Salmos 119:105 Lámpara es a mis
pies tu palabra,
Y lumbrera a mi camino.
Todo nacido de nuevo considera la absoluta autoridad de la Palabra de Dios como algo
inalterable y firmemente asegurado en el cielo. Lo eterno del dominio divino mediante su
Palabra. Aunque los tiempos y las estaciones cambian y las costumbres sociales,
las opiniones humanas y las orientaciones filosóficas varían, ello no afecta la
permanencia o la autoridad de la Palabra de Dios. Dios es fiel en el ejercicio
de su poder, en el cumplimiento de su promesa y las bendiciones de su Palabra,
tanto como en su exigencia de justicia y juicio. Así como habló y la tierra fue
creada y se sostiene, de la misma manera también ha hablado en cuanto a las
leyes que rigen la vida. El relativismo del pensamiento humano no afecta su
autoridad o sus normas. Aunque la creación
subsiste por su Palabra, todas las cosas creadas le sirven, el hombre
contradice a menudo la autoridad del Creador. Pero, cualquiera que sea nuestra
pasada rebelión, cuando acudimos a Cristo debe ocurrir una restauración de la
Palabra de Dios como principio orientador de nuestras vidas.
Todos
tenemos muy poca experiencia en la vida como para vivirla sin guía alguna. La
Palabra de Dios es esa guía. El Salmo 119 revela múltiples aspectos de la
Palabra de Dios, y muestra cuánto puede asistirnos en las circunstancias
prácticas de la vida. Pero ningún versículo en particular aborda esto más
claramente que el 105, donde la Palabra de Dios se compara a una lámpara que
alumbra nuestro camino, dirige cada uno de nuestros pasos («a mis pies»), y brinda sabiduría a nuestros planes futuros («a mi camino»). Josué
vincula la aplicación regular de la Palabra de Dios a la vida como el camino
más seguro, tanto para el éxito como para la prosperidad. Además, destaca la sabiduría que la Palabra de
Dios ofrece al «simple», una verdad que advierte contra tomar decisiones
basadas en sin razones o engaños humanos. También nos recuerda que las correcciones que la
Biblia contiene son parte de la «luz» que nos ofrece, tanto como cualquier otra
afirmación positiva que podamos hallar en ella. Permitamos que la Palabra de
Dios nos guíe, corrija, instruya, dirija, enseñe y confirme.
Jamás
nos apresuremos a actuar sin ella.
La Palabra de Dios nos hace sabios. Más sabios que nuestros enemigos y
que cualquier maestro que la olvida. La verdadera sabiduría va más allá de un
conocimiento acumulado, es la aplicación
de ese conocimiento para cambiar la vida. Las personas inteligentes o
experimentadas, no son necesariamente sabias. Somos sabios cuando permitimos
que nos guíe lo que Dios nos ha enseñado.
Es obvio
que si caminamos en la noche en medio del bosque necesitaremos una luz que nos
impida tropezar con las raíces de algún árbol o caer en algunos hoyos. En esta
vida, andamos a través de un bosque oscuro de maldad. No obstante, la Biblia
puede ser la luz que nos muestre el camino hacia adelante para así no tropezar
al caminar. Nos revela las raíces enredadas de filosofías y falsos valores.
Estudiemos la Biblia para que podamos ver nuestro camino con la
suficiente claridad y así permanecer en la senda correcta.