} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: REFLEXIÓN

miércoles, 5 de agosto de 2015

REFLEXIÓN

El cristiano que sigue a su Señor imita su vida y obedece sus mandamientos. Tomar la cruz significa llevarla hasta el lugar donde nos van a matar cada día al llamado del Señor de tomar la cruz, indicando una renuncia progresiva y continua al egoísmo de una vida centrada en uno mismo.
  Muchos galileos murieron a manos de los romanos. Aplicado a los discípulos, esto implica identificarse por completo con el mensaje de Cristo, incluso si significa la muerte. Debemos negar nuestros deseos egoístas, usar tiempo y dinero y elegir el camino tomando en cuenta a Cristo. Hoy en día esta forma de vida es costosa, pero a la larga vale la pena el dolor y el esfuerzo.

  La gente está dispuesta a pagar un alto precio por algo que valora. ¿Sorprende que Jesús demandara este tipo de entrega de quienes decidieran seguirlo? Hay, al menos, tres condiciones que debe cumplir el que quiera seguir a Jesús: Estar dispuesto a negarse a sí mismo, llevar su cruz y dar su vida. Todo lo demás es un servicio superficial, solo de palabras.

  Si esta vida es lo más importante para usted, hará cualquier cosa para protegerla. No hará nada que ponga en peligro su seguridad, salud o comodidad. En cambio, si para usted seguir a Jesús es lo más importante, quizás se halle en lugares inseguros, insanos e incómodos. Enfrentará la muerte, pero no temerá porque sabe que Jesús lo resucitará a la vida eterna. Ninguna cosa material compensa la pérdida de la vida eterna. Los discípulos de Jesús no deben usar su vida terrenal para su propio placer, sino que deben gastarla sirviendo a Dios y a los demás.

 Se nos prohíbe investigar por curiosidad en los consejos secretos de Dios y dar opiniones personales al respecto. Pero se nos dirige y estimula a que escudriñemos diligentemente en aquello que Dios ha dado a conocer por medio de su Palabra en la Biblia. Él no ha retenido nada que sea provechoso para nosotros, sino sólo lo que es bueno que ignoremos. El fin de toda revelación divina no es darnos temas curiosos de especulación y discusión, sino que podamos hacer todas las palabras de esta ley y ser bendecidos en nuestro obrar. La Biblia revela claramente esto; más allá de esto no pueden ir provechosamente los hombres. Por esta luz uno puede vivir y morir cómodamente y ser feliz para siempre.
Hay ciertas cosas que Dios decidió no revelarnos, posiblemente por las siguientes razones:   nuestras mentes finitas no pueden entender los aspectos infinitos del universo de Dios y su naturaleza;   algunas cosas no necesitamos conocerlas hasta que seamos más maduros; y   como Dios es Infinito y Omnisciente, es simplemente imposible para nosotros saber todo lo que El hace. Este versículo muestra que a pesar de que Dios no nos ha dicho todo lo que hay sobre la obediencia a El, nos ha dicho bastante. Así, la desobediencia proviene de un acto de la voluntad, no por una falta de conocimiento. A través de la Palabra de Dios en la Biblia sabemos lo suficiente para ser salvos por fe y servirle. No debemos usar las limitaciones de nuestro conocimiento como una excusa para rechazar su guía en nuestra vida.

  La historia escrita de las relaciones providenciales de Dios para con Israel, nos presenta una combinación maravillosa de “bondad” y severidad”. Gran parte de ella está envuelta en misterio demasiado profundo para que lo sondeen nuestras facultades limitadas; pero, por la sabiduría comprensiva manifestada en aquellas porciones que han sido reveladas a nosotros, estamos preparados para entrar al espíritu completo de la admiración: “¡Cuán incomprensibles son sus juicios, e inescrutables sus caminos!”

Los que recibimos la doctrina de Cristo como divina, y habiendo sido iluminados por el Espíritu Santo, hemos mirado bien en ella, no sólo viendo la clara historia de Cristo, y a éste crucificado, sino los profundos y admirables designios de la sabiduría divina. Es el misterio hecho manifiesto a los santos, aunque anteriormente escondido del mundo pagano; sólo se le mostró en tipos oscuros y profecías distantes, pero ahora es revelado y dado a conocer por el Espíritu de Dios.
Jesucristo es el Señor de gloria, título demasiado grande para toda criatura. Hay muchas cosas que la gente no haría si conociera la sabiduría de Dios en la gran obra de la redención. Hay cosas que Dios ha preparado para los que le aman, y le esperan, cosas que los sentidos no pueden descubrir, que ninguna enseñanza puede transmitir a nuestros oídos, ni pueden aún entrar a nuestros corazones. Debemos tomarlas como están en las Escrituras, como quiso Dios revelárnoslas.

No podemos imaginar todo lo que Dios tiene reservado para nosotros en esta vida y en la eternidad. Creará un cielo nuevo y una tierra nueva, y viviremos con El para siempre.
Mientras tanto, el Espíritu Santo nos consuela y guía. Al saber el futuro maravilloso y eterno que nos espera, nos da esperanza y valor para seguir adelante en esta vida, para tolerar las dificultades y evitar que cedamos a la tentación. Este mundo no es todo lo que es. Lo mejor aún está por venir.

  Dos elementos son necesarios para conocer las cosas de Dios: una revelación de Dios a través del Espíritu, y una respuesta espiritual apropiada del ser humano.

  Igual que los pensamientos de cada uno sólo uno mismo los conoce (y el Señor) así lo que está en la mente de Dios sólo lo conoce el Espíritu Santo. Dios ha escogido revelarse en Jesucristo, y el Espíritu Santo ha traído esta revelación de Cristo a la iglesia por medio de los apóstoles.

  El Espíritu responde al espíritu, no a la mente. El Espíritu Santo interpreta las cosas espirituales a la gente espiritual. Por las vías a través de las cuales la Palabra de Dios nos ha sido dada en la Biblia, al comunicarnos el Espíritu “ideas”  espirituales por medio de las “palabras” espirituales específicas que escoge para cada uno de nosotros; aunque oigamos lo mismo no todos recibiremos la misma exhortación.

  Desde el punto de vista espiritual, la gente está dividida en tres categorías, lo cual aclara cómo la revelación de la Cruz es recibida del lado humano:
 El hombre natural, no regenerado y alejado del Espíritu, no siente aprecio por el evangelio.
El hombre espiritual, regenerado y en posesión de madurez espiritual, como los que están libres de inclinaciones sectarias, tiene una naturaleza que responde a la verdad, y los incrédulos lo encuentran difícil de comprender.
El hombre carnal, regenerado, pero viviendo de forma parecida a los que no lo son, es un creyente de comportamiento infantil, como se ve en los celosos con un espíritu sectario; una vida cristiana inmadura, que mira por lo suyo, con un pie en sus cosas materiales, carente de amor fraternal, más preocupado por las opiniones humanas que por estar en comunión con los hermanos en Cristo.
Tú que lees esto, ¿en qué categoría te encuentras? Puedes predicar aún en tu carnalidad y preparar mensajes que llegan a emocionar, pero se quedan ahí nada más; no van más allá de esas cuatro paredes; ya sabes la razón.
No hace mucho leí, mientras estudiaba biografías de hombres de la Reforma, como había predicadores que desde el púlpito lanzaban unos tremendos mensajes bíblicos que llegaban a la  gente; pero que no debían bajarse nunca, porque las vidas que llevaban los hacían incompetentes para subirse de nuevo a predicar.