} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: SIN FE NO PODEMOS OBEDECER A DIOS

viernes, 28 de agosto de 2015

SIN FE NO PODEMOS OBEDECER A DIOS

Hebreos 11:8  Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba 9  Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; 10  porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.


Tu que lees esta reflexión matutina sobre este versículo del día de hoy ¿Recuerdas lo que sentías cuando eras niño y se acercaba tu cumpleaños? Te sentías emocionado y ansioso. Tenías la certeza de que recibirías regalos y otros obsequios. Pero algunas cosas serían una sorpresa. Los cumpleaños combinan seguridad y expectación. ¡Así es también con la fe! La fe es la convicción basada en las experiencias pasadas de que, con toda seguridad, Dios nos dará nuevas sorpresas. La fe es obedecer a Dios sin hacer preguntas; ¡si Dios lo dice, obedezco!.
Dos palabras describen nuestra fe: confianza y certeza. Estas dos cualidades necesitan un punto inicial y final seguros. El punto inicial de la fe es creer en el carácter de Dios: El es quien dice ser que es. El punto final es creer en las promesas de Dios: El hará lo que dice. Cuando creemos que Dios cumplirá sus promesas, a pesar de que todavía no las vemos hechas realidad, mostramos verdadera fe genuina.
Dios habló y se creó de la nada el universo; declaró que sería y fue. Nuestra fe está puesta en el Dios que creó el universo con su palabra. La Palabra de Dios tiene un poder impresionante. Cuando El habla, ¿oímos y respondemos? ¿Cómo podemos prepararnos mejor para responder a su palabra?
A menudo somos llamados a dejar las conexiones, los intereses y las comodidades del mundo. Si somos herederos de la fe de Abraham debemos obedecer y seguir adelante aunque no sepamos qué nos pasará; y seremos hallados en el camino del deber buscando el cumplimiento de las promesas de Dios. La prueba de la fe de Abraham fue que él simplemente obedeciera con plenitud el llamado de Dios. Sara recibió la promesa como promesa de Dios; estando convencida de aquello, ella juzgaba verdaderamente que Él podría y querría cumplir. Abraham demostró su fe al obedecer a Dios y dejar su casa en Ur, peregrinando hacia tierras desconocidas, al vivir largos años en la tierra prometida como un extranjero en habitaciones temporales y al aguardar allí pacientemente su legado permanente.
Muchos que tienen parte en las promesas no reciben pronto las cosas prometidas. La fe puede aferrarse a las bendiciones desde una gran distancia; puede hacerlas presentes; puede amarlas y regocijarse en ellas, aunque sean extrañas; como santos cuyo hogar es el cielo; como peregrinos que viajan hacia su hogar. Por fe ellos vencieron los terrores de la muerte y dieron un adiós jubiloso a este mundo y a todos sus beneficios y cruces. 
Los que una vez fuimos llamados y sacados, verdadera y salvíficamente, del estado pecaminoso, no nos interesa retornar a aquel estado anterior. Todos los creyentes verdaderos deseamos la herencia celestial; y mientras más fuerte sea la fe, más fervientes serán nuestros deseos.
A pesar de la maldad de nuestra naturaleza, de nuestra vileza por el pecado y de la pobreza de nuestra condición, Dios no se avergüenza de ser llamado el Dios de todos los creyentes verdaderos; tal es su misericordia, tal es su amor por nosotros. Que nunca nos avergoncemos de ser llamados su pueblo, ni de ninguno de los que son verdaderamente así, por más que seamos despreciados en el mundo. Por sobre todo, que nos cuidemos de no ser una vergüenza ni reproche para nuestro Dios.
Nuestro deber es eliminar nuestras dudas y temores mirando, como hizo Abraham, al poder omnipotente de Dios. La mejor forma de disfrutar de nuestras bendiciones es darlas a Dios; entonces Él nos devolverá en la mejor forma para nosotros. Miremos hasta qué punto nuestra fe ha causado una obediencia semejante, cuando hemos sido llamados a actos menores de abnegación o a hacer sacrificios más pequeños en nuestro deber. ¿Hemos entregado lo que se nos pidió, creyendo plenamente en el Señor?