} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: LA ARMADURA DE UN CRISTIANO

lunes, 22 de diciembre de 2014

LA ARMADURA DE UN CRISTIANO




El  mayor tesoro que poseo es poder acceder a la Palabra de Dios en la Biblia, libremente. Y sin duda poder leer diferentes versiones es beneficioso para entender mejor el mensaje del Señor.
Podemos comprobarlo en la versión de la Biblia Traducción Lenguaje Actual en Efesios 6; 10-18, que dice así:

 10  Finalmente, dejen que el gran poder de Cristo les dé las fuerzas necesarias.
 11  Protéjanse con la armadura que Dios les ha dado, y así podrán resistir los ataques del diablo.
 12  Porque no luchamos contra gente como nosotros, sino contra espíritus malvados que actúan en el cielo. Ellos imponen su autoridad y su poder en el mundo actual.
 13  Por lo tanto, ¡protéjanse con la armadura completa! Así, cuando llegue el día malo, podrán resistir los ataques del enemigo y se mantendrán firmes hasta el fin.
 14  ¡Manténganse alerta! Que la verdad y la justicia de Dios los vistan y protejan como una armadura.
 15  Compartan la buena noticia de la paz; ¡estén siempre listos a anunciarla!
 16  Que su confianza en Dios los proteja como un escudo, y apague las flechas encendidas que arroja el diablo.
 17  Que la salvación los proteja como un casco, y que los defienda la Palabra de Dios, que es la espada del Espíritu Santo.
 18  No se olviden de orar. Y siempre que oren a Dios, dejen que los dirija el Espíritu Santo. Manténganse en estado de alerta, y no se den por vencidos. En sus oraciones, pidan siempre por todos los que forman parte del pueblo de Dios.


 La fuerza y el valor espiritual son necesarios para nuestra guerra y sufrimiento espiritual, es necesario obedecer y ponerse toda la armadura de Dios, que Él prepara y da. La armadura cristiana está hecha para usarse y no es posible dejar la armadura hasta que hayamos terminado nuestra guerra y finalizado nuestra carrera. El combate no es tan sólo contra enemigos humanos, ni contra nuestra naturaleza corrupta; tenemos que vérnosla con un enemigo que tiene miles de maneras para engañar a las almas inestables. Los diablos nos asaltan en las cosas que corresponden a nuestras almas y se esfuerzan por borrar la imagen celestial de nuestros corazones.
Debemos resolver, por la gracia de Dios, no rendirnos a Satanás. Resístidle, y de vosotros huirá. Si cedemos, él se apoderará del terreno. Si desconfiamos de nuestra causa o de nuestro Líder o de nuestra armadura, le damos ventaja.
Podemos describir las diferentes partes de la armadura que como los soldados bien pertrechados, ceñimos no por nosotros, ni en nuestras fuerzas, sino por el Espìritu; como aquellos soldados  que tienen que resistir los asaltos más feroces del enemigo. No hay nada para la espalda; nada que defienda a los que se retiran de la guerra cristiana, estos serán presa fácil de cualquier envite en su deserción de las filas del Señor.
La verdad o la sinceridad es el cinto que nos amarra y ciñe rodeando todas las otras partes de la armadura. No puede haber arrepentimiento, fe genuina,  sin sinceridad.
La justicia de Cristo, imputada a nosotros, es una coraza contra los dardos de la ira divina. La justicia de Cristo, implantada en nosotros, fortifica el corazón contra los ataques de Satanás.
La valentía debe ser como las piezas de la armadura para resguardar las partes delanteras de las piernas, y para afirmarnos en el terreno o caminar por sendas escarpadas, los pies deben estar protegidos con la obediencia del evangelio de la paz. Los motivos para obedecer en medio de las pruebas deben extraerse del claro conocimiento del evangelio, sin el cual sería como dar palos de ciego en medio de las tinieblas.
La fe es todo en todo en la hora de la tentación. La fe, tener la certeza de lo que no se ve, como recibir a Cristo y los beneficios de la redención, y de ese modo, derivar gracia de Él, es como un escudo, una defensa en toda forma.
El diablo es el malo. Las tentaciones violentas, por las cuales el alma se enciende con fuego del infierno, son dardos que Satanás nos arroja incitando a los malos pensamientos hacia Dios y de nosotros mismos. La fe que aplica la palabra de Dios y a la gracia de Cristo, es la que apaga los dardos de la tentación.
La salvación debe ser nuestro yelmo. La buena esperanza de salvación, la expectativa bíblica de la victoria, purifican el alma e impiden que sea contaminada por Satanás.
El apóstol recomienda al cristiano armado para la defensa en la batalla, una sola arma de ataque, la cual es suficiente, la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios. Somete y mortifica los malos deseos y los pensamientos blasfemos a medida que surgen adentro; y responde a la incredulidad y al error a medida que asaltan desde afuera. Un solo texto bien entendido y rectamente aplicado, destruye de una sola vez la tentación o la objeción y somete al adversario más formidable.
La oración debe asegurar todas las demás partes de nuestra armadura cristiana. Hay otros deberes de la fe y de nuestra posición en el mundo, pero debemos mantener el tiempo de orar. Aunque la oración solemne y estable pueda no ser factible cuando hay otros deberes que cumplir, de todos modos las oraciones piadosas cortas que se lancen son siempre como mensajes en espíritu, que de forma instantanea llegan a Dios. Es un hilo conductor directo al Señor, sin intermediarios.
Debemos usar pensamientos santos en nuestra vida corriente. El corazón vano también será vano para orar. Debemos orar con toda clase de oración, pública, privada y secreta; social y solitaria; solemne y súbita; con todas las partes de la oración: confesión de pecado, petición de misericordia y acción de gracias por los favores recibidos. Y debemos hacerlo por la gracia de Dios Espíritu Santo, dependiendo de su enseñanza y conforme a ella. Debemos perseverar en pedidos particulares a pesar del desánimo. Debemos orar no sólo por nosotros sino por todos los santos. Nuestros enemigos son fuertes y nosotros no tenemos fuerza, pero nuestro Redentor es todopoderoso, y en el poder de su fuerza, podemos vencer. Por eso debemos animarnos a nosotros mismos. ¿No hemos dejado de responder a menudo cuando Dios ha llamado? Pensemos en esas cosas y sigamos orando con paciencia, el tiempo está cercano y las señales anuncian su prxima venida, la Segunda Venida de Jesucristo.