Salmo 4:8
«En paz me acostaré, y asimismo dormiré; Porque
solo Tú, Jehová, me haces vivir confiado.»
Algunas
personas débiles tienen miedo de estar solas, especialmente en la oscuridad,
pero la creencia firme en que la presencia de Dios está con nosotros en todas
partes, y en la divina protección bajo la que están los suyos, haría
desaparecer estos temores y nos haría ruborizar. No, el que Dios nos haya
puesto aparte para Él, como el pueblo escogido (Salmo 4; 3 Sabed, pues, que Jehová ha escogido al piadoso para sí; Jehová oirá cuando yo a él clamare.)
nos basta para nuestra seguridad. El ser algo aparte es nuestra seguridad, como
lo era para Noé en el mundo antiguo; Israel es un pueblo que morará solo y no
será contado entre las naciones, las cuales le serán antagónicas, pero, con
todo, morará confiado (Números 23:9 Porque de la cumbre
de las peñas lo veré, Y desde los collados lo miraré; He aquí un pueblo que
habitará confiado, Y no será contado entre las naciones.). Israel
habitará confiado (Deuteronomio 33:28 E Israel habitará confiado, la fuente de Jacob habitará sola En
tierra de grano y de vino; También sus cielos destilarán rocío). Cuanto más solos estamos, más seguros. Pero
nuestra versión lo hace referir a Dios: Tú solo me haces vivir confiado. ¡Sólo
Tú eres el que lo hace! Dios no necesita ayuda alguna para proteger a su
pueblo, aunque a veces usa medios distintos. Y cuando todos los otros refugios
fallan, con sus propios brazos nos puede dar la salvación. « A Benjamín dijo: El amado de Jehová habitará confiado cerca
de él; Lo cubrirá siempre, Y entre sus
hombros morará..» (Deuteronomio 33:12.) Y esto no es todo, yo confío
sólo en que Tú lo harás, por tanto, estoy tranquilo y me considero seguro, no
porque hay ejércitos a mi lado, sino simplemente porque Tú eres el Señor de los
ejércitos que está a mi lado. Tú me haces morar en seguridad; esto puede
considerarse hacia atrás o hacia adelante, o los dos: Tú me has hecho morar en
seguridad todo el día, de modo que el sol no me ha herido de día, por lo que es
el lenguaje de agradecimiento por las mercedes recibidas; o Tú me harás
descansar en seguridad toda la noche, de modo que la luna no me hiera con su
rayo durante la noche; y éste es el lenguaje de la dependencia en Dios para
mercedes futuras, y ambos casos van juntos, y nuestros ojos deben seguir
puestos en Dios, como siempre, antes y después, el cual nos ha libertado en el
pasado y lo hará en el futuro. Observamos también que está tranquilo y podemos
inferirlo de esto: me acuesto y dormiré: Los que tienen abundancia de trigo y
de vino, y que aumenta con las nuevas cosechas, tienen abundancia de riqueza y
placer de este mundo, se acuestan y duermen tranquilos, como Booz, a un lado
del montón. (Rut 3:7 Y cuando Booz hubo comido y
bebido, y su corazón estuvo contento, se retiró a dormir a un lado del montón.
Entonces ella vino calladamente, y le descubrió los pies y se acostó.)
Pero, aunque yo no tengo lo que ellos tienen, puedo acostarme en paz y dormir
como ellos. Juntamos aquí los dos, el acostarse y el dormir; no sólo me
acostaré, sino que también dormiré. De la misma forma que hemos de empezar el
día con Dios y esperar en Él todo el día, también hemos de procurar terminarlo
con Él. Este deber de terminar el día con Dios y en buen espíritu, no creo que
pueda ser demostrado mejor que entrando en los detalles del texto, y
recomendando seguir el ejemplo de David.
Primero. Retirémonos para acostarnos;
la naturaleza nos llama para el descanso como para el alimento; el hombre va a
su trabajo y se desplaza activamente durante el mismo, pero sólo hasta la
noche, entonces llega el momento de acostarse. Leemos de Mefi-boset que estaba
durmiendo la siesta al mediodía (2ª. Samuel 4:5-6 Los
hijos, pues, de Rimón beerotita, Recab y Baana, fueron y entraron en el mayor
calor del día en casa de Is-boset, el cual estaba durmiendo la siesta en su
cámara. 6 Y he aquí la portera de la
casa había estado limpiando trigo, pero se durmió; y fue así como Recab y Baana
su hermano se introdujeron en la casa.), y la muerte le alcanzó mientras
dormía; y también de David, que al caer de la tarde, salió de su lecho y se
metió en un pecado peor que la muerte (2ª Samuel 11:2 Y sucedió un día, al
caer la tarde, que se levantó David de su lecho y se paseaba sobre el terrado
de la casa real; y vio desde el terrado a una mujer que se estaba bañando, la
cual era muy hermosa). Hemos de trabajar durante el día para hacer la
obra que nos ha sido mandada, porque viene la noche, en la cual el hombre no
trabaja, y éste es el momento apropiado para acostarse; esto nos ha sido
prometido (Sofonías 2:7 Será aquel lugar para el remanente
de la casa de Judá; allí apacentarán; en las casas de Ascalón dormirán de
noche; porque Jehová su Dios los visitará, y levantará su cautiverio.).
Se acostarán por la noche y con esta promesa hemos de considerar que la noche
es el momento apropiado para el descanso; y no hemos de hacer del día noche y
de la noche día, como algunos intentan hacer. Algunos se levantan para maquinar
contra sus vecinos: para matar, robar y destruir; en la oscuridad minan las
casas que de día para sí señalaron (Job 24:16 En las tinieblas minan las casas Que
de día para sí señalaron; No conocen la
luz.).
David se queja de sus enemigos de que por la noche
rondan por la ciudad (Salmo 59:6 Volverán a la tarde,
ladrarán como perros, Y rodearán la ciudad). Los que obran mal aborrecen
la luz. Judas, el traidor, fue a buscar a su Maestro, con su pandilla, cuando
tenía que haberse retirado a la cama. En Proverbios 4:16 se nos habla de los
que « Porque no
duermen ellos si no han hecho mal, Y pierden el sueño si no han hecho caer a
alguno.». Otros maquinan en
sus afanes de conquistar el mundo y sus riquezas. No sólo se levantan de
madrugada, sino que retrasan el descanso, para conseguir ejecutar sus planes
(Salmo 127:2 Por demás es que os levantéis de madrugada,
y vayáis tarde a reposar, Y que comáis pan de dolores; Pues que a su amado dará
Dios el sueño.), y no tienen inconveniente en negarse el sueño
necesario, y ésta es su locura, pues se privan de aquello de que pueden
disfrutar, con miras a obtener más.
Salomón habla de aquellos que ni de día ni de noche
ven sueño en sus ojos (Eclesiastés 8:16 Yo, pues,
dediqué mi corazón a conocer sabiduría, y a ver la faena que se hace sobre la
tierra (porque hay quien ni de noche ni de día ve sueño en sus ojos);), con
miras a adquirir sabiduría y ver todas las cosas que se hacen sobre la tierra.
Lo cual se nos dice no es más que vanidad y aflicción de espíritu.
Consideremos, pues, la locura de estas cosas, y no trabajemos por la carne que
perece, y la abundancia que impide el sueño, sino trabajemos para lo que
pertenece a la vida eterna, y la gracia que es la anticipación de la gloria,
cuya abundancia hará dulce nuestro sueño.
Otros se quedan en vela para dedicarse a los
placeres; no se acuestan a su debido tiempo, porque no pueden hallar en sus
corazones descanso a menos que prosigan en sus vanos pasatiempos y diversiones,
su música, su baile, sus juegos, naipes y dados, o lo que es peor, orgías y
excesos, porque los que se emborrachan, se emborrachan por la noche. Es malo
que estas satisfacciones de los bajos instintos, o por lo menos de la mente
vana, consigan devorar la velada y luego nos dejen en sopor el alma, como
acostumbran hacer de modo solapado; de modo que no hay tiempo en el corazón
para las devociones nocturnas, sea en el propio aposento o con la familia, pero
es peor aún, porque socavando las horas de sueño, lo más probable es que tampoco
haya oportunidad para ningún ejercicio religioso a la mañana siguiente. Los que
pueden permitirse pasar la noche en jolgorio, cosas necias o inmundas,
considerarían que se les somete a un trato duro si se les ocupara el tiempo con
un sermón más largo de la cuenta, cuando algún predicador hiciera lo que Pablo,
seguir hablando hasta la media noche. (Hechos 20:7 El primer día de la semana, reunidos los
discípulos para partir el pan, Pablo les enseñaba, habiendo de salir al día
siguiente; y alargó el discurso hasta la medianoche) ¡Y cuan poco dispuestos se sentirían a hacer como
David, levantarse a medianoche para dar gracias a Dios, o, como su Maestro,
continuar orando toda la noche! Hay que mortificar estos afectos pecaminosos,
no satisfacerlos. Los que se permiten estas irregularidades, si dedican unos
momentos a reflexión imparcial, no podrán por menos que ver los inconvenientes
de los mismos y que son un daño a la prosperidad de su alma, y que deberían
negarse a ellos para su propio bien. Una buena regla para el final del día es
no dilatar demasiado la hora del descanso: todo es bueno a su sazón. He oído
decir desde hace mucho, y voy a repetirlo: Hay que ir pronto a la cama y salir
de ella temprano. De este modo se está sano, riqueza y fama se gana. Vamos,
pues, a dar por sentado que a menos que interfiera algún asunto inesperado y
necesario, o alguna obra de misericordia, o algún acto especial de devoción,
seguirás en vela hasta el momento apropiado y entonces irás a acostarte. Y has
de hacerlo con agradecimiento a Dios, dedicando pensamientos a la muerte,
reflexiones penitentes por los pecados del día y humildes suplicaciones de
misericordia durante la noche. Acuéstate con agradecimiento a Dios.
Cuando te
retiras a tu aposento has de elevar tu corazón a Dios, el Dios de toda
misericordia, y hacerle objeto de tu alabanza cuando te vas a la cama. Estoy
seguro de que no nos faltan asuntos para darle alabanza, si no nos falta
corazón. Por tanto, dirijámonos a este agradable deber, este trabajo que es en
sí su propia remuneración. El sacrificio de la noche había de ser un sacrificio
de alabanza. Tenemos razones para estar
agradecidos por las muchas mercedes del día que ha pasado, que tendríamos que
revisar ahora, y decir: bendito sea el Señor que me ha colmado el día de
beneficios. Observa la serie ininterrumpida de misericordias durante todo el
día. Observa los ejemplos particulares de misericordias con que algunos días quedan
destacados. Es el que nos concede vida y favor, y su presencia que mantiene
nuestro espíritu. Piensa en las calamidades de que te guarda cada día; las
calamidades a que estás expuesto, y de cuyo peligro inminente te ha librado, y
aquellas, desconocidas, por las que no hemos sentido aprensión, de las cuales
sufren muchos que son mejores que nosotros. Todos nuestros huesos tienen
motivos de decir al Señor: ¿Quién como Tú? Porque Dios ha guardado nuestros
huesos y ninguno de ellos ha sido fracturado. Es por su misericordia que no
somos consumidos. Piensa también en los beneficios que te rodean y que debes a
su divina providencia, lo que comes y bebes, los pasos que das y el aire que
respiras, todas las satisfacciones que hacen tu vida placentera, la sociedad y
los amigos, los éxitos en la profesión y el placer que tienes en ellos. Todo el
gozo de que disfrutamos, como se dice de Zabulón en sus salidas, y de Isacar en
sus tiendas, es por lo que hemos de estar agradecidos y dar alabanza a Dios. Es
posible que el día haya pasado con algún accidente, algo que nos ha afligido y
decepcionado, pero esto no nos ha de indisponer para la alabanza; como sea,
Dios es bueno y es nuestro deber darle gracias y bendecir su nombre: el Señor
dio, el Señor quitó. Sea alabado el nombre del Señor. Nuestras aflicciones son
pocas y merecidas; nuestras mercedes muchas y ninguna merecida. Tenemos motivos
para agradecer las sombras del atardecer, que nos llaman a retirarnos, a
descansar. La misma sabiduría, poder y bondad que hace la mañana, hace la noche
también para gozarnos, y nos da motivo para agradecer el cerrar los ojos como
el abrirlos por la mañana. Dios dividió la luz de las tinieblas, e hizo que se
alternaran; esto era bueno. Agradezcamos, pues, a Dios las dos cosas, y así como
en las revoluciones del tiempo, en las de los sucesos en el tiempo, la
oscuridad de la aflicción es necesaria a su sazón, como la luz de la
prosperidad. Si el mercenario espera ansioso que las sombras se alarguen porque
con ellas viene el descanso, que lo agradezca, y sepamos que el calor y la
carga del día no son perpetuos. Tenemos razones por el aposento quieto en que
nos echamos. Nabucodonosor se echaba entre las bestias del campo. Y aunque
nacemos desnudos como los animales, no dormimos como ellos en cuevas o
desiertos o páramos o montañas. Muchos santos y siervos de Dios han tenido que
hacerlo, aunque el mundo no era digno de ellos. Pero el Buen Pastor nos hace
echar en verdes prados y nuestra almohada no es una dura piedra como la de
Jacob. Hemos de estar agradecidos de que no nos vemos forzados a permanecer en
vela; que se nos da permiso para descansar y aún se nos manda hacerlo. Muchos
van a la cama, pero no a descansar, debido a enfermedades penosas y de tal
naturaleza que no pueden echarse y respirar. Muchos tienen familiares enfermos,
muchas veces sus propios hijos, a los que tienen que cuidar. Muchos temen:
enemigos, ladrones, soldados. Nuestro sueño no es perturbado por alarmas de
guerra. Hemos de acostarnos pensando en la muerte y en el gran cambio que
tendrá lugar en nosotros al morir. El día tendría que concluir poniendo en
nuestra mente la conclusión de todos nuestros días. Es bueno pensar con
frecuencia en la muerte, especialmente al ir a la cama. Esto aligerará nuestras
fatigas y cruces, nos protegerá contra las tentaciones, nos familiarizará con
la muerte y nos hará perder el miedo a la misma. Al morir nos retiraremos, como
hacemos al acostarnos. «El hombre yace y no vuelve a
levantarse; hasta que pasen los cielos no despertará ni se levantará de su
sueño.» (Job 14:12.) Salimos para
ver y ser vistos, y algunos pasan su vida sin mayor interés hasta que viene la
muerte y pone fin a los dos. « Dije:
No veré a JAH, a JAH en la tierra de los vivientes; ya no veré más hombre con
los moradores del mundo..» (Isaías 38:11.)
«Los ojos de los que me ven no me verán más; fijarás en
mí tus ojos, y habré dejado de existir.» (Job 7:8.) Nos esconderán en la
tumba y seremos cortados de entre los vivos. Morir es decir adiós a los amigos,
poner un punto en nuestra conversación con ellos. Pero gracias sean dadas a
Dios, no es una despedida eterna. Esperamos verlos otra vez la mañana de la
resurrección para no despedirnos más de ellos. Al morir nos despertamos del
cuerpo, como ahora nos quitamos los vestidos cuando vamos a descansar. El alma
es el hombre, el cuerpo es su vestido; al morir seremos desnudados, la casa
terrenal de este tabernáculo será disuelta, y el vestido del cuerpo será puesto
de lado; la muerte nos desnuda y nos envía fuera del mundo tal como llegamos a
él; limpia el alma de todos los disfraces con que aparece ante los hombres, y
así nos envía a Dios. La carga de los vestidos en un día caluroso, el
tabernáculo bajo el cual gemimos y que estorba nuestras satisfacciones
espirituales, todo ello será puesto de lado. Quedaremos libres para ser
revestidos de la gracia de Cristo y de inmortalidad. Nuestro vestido será un
cuerpo glorioso como el de Cristo. Al morir descansaremos en la tumba, ya que
nuestro cuerpo descansará en el polvo (Job 20:11 Sus huesos están llenos de su juventud, Mas con él en el polvo
yacerán).
Para los que se mueren en pecado e incrédulos, la
tumba es un calabozo, sus iniquidades están sobre sus huesos y yacen con ellos,
pero para los que mueren en Cristo, en la fe, la tumba es un lugar de descanso
donde no hay inquietudes hasta la mañana del gran día; donde no hay pesadillas
y visiones nocturnas de terror; donde hay paz y descanso (Isaías 57:2 Entrará en la paz; descansarán en sus lechos todos los que
andan delante de Dios). El santo Job se consuela con esto en su agonía,
que pronto tendrá su lecho en la oscuridad, y allí tendrá descanso. Es un lecho
suave, cual rosa de Sarón, cual lirio de los valles. Puedes decirte, pues, que
la tumba es un lugar de descanso para el cansado, cuando te vas a la cama, con
esta consolación, además, que poco después despertarás descansado para reunirte
con el amado de tu alma, para estar siempre con Él. Te despertarás a un día que
no renovará tus cuidados, sino que te proporcionará gozo eterno y sin mezcla.
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