Col 2:8 Mirad que nadie os
engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los
hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo.
Hay una filosofía que ejercita correctamente nuestras facultades de
raciocinio: el estudio de las obras de Dios a través de su Palabra en la Biblia,
que nos lleva al conocimiento de Dios y confirma nuestra fe en Él. Pero hay una
filosofía que es vana y engañosa; y aunque complace las fantasías de los
hombres, obstaculiza la fe de todos ellos: tales son las especulaciones
curiosas sobre cosas que no trascienden o no nos interesan. Los que van por el
camino del mundo se han apartado de seguir a Cristo. En Él tenemos la sustancia
de todas las sombras de la ley ceremonial. Todos los defectos de la ley están
compensados en el evangelio de Cristo por su sacrificio completo por el pecado,
y por la revelación de la voluntad de Dios. Ser completo es estar equipado con
todas las cosas necesarias para la salvación. Por esta sola palabra, completo, se indica que tenemos todo lo
requerido en Cristo. En Él, no cuando
miramos a Cristo como si estuviese lejos de nosotros, sino cuando tenemos a
Cristo habitando y permaneciendo en nosotros. Cristo está en nosotros y
nosotros en Él cuando por el poder del Espíritu, la fe obra en nuestros
corazones por el Espíritu y somos unidos a nuestra Cabeza. La circuncisión del
corazón, la crucifixión de la carne, la muerte y sepultación al pecado y al
mundo, y la resurrección a la novedad de vida, simbolizadas en el bautismo, y
por fe obrada en nuestros corazones, demuestran que nuestros pecados han sido
perdonados, y que estamos completamente liberados de la maldición de la ley.
Por medio de Cristo somos resucitados los que estábamos muertos en el
pecado. La muerte de Cristo fue la muerte de nuestros pecados; la resurrección
de Cristo es la vivificación de nuestras almas. Cristo sacó del camino la ley
de las ordenanzas que fue yugo para los judíos, y muro de separación para los
gentiles. Las sombras huyeron cuando la sustancia se hizo presente. Como todo
mortal soy culpable de muerte, por lo escrito en la ley, ¡qué espantosa es la
situación de los impíos réprobos que pisotean la sangre del Hijo de Dios, que
es lo único con que puede borrarse esta sentencia! Que nadie se perturbe con
los juicios fanáticos relacionados a la carne o a las solemnidades judías.
Apartar un tiempo para adorar y servir a Dios es un deber ineludible que no
depende necesariamente del séptimo día de la semana, el día de reposo de los
judíos. El primer día de la semana o el día del Señor es el tiempo que los
cristianos guardan santo en memoria de la resurrección de Cristo. Todos los
ritos judaicos eran sombra de las bendiciones del evangelio.
Pablo escribe contra cualquier filosofía de vida basada solo en ideas
humanas. El mismo era un filósofo dotado, por lo tanto no condenaba la
filosofía.
Filosofía es amor al conocimiento; amor a las ideas. Condenaba las
enseñanzas que dan mayor crédito a la humanidad, no a Cristo, como la respuesta
para los problemas de la vida, al grado que se conviertan en una falsa
religión. Hay muchas propuestas del hombre para enfrentar los problemas que no
toman en cuenta a Dios. Para resistir la herejía debemos usar nuestra mente, fijar nuestros ojos en
Cristo y estudiar la Biblia.
Cuando los hombres no podían hacer que la
revelación aun pareciera hablar de los profundos misterios en los cuales ellos
tenían curiosidad de escudriñar, entonces introdujeron la filosofía humana y
las pretendidas tradiciones como ayuda, como si alguno trajese una lámpara al
reloj del sol para averiguar la hora. Los maestros falsos se jactaban de una
sabiduría superior en teoría, transmitida por tradición entre los iniciados; en
la práctica prescribían el ascetismo, como si la materia y el cuerpo fuesen
manantiales de maldad. “Los rudimentos” o lecciones elementales “del
mundo tales como las ordenanzas legales;
nuestras lecciones infantiles de tendencia judaica. Su jactanciosa “filosofía”
superior no es sino tradición humana, un apego a lo carnal y mundano, y no a
Cristo. Aunque nominalmente reconocían a Cristo, en espíritu le negaban por su
doctrina.
Como hombre, Cristo no era simplemente semejante
a la divinidad, sino en el sentido más completo era Dios no meramente como
antes de su encarnación, sino ahora “corporalmente en Él” como el Verbo
encarnado. Los creyentes, por su unión con Él, participamos de su plenitud de
la naturaleza divina.
Donde
los herejes prometen a través de medios dudosos progresos espirituales, en los
que Cristo es relegado a un segundo plano, y negados los principios básicos del
cristianismo, el progreso en la fe consiste en profundizar, no en descartar las
verdades cristianas fundamentales. Lo que los falsos maestros llaman iluminación,
cristianismo liberador, Pablo lo denomina los rudimentos del mundo.
Dejemos
que sea la Palabra de Dios, el Evangelio de Jesús quien ocupe todo el lugar en
nuestras mentes. Las filosofías humanas del siglo XX ateísmo, humanismo, relativismo, gnosticismo,
son como las religiones del mundo, pensamientos humanos limitados que se
vuelven como la neblina que se disipa cuando brilla el sol.