1 Juan 5:1 Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo,
es nacido de Dios; y todo aquel que ama al que engendró, ama también al que ha
sido engendrado por él.
2 En esto conocemos que
amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos.
3 Pues este es el amor
a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son
gravosos.
4 Porque todo lo que es
nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo,
nuestra fe.
5 ¿Quién es el que
vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?
REFLEXIÓN:
Juan nos muestra que la fe,
el amor y la obediencia se
relacionan entre sí. La fe nos conduce a una relación de amor con Dios; ese
amor nos lleva a amar a otros cristianos y a la obediencia de sus mandamientos. Estos no son gravosos, porque los beneficios
prácticos de obedecer las leyes de Dios contribuyen por entero al bienestar
humano y a la satisfacción de aquellos que aprendemos a aplicarlos en la vida. Nuestra fe nos trae victoria sobre el mundo, y nos provee de un arma
espiritual, con la que podemos combatir tanto las tentaciones como las
persecuciones de una sociedad sin Dios.
Cuando por fe en Jesucristo, nos convertimos en cristianos nacidos de
nuevo, llegamos a formar parte de la familia de Dios, y los creyentes son
nuestros hermanos. Es Dios el que determina quiénes son los otros miembros de
la familia, no nosotros. Hemos sido llamados simplemente a aceptarlos y a
amarlos.
¿Cómo tratamos a los miembros
de la familia de Dios?
Jesús
nunca prometió que obedecerle sería fácil. Pero el arduo trabajo y la
disciplina de servir a Cristo no es una carga para quienes aman a Dios. Y si
nuestra carga empieza a ser pesada, siempre podemos confiar en que Cristo nos
ayudará a llevarla (Mateo 11:28-30 Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo
os haré descansar. 29
Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí,
que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas;
30 porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga).
En los
Evangelios, Dios afirma en dos oportunidades que Jesucristo es su Hijo: una vez
en el bautismo de Jesús (Mateo 3:16-17 Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y
he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía
como paloma, y venía sobre él. 17 Y hubo una voz de los
cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia) y
la otra en su transfiguración (Mateo 17:5 Mientras él aún hablaba,
una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es
mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd.).
El que
cree en el Hijo de Dios tiene vida eterna. El es lo único que necesitamos para
ser salvos. No tenemos que esperar la vida eterna, porque comienza desde
el día que creimos en Jesucristo como Salvador y Señor. No necesitamos hacer
algo para obtenerla porque es un regalo de Dios, es por gracia. No debemos
preocuparnos porque Dios mismo nos ha dado vida eterna y, por lo tanto, está
garantizada.
El mismo Espíritu Santo que enseñó el amor, tendrá que enseñar también
la obediencia; el hombre que peca por costumbre o descuida el deber que conoce,
no puede amar de verdad a los hijos de Dios.
Como los mandamientos de Dios son reglas santas, justas y buenas de
libertad y felicidad, así los que somos nacidos de Dios y le amamos, no los
consideramos gravosos, y lamentamos no poder servirle en forma más perfecta. Se
requiere abnegación, pero los cristianos verdaderos tenemos un principio que nos
hace superar todos los obstáculos. Aunque el conflicto suele ser agudo, y el
regenerado se ve derribado, de todos modos se levantará y renovará con denuedo
su batalla. Pero todos, salvo los creyentes en Cristo, son esclavos en uno u
otro aspecto de las costumbres, opiniones o intereses del mundo. La fe es la
causa de la victoria, el medio, el instrumento, la armadura espiritual por la
cual vencemos. En fe y por fe nos aferramos de Cristo, despreciamos el mundo y
nos oponemos a él. La fe santifica el corazón y lo purifica de las
concupiscencias sensuales por las cuales el mundo obtiene ventaja y dominio de
las almas. Tenemos el Espíritu de gracia que nos habita, el cual es mayor que
el que está en el mundo. El cristiano verdadero vence al mundo por fe; ve en la
vida y conducta del Señor Jesús en la tierra y medio de ella, que debe
renunciar y vencer a este mundo. No puede estar satisfecho con este mundo y
mira más allá de él y continua inclinado, esforzándose y extendiéndose hacia el
cielo. Todos debemos, por el ejemplo de Cristo, vencer al mundo o nos vencerá
para nuestra ruina.
Algunos esperan
recibir vida eterna. Juan dice que podemos saber que la tenemos. Nuestra
certeza se basa en la promesa de Dios que nos ha dado vida eterna por medio de
su Hijo. Eso es cierto ya sea que nos sintamos cerca o lejos de El. La vida
eterna no se basa en sentimientos sino en hechos. Nosotros podemos saber que tenemos
vida eterna si creemos en la verdad de Dios. Si no estamos seguros de que somos
cristianos preguntemonos si en realidad entregamos nuestra vida a El, aceptándolo como nuestro Señor
y Salvador. Si es así, sabemos por fe que de veras somos hijos de Dios.
Los
cristianos cometemos pecados, por supuesto, no somos perfectos, pero nos
arrepentimos y pedimos a Dios que nos perdone y luego continuamos sirviéndole.
Pecamos, tropezamos, pero no vivimos practicando de continuo el pecado. Dios nos
libertó de la esclavitud de Satanás y nos mantiene protegidos de los ataques
continuos de Satanás. El resto del mundo no tiene la libertad de los cristianos
para obedecer a Dios. A menos que acudan a Cristo con fe, no tienen otra opción
que la de obedecer a Satanás. No hay un lugar intermedio: se es de Dios y se le
obedece, o se vive bajo el dominio de Satanás.
Un ídolo
es todo lo que sustituye a la fe verdadera, cualquier cosa que niega la
absoluta humanidad y deidad de Cristo, cualquier concepto humano que diga tener
más autoridad que la Biblia, cualquier lealtad que sustituya a Dios como el
centro de nuestra vida.
Lo que pensemos
acerca de Cristo es fundamental en nuestras enseñanzas, predicación y estilo de
vida. Jesucristo es Dios y hombre, totalmente Dios y totalmente humano al mismo
tiempo. Vino a la tierra para morir en nuestro lugar por nuestros pecados.
Mediante la fe en El, podemos tener vida eterna y el poder para hacer su
voluntad.
Tú que lees esto, te pregunto:
¿Cuál es tu respuesta a la pregunta más
importante que debieras contestar en tu vida: Quién es Jesucristo?