confiado; Mas el que pervierte sus caminos será quebrantado.
(Proverbios 10:9 ). Sigue adelante decidido; lo mismo que David aquí al
retirarse a la cama. Entonces aquellos cinco hombres
salieron, y vinieron a Lais; y vieron que el pueblo que habitaba en ella estaba
seguro, ocioso y confiado, conforme a la costumbre de los de Sidón, sin que
nadie en aquella región les perturbase en cosa alguna, ni había quien poseyese
el reino. Y estaban lejos de los sidonios, y no tenían negocios con nadie. (Jueces
18:7), sino descansando en Dios, como los hijos de Sión, en la ciudad de las
fiestas solemnes, «Mira a Sion, ciudad de nuestras
fiestas solemnes; tus ojos verán a Jerusalén, morada de quietud, tienda que no
será desarmada, ni serán arrancadas sus estacas, ni ninguna de sus cuerdas será
rota. » (Isaías 33:20).
Hay una palabra en esta parte del texto que hemos de
hacer notar: Es Dios el que nos da la seguridad. Aun cuando estoy solo,
ni tengo a ninguno de mis consejeros para aconsejarme, ni a mis guardias para
defenderme —dice David—, no tengo aprensión alguna, porque Dios está conmigo.
El Hijo de David se consoló también con esto, cuando todos sus discípulos le
abandonaron; le dejaron solo, pero no estaba solo, porque el Padre estaba con
Él.
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