Mateo 5:3 Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el
reino de los cielos.
4 Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán
consolación.
5 Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra
por heredad.
6 Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia,
porque ellos serán saciados.
7 Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán
misericordia.
8 Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a
Dios.
9 Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán
llamados hijos de Dios.
10 Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la
justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
11 Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os
persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo.
12 Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los
cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.
Makarios (μακάριος) bienaventurado. Se usa en las bienaventuranzas de
Mateo 5 y de Lucas 6. De la raíz mak,
que indica algo grande o de larga duración. Se trata de un adjetivo que denota
felicidad, alguien muy bendecido, digno de ser congratulado. Es una palabra de
gracia que expresa un regocijo y una satisfacción especiales, concedidos a la
persona que experimenta la salvación. En las bienaventuranzas el Señor indica
no solo los caracteres que reciben bendición, sino también la naturaleza de lo
que es el mayor bien.
REFLEXIÓN:
Jesús empezó su sermón con palabras que
aparentemente se contradecían. Pero la forma en que Dios quiere que vivamos
muchas veces contradice la del mundo. Si quiere vivir para Dios debe estar
dispuesto a decir y hacer lo que para el mundo parecerá raro. Deberá estar
dispuesto a dar cuando otros desean quitar, amar cuando otros odian, ayudar
cuando otros abusan. Al hacerlo, un día recibirá todo, mientras los otros
terminarán sin nada.
En el Sermón del Monte, Jesús bosqueja los
atributos primarios de la gente que recibe el Reino. Tenemos aquí la aplicación
práctica de los principios, para los discípulos que escuchaban sentados, y para
sus sucesores en todos los tiempos. El Señor, aunque comenzó declarando ciertos
caracteres sin hacer referencia
expresa a ninguno de sus oyentes, no cierra su exposición de las
bienaventuranzas sin dar a entender que tales caracteres existían, y que allí
estaban frente a él. Por lo tanto, de las características él pasa a las personas que las poseen, diciendo:
“Bienaventurados sois cuando os vituperaren”, etc. Y ahora, continuando con su
manera personal y directa de hablar a sus oyentes, sorprende a aquellos hombres
humildes y desconocidos, declarándolos como los excelsos bienhechores de la
especie humana.
Nueve referencias directas al «reino» aparecen en
este sermón, y son: humildad, voluntad para sufrir persecución, atención
sincera a los mandamientos de Dios, rechazo a sustituir falsa piedad por
comportamiento genuinamente correcto, una vida de oración, dar prioridad a los
valores espirituales sobre los valores materiales y, por encima de todo, reconocer el señorío de
Cristo obedeciendo la voluntad revelada de Dios.
Claramente, la autoridad que Cristo espera
delegar a los suyos, está destinada a discípulos dispuestos a aceptar la renovación
del alma y la conducta, así como a renacer mediante el perdón divino. Para
estos, obviamente, el llamado a un vivir y un ministrar en el «reino» incluye
la esperanza de que el fruto y los dones del Espíritu Santo se desarrollarán en
el creyente. El mismo Espíritu que distribuye dones de poder para el servicio
del reino, también trabaja en nosotros para producir cualidades reales de vida,
amor y un carácter santo.
Multitudes numerosas seguían a Jesús; era el
comentario del pueblo y todos querían verlo. Los discípulos, que eran personas
bien cercanas a este hombre popular, se vieron tentados a sentirse importantes,
orgullosos y a ser posesivos. Estar con Jesús les daba prestigio y una gran
oportunidad para obtener riqueza.
La multitud estaba otra vez reunida, pero antes
de dirigirse a ella, Jesús llamó a sus discípulos a un lado y les advirtió
acerca de la tentación que enfrentarían como ayudantes suyos. No esperen fama y
fortuna, les dijo Jesús, sino aflicción, hambre y persecución. Sin embargo, les
aseguró que serían recompensados, aunque quizás no en esta vida. Habrá momentos
en que seguir a Jesús traerá consigo gran popularidad. Si no vivimos tomando en
cuenta las palabras de Jesús en este sermón, nos hallaremos usando el mensaje
de Dios solo para promover nuestros intereses personales.
Estas Bienaventuranzas no pueden ser tomadas
selectivamente. Uno no escoge lo que quiere y deja el resto, sino que deben
tomarse como un todo. Describen lo que debemos ser como seguidores de Cristo.
Cada Bienaventuranza habla de cómo ser afortunado y feliz. Algunas versiones dicen felices o dichosos
en vez de bienaventurados.
Estas palabras no prometen carcajadas, placer ni prosperidad terrena. Jesús
pone de cabeza el concepto terreno de la felicidad. Para Jesús, felicidad es
esperanza y gozo, independientemente de las circunstancias externas. Para
hallar esperanza y gozo, la forma más profunda de la felicidad, sigue a Jesús a
cualquier costo. Cada bienaventuranza incluye una bendición, una descripción de
quienes se consideran bendecidos, y una explicación de la bendición.
Con el anuncio de Jesús de que el Reino se había
acercado naturalmente, la gente
preguntaba: "¿Qué necesito hacer para ser parte del Reino de Dios?"
Jesús dijo que en el Reino de Dios las cosas no son como en los reinos
terrenales. Debían buscar beneficios y recompensas muy distintas de los que los
fariseos y publicanos estaban buscando. Mucha gente busca felicidad pero esta
fácilmente se desvanece. Muy pocos buscan el gozo de Dios que nunca se
desvanece.
¿Son nuestras actitudes una copia del egoísmo, el
orgullo y las ansias de poder del mundo, o reflejan el ideal al que Dios nos
llamó?
Jesús dijo
que nos regocijáramos cuando somos perseguidos. La persecución puede ser
provechosa porque: aparta nuestros ojos de las recompensas terrenas, aleja a los creyentes superficiales, fortalece la fe de los que permanecen, y sirve como ejemplo a los que vendrán después
de nosotros. Podemos ser confortados al saber que los grandes profetas de Dios
sufrieron persecución (Elías, Jeremías, Daniel). La persecución demuestra
nuestra fidelidad. Por ser fieles, en el futuro Dios nos premiará dejándonos
entrar en su reino eterno, donde no hay más persecución.
Aquí nuestro Salvador da las características de
la gente bienaventurada, o feliz, que para nosotros representan las gracias
principales del cristiano:
Los pobres en espíritu son
bienaventurados. Los pobres en
espíritu son los que reconocen su pobreza espiritual y, dejando a un
lado toda autosuficiencia, buscan la gracia de Dios.Estos llevan sus mentes a
su condición cuando es baja. Son humildes y pequeños según su propio criterio.
Ven su necesidad, se duelen por su culpa y tienen sed de un Redentor. El reino
de la gracia es de los tales; el reino de la gloria es para ellos. De modo que
los pobres en espíritu se enriquecen con la plenitud de Cristo, que es el reino
en sustancia; y cuando Él les diga desde su gran trono blanco: “Venid, benditos
de mi Padre, heredad el reino preparado
para vosotros”, los invitará meramente al pleno goce de una herencia que
ya poseían.