Podemos
gozar de nuestra nueva vida en Cristo porque estamos unidos a El en su muerte y
resurrección. Nuestros malos deseos, nuestra esclavitud al pecado y nuestro
amor al pecado murieron con El. Ahora, unidos con El por fe en su resurrección,
tenemos comunión inquebrantable con Dios y libertad para resistir el pecado.
El castigo
del pecado y el poder que tenía sobre nuestras vidas murió con Cristo en la
cruz. Nuestro "viejo hombre", lleno de pecado, murió de una vez por
todas y ahora estamos libres de su poder. El "cuerpo del pecado" no
es el humano, sino nuestra naturaleza rebelde amante del pecado heredada de
Adán. A pesar de que nuestro cuerpo coopera voluntariamente con nuestra
naturaleza pecaminosa, no debemos por ello considerarlo malvado. Lo que es malo
es el pecado en nosotros. Y lo que se derrota es ese poder del pecado en acción
en nuestros cuerpos. Pablo acaba de establecer que la fe en Cristo nos declara
absueltos, "inocentes" ante Dios, enfatiza que ya no necesitamos una
vida bajo el poder del pecado. Dios no nos saca del mundo ni nos convierte en
robots. A veces sentiremos deseos de pecar y algunas veces lo haremos. La
diferencia radica en que antes de ser salvos, éramos esclavos de nuestra
naturaleza pecaminosa, pero ahora podemos elegir vivir para Cristo.
Fui fumador de cigarrillos, una cajetilla o dos a la semana desde los
18 años hasta los 31. Y sé la esclavitud que conlleva ese vicio. Cuando mi
voluntad estaba dominada por la necesidad de nicotina, mi mente se sentía
dominada y nada podía evitar que encendiera otro pitillo. Una persona, que
conocía fumaba tres cajetillas diarias; vi como murió ahogado, axfisiado por
falta de oxigeno; su aparato respiratorio fallaba, asma, tos, ahogos...vi como
moría en vida. Pedí ayuda al Señor para
dejar aquella esclavitud, para limpiar su criatura. Y vaya si me ayudó.
Recuerdo que ese día tenia un paquete en la mano, lo tiré a la papelera y desde
entonces gracias a Dios, una esclavitud menos. Tuve que replantearme los
habitos de vida; dejar de tomar café en lo bares, evitar zonas de fumadores,
que en aquellos tiempos era permitido fumar menos en el quirófano creo que en
todas partes. Según fueron pasando los días, mi naturaleza esclava del pecado
fue cediendo a los impulsos de un cigarro, y fue sujetada, vencida, enterrada.
Así que nadie diga que no puede vencer una tentación, todo lo podemos
con la ayuda del Espiritu Santo cuando estamos alimentándonos con la sana
doctrina, cuando la obedecemos hasta desfallecer, cuando no podemos más, ahí
sale el poder del Señor que suple aquellas fuerzas que no poseemos para que
podamos continuar adelante, eliminando todo aquello que la Palabra de Dios en
la Biblia refleja de nosotros y que no es compatible con la nueva criatura en
Cristo Jesús.
Por
la muerte y resurrección de Cristo, nosotros sus seguidores no tenemos por qué
temer a la muerte. La seguridad que nos da nos permite disfrutar compañerismo
con El y hacer su voluntad. Esto se reflejará en todas nuestras actividades:
trabajo y adoración, distracción, estudio bíblico, meditación y servicio a
otros. Cuando comprendo que no temo a la muerte, experimentaré un nuevo vigor
en la vida, habré entendido la verdadera libertad que Cristo me ha ofrecido cuando
lo acepté como Salvador y Señor. Debido a nuestra unión e identificación con
Cristo, ya no estamos atados a esos viejos motivos, deseos y metas. Así que
considerémonos según lo que Dios ha hecho en nosotros. Tenemos un nuevo
comienzo y el Espíritu Santo nos ayudará a transformarnos cada día en lo que
Cristo ha declarado que somos, nuevas criaturas; ahora que estamos unidos a
Cristo, El es nuestro Señor y nos da poder para hacer lo bueno y evitar lo
malo.
En ciertos
oficios, un aprendiz recibe instrucción de un "maestro" que lo
prepara, modela y le enseña los secretos de su oficio. Todas las personas
eligen un maestro y este lo moldea. Sin Jesús, no tendríamos opción;
aprenderíamos a pecar y los resultados serían culpa, sufrimiento y separación
de Dios. Gracias a Jesús, sin embargo, podemos ahora escoger a Dios como
nuestro Maestro. Siguiéndole, disfrutaremos la nueva vida y aprenderemos los
caminos del Reino. ¿Continuamos con nuestro primer maestro, el pecado? ¿O somos
aprendices de Dios?
Continúa...