1-12.
Las siete columnas son en sentido figurado. No se refieren a siete principios
de la sabiduría. En la Biblia, el número siete representa totalidad y
perfección. Este versículo establece poéticamente que la sabiduría no carece de
nada: es completa y perfecta.
La sabiduría y la insensatez (necedad) se
ilustran en este capítulo como unas jóvenes rivales, cada una preparando una
fiesta e invitando a las personas. Sin embargo, la sabiduría es una mujer de
carácter responsable, mientras que la insensatez es una prostituta que sirve
comida robada. La sabiduría apela primero a la mente, la insensatez a los
sentidos. Es más fácil estimular los sentidos, pero el gozo de la insensatez es
temporal. En contraste, la satisfacción que da la sabiduría dura para siempre.
El banquete descrito en este capítulo presenta
algunos paralelos importantes con el banquete que Jesús describió en una de sus
parábolas (Lucas 14:15-24). Quizás muchos
querían ir, pero nunca lo hicieron porque les desvió algo que en ese momento
les pareció importante. No permita que nada se vuelva más importante que su
búsqueda de Dios.
¿Quieres saber si eres un escarnecedor
(burlador) o un sabio? Lo puedes saber por la forma en que respondes a la
crítica. En vez de contestar rápida y agresivamente o devolver con astucia la
crítica, escucha lo que se te está diciendo. Aprende de tus críticos, este es
el camino a la sabiduría. La sabiduría comienza cuando conocemos a Dios. Le da
un propósito a la vida porque El la creó. Conocer a Dios no solo es saber datos
sobre su persona, sino permanecer en temor reverente y tener comunión con El.
¿Quieres en verdad ser sabio? Conoce cada vez más a Dios. (Santiago 1:5; 2Pedro 1:2.)
Cristo
ha preparado ordenanzas a las cuales se recibe a su pueblo, y por las cuales
aquí se alimentan los que creen en Él, y además reciben mansiones celestiales
en el más allá. Los ministros del evangelio siguen invitando a los huéspedes.
El llamamiento es general y no excluye a nadie que no se excluya por sí mismo.
Nuestro Salvador no vino a llamar a los justos sino a los pecadores; no a los
sabios según sus propios ojos, que dicen que ven. Debemos evitar la compañía y
los placeres necios del impío o nunca disfrutaremos los placeres de la vida
santa. Es vano procurar la compañía de los impíos con la esperanza de hacerles
bien; es mucho más probable que seamos corrompidos por ellos. No basta con
abandonar al necio; debemos juntarnos con los que andan en sabiduría. No hay
verdadera sabiduría, sino en el camino de la religión, no hay vida verdadera,
sino al final de este camino.
Aquí
está la felicidad de quienes lo abrazan. El hombre no puede darle provecho a
Dios; todo es para nuestro propio bien. Obsérvese la vergüenza y ruina de los
que no lo respetan. Dios no es el Autor del pecado: y Satanás puede tentar
solamente, no puede forzar. Tú llevarás la pérdida de aquello de que te
burlaste: se agregará a tu condenación.
9.13-18
Hay algo hipnótico y tóxico en la maldad. Un pecado nos lleva a querer más. Una
conducta pecaminosa parece ser más apasionante que la vida cristiana. De ahí
que muchos echen a un lado todo pensamiento acerca del suntuoso banquete de la
sabiduría para comer la comida robada de
la insensatez, la ramera. No te engañes: el pecado es peligroso. Antes de
desear el fruto prohibido, echa un buen vistazo a quienes lo comieron y mira lo
que les sucedió.
¡Cuán
diligente es el tentador para seducir al pecado a las almas desprevenidas! El
placer sensual carnal sella la conciencia y apaga las chispas de la convicción
de pecado. Este tentador no tiene una razón firme que ofrecer; y donde ella
consigue el dominio de un alma, se pierde y olvida todo conocimiento de las
cosas santas. Ella es muy violenta y presionadora.
Tenemos
que procurar y orar por la sabiduría verdadera, porque Satanás tiene muchas
formas de alejar nuestra alma de Cristo. No sólo las lujurias mundanas y las
seductoras abandonadas resultan fatales para el alma de los hombres; los falsos
maestros con doctrinas que halagan el orgullo y dan libertad a las lujurias,
destruyen a miles. Atraen especialmente a los que han recibido sólo impresiones
serias parciales. Las profundidades de Satanás son abismos del infierno, y el
pecado, sin remordimiento, es ruina, ruina sin remedio. Salomón muestra el
anzuelo: quienes le creen no se meterán con la carnada. Contémplese el placer
robado, engañoso, insatisfactorio, vacío y miserable que propone el pecado;
nuestras almas deseen tanto el goce eterno de Cristo, que en la tierra vivamos
para Él diariamente por fe, y no antes de mucho, con Él en la gloria.
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