Mateo 26:26
Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo,
y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo.
Mateo 26:27
Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les
dio, diciendo: Bebed de ella todos;
Mateo 26; 28 porque esto es mi sangre del
nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados
Jeremías profetizó de un nuevo pacto (Jeremías
31:31-34 Pero este es el pacto que haré con la casa de
Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la
escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por
pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano,
diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de
ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y
no me acordaré más de su pecado ) bajo el cual la ley se escribiría en el corazón
del pueblo y Dios perdonaría su pecado para siempre. Esto ayudó a reavivar el
interés de Israel en la idea del pacto de Dios.
En su última cena pascual
Jesús se refirió a su cuerpo como pan y a su sangre como vino; Él era el
Cordero de la Pascua comido simbólicamente por sus discípulos como una cena del
pacto. Su muerte en la cruz el día siguiente fue la base para el nuevo pacto.
El pacto mosaico, o el antiguo, se estableció cuando los israelitas prometieron
obedecer sus condiciones y Moisés roció la sangre del animal sobre ellos, la
sangre del pacto (Éxodo 24:5-8 Y envió jóvenes de los
hijos de Israel, los cuales ofrecieron holocaustos y becerros como sacrificios
de paz a Jehová. Y Moisés tomó la mitad de la sangre, y la puso en tazones, y
esparció la otra mitad de la sangre sobre el altar. Y tomó el libro del pacto y lo leyó a oídos
del pueblo, el cual dijo: Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho, y
obedeceremos. Entonces Moisés tomó la
sangre y roció sobre el pueblo, y dijo: He aquí la sangre del pacto que Jehová
ha hecho con vosotros sobre todas estas cosas.). El nuevo pacto fue
establecido con la sangre de Jesús. Él es un sacrificio que en todo sentido es
superior a los sacrificios de animales (Hebreos 9:11-15 Pero estando ya
presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y
más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación, y
no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre,
entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna
redención. Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las
cenizas de la becerra(N) rociadas a los inmundos, santifican para la
purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el
Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras
conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo? Así que, por eso es
mediador de un nuevo pacto, para que interviniendo muerte para la remisión de
las transgresiones que había bajo el primer pacto, los llamados reciban la
promesa de la herencia eterna.).
Israel estaba bajo la
maldición de Dios debido a su propia pecaminosidad. Nunca pudo obedecer la ley
de Dios perfectamente. En la cruz, Jesús tomó las maldiciones de la ley sobre
sí para redimir a la humanidad pecadora (Gálatas 3:13 Cristo
nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque
está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero). Por este
sacrificio hecho una vez por todas, Jesús quitó el pecado de su pueblo y
estableció un pacto nuevo (Hebreos 9:26 De otra manera
le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo;
pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre
por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado.). Dado
que Dios resucitó a Jesús de los muertos y lo sentó a su mano derecha (Efesios 1:20-23
la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y
sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y
autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este
siglo, sino también en el venidero; y sometió todas las cosas bajo sus pies, y
lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la
plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.), Jesús es el cumplimiento
del pacto de Dios prometido a David (2Samuel 7:11-16 desde
el día en que puse jueces sobre mi pueblo Israel; y a ti te daré descanso de
todos tus enemigos. Asimismo Jehová te hace saber que él te hará casa. Y cuando
tus días sean cumplidos, y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a
uno de tu linaje, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino. El
edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino. Yo
le seré a él padre, y él me será a mí hijo. Y si él hiciere mal, yo le
castigaré con vara de hombres, y con azotes de hijos de hombres; pero mi
misericordia no se apartará de él como la aparté de Saúl, al cual quité de
delante de ti. Y será afirmada tu casa y tu reino para siempre delante de tu
rostro, y tu trono será estable eternamente.; Hechos 2:22-36 22 Varones
israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre
vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros
por medio de él, como vosotros mismos sabéis; a éste, entregado por el
determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis
por manos de inicuos, crucificándole;al cual Dios levantó, sueltos los dolores
de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella. Porque
David dice de él:
Veía al Señor siempre delante de mí;
Porque está a mi diestra, no seré conmovido.
Por lo cual mi
corazón se alegró, y se gozó mi lengua, Y aun mi carne descansará en esperanza; Porque no dejarás mi alma en el Hades, Ni permitirás que tu Santo vea
corrupción. Me hiciste conocer los
caminos de la vida; Me llenarás de gozo
con tu presencia. Varones hermanos, se os puede decir libremente del patriarca
David, que murió y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día
de hoy. Pero siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado
que de su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo para que se
sentase en su trono,viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su
alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción. A este Jesús
resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. Así que, exaltado por
la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu
Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís. Porque David no subió a los
cielos; pero él mismo dice:
Dijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi diestra,
Hasta que ponga a
tus enemigos por estrado de tus pies. Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa
de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho
Señor y Cristo. ; Hechos 13:32-37 Y nosotros también os anunciamos el evangelio de aquella promesa
hecha a nuestros padres, la cual Dios ha cumplido a los hijos de ellos, a
nosotros, resucitando a Jesús; como está escrito también en el salmo segundo:
Mi hijo eres tú, yo te he engendrado hoy. Y en cuanto a que le levantó de los
muertos para nunca más volver a corrupción, lo dijo así: Os daré las misericordias
fieles de David.Por eso dice también en otro salmo: No permitirás que tu Santo
vea corrupción.
Porque a la verdad
David, habiendo servido a su propia generación según la voluntad de Dios,
durmió, y fue reunido con sus padres, y vio corrupción. Mas aquel a quien Dios
levantó, no vio corrupción.)
En
los versículos del encabezado de este estudio, se describe la institución de la
Cena del Señor. Sabiendo bien todo lo que le iba a suceder, el Salvador escogió
la última noche de sosiego de que podía disfrutar antes de la crucifixión, para
conceder a la iglesia su don de despedida. Cuan sublime no debió de parecer
después ese rito a los discípulos cuando
traían a la memoria los acontecimientos de esa noche. Y cuan dolorosa no es la
idea de que ningún rito ha dado lugar a controversias tan encarnizadas, y ha sido entendido tan
pésimamente. Debía haber unido la iglesia, pero nuestra maldad lo ha convertido
en motivo de disensiones.
Lo
primero que debemos examinar es el, verdadero sentido de las palabras,
"este es mi cuerpo," "esta es mi sangre.
Por
demás estaría decir que esta cuestión ha dividido la iglesia visible de
Jesucristo, y que ha sido tema de muchos y abultados libros de teología. Más no
por eso debemos abstenernos de tener y
emitir acerca de ella opiniones decididas. La falta de acierto sobre este
particular ha dado lugar a muchas prácticas
supersticiosas.
Nos
parece claro a todas luces que el significado de las palabras de nuestro Señor
es este: "Este pan simboliza mi cuerpo: este vino simboliza mi
sangre," El no quiso decir que el
pan que daba a sus discípulos era real y literalmente su cuerpo. Tampoco quiso
decir que el vino que dio a sus discípulos era real y literalmente su sangre. Esto por varias
razones de gran peso.
La
conducta observada por los apóstoles a la Cena no nos deja creer que el pan que
recibieron fue el cuerpo de Jesucristo y el vino su sangre. Todos ellos
eran judíos y habían sido enseñados a
creer desde la infancia que era pecado comer la carne con sangre. Deuteronomio 12:23-25
(Solamente que te mantengas firme en no comer sangre;
porque la sangre es la vida, y no comerás la vida juntamente con su carne. No
la comerás; en tierra la derramarás como agua. No comerás de ella, para que te
vaya bien a ti y a tus hijos después de ti, cuando hicieres lo recto ante los
ojos de Jehová.). Sin embargo nada de lo que contiene la narración deja comprender que se
sorprendieran al oír las palabras de nuestro Señor. Es evidente que no
percibieron cambio alguno en el pan ni en el vino.
El
testimonio de nuestros propios sentidos no nos deja creer que se efectúe cambio
alguno en los dos elementos de la comunión. El gusto nos dice que son real y verdaderamente lo que parecen ser. La
Biblia nos exige que creamos cosas que están fuera del alcance de la razón,
pero jamás nos manda aceptar lo que está
en contradicción con nuestros sentidos.
La
verdadera doctrina acerca de la naturaleza humana de nuestro Señor está en
pugna con la creencia en el cambio de los elementos. El cuerpo de
Jesucristo no puede estar al mismo
tiempo en más de un lugar. Si estaba sentado a la mesa y podía al mismo tiempo
ser distribuido a los discípulos, es muy claro que no podía ser un cuerpo
humano como el nuestro. Mas no debe concederse esto ni por un momento, porque
una de las verdades más gloriosas del Cristianismo es la de que el Redentor es perfecto hombre así
como también es perfecto Dios.
Finalmente,
la índole del idioma en que nuestro Señor habló al instituir la Cena no nos
fuerza en manera alguna a dar una interpretación literal o llana a las palabras. La Biblia está llena de expresiones
de análogo linaje a las cuales nadie pensaría en dar otro sentido que no fuese
el figurado. Nuestro Señor dijo en otro
lugar que Él era la "puerta" y la "vid," y no hay duda de
que al hablar así hizo uso de emblemas y figuras. No se incurre, pues, en
contradicción o inconsecuencia alguna al
suponer que empleara lenguaje figurado al instituir la Cena; y sí pueden
aducirse serias objeciones en contra de la interpretación literal.
Lo
segundo que debemos examinar es cuál es el objeto con el cual se instituyó la
Cena del Señor. La Cena del Señor no es un sacrificio. Al administrarla no se
hace oblación alguna, ni se presenta otra ofrenda que la de nuestras oraciones,
nuestros loores y nuestras gracias.
Desde el día en que Jesús murió no ha habido necesidad de hacer más ofrendas
por el pecado. Con una sola ofrenda perfeccionó a los que son santificados. Hebreos 10:14 (porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los
santificados). Los sacerdotes, los altares y los sacrificios dejaron de
ser necesarios cuando el Cordero de Dios se ofreció a sí mismo.
La
Cena del Señor no comunica beneficio alguno a los que no participan de ella con
la fe. El mero acto de comer el pan y beber el vino es de ningún provecho si el corazón del que lo ejecuta no está bien
para con Dios. Es por excelencia un sacramento en que solo deben tomar parte
los que hayan nacido de nuevo.
La
Cena se instituyó para conmemorar la muerte expiatoria de Jesucristo hasta que
Él venga. Los beneficios que comunica son espirituales, no corporales. En donde pueden advertirse los resultados que
produce es en las facultades internas del hombre. Por medio de los emblemas
materiales del pan y el vino nos
recuerda que la ofrenda hecha en la cruz del cuerpo y la sangre de
Jesucristo, es la única que expía el pecado y da al creyente la vida
espiritual. Vigorizando nuestra fe, nos
aproxima más y más al Salvador crucificado, y nos ayuda a alimentarnos
espiritualmente de su cuerpo y sangre. Es un sacramento establecido para los
pecadores redimidos, no para los ángeles inocentes. Con el hecho de recibirlo
confesamos públicamente que tenemos conciencia de nuestra culpabilidad y de la
necesidad de un Salvador; que confiamos en Jesús y lo amamos; que deseamos
recibir de El nuestro alimento espiritual, y que tenemos esperanza de vivir con Él. Si así
participaremos de la Cena del Señor, nuestro arrepentimiento vendrá a ser más
profundo, nuestra fe más firme, nuestra esperanza más grata, nuestro amor más intenso: nuestros
pecados dominantes serán debilitados, y nuestras virtudes robustecidas.
Lo
último que debemos examinar es, cuál fue su carácter de los primeros que
participaron de la Mesa del Señor.
La
pequeña reunión a la cual administró nuestro Señor por primera vez el pan y el
vino se componía de los apóstoles a quienes Él había elegido para que lo acompañasen durante su ministerio en la
tierra. Eran ellos hombres pobres é incultos, que amaban a Jesucristo, pero
cuya fe era débil y cuyos conocimientos
eran escasos. Ellos entendían poco el significado de lo que su Maestro
decía o hacia; y no sabían cuan frágiles eran sus corazones. Creían que estaban
prontos a morir por Jesús, y sin embargo esa misma noche todos lo abandonaron y
huyeron. Ahora bien, nuestro Señor lo sabía todo, y sin embargo no les rehusó
el sacramento.
Hay
algo muy instructivo en esta circunstancia. Demuéstranos que los conocimientos
profundos y la fe vigorosa no son calificaciones indispensables de los participantes. No porque un individuo sepa
poco y porque sea como un niño en fuerza espiritual, ha de excluírsele de la
Cena. Sin duda que todos debemos hacer
esfuerzos por excluir a los comulgantes indignos; más hemos de tener cuidado de
no desechar a los que Cristo no desechó.
Antes
de terminar hagámonos preguntas serias con respecto a la Cena del Señor. ¿Nos
abstenemos de tomar parte en ella cuando
se la celebra? Si así fuere, ¿cómo justificamos nuestra conducta? ¿O sí tomamos
parte en ella? Si así fuere ¿de qué modo
la hacemos? ¿Concurrimos al acto de una manera inteligente, humilde y llena de
fe? ¿Entendemos lo que hacemos? ¿Tenemos
convicción de que somos pecadores y habernos necesidad del Redentor? ¿Nos
proponemos real y firmemente el llevar
una vida cristiana?
No hay comentarios:
Publicar un comentario