No hay sino dos caminos: el correcto y el errado, el bueno y el malo;
el camino al cielo y el camino al infierno; todos vamos caminando por uno u
otro: no hay un lugar intermedio en el más allá; no hay un camino neutro. Todos
los hijos de los hombres somos santos o pecadores, buenos o malos.
En los versículos que hemos leído, Jesús nos
está diciendo: ¿"Qué vais a hacer"? Con esto, Jesús sienta un
precedente sobre cuál debe ser la norma y ejemplo de toda predicación
verdadera. Ésta consiste en dar una explicación de un pasaje o varios de las
Escrituras y a renglón seguido aplicar las enseñanzas a los oyentes para que
las pongan en práctica. La verdad hay que incorporarla a la vida y ha de ser
vivida. La aplicación exhortativa es una parte esencial de la predicación.
La puerta a la vida eterna (Juan_10:7-9)
es "estrecha". Esto no significa que sea difícil ser cristiano.
Significa que hay muchas maneras de vivir la vida, pero un solo camino para
vivir eternamente con Dios. Creer en Jesús es el único camino al cielo, porque
solo El murió por nuestros pecados y nos hizo justos delante de Dios. Vivir a
su manera puede no ser fácil, pero es bueno y correcto.
El Señor Jesucristo nos exhorta a que nos
detengamos un momento a contemplar el sermón como un todo y reflexionar acerca
de él. ¿Cuál es el elemento que sobresale como el más importante? La
característica principal de la vida cristiana a la que nos llama es la
estrechez. La ilustración contenida en este pasaje es sumamente esclarecedora:
en el camino de nuestra vida cristiana, nos encontramos con dos puertas, una
ancha y otra estrecha. ¿Por cuál debemos entrar? Por el camino espacioso hay
una gran multitud que transita, pero su fin es la perdición, por la puerta
estrecha sólo pueden pasar de uno a uno. Es por el camino estrecho por donde
debemos ir siguiendo las pisadas de Jesús que va delante de nosotros. ¿Cuáles
son las características de la vida estrecha?
No hay sino dos caminos: el correcto y el errado, el bueno y el malo;
el camino al cielo y el camino al infierno; todos vamos caminando por uno u
otro: no hay un lugar intermedio en el más allá; no hay un camino neutro. Todos
los hijos de los hombres somos santos o pecadores, buenos o malos.
Fijaos en que el camino del pecado y de los
pecadores que la puerta es ancha y está abierta. Podéis entrar por esta puerta
con todas las lujurias que la rodean; no frena apetitos ni pasiones. Es un
camino ancho; hay muchas sendas en este; hay opciones de caminos pecaminosos.
Hay multitudes en este camino. Pero, ¿qué provecho hay en estar dispuesto a
irse al infierno con los demás, porque ellos no irán al cielo con nosotros? El
camino a la vida eterna es angosto. No estamos en el cielo tan pronto como
pasamos por la puerta angosta. Hay que negar el yo, mantener el cuerpo bajo
control, y mortificar las corrupciones. Hay que resistir las tentaciones
diarias; hay que cumplir los deberes. Debemos velar en todas las cosas y andar
con cuidado; y tenemos que pasar por mucha tribulación. No obstante, este
camino nos invita a todos; lleva a la vida; al consuelo presente en el favor de
Dios, que es la vida del alma; a la bendición eterna, cuya esperanza al final
de nuestro camino debe facilitarnos todas las dificultades del camino. Esta
simple declaración de Cristo ha sido descartada por muchos que se han dado el
trabajo de hacerla desparecer con explicaciones pero, en todas la épocas el
discípulo verdadero de Cristo ha sido mirado como una personalidad singular,
que no está de moda; y todos los que se pusieron del lado de la gran mayoría,
se han ido por el camino ancho a la destrucción. Si servimos a Dios, debemos
ser firmes en nuestra fe. ¿Podemos oír a
menudo sobre la puerta estrecha y el camino angosto y que son pocos los que los
hallan, sin dolernos por nosotros mismos o sin considerar si entramos al camino
angosto y cuál es el avance que estamos haciendo ahí? La “justicia del reino”,
tan ampliamente descrita, tanto en principio como en detalle, conduce a cada
paso a la renunciación de uno mismo. Hay multitudes de personas que nunca
harían frente a esto; pero es necesario hacerlo, pues de otro modo serían
fatales las consecuencias. Esto dividiría en dos clases a todos los que
escuchan estas verdades: los muchos, que seguirán el camino de la comodidad y
de la indulgencia propia, termine aquel camino donde terminare; y los pocos,
que, empeñados sobre todo en su seguridad eterna, toman el camino que a ella
conduce, cueste lo que costare. Esto constituye la ocasión para los dos
primeros versículos de esta aplicación.
Lo
que recomienda el camino ancho es la facilidad con que es transitado, y la
abundancia de acompañantes que han de hallarse en él. Es como navegar con
viento lindo y marea favorable. Porque las inclinaciones naturales no son
contrariadas, y los temores del resultado, si no son fácilmente acallados, con
el tiempo son eficazmente dominados. La única desventaja de este camino es su
fin: “lleva a la perdición”. Lo dice el gran Maestro, y lo dice “como quien
tiene autoridad”. A la aparente injusticia o severidad de este castigo, el
Maestro nunca hace referencia. El deja que saquemos la inferencia de que tal
curso termina justa, natural y necesariamente así. Pero sea que los hombres
vean esto o no, aquí el Señor asienta la ley del reino, y la deja con nosotros.
En cuanto al camino angosto, la desventaja de él consiste en su estrechez y
soledad. El primer paso en este camino encierra una revolución en todos
nuestros propósitos y planes para la vida, y una rendición de todo lo que es
caro a la inclinación natural, mientras que todo lo que sigue no es sino una
repetición del primer gran acto de sacrificio propio. No hay que extrañar,
pues, que pocos lo hallen y pocos sean hallados en él. Pero este camino tiene
una ventaja: “lleva a la vida”.
Muchos críticos toman “la puerta” aquí, no por el
primer paso en la religión, sino por el último; pues las puertas no se abren a
los caminos, mas los caminos terminan en las puertas, que conducen a una
mansión. Pero como esto haría que las palabras de nuestro Señor tuviesen una
forma invertida y antinatural, es mejor, con la mayoría de los críticos,
entenderlas así como hemos explicado. Y ya que tal enseñanza sería tan
impopular como el mismo camino, el Señor en seguida procede a advertir a sus
oyentes de que los predicadores de cosas halagüeñas, quienes son los verdaderos
herederos y representantes de los falsos profetas de antaño, serían bastante
numerosos en el reino nuevo.
No es una vida que primero es ancha y a medida
que caminamos por ella se vuelve estrecha. La puerta misma, la forma de entrar
en esa vida es estrecha. Este aspecto es fundamental para la evangelización. Si
predicamos un evangelio, en que cabe todo sin exigencia alguna de cambio, donde
solamente con la aceptación mental de una doctrina o incluso de la persona de
Cristo sin que se manifieste una transformación en la vida, estaremos
propiciando la puerta ancha para ganar a algunos, pero lo que predicamos es otro
evangelio.
Nunca debemos dar la impresión que ser cristiano es algo que no difiere mucho de no ser cristiano, como si la fe cristiana no fuera una vida estrecha. Por el contrario, Jesús está diciendo que ser cristiano no es fácil, porque hay cosas que no pueden pasar por la puerta.
Lo primero que debemos dejar fuera es la mundanalidad por la que camina la multitud. La forma cristiana de vivir no es popular, es poco frecuente y puede parecer extraña a los ojos de los que van por el camino ancho. Implica una ruptura con el pasado.
Lo segundo que hemos de subrayar es que la estrechez indica que la vida cristiana es difícil. Es demasiado maravillosa para ser fácil. Significa vivir como Cristo y esta es la vida más elevada que se puede presentar al ser humano y debido a ello es tan difícil que son pocos los que la hallan. Pero no es una vida estrecha sólo al principio, sino a lo largo de toda la carrera, es una batalla de la fe hasta el final.
Quizás te sientas desalentado por estas palabras, pero no queremos engañar a nadie o reducir la vida cristiana a una caricatura.
Nunca debemos dar la impresión que ser cristiano es algo que no difiere mucho de no ser cristiano, como si la fe cristiana no fuera una vida estrecha. Por el contrario, Jesús está diciendo que ser cristiano no es fácil, porque hay cosas que no pueden pasar por la puerta.
Lo primero que debemos dejar fuera es la mundanalidad por la que camina la multitud. La forma cristiana de vivir no es popular, es poco frecuente y puede parecer extraña a los ojos de los que van por el camino ancho. Implica una ruptura con el pasado.
Lo segundo que hemos de subrayar es que la estrechez indica que la vida cristiana es difícil. Es demasiado maravillosa para ser fácil. Significa vivir como Cristo y esta es la vida más elevada que se puede presentar al ser humano y debido a ello es tan difícil que son pocos los que la hallan. Pero no es una vida estrecha sólo al principio, sino a lo largo de toda la carrera, es una batalla de la fe hasta el final.
Quizás te sientas desalentado por estas palabras, pero no queremos engañar a nadie o reducir la vida cristiana a una caricatura.
Con estas palabras, el Señor no nos pide simplemente que consideremos la naturaleza del reino y la vida cristiana en general, como si contempláramos una perspectiva maravillosa sentada en primera fila, sin comprometernos en nada. Usa el imperativo "entrad" que denota que debemos adoptar un compromiso de lo contrario todavía no sabemos cual es el verdadero significado de ser cristiano.
El evangelio de Cristo es un mensaje que exige decisión y
entrega. No es una filosofía que uno compara con otras filosofías, porque si
nuestra preocupación de estas cosas es solamente intelectual, y nunca ha
afectado a nuestra vida, entonces el NT nos dice que no somos cristianos. El
evangelio es una palabra que viene a nosotros y exige el control de nuestra
vida, de la misma manera que Jesús se acercaba a alguien y le decía "ven,
sígueme".
En realidad no sirve de nada si nos quedamos contemplando las maravillas de este camino angosto y seguimos mirando de lejos. Es un camino que hay que pisar, es una puerta por la que hay que entrar. Muchos se pasan años interesándose por el evangelio y nunca toman una decisión. Por eso debemos preguntarnos:
¿Me he entregado a esta forma de vida? ¿Controla Cristo mi vida? La decisión consiste en decir: creo, esta va a ser mi vida en adelante.
En realidad no sirve de nada si nos quedamos contemplando las maravillas de este camino angosto y seguimos mirando de lejos. Es un camino que hay que pisar, es una puerta por la que hay que entrar. Muchos se pasan años interesándose por el evangelio y nunca toman una decisión. Por eso debemos preguntarnos:
¿Me he entregado a esta forma de vida? ¿Controla Cristo mi vida? La decisión consiste en decir: creo, esta va a ser mi vida en adelante.
¿Por qué
es tan estrecha la puerta? Porque hay pocos entre los que se dicen “cristianos”
que la busquen.
Sin lugar a dudas, nuestra experiencia nos enseña que uno de los grandes peligros, tanto para los creyentes como para los que no lo son es que escuchemos la verdad o la leamos, asentir con la cabeza, pero no hacer nada con ella. Lo correcto sería que nos preguntáramos, ¿Qué debo hacer con el sermón del monte para que se convierta en acción? Eso es buscar la puerta estrecha. Pero es difícil, porque hay que salir del camino ancho de la comodidad y complacencia, por el que va todo el mundo, y subir la angostura del camino de la vida.
En este sentido, deberíamos recordar a menudo quiénes somos y qué somos: hijos de Dios por los que Cristo ha muerto, trasladados de las tinieblas al reino del Hijo amado, ciudadanos de una patria celestial al que nos encaminamos. En este mundo estamos de paso y aunque somos untados no cedemos a las insinuaciones de Satanás.
Como peregrinos y extranjeros somos seguidores de Cristo por esta senda angosta. Claro que tendremos caídas, pero nuestro Sumo Sacerdote esta ahí para levantarnos y compadecerse de nosotros. Además os da razones para proseguir por el camino angosto: el otro lleva a la perdición y la opción clara e inteligente es por el camino que lleva a la vida. Claro que es difícil despegarnos de la vida mundana, pero es esencial hacerlo. ¿Qué satisfacción hay en la vida mundana? (Romanos 6:21) Ahora que somos cristianos, nos avergonzamos de aquella vida, pero a veces no somos conscientes y debemos recordar estas cosas.
Sin lugar a dudas, nuestra experiencia nos enseña que uno de los grandes peligros, tanto para los creyentes como para los que no lo son es que escuchemos la verdad o la leamos, asentir con la cabeza, pero no hacer nada con ella. Lo correcto sería que nos preguntáramos, ¿Qué debo hacer con el sermón del monte para que se convierta en acción? Eso es buscar la puerta estrecha. Pero es difícil, porque hay que salir del camino ancho de la comodidad y complacencia, por el que va todo el mundo, y subir la angostura del camino de la vida.
En este sentido, deberíamos recordar a menudo quiénes somos y qué somos: hijos de Dios por los que Cristo ha muerto, trasladados de las tinieblas al reino del Hijo amado, ciudadanos de una patria celestial al que nos encaminamos. En este mundo estamos de paso y aunque somos untados no cedemos a las insinuaciones de Satanás.
Como peregrinos y extranjeros somos seguidores de Cristo por esta senda angosta. Claro que tendremos caídas, pero nuestro Sumo Sacerdote esta ahí para levantarnos y compadecerse de nosotros. Además os da razones para proseguir por el camino angosto: el otro lleva a la perdición y la opción clara e inteligente es por el camino que lleva a la vida. Claro que es difícil despegarnos de la vida mundana, pero es esencial hacerlo. ¿Qué satisfacción hay en la vida mundana? (Romanos 6:21) Ahora que somos cristianos, nos avergonzamos de aquella vida, pero a veces no somos conscientes y debemos recordar estas cosas.
Este texto nos prueba que la salvación no depende de nuestra decisión y acción, ya que nadie por sus propios actos se puede salvar. No me salvo a mí mismo entrando por la puerta estrecha, sino que al hacerlo doy a conocer que soy salvo. El único que entra por puerta estrecha y anda por la senda angosta es el que ha sido salvado por Cristo.
¡Maranatha!
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