Ojalá que la gente joven quisiera rehusar la ruina temporal y la
eterna al vivir como les place sin obedecer las ordenanzas de Dios; ojalá que
ellos rehusaran dar un paso hacia las sendas destructoras del pecado; ojalá
vieran más allá de las luces de neón del escaparate del mal, y llegaran a
vislumbrar lo que se esconde tras ellas; al menos repararan por un momento y
observaran como les vá a los que se introducen en esos caminos. La avaricia que
los hombres tienen por ganar cuanta antes, los apresura a cosas que no
tolerarán que ellos ni otros vivan la mitad de sus vidas.
¿Qué le aprovecha al hombre si gana el mundo y pierde su vida? Mucho
menos si pierde su alma?
En esta era de información, el conocimiento es abundante, pero hay
falta de sabiduría. Sabiduría significa mucho más que simplemente saber mucho.
Es una actitud básica que influye en cada aspecto de la vida. El fundamento de
la sabiduría es temer a Dios: honrarlo y respetarlo, vivir maravillados por su
poder y obedecer su Palabra. La fe en Dios debe ser la base para nuestra
comprensión del mundo, sus actitudes y sus acciones. Confíemos en Dios y El nos
hará profundamente sabios.
Salomón nos enseña aquí cuán peligroso es no escuchar los llamados de
Dios, habiendo mostrado el suicidio al escuchar las tentaciones de Satanás.
Cristo mismo es Sabiduría. Uno de los tipos de individuos más molestos es el
sabelotodo, alguien que tiene una opinión dogmática acerca de todo, cerrado a
cualquier novedad, se irrita con la disciplina y se niega a aprender. Salomón
llama insensato a esta clase de individuo. No seamos un sabelotodo. En cambio,
si receptivos al consejo de otros, sobre todo a los que nos conocen bien y que nos
pueden dar consejos valiosos. Logremos aprender de otros. Recordemos, solo Dios
lo sabe todo.
Tres clases de personas son aquí llamadas por Él: Los simples. Los pecadores que quiereny
atienden sus simples nociones del bien y del mal, sus simples prejuicios contra
los caminos de Dios y se halagan en la maldad. Insensatos
no son los que tienen deficiencias mentales,
sino deficiencias del carácter,
tales como rebelión, haraganería o ira. El insensato no es demente, sino
incapaz de reconocer lo justo de lo injusto, el bien del mal.
Los
burladores. Gente orgullosa y jovial que hace chistes de todo. Los
burladores de la fe en Cristo que rebajan toda cosa sagrada y seria. Aquellos
que blasfeman de lo que desconocen, creyendo que son más modernos, más sabios.
Los necios. Los necios peores son los que odian a quienes les enseñan, y que
tienen una amargura bien arraigada contra la verdadera piedad.
El mandato es muy simple: Vuélvete
ante mi reproche. No usamos bien los reproches si no nos volvemos del mal a
lo que es bueno. Las promesas son muy alentadoras. Los hombres no podemos cambiar
por ningún poder propio, pero Dios responde: He aquí, Yo derramaré mi Espíritu en ti. Se necesita gracia
especial para la conversión sincera, pero esa gracia nunca será negada a quien
la busque. Dios la brinda de forma gratuita.
El amor de Cristo y las promesas mezcladas con sus reprensiones
seguramente llaman la atención de todos los hombres en cualquiera que sea su
situación. Pero muchos dicen: ya no tengo solución, está todo perdido, y se
abandonan sin siquiera mirar al Redentor.
Hoy, a mis 53 años, sé que estoy salvado de la condenación eterna, por
gracia de Dios. El Padre Celestial, envió a su Hijo Jesús, para que naciera
como hombre, y morir por toda la humanidad. No todos lo aceptaron, pero a los
que lo hemos aceptado como Salvador y Señor, nos ha perdonado los pecados y
estaremos junto a Él allá en la eternidad.
No hago más que preguntarme: ¿cuánto tiempo piensan los hombres seguir
por ese camino tan peligroso cuando se toman en cuenta las incertidumbres de la
vida y las consecuencias de morir sin Cristo? Ahora los pecadores viven,
parecen cómodos y desafían la pena dictada contra quienes no se arrepienten,
pero su calamidad llegará y su final será el infierno.
¿Todavía despreciamos la sabiduría? Oigamos con diligencia y
obedezcamos al Señor Jesús, para que disfrutemos de paz de conciencia y
confianza en Dios; seamos libres del mal en la vida, en la muerte y para
siempre.
Dios desea mucho abrir su corazón y comunicarnos sus pensamientos.
Para recibir su consejo, debemos estar dispuestos a escuchar. No podemos
permitir que la soberbia obstaculice nuestro camino. La soberbia es pensar que
nuestra sabiduría y nuestros deseos son superiores a los de Dios. Si pensamos
que sabemos más que El o sentimos que no necesitamos su dirección, hemos caído
en una soberbia necia y desastrosa.
Muchos
proverbios señalan que el "fruto de su camino" será las consecuencias
que la gente experimentará en esta vida. Ante la disyuntiva de elegir la
sabiduría de Dios o persistir en independencia rebelde, muchos deciden seguir
solos. Los problemas que tales personas se crean terminarán destruyéndolos. No
pasemos por alto el consejo de Dios, aun cuando este sea doloroso para el
presente. Nos guardará de mayor dolor en el futuro.