En la Palabra de Dios en la Biblia podemos
leer dos versículos que me hacen recordar el pasado, para tenerlo presente y
con la ayuda de Dios no volver a caer. Estos versículos están en 1ª Timoteo
6:9-10:
9 Porque los que
quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y
dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición;
10
porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando
algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.
Debemos anhelar irnos a aquel mundo donde reinan por siempre la santidad
y el amor, y donde no habrá violencia ante nosotros. Dios tiene buenas razones
para ser paciente con los malos y de reprender a los hombres buenos. Llegará el
día en que el clamor del pecado será oído contra los que hacen el mal, y el
clamor de la oración de quienes sufren el mal.
Pero la mayoría de los hombres presumen de la
continuada prosperidad o que las calamidades no llegarán en su tiempo. Ellos
vencerán a todo el que se les oponga. Pero darse la gloria a uno mismo es una
gran ofensa y ofensa corriente del pueblo orgulloso.
Sean como sean las cosas, Dios es el Señor, nuestro Dios, nuestro
Santo. Gran consuelo es que, cualquiera sea la maldad que conciban los hombres,
el Señor concibe el bien, y estamos seguros de que su consejo resistirá. Aunque
la maldad pueda prosperar por un rato, Dios es santo y no aprueba esa maldad.
Como Él mismo no puede hacer iniquidad, así sus ojos son muy puros como para
contemplarla con aprobación. Por este principio debemos guiarnos, aunque las
dispensaciones de su providencia puedan, por un tiempo, en algunos casos,
parecernos que no concuerdan con eso.
Sabemos de la paciencia de Dios y como la sentencia contra las malas
obras y malos obreros no es ejecutada velozmente, sus corazones están más
plenamente dispuestos para hacer el mal. A algunos los toman como con anzuelo,
uno por uno; otros, son tomados en las aguas bajas como con red y los reúne en
su red, que todo lo encierra. Ellos admiran su propia destreza y capacidad
inventiva, hay una gran proclividad en nosotros para adueñarnos de la gloria de
la prosperidad externa.
Dios terminará pronto los robos espléndidos y exitosos. La muerte y el
juicio harán que los hombres cesen de ser predadores del prójimo, y serán sus
propias presas. Recordemos que sin importar las ventajas que poseamos, debemos
dar toda la gloria a Dios.
No debe contar como nuestro, más de lo que tenemos, de lo que
obtenemos honestamente. Las riquezas no son sino barro, fango espeso; ¿qué son
el oro y la plata, sino tierra amarilla y blanca? Los que pasan por el barro
espeso son obstaculizados y ensuciados en su jornada; así son quienes pasan por
el mundo en medio de la abundancia de riqueza. Qué necios los que se cargan con
el cuidado continuo de ello; con muchísima culpa por conseguirla, ahorrarla y
gastarla, ¡y con una pesada cuenta que deben rendir otro día! Se sobrecargan
con este barro espeso y, así, se hunden en la destrucción y la perdición. Lo
que se consigue del prójimo por la violencia, será quitado con violencia por
otros.
La codicia ocasiona inquietud e incomodidad a la familia; el que
ambiciona ganancia perturba su propia casa; lo que es peor, se acarrea la
maldición de Dios para todos los asuntos de ella. Hay ganancia lícita que, por
la bendición de Dios puede ser consuelo para una casa, pero lo que se obtiene
por fraude e injusticia, traerá pobreza y ruina a una familia. Pero eso no es
lo peor: Tú has pecado contra tu propia alma, la has puesto en peligro. Los que
hacen mal a sus vecinos hacen un daño mucho más grande a sus propias almas. Si
el pecador piensa que ha manejado con arte e ingenio sus engaños y su
violencia, las riquezas y posesiones que haya amontonado, darán testimonio en
su contra. No hay esclavos más grandes en el mundo que los que son esclavos de
las puras empresas mundanas. ¿Y qué resulta de eso? Se hallan desilusionados de
eso y desilusionados en eso; reconocerán que es peor que la vanidad, sea
aflicción de espíritu. Dios manifiesta y magnifica su gloria manchando y
hundiendo la gloria terrenal, y llena la tierra con el conocimiento de ella,
tan abundantemente como las aguas cubren el mar, que son profundas y se
esparcen lejos y ampliamente.
Caridad es dar un trago al que está necesitado, al que tiene sed y es
pobre, o al viajero agotado o al que está listo para perecer; pero es maldad
dar un trago al vecino, que puede dejarlo desnudo, descubrir preocupaciones
secretas o arrastrarlo a un mal negocio, o para cualquiera de tales propósitos.
Ser culpable de este pecado, complacerse en esto, es hacer lo que podemos para
asesinar el alma y el cuerpo.
Debemos estar en guardia contra las tentaciones de ser impacientes
cuando estamos inquietos y confundidos con dudas sobre los métodos de la
providencia. Cuando hemos derramado quejas y peticiones ante Dios, debemos
observar las respuestas que Dios da por su palabra, su Espíritu, y providencia,
lo que el Señor dirá a nuestro caso. Dios no desilusionará las expectativas de
fe de los que esperan oír lo que Él les dirá. Todos son aludidos en las
verdades de la palabra de Dios.
Aunque el favor prometido sea largamente postergado, al final llegará
y nos recompensará abundantemente por esperar. El pecador humilde, de corazón
quebrantado y arrepentido, solo busca obtener un interés en esta salvación.
Descansará su alma en la promesa y en Cristo, en quién y por medio del cual le
es dada. Así, pues, anda, trabaja, y vive por fe, persevera hasta el fin y es
exaltado a la gloria; en cambio, los que desconfían de, o desprecian la
absoluta suficiencia de Dios, no andarán rectamente con Él. El justo vivirá por
la fe en estas preciosas promesas mientras se difiera su cumplimiento. Sólo los
que son hechos justos por la fe, vivirán, serán felices aquí y para siempre.
Destruid las vides y las higueras y haréis que cese todo el gozo
carnal. Pero los que disfrutaban a
Dios en todos cuando estaban llenos, ahora vacíos y pobres, pueden disfrutar todo en Dios. Pueden
sentarse sobre la pila de ruinas de sus consuelos humanos, y aun entonces
alabar al Señor, como el Dios de su salvación, la salvación del alma, y
regocijarse en Él como tal, en sus angustias más grandes. El gozo en el Señor
es especialmente oportuno cuando nos topamos con pérdidas y cruces en el mundo.
Aunque estén cortadas las provisiones, para demostrar que el hombre no vive
solamente de pan, podemos ser abastecidos por la gracia y la consolación del
Espíritu de Dios. Entonces seremos fuertes para la obra y la guerra espiritual,
y con el corazón ensanchado podemos correr por el camino de sus mandamientos, y
superar nuestros problemas. Y seremos exitosos en las empresas espirituales.
Y así la fe en Cristo prepara para todo
acontecimiento. El nombre de Jesús, cuando podemos hablar de él como nuestro,
es bálsamo para toda herida, un cordial para toda preocupación. Es un ungüento
derramado, que difunde fragancia a través de toda el alma. Con la esperanza de
una corona celestial, soltemos todas las posesiones y comodidades terrenales, y
soportemos alegremente cuando estemos debajo de las cruces. Aún un poquito y el
que ha de venir vendrá y no tardará; donde Él esté, nosotros también estaremos.
Que demos la bienvenida a su salvación y que le adoremos en sus
templos terrenales por medio de Cristo Jesús, y por la influencia del Espíritu
Santo.