} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: VIVIMOS POR FE 2

sábado, 6 de diciembre de 2014

VIVIMOS POR FE 2



Predicadores, maestros y cualquiera que hable acerca de Jesús, deben recordar que se hallan en la presencia de Dios, El oye cada palabra. Cuando le hablemos a la gente acerca de Cristo, tengamos cuidado en no distorsionar el mensaje para complacer al auditorio. Proclamemos la verdad de la Palabra de Dios.
  El evangelio está disponible y revelado a todos, excepto a aquellos que se niegan a creer. Satanás es el "dios de este siglo". Su trabajo es engañar y aquellos que no creen serán enceguecidos por él.  El atractivo del dinero, el poder y el placer enceguecen a la gente para ver la luz del evangelio. Todos aquellos que rechazan a Cristo, prefiriendo una vida mundana, convierten a Satanás en su Dios.
Cuando testifiquemos, digámosle a la gente lo que Cristo ha hecho, no en qué consisten nuestras habilidades y logros. Las personas deben ser presentadas a Cristo no a nosotros. Y si oímos a alguien que predique acerca de sí mismo o trata de expresar sus propias ideas antes que las de Cristo, tengamos cuidado: es un falso maestro.
Cualquier servicio requiere un sacrificio de tiempo y de deseos personales. Llegar a ser un seguidor de Cristo significa servir a otros, aun cuando ellos no satisfagan nuestras aspiraciones.
El mensaje invalorable de salvación en Jesucristo ha sido confiado por Dios a hombres frágiles y falibles “vasos de barro"  el poder de Dios obrando en nosotros. Aun siendo débiles, Dios nos usa para difundir las buenas nuevas y nos da poder para cumplir con la obra. Si sabemos que el poder es suyo, no nuestro, podemos evitar que el orgullo se apodere de nosotros y esto nos motiva a mantener un contacto diario con Dios, nuestra fuente de poder. Nuestra responsabilidad es dejar que la gente vea a Dios por medio nuestro.

  Nuestros cuerpos perecederos están sujetos al pecado y al sufrimiento pero Dios nunca nos abandona. Como Cristo obtuvo la victoria sobre la muerte, tenemos vida eterna. Todos nuestros riesgos, humillaciones y pruebas son oportunidades para demostrar el poder y la presencia de Cristo en y a través de nosotros.

  Pablo enfrentó sufrimientos, pruebas y angustia al predicar las buenas nuevas, pero sabía que un día terminarían y que obtendría el reposo de Dios en recompensa. Cuando enfrentamos dificultades, es más fácil enfocar el dolor antes que la meta final. Así como los atletas se concentran, pensando en la línea de llegada, y pasan por alto su incomodidad, nosotros también debemos concentrarnos en la recompensa a nuestra fe y en el gozo que permanece para siempre. No importa qué nos suceda en esta vida, tenemos la seguridad de la vida eterna en la que todo sufrimiento terminará y las tristezas y el gemido huirán (Isaías 35:10 Y los redimidos de Jehová volverán, y vendrán a Sion con alegría; y gozo perpetuo será sobre sus cabezas; y tendrán gozo y alegría, y huirán la tristeza y el gemido.).

  Es fácil desmayar. Todos enfrentamos problemas, en nuestras relaciones o en el trabajo, que nos inducen a pensar en echar a un lado las herramientas y abandonarlo todo. Antes que rendirse cuando la persecución arreciaba, Pablo se concentró en experimentar la fortaleza interior proveniente del Espíritu Santo (Efesios 3:16 para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu). No permitamos que la fatiga, el dolor o la crítica nos motive a abandonar la tarea. Renovemos nuestro compromiso de servir a Cristo. No renunciemos a nuestra recompensa eterna por causa de la intensidad del dolor actual. Nuestra debilidad permite que el poder de la resurrección de Cristo nos fortalezca momento a momento.

  Nuestros problemas no debieran desanimarnos o disminuir nuestra fe. En cambio, debemos entender que hay un propósito en nuestro sufrimiento. Los problemas y las limitaciones humanas tienen varios beneficios:   nos recuerdan los sufrimientos de Cristo por nosotros;   nos alejan del orgullo;   nos ayudan a mirar más allá de esta corta vida; prueban nuestra fe a otros; y  le dan la oportunidad a Dios para demostrar su gran poder.
¡Veamos nuestros problemas como oportunidades!
Nuestra esperanza suprema cuando experimentamos terrible enfermedad, persecución o dolor es descubrir que esta vida no es todo lo que hay, ¡hay una vida después de la muerte! Saber que viviremos por siempre con Dios en un lugar sin pecado y sufrimiento puede ayudarnos a vivir sobre el dolor que enfrentamos en esta vida.