} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: EPÍSTOLA DEL APÓSTOL PABLO A LOS EFESIOS 4; 29-32

sábado, 10 de agosto de 2024

EPÍSTOLA DEL APÓSTOL PABLO A LOS EFESIOS 4; 29-32

 

 

Efesios 4:29-32

 

29 Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena parala necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes.

30 Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.

31 Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia.

32 Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.

 

29. Ninguna palabra corrompida.  Ahora el apóstol Pablo en primer lugar, prohíbe a los creyentes utilizar cualquier lenguaje obsceno, incluidas bajo este nombre todas aquellas expresiones que suelen emplearse con el fin de inflamar la lujuria. No satisfecho con la eliminación del vicio, les ordena que formulen su discurso con fines de edificación. En otra epístola dice: “Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno.” (Colosenses 4:6). Aquí se emplea una frase diferente, si alguno (discurso) es bueno para edificar, lo que significa simplemente, si es útil. El genitivo, de uso, sin duda puede considerarse, según el modismo hebreo, como un adjetivo, de modo que para la edificación del uso (πρὸς οἰκοδομὴν τὢς χρείας) puede significar edificación útil; pero cuando considero con qué frecuencia y en qué sentido amplio aparece la metáfora de la edificación en los escritos de Pablo, prefiero la primera exposición. La edificación del uso significará, pues, el progreso de nuestra edificación, porque edificar es llevar adelante. Para explicar la manera en que se hace esto, agrega, que pueda impartir gracia a los oyentes, es decir, con la palabra gracia, consuelo, consejo y todo lo que ayuda a la salvación del alma.

 El cristiano debe tener gracia y simpatía en su manera de hablar para dar la respuesta que conviene en cada caso. Aquí tenemos una advertencia curiosa. Es desgraciadamente cierto que muchos consideran el Cristianismo una especie de santurronería sosa y una actitud en la que la risa es casi una herejía.  El cristiano tiene que presentar su Mensaje con el encanto y la gracia que tenía Jesús. Desgraciadamente hay demasiado en el cristianismo al uso que resulta indigesto, y demasiado poco que chisporrotea vida.

 

30. Y no contristéis. Pablo nos exhorta a que no pongamos triste al Espíritu Santo. El Espíritu Santo es el Guía de nuestra vida. Cuando hacemos lo contrario de lo que nos aconsejan nuestros padres cuando somos jóvenes, les hacemos daño. De igual modo, el actuar de una manera contraria a la dirección del Espíritu Santo es entristecerle y herir el corazón de Dios, nuestro Padre, Que, por medio de Su Espíritu, nos envía Su Palabra. Como el Espíritu Santo habita en nosotros, a Él debemos dedicarle cada parte de nuestra alma y de nuestro cuerpo. Pero si nos entregamos a algo que es impuro, se puede decir que lo alejamos de hacer su morada con nosotros; y, para expresar esto aún más familiarmente, los afectos humanos, como el gozo y el dolor, se atribuyen al Espíritu Santo. Esforzaos en que el Espíritu Santo more alegremente con vosotros, como en una morada placentera y gozosa, y no le deis motivo de tristeza. Algunos opinan de manera diferente que entristecemos al Espíritu Santo en otros, cuando ofendemos con lenguaje obsceno o, de cualquier otra manera, a los hermanos piadosos, “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios” (Romanos 8:14). Todo lo que es contrario a la piedad no sólo es despreciado por los oídos piadosos, sino que tan pronto como se oye, produce en ellos una profunda pena y dolor. Pero de lo que sigue se desprende que el significado de Pablo era diferente.

 

Con el cual fuisteis sellados. Como Dios nos ha sellado con su Espíritu, lo entristecemos cuando no seguimos su guía, sino que nos contaminamos con pasiones malvadas. Ningún lenguaje puede expresar adecuadamente esta solemne verdad de que el Espíritu Santo se regocija y se alegra por nosotros cuando le somos obedientes en todo y no pensamos ni hablamos nada que no sea puro y santo; y, por otro lado, se entristece cuando admitimos en nuestra mente algo que no es digno de nuestro llamamiento. Ahora bien, que cualquier hombre reflexione sobre la terrible maldad que debe haber en entristecer al Espíritu Santo hasta tal punto que lo obligue a alejarse de nosotros. El profeta Isaías utiliza el mismo modo de hablar, pero en un sentido diferente; porque simplemente dice que “hicieron enojar su santo espíritu(Isaías 63:10) en el mismo sentido en el que estamos acostumbrados a hablar de irritar la mente de un hombre. Por quien fuisteis sellados. El Espíritu de Dios es el sello por el cual nos distinguimos de los malvados y que queda impreso en nuestros corazones como prueba segura de adopción.

 

Para el día de la redención, es decir, hasta que Dios nos conduzca a la posesión de la herencia prometida. Ese día generalmente se llama el día de la redención, porque entonces finalmente seremos liberados de todas nuestras aflicciones. Romanos 8:23: “y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo En la experiencia del Espíritu Santo los hombres tienen un anticipo, un primer plazo de la gloria que ha de ser; ahora anhelan con todo el corazón la plena realización del significado de su adopción en la familia de Dios. La manifestación final de esa adopción será la redención del cuerpo. Pablo no pensaba que la criatura humana en su estado de gloria sería un espíritu sin cuerpo. En este mundo, el hombre es un cuerpo y un espíritu; en el mundo de la gloria, el hombre será salvo en su totalidad. Pero su cuerpo ya no será la víctima de la caducidad y el instrumento del pecado, sino un cuerpo espiritual apto para la vida del hombre espiritual.

En este pasaje, la palabra sellado puede tener un significado diferente del que normalmente tiene: que Dios ha impreso su Espíritu como su marca en nosotros, para que pueda reconocer como sus hijos a aquellos a quienes percibe que llevan esa marca.

 

31. Quítense de vosotros toda amargura. Nuevamente condena la ira; pero, en la presente ocasión, considera en relación con él aquellas ofensas que suelen acompañarlo, como disputas ruidosas y reproches. Entre enojo e ira (Θυμὸν καὶ ὀργὴν) hay poca diferencia, excepto que la primera denota el poder y la segunda el acto; pero aquí la única diferencia es que la ira es un ataque más repentino. La corrección de todo lo demás será de gran ayuda si se elimina la malicia. Con este término expresa esa depravación mental que se opone a la humanidad y la justicia, y que generalmente se llama malignidad.

Pablo termina este capítulo con una lista de cosas que deben desaparecer de la vida del nacido de nuevo

(a) Está la amargura (pikría): Los griegos definían esta cualidad como un resentimiento imborrable, como el espíritu que se niega a aceptar la reconciliación. Hay muchas personas que tienen la manía de abrigar resentimientos para mantenerlos calentitos, y rumiar los insultos y las injurias que han recibido. Los cristianos debemos pedirle a Dios que nos enseñe a perdonar.

(b) Están los teleles de pasión (thymós) y la ira inveterada (orgué). Los griegos definían thymós como la clase de ira que es como humo de pajas: arde en seguida y desaparece en seguida. Por otra parte, describían orgué como la ira que se ha convertido en un hábito. Para el cristiano están igualmente prohibidas la eclosión de mal genio y la ira inveterada.

(c) Están el hablar a voces y el lenguaje insultante. Cierto famoso predicador cuenta que su mujer solía aconsejarle: «En el púlpito, no levantes mucho la voz.» Siempre que en una conversación o discusión nos demos cuenta de que levantamos la voz, es el momento de callarnos. Los judíos hablaban de lo que ellos llamaban «el pecado del insulto,» y mantenían que Dios no da por inocente al que se dirige de una manera insultante a su hermano.

En la obra de Shakespeare, el rey Lear decía de Cordelia que " su voz siempre era suave, amable y sencilla: una cualidad excelente en una mujer.» Y en cualquier persona.

Se ahorrarían muchos disgustos en el mundo si aprendiéramos sencillamente a mantener el nivel de nuestra voz, y si, cuando no tenemos nada bueno que decirle a una persona, no le dijéramos nada. El argumento que hay que mantener a gritos no es tal argumento, y la discusión que se tiene que llevar a cabo con insultos no merece seguirse.

 

32. Antes sed bondadosos unos con otros. Así que Pablo llega a la cima de sus consejos. Nos dice que seamos amables (jréstós). Los griegos definían esta cualidad como la disposición de la mente que tiene tanto en cuenta los asuntos del prójimo como los propios. La amabilidad ha aprendido el secreto de mirar siempre hacia fuera, y no solamente hacia dentro. Pablo nos dice que perdonemos a los demás como Dios nos ha perdonado a nosotros. Así, en una frase, Pablo establece la ley de las relaciones personales: Debemos tratar a los demás como Jesucristo nos ha tratado a nosotros.

Con amargura contrasta la bondad o la gentileza de semblante, lenguaje y modales. Y como esta virtud nunca reinará en nosotros, a menos que la acompañe la compasión, (ουμπάθεια), nos recomienda que seamos misericordiosos. Esto nos llevará no sólo a simpatizar con las angustias de nuestros hermanos, como si fueran nuestras, propios, sino cultivar esa verdadera humanidad que se ve afectada por todo lo que les sucede, como si estuviéramos en su situación. Lo contrario de esto es la crueldad de esos hombres dentro de las congregaciones bárbaros y de corazón de hierro, que contemplan sin preocupación alguna los sufrimientos ajenos.

 

Perdonándoos unos a otros. Se supone que la palabra griega aquí traducida perdonar(χαριζόμενοι ἑαυτοῖς) significa beneficencia. Erasmo, en consecuencia, lo hace (largientes) abundante. Aunque la palabra admite ese significado, el contexto me induce a preferir el otro punto de vista, que debemos estar dispuestos a perdonar. A veces puede suceder que los hombres sean bondadosos y misericordiosos y, sin embargo, cuando reciben un trato inadecuado, no lo hagan. No es tan fácil perdonar en los jurados. Para que aquellos cuya bondad de corazón en otros aspectos los dispone a actos de humanidad, no dejen de cumplir con su deber debido a la ingratitud de los hombres, los exhorta a descubrir la disposición a dejar de lado el resentimiento. Para dar mayor peso a su exhortación, presenta el ejemplo de Dios, quien nos ha perdonado, por medio de Cristo, mucho más de lo que cualquier hombre mortal puede perdonar a sus hermanos.

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