} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: CURADOS Y SALVADOS POR FE EN JESUCRISTO

domingo, 30 de agosto de 2015

CURADOS Y SALVADOS POR FE EN JESUCRISTO



Juan 5:6  Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano?
 7  Señor, le respondió el enfermo, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo.
 8  Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho, y anda.
 9  Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho, y anduvo. Y era día de reposo aquel día.

Salmos 103:3  El es quien perdona todas tus iniquidades, El que sana todas tus dolencias;


En medio de la tranquilidad de la noche, cuando abunda el silencio, es más fácil escuchar la Voz de Dios en la Biblia. Cualquier sonido, por leve que éste sea se percibe con mayor claridad. Es en este momento, cuando aprovecho por la gracia de Dios, para estudiar y releer los versículos de cada hoja de este calendario. Quiero dar las gracias a Dios por esta bendición que supone profundizar para escarbar los tesoros de su Palabra para edificación personal en primer lugar; y para hacer participes a quien guste leer cada reflexiones diaria. 
Alguno de vosotros lo habrá experimentado en sus vidas y sabrá de lo que estoy hablando. El bien que recibimos produce sus efectos en nuestra vida y en la de aquellos que nos rodean. Los efectos son similares a las hondas que produce una piedrs al caer en el agua. ¿Podéis visionar como se extiende? Desde el interior al exterior. Así de este modo actúa la Palabra de Dios en la Biblia en nuestra alma, donde anidan nuestras emociones, sentimientos, actitudes, pensamientos, carácter y voluntad para cambiarlos, transformarlos y sujetarlosen obediencia a la Voluntad de Dios.
Por naturaleza todos los seres humanos somos impotentes en materias espirituales, ciegos, cojos y marchitos; pero la provisión plena para la curación de nuestra ceguera espiritual está hecha, si atendemos a ella. Por el perdón de pecado es quitado lo que nos impedía tener lo bueno, y somos restaurados al favor de Dios, que nos concede las cosas buenas. 
El cuerpo encuentra las tristes consecuencias del pecado de Adán; está sujeto a muchas enfermedades y también el alma. Sólo Cristo perdona todos nuestros pecados; Él solo es quien cura todas nuestras enfermedades. Y la persona que haya curado su pecado, tiene bien cimentada la seguridad de que es perdonada. Cuando Dios, por la gracia y consolación de su Espíritu, restaura al pecador caído de sus corrupciones, y lo llena de nuevo con vida y gozo, lo cual es una primicia de la vida y gozo eterno, se puede entonces decir que regresa a los días de su juventud.
Son muchas cosas por las que debemos alabar a Dios: perdona nuestras iniquidades, sana nuestras dolencias, nos rescata de la muerte, nos corona de favores y misericordias, sacia de bien nuestra boca y nos hace justicia y derecho. Recibimos todas estas cosas sin merecer ninguna de ellas. Por difícil que sea nuestra vida, siempre podremos contar sus bendiciones pasadas, presentes y futuras.
El Señor no sólo perdona nuestras iniquidades; también sana nuestras dolencias. Si bajo el pacto anterior la sanidad corporal fue incluida juntamente con los otros beneficios divinos, podemos descansar y regocijarnos en fe. La «gloria» del nuevo pacto excede por completo la del antiguo y debemos tener la certeza de que Dios, en Cristo, ha hecho suficiente provisión para nuestro bienestar.
La alabanza gozosa, en el nacido de nuevo, asciende desde un reconocimiento agradecido de las bendiciones personales hasta una celebración vibrante de los atributos divinos de gracia, especialmente acomodados a la flaqueza del hombre, y termina invitando a todas las criaturas a unirse en su canción y en su oración.
Cuando oramos a Dios servimos más al Señor que en ningún otro momento. Por medio de la oración hablando con Dios, el Señor cambia nuestra fortaleza natural por su fortaleza divina. Cuando dependemos de la oración estamos dependiendo de lo que Dios puede hacer. La oración es el mayor privilegio puesto a nuestra disposición para tener “hilo directo con Dios” por la mediación de su Hijo Jesucristo. Podemos hacer muchos más después de haber orado y poco o nada antes de hacerlo, pues durante la conversación con Dios estamos recibiendo su gracia que nos fortalece para salir de las situaciones. Por medio de la oración se previenen multitud de pecados que de otro modo nos harían estorbo.
Cuando confesamos nuestros pecados privados, personales deben realizarse en privado al Señor; cuando tenemos el corazón quebrantado, Dios entra en acción para restaurarnos, ser sanados física y espiritualmente.
La oración y la obediencia nos ayudan a caminar en el proceso de santificación, esa obra que el Señor comenzó en nosotros cuando fuimos sellados con su Espíritu Santo: es su visado para poder llegar a su presencia, a nuestra casa celestial; y vivir por toda la eternidad alabando y dando gloria a Dios.