Efesios 6:4 Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos,
sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor.
Proverbios 6:20 Guarda, hijo mío, el mandamiento de tu padre, no dejes la
enseñanza de tu madre;
Dios nos ha dado a los padres la
responsabilidad de criar a los hijos; esta no es la responsabilidad de los
abuelos, de las escuelas, del estado, de grupos juveniles, ni de los compañeros
y amigos. Aun cuando cada uno de estos grupos pudiera ejercer influencia sobre
los niños, en última instancia, el deber y la responsabilidad descansan sobre
nosotros, los padres y, particularmente, sobre el padre, a quien Dios ha
designado «cabeza» de la familia, a fin de que la dirija. Se necesitan dos
cosas para la apropiada enseñanza de los hijos: una actitud correcta y un
fundamento correcto, la Palabra de Dios en la Biblia. Una atmósfera permeada
con crítica destructiva, condenas, falsas expectativas, sarcasmo, intimidación
y temor, «provocará a ira al niño». En una atmósfera semejante, no se podrá
ofrecer enseñanza sana alguna.
La alternativa positiva sería una atmósfera rica en ternura, entusiasmo, afecto y amor. En una atmósfera así, los padres podemos edificar las vidas de nuestros hijos sobre el precioso fundamento del conocimiento de la Palabra de Dios en la Biblia.Estas orientaciones son para la familia que está en el Señor, y no se espera que funcionen fuera del círculo familiar del creyente
La alternativa positiva sería una atmósfera rica en ternura, entusiasmo, afecto y amor. En una atmósfera así, los padres podemos edificar las vidas de nuestros hijos sobre el precioso fundamento del conocimiento de la Palabra de Dios en la Biblia.Estas orientaciones son para la familia que está en el Señor, y no se espera que funcionen fuera del círculo familiar del creyente
Hay una diferencia entre obedecer y honrar. Obedecer
significa cumplir lo ordenado; honrar significa mostrar respeto y amor. Los
hijos no están obligados a desobedecer a Dios en obediencia a sus padres. A los
hijos adultos no se les pide que se subordinen a padres dominantes. Los hijos
obedecerán hasta que dejen de estar bajo el cuidado de sus padres, pero la
responsabilidad de honrarlos es para siempre. Al ser injustos, inflexibles o
severos, los padres están en constante peligro de provocar o amargar a sus
hijos. Al crecer en un ambiente así, el hijo pudiera adquirir un espíritu de
desaliento y rebeldía.
El gran deber de los hijos es obedecer a sus padres.
Nosotros también somos hijos. La obediencia comprende la reverencia interna y
los actos externos, y en toda época la prosperidad ha acompañado a los que se
distinguen por obedecer a sus padres.
El deber de los padres es ser pacientes. No seamos impacientes ni usemos severidades irracionales. Tratemos a nuestros hijos con prudencia y sabiduría; convenciendolos en sus juicios y obrando en la razón de ellos. Criandolos bien; bajo la corrección apropiada y compasiva, y en el conocimiento del deber que Dios exige. Este deber es frecuentemente descuidado hasta entre los que profesan el evangelio. La apelación a tomar seriamente lo que enseñan los padres, en sus mandamientos y reprensiones hay guía.
Muchos ponen a sus hijos en contra de la religión, pero esto no excusa la desobediencia de los hijos aunque lamentablemente pueda ocasionarla. Dios solo puede cambiar el corazón, pero Él da su bendición a las buenas lecciones y ejemplos de los padres, y responde sus oraciones. Pero no deben esperar la bendición de Dios los que tienen como afán principal que sus hijos sean ricos y realizados, sin importar lo que suceda con sus almas.
La Palabra de Dios tiene algo que decirnos sobre todas las ocasiones de nuestra vida en este mundo. Que la reprensión fiel nunca nos incomode, porque es para vida. Es natural y bueno para los niños, a medida que maduran, ir independizándose poco a poco de nosotros, sus padres. Sin embargo, los adultos jóvenes, deben cuidarse de no tener oídos sordos a las enseñanzas recibidas, de rechazar su consejo cuando más lo necesitan. Si luchamos con una decisión o buscamos un consejo, analícemoslo con nuestros guías, los padres o con otros adultos mayores que nos conozcan bien. Los años de experiencia que nos llevan de ventaja pueden haberles dado la sabiduría que buscamos.
El deber de los padres es ser pacientes. No seamos impacientes ni usemos severidades irracionales. Tratemos a nuestros hijos con prudencia y sabiduría; convenciendolos en sus juicios y obrando en la razón de ellos. Criandolos bien; bajo la corrección apropiada y compasiva, y en el conocimiento del deber que Dios exige. Este deber es frecuentemente descuidado hasta entre los que profesan el evangelio. La apelación a tomar seriamente lo que enseñan los padres, en sus mandamientos y reprensiones hay guía.
Muchos ponen a sus hijos en contra de la religión, pero esto no excusa la desobediencia de los hijos aunque lamentablemente pueda ocasionarla. Dios solo puede cambiar el corazón, pero Él da su bendición a las buenas lecciones y ejemplos de los padres, y responde sus oraciones. Pero no deben esperar la bendición de Dios los que tienen como afán principal que sus hijos sean ricos y realizados, sin importar lo que suceda con sus almas.
La Palabra de Dios tiene algo que decirnos sobre todas las ocasiones de nuestra vida en este mundo. Que la reprensión fiel nunca nos incomode, porque es para vida. Es natural y bueno para los niños, a medida que maduran, ir independizándose poco a poco de nosotros, sus padres. Sin embargo, los adultos jóvenes, deben cuidarse de no tener oídos sordos a las enseñanzas recibidas, de rechazar su consejo cuando más lo necesitan. Si luchamos con una decisión o buscamos un consejo, analícemoslo con nuestros guías, los padres o con otros adultos mayores que nos conozcan bien. Los años de experiencia que nos llevan de ventaja pueden haberles dado la sabiduría que buscamos.
Cuando consideremos cuánto abunda el pecado, cuán
odioso es el adulterio en su propia naturaleza, qué mala consecuencia trae, y
cuán ciertamente destruye la vida espiritual en el alma, no nos asombra que las
advertencias en su contra sean repetidas tan a menudo. El mandamiento y la
enseñanza evita la entrada del mal, dando buenos pensamientos, aun en los
sueños
Recordemos a quien voluntariamente se hizo nuestro fiador cuando nosotros éramos extraños y enemigos, ¿y los cristianos, con las perspectivas, motivos y ejemplos que tenemos, seremos perezosos y negligentes? ¿Descuidaremos lo que agrada a Dios y lo que Él recompensa bondadosamente? Vigilemos muy de cerca cada sentido por el cual puede entrar veneno a nuestras mentes o afectos.
Recordemos a quien voluntariamente se hizo nuestro fiador cuando nosotros éramos extraños y enemigos, ¿y los cristianos, con las perspectivas, motivos y ejemplos que tenemos, seremos perezosos y negligentes? ¿Descuidaremos lo que agrada a Dios y lo que Él recompensa bondadosamente? Vigilemos muy de cerca cada sentido por el cual puede entrar veneno a nuestras mentes o afectos.