} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: EL PACTO EN JESUCRISTO

lunes, 15 de enero de 2024

EL PACTO EN JESUCRISTO


Mateo 26:26  Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo.

Mateo 26:27  Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos;

 Mateo 26; 28 porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados

 

  Jeremías profetizó de un nuevo pacto (Jeremías 31:31-34 Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado ) bajo el cual la ley se escribiría en el corazón del pueblo y Dios perdonaría su pecado para siempre. Esto ayudó a reavivar el interés de Israel en la idea del pacto de Dios.

En su última cena pascual Jesús se refirió a su cuerpo como pan y a su sangre como vino; Él era el Cordero de la Pascua comido simbólicamente por sus discípulos como una cena del pacto. Su muerte en la cruz el día siguiente fue la base para el nuevo pacto. El pacto mosaico, o el antiguo, se estableció cuando los israelitas prometieron obedecer sus condiciones y Moisés roció la sangre del animal sobre ellos, la sangre del pacto (Éxodo 24:5-8 Y envió jóvenes de los hijos de Israel, los cuales ofrecieron holocaustos y becerros como sacrificios de paz a Jehová. Y Moisés tomó la mitad de la sangre, y la puso en tazones, y esparció la otra mitad de la sangre sobre el altar.  Y tomó el libro del pacto y lo leyó a oídos del pueblo, el cual dijo: Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho, y obedeceremos.  Entonces Moisés tomó la sangre y roció sobre el pueblo, y dijo: He aquí la sangre del pacto que Jehová ha hecho con vosotros sobre todas estas cosas.). El nuevo pacto fue establecido con la sangre de Jesús. Él es un sacrificio que en todo sentido es superior a los sacrificios de animales (Hebreos 9:11-15  Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación, y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención. Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra(N) rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo? Así que, por eso es mediador de un nuevo pacto, para que interviniendo muerte para la remisión de las transgresiones que había bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna.).

Israel estaba bajo la maldición de Dios debido a su propia pecaminosidad. Nunca pudo obedecer la ley de Dios perfectamente. En la cruz, Jesús tomó las maldiciones de la ley sobre sí para redimir a la humanidad pecadora (Gálatas 3:13 Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero). Por este sacrificio hecho una vez por todas, Jesús quitó el pecado de su pueblo y estableció un pacto nuevo (Hebreos 9:26 De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado.). Dado que Dios resucitó a Jesús de los muertos y lo sentó a su mano derecha (Efesios 1:20-23 la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero; y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.), Jesús es el cumplimiento del pacto de Dios prometido a David (2Samuel 7:11-16 desde el día en que puse jueces sobre mi pueblo Israel; y a ti te daré descanso de todos tus enemigos. Asimismo Jehová te hace saber que él te hará casa. Y cuando tus días sean cumplidos, y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino. El edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino. Yo le seré a él padre, y él me será a mí hijo. Y si él hiciere mal, yo le castigaré con vara de hombres, y con azotes de hijos de hombres; pero mi misericordia no se apartará de él como la aparté de Saúl, al cual quité de delante de ti. Y será afirmada tu casa y tu reino para siempre delante de tu rostro, y tu trono será estable eternamente.; Hechos 2:22-36 22  Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis; a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole;al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella. Porque David dice de él:

 Veía al Señor siempre delante de mí;

 Porque está a mi diestra, no seré conmovido.

Por lo cual mi corazón se alegró, y se gozó mi lengua,  Y aun mi carne descansará en esperanza;  Porque no dejarás mi alma en el Hades,  Ni permitirás que tu Santo vea corrupción.  Me hiciste conocer los caminos de la vida;  Me llenarás de gozo con tu presencia. Varones hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David, que murió y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy. Pero siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo para que se sentase en su trono,viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción. A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís. Porque David no subió a los cielos; pero él mismo dice:

 Dijo el Señor a mi Señor:

 Siéntate a mi diestra,

Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies. Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.  ; Hechos 13:32-37 Y nosotros también os anunciamos el evangelio de aquella promesa hecha a nuestros padres, la cual Dios ha cumplido a los hijos de ellos, a nosotros, resucitando a Jesús; como está escrito también en el salmo segundo: Mi hijo eres tú, yo te he engendrado hoy. Y en cuanto a que le levantó de los muertos para nunca más volver a corrupción, lo dijo así: Os daré las misericordias fieles de David.Por eso dice también en otro salmo: No permitirás que tu Santo vea corrupción.

Porque a la verdad David, habiendo servido a su propia generación según la voluntad de Dios, durmió, y fue reunido con sus padres, y vio corrupción. Mas aquel a quien Dios levantó, no vio corrupción.)

 

En los versículos del encabezado de este estudio, se describe la institución de la Cena del Señor. Sabiendo bien todo lo que le iba a suceder, el Salvador escogió la última noche de sosiego de que podía disfrutar antes de la crucifixión, para conceder a la iglesia su don de despedida. Cuan sublime no debió de parecer después ese rito a los  discípulos cuando traían a la memoria los acontecimientos de esa noche. Y cuan dolorosa no es la idea de que ningún rito ha dado lugar a controversias tan  encarnizadas, y ha sido entendido tan pésimamente. Debía haber unido la iglesia, pero nuestra maldad lo ha convertido en motivo de disensiones.

Lo primero que debemos examinar es el, verdadero sentido de las palabras, "este es mi cuerpo," "esta es mi sangre.

Por demás estaría decir que esta cuestión ha dividido la iglesia visible de Jesucristo, y que ha sido tema de muchos y abultados libros de teología. Más no por  eso debemos abstenernos de tener y emitir acerca de ella opiniones decididas. La falta de acierto sobre este particular ha dado lugar a muchas prácticas  supersticiosas.

Nos parece claro a todas luces que el significado de las palabras de nuestro Señor es este: "Este pan simboliza mi cuerpo: este vino simboliza mi sangre," El  no quiso decir que el pan que daba a sus discípulos era real y literalmente su cuerpo. Tampoco quiso decir que el vino que dio a sus discípulos era real y  literalmente su sangre. Esto por varias razones de gran peso.

La conducta observada por los apóstoles a la Cena no nos deja creer que el pan que recibieron fue el cuerpo de Jesucristo y el vino su sangre. Todos ellos eran  judíos y habían sido enseñados a creer desde la infancia que era pecado comer la carne con sangre. Deuteronomio 12:23-25 (Solamente que te mantengas firme en no comer sangre; porque la sangre es la vida, y no comerás la vida juntamente con su carne. No la comerás; en tierra la derramarás como agua. No comerás de ella, para que te vaya bien a ti y a tus hijos después de ti, cuando hicieres lo recto ante los ojos de Jehová.). Sin embargo nada de lo que contiene la  narración deja comprender que se sorprendieran al oír las palabras de nuestro Señor. Es evidente que no percibieron cambio alguno en el pan ni en el vino.

El testimonio de nuestros propios sentidos no nos deja creer que se efectúe cambio alguno en los dos elementos de la comunión. El gusto nos dice que son real  y verdaderamente lo que parecen ser. La Biblia nos exige que creamos cosas que están fuera del alcance de la razón, pero jamás nos manda aceptar lo que está  en contradicción con nuestros sentidos.

La verdadera doctrina acerca de la naturaleza humana de nuestro Señor está en pugna con la creencia en el cambio de los elementos. El cuerpo de Jesucristo  no puede estar al mismo tiempo en más de un lugar. Si estaba sentado a la mesa y podía al mismo tiempo ser distribuido a los discípulos, es muy claro que no podía ser un cuerpo humano como el nuestro. Mas no debe concederse esto ni por un momento, porque una de las verdades más gloriosas del Cristianismo es  la de que el Redentor es perfecto hombre así como también es perfecto Dios.

Finalmente, la índole del idioma en que nuestro Señor habló al instituir la Cena no nos fuerza en manera alguna a dar una interpretación literal o llana a las  palabras. La Biblia está llena de expresiones de análogo linaje a las cuales nadie pensaría en dar otro sentido que no fuese el figurado. Nuestro Señor dijo en  otro lugar que Él era la "puerta" y la "vid," y no hay duda de que al hablar así hizo uso de emblemas y figuras. No se incurre, pues, en contradicción o  inconsecuencia alguna al suponer que empleara lenguaje figurado al instituir la Cena; y sí pueden aducirse serias objeciones en contra de la interpretación  literal.

Lo segundo que debemos examinar es cuál es el objeto con el cual se instituyó la Cena del Señor. La Cena del Señor no es un sacrificio. Al administrarla no se hace oblación alguna, ni se presenta otra ofrenda que la de nuestras oraciones, nuestros loores y  nuestras gracias. Desde el día en que Jesús murió no ha habido necesidad de hacer más ofrendas por el pecado. Con una sola ofrenda perfeccionó a los que son  santificados. Hebreos 10:14 (porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados). Los sacerdotes, los altares y los sacrificios dejaron de ser necesarios cuando el Cordero de Dios se ofreció a sí mismo.

La Cena del Señor no comunica beneficio alguno a los que no participan de ella con la fe. El mero acto de comer el pan y beber el vino es de ningún provecho  si el corazón del que lo ejecuta no está bien para con Dios. Es por excelencia un sacramento en que solo deben tomar parte los que hayan nacido de nuevo.

La Cena se instituyó para conmemorar la muerte expiatoria de Jesucristo hasta que Él venga. Los beneficios que comunica son espirituales, no corporales. En  donde pueden advertirse los resultados que produce es en las facultades internas del hombre. Por medio de los emblemas materiales del pan y el vino nos  recuerda que la ofrenda hecha en la cruz del cuerpo y la sangre de Jesucristo, es la única que expía el pecado y da al creyente la vida espiritual. Vigorizando  nuestra fe, nos aproxima más y más al Salvador crucificado, y nos ayuda a alimentarnos espiritualmente de su cuerpo y sangre. Es un sacramento establecido para los pecadores redimidos, no para los ángeles inocentes. Con el hecho de recibirlo confesamos públicamente que tenemos conciencia de nuestra culpabilidad y de la necesidad de un Salvador; que confiamos en Jesús y lo amamos; que deseamos recibir de El nuestro alimento espiritual, y que tenemos  esperanza de vivir con Él. Si así participaremos de la Cena del Señor, nuestro arrepentimiento vendrá a ser más profundo, nuestra fe más firme, nuestra esperanza  más grata, nuestro amor más intenso: nuestros pecados dominantes serán debilitados, y nuestras virtudes robustecidas.

Lo último que debemos examinar es, cuál fue su carácter de los primeros que participaron de la Mesa del Señor.

La pequeña reunión a la cual administró nuestro Señor por primera vez el pan y el vino se componía de los apóstoles a quienes Él había elegido para que lo  acompañasen durante su ministerio en la tierra. Eran ellos hombres pobres é incultos, que amaban a Jesucristo, pero cuya fe era débil y cuyos conocimientos  eran escasos. Ellos entendían poco el significado de lo que su Maestro decía o hacia; y no sabían cuan frágiles eran sus corazones. Creían que estaban prontos a morir por Jesús, y sin embargo esa misma noche todos lo abandonaron y huyeron. Ahora bien, nuestro Señor lo sabía todo, y sin embargo no les rehusó el  sacramento.

Hay algo muy instructivo en esta circunstancia. Demuéstranos que los conocimientos profundos y la fe vigorosa no son calificaciones indispensables de los  participantes. No porque un individuo sepa poco y porque sea como un niño en fuerza espiritual, ha de excluírsele de la Cena. Sin duda que todos debemos  hacer esfuerzos por excluir a los comulgantes indignos; más hemos de tener cuidado de no desechar a los que Cristo no desechó.

Antes de terminar hagámonos preguntas serias con respecto a la Cena del Señor. ¿Nos abstenemos de tomar  parte en ella cuando se la celebra? Si así fuere, ¿cómo justificamos nuestra conducta? ¿O sí tomamos parte en ella? Si así  fuere ¿de qué modo la hacemos? ¿Concurrimos al acto de una manera inteligente, humilde y llena de fe? ¿Entendemos lo  que hacemos? ¿Tenemos convicción de que somos pecadores y habernos necesidad del Redentor? ¿Nos proponemos real y  firmemente el llevar una vida cristiana?

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