} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: COMPLETOS EN CRISTO

miércoles, 17 de diciembre de 2014

COMPLETOS EN CRISTO




La Palabra de Dios en la Biblia y mas concretamente la carta del Apostol Pablo a los Romanos nos enseña que en Cristo tenemos suplidas nuestras carencias. Veamos en Romanos 3; 20-26:
 20  Porque por las obras de la Ley ningún ser humano será justificado delante de El; pues por medio de la Ley viene el conocimiento del pecado.
 21  Pero ahora, aparte de la Ley, la justicia de Dios ha sido manifestada, confirmada por la Ley y los Profetas.
 22  Esta justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo es para todos los que creen. Porque no hay distinción,
 23  por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios.
 24  Todos son justificados gratuitamente por Su gracia por medio de la redención que es en Cristo Jesús,
 25  a quien Dios exhibió públicamente como propiciación por Su sangre a través de la fe, como demostración de Su justicia, porque en Su tolerancia, Dios pasó por alto los pecados cometidos anteriormente,
 26  para demostrar en este tiempo Su justicia, a fin de que El sea justo y sea el que justifica al que tiene fe en Jesús.

Dikaiosis (δικαίωσις) denota el acto de pronunciar justo, justificación, absolución;  significando el establecimiento de una persona como justa por absolución de culpa no con vistas a nuestra justificación, sino debido a que todo lo que era necesario de parte de Dios para nuestra justificación había sido cumplido con la muerte de Cristo. Es por ello que él fue levantado de entre los muertos. Siendo la propiciación perfecta y completa, su resurrección fue la contrapartida confirmatoria.  . El hecho de que Dios justifica al pecador que cree sobre la base de la muerte de Cristo involucra su libre don de la vida.  
  Una sentencia de absolución, por la cual Dios absuelve a los hombres de su culpa, bajo las condiciones: de su gracia en Cristo, por medio de su sacrificio expiatorio, y el recibir a Cristo por la fe como acto cumplido en coherencia con el carácter de Dios y sus consejos.  

 Dikaioo (δικαιόω)  Significa ser justificado por parte de Dios con respecto a los hombres, que son declarados ser justos ante él sobre la base de ciertas condiciones por él establecidas.



REFLEXIÓN

Dios es, por medio de Cristo, como «propiciación por medio de su sangre»  «el que justifica al que es de la fe de Jesús»  siendo la justificación la absolución legal y formal de toda culpa por parte de Dios como Juez, siendo el pecador pronunciado justo al creer en el Señor Jesucristo.  La justificación es presentada como «no hay condenación».  La justificación es primaria y gratuitamente por la fe, consiguiente y evidencialmente por las obras.  
Vano es buscar la justificación por las obras de la ley, ya que todos seremos declarados culpables. La culpa ante Dios es palabra temible, pero ningún hombre puede ser justificado por una ley que lo condena por violarla. La corrupción de nuestra naturaleza siempre impedirá toda justificación por nuestras propias obras.

El pecado de desobediencia creó un abismo de separación entre Dios y los hombres, de tal modo que  era insalvable para nosotros. ¿Está ese abismo abierto para siempre? No, bendito sea Dios, hay un medio abierto para nosotros. Es la justicia de Dios, la justicia en la ordenación, en la provisión y en la aceptación. Es por esa fe que tiene el nacido de nuevo en Jesucristo; el Salvador ungido, que eso significa el nombre Jesucristo, el ÚNICO MEDIADOR entre Dios y los hombres.
 La fe  justificadora respeta a Cristo como Salvador en sus tres oficios ungidos: Profeta, Sacerdote y Rey; esa fe confía en Él, le acepta y se aferra de Él; en todo eso los judíos y los gentiles somos, por igual, bienvenidos a Dios por medio de Cristo. No hay diferencia, su justicia está sobre todo aquel que cree y acepta a Jesucristo como su Salvador y Señor; no sólo se nos ofrece, sino se nos pone  como una corona, como una túnica. Es libre gracia, pura misericordia; nada hay en nosotros que merezca tales favores. Nos llega gratuitamente, pero Cristo la compró y pagó el precio. La fe tiene consideración especial por la sangre de Cristo, como la que hizo la expiación.
Dios declara su justicia en todo esto. Queda claro que odia el pecado, cuando nada inferior a la sangre de Cristo hace satisfacción por el pecado. Cobrar la deuda al pecador no estaría en conformidad con su justicia, puesto que el Fiador la pagó y Él aceptó ese pago a toda satisfacción.

Dios ejecutará la gran obra de la justificación y salvación de pecadores desde el primero al último, para acallar nuestra jactancia. Ahora, si fuésemos salvados por nuestras obras, no se excluiría la jactancia, pero el camino de la justificación por la fe excluye por siempre toda jactancia. Sin embargo, los creyentes no somos dejados con autorización para transgredir la ley; la fe es una ley, es una gracia que obra dondequiera obre en verdad. Por fe, que en esta materia no es un acto de obediencia o una buena obra, sino la formación de una relación entre Cristo y el pecador, que considera adecuado que el creyente sea perdonado y justificado por amor del Salvador, y que el incrédulo, que no está unido o relacionado de este modo con Él, permanezca sometido a condenación. La ley todavía es útil para convencernos de lo que es pasado, y para dirigirnos hacia el futuro. Aunque no podemos ser salvos por ella como un pacto, sin embargo la reconocemos y nos sometemos a ella, como regla en la mano del Mediador.
  En estos versículos, Pablo afirma todos somos culpables ante Dios. Pablo desmantela la excusa común de la gente que no quiere reconocerse pecadora diciendo: "Dios no existe" o "Sigo mi conciencia" "No le hago mal a nadie" "Soy miembro de una iglesia" o "Soy una persona religiosa". Nadie está exento del juicio de Dios por el pecado. Cada persona debe aceptar que es pecadora y por lo tanto culpable ante Dios. Solo así puede comprenderse y aceptarse ese regalo maravilloso de Dios que es la salvación.

  Todos, gentiles paganos, gente humanitaria o religiosa, estamos condenados por nuestras acciones. La Ley, que el Señor dio para mostrar el camino a la vida, saca a la luz nuestras obras malignas. ¿Hay alguna esperanza? Sí, dice Pablo. La Ley nos condena, esto es cierto, pero la Ley no es la base de nuestra esperanza. Dios mismo lo es. El en su justicia y amor maravilloso nos brinda vida eterna. Recibimos salvación no a través de la Ley, sino mediante la fe en Jesucristo. No podemos ganarla, pero debemos aceptarla como un regalo de nuestro amoroso Padre celestial.

  La nación judía recibió muchos beneficios: Se le confió las leyes de Dios; fue la nación a través de la cual el Mesías vino la tierra; fue beneficiaria de los pactos con Dios mismo, pero estos privilegios no la hicieron mejor que las demás naciones. Pero debido a estos, los judíos tuvieron siempre una mayor responsabilidad en cuanto al cumplimiento de los requisitos de Dios.

  Algunos quizás piensen que el pecado no es preocupante porque: Dios está para perdonar; Dios es amor y no castiga; el pecado no es tan malo, nos enseña lecciones valiosas, o  debemos mantenernos dentro de la cultura que nos rodea. Es cierto que la gracia de Dios es inmensa, pero Dios no puede pasar por alto el pecado. Los pecadores, sin importar las excusas que expongamos, tendremos que responder ante Dios por nuestros pecados.

  Pablo hace referencia al Salmo 14; 1-3:
1  Dice el necio en su corazón:
 No hay Dios.
 Se han corrompido, hacen obras abominables;
 No hay quien haga el bien.
 2  Jehová miró desde los cielos sobre los hijos de los hombres,
 Para ver si había algún entendido,
 Que buscara a Dios.
 3  Todos se desviaron, a una se han corrompido;
 No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.
 "No hay justo" significa "nadie es inocente". Cada persona es valiosa ante los ojos de Dios porque El nos ha creado a su imagen y nos ama, pero no hay un solo justo (o sea, no hay persona que se haya ganado el estar a bien con Dios). A pesar de ser valiosos, hemos caído en pecado. Pero Dios, a través de Jesús su Hijo, nos ha redimido y nos ofrece perdón si nos volvemos a El en fe.

  Pablo usa estas referencias del Antiguo Testamento para mostrar que la humanidad en general, en su actual condición pecadora, es inaceptable ante Dios. ¿Hemos dicho alguna vez: "No soy tan malo. Soy buena persona"? Meditemos estos versículos y veamos si se ajustan a nosotros. ¿Hemos mentido alguna vez? ¿Hemos herido los sentimientos de alguien a través de nuestras palabras o el tono de nuestra voz? ¿Somos rudos con alguien? ¿Nos enfurecemos con nuestros más duros contrarios? En pensamientos, palabra y obra, como cualquier persona en este mundo, tenemos culpa delante de Dios. Debemos recordar lo que somos ante El: pecadores alejados. No neguemos que somos pecadores. Más bien permitamos que nuestra gran necesidad nos guíe a Cristo.