} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: ¿POR QUÉ DEJÉ EL CATOLICISMO? Prólogo.

lunes, 11 de mayo de 2015

¿POR QUÉ DEJÉ EL CATOLICISMO? Prólogo.

¿POR QUÉ DEJE EL CATOLICISMO?

Por:


LUIS PADROSA

EX SACERDOTE CATOLICO
EX RELIGIOSO DE LA COMPAÑÍA DE JESUS 
DIRECTOR FUNDADOR DEL INSTITUTO LOYOLA DE ORINTACION PSICOLOGICA
VICEPRESIDENTE DEL COMITÉ INTERNACIONAL DE PSICOLOGOS Y PSIQUIATRAS CATOLICOS

Editorial TELL
                                                         

P R Ó L O G O

“Y crecía la palabra del Señor y el número de los discípulos se multiplicaba mucho en Jerusalén; también una gran multitud de sacerdotes obedecían a la fe”. Esto leemos en los Hechos de los Apóstoles, a continuación y como corolario de los primeros relatos de persecución del naciente Cristianismo.
La misma historia se repite.
En la misma proporción en que es combatida una creencia religiosa se atrae el interés público y aún de los mismos enemigos hacia ella. La oposición y difamación de una idea invita a estudiarla, a examinarla, a cerciorarse de sus argumentos y de las afirmaciones oponentes y cuando éstas carecen de razón, como ocurrió con la contradicción pagana del Cristianismo en los primeros siglos de nuestra era, los resultados suelen ser del todo contraproducentes para los opositores.
Tal es el caso de España.
Bastó que el actual Gobierno Español proclamara una tolerancia mucho más restringida que la que había gozado desde hace casi un siglo los cristianos evangélicos de ese país, para que el clero pusiera el grito en el cielo. Cartas pastorales y furibundos artículos inundaron la prensa, obligando al Gobierno a limitar muchísimo más la menguada tolerancia concedida por la Ley.
¿Y cuál ha sido el resultado? Desde los días de la conversión del Rdo. Cipriano Tornos, ex confesor de la reina Isabel II, hace tres cuartos de siglo, el Cristianismo Evangélico no había obtenido tan señalados y repetidos triunfos como los conseguidos en los últimos dos años.
A causa de esta injusta y exagerada campaña antiprotestante, no solo son atraídos muchos ateos e indiferentes a los cultos evangélicos, sobre todo en las grandes ciudades donde hay menos temor de represalias clericales, sino que la luz del Evangelio penetra en lugares al parecer inaccesibles, ganando las conciencias de elementos distinguidos del clero católico.
Nada menos que el Secretario General de las Congregaciones Marianas de España y después de todo el mundo, el Rdo. Carrillo de Albornoz, S. J., va de España a Roma y desaparece misteriosamente del escenario católico para reaparecer en Ginebra, donde hace público repudio de su fe Católica Romana en una iglesia evangélica de la ciudad de Calvino. La cosmopolita urbe que obstenta en uno de sus parques el gran monumento a la Reforma con su lema “Post Tenebras Lux” acoge al ilustre eclesiástico español, quien manifiesta haber pasado de las tinieblas de un Cristianismo mediatizado, ensombrecido y anquilosado por enseñanzas y dogmas humanos desconocidos para el Cristianismo Apostólico, a la luz radiante del glorioso Evangelio de Cristo.
Le siguen en el mismo año 1950 varios sacerdotes de diversas diócesis de España (Gerona, Mallorca, etc.) 

Y ahora el reputado fundador del Instituto Loyola, el conocidísimo psiquiatra, conferenciante y orador sagrado, Rdo. Luis Padrosa Roca, deja estupefactos a propios y extraños con su conversión al Cristianismo Evangélico.
Solamente el que conoce la idiosincrasia del pueblo español y ha vivido por años en ese país donde católico significa todo y el Protestantismo es objeto de todos los odios y vejámenes, puede tener idea del sacrificio enorme que significa para personas de la talla y posición del Rdo. Luis Padrosa o del Rdo. Carrillo de Albornoz una decisión de tal naturaleza. Cuanto el Cristianismo Evangelico apenas logra algunos millares de adeptos entre las clases obreras de España, mientras que es generalmente despreciado por la aristocracia, ¿cómo puede llegar a ganar la mente y el corazón de estas figuras prominentes del mismo clero católico romano?
La explicación es lógica y comprensiva.
Para el fiel católico es casi imposible un cambio de religión porque el temor de caer en pecado le impide realizar ninguna investigación en asuntos de fe; el católico debe confiar implícitamente en su Iglesia, bajo pecado mortal; por eso su mirada se dirige tímidamente en busca del “Nihil Obstat” cuando algún libro de religión viene a caer en sus manos. De este modo evita las dudas, pero se encierra dentro de in círculo pernicioso, con grandes desventajas para sí mismo cuando tiene que discutir con otros sobre temas religiosos, y se inhabilita totalmente para ver la luz de la verdad acerca de la fe cristiana.
Esta limitación no existe, empero, en la misma medida para los elementos del clero. Ellos están puestos para defender la religión y es natural que procuren saber algo acerca de aquello que tienen de deber de combatir. Aun existe cierto temor en muchos sacerdotes, los cuales no se atrevan a leer un libro herético, ni sostendrían una controversia con un protestante sin permiso del obispo, autorización que raramente se consigue; pero este temor supersticioso no podría existir en personas de la talla intelectual del Secretario General de las Congregaciones Marianas o del Rdo. Luis Pardosa. Nadie temería ni aun ellos mismos lo creyeron al principio, que personas tan bien asesoradas en Teología y Apologética Católica hubieran de apostatar de su fe por el hecho de permitirse investigar un poco las doctrinas y razón de ser del Cristianismo Evangélico. “Pero la Verdad es conocida de todos sus hijos” y Nuestro Salvador afirmaba: “Todo aquel que es de la Verdad oye mi voz”. El hombre sincero y de conciencia delicada que se pone a estudiar el Evangelio queda ganado por la sublimidad y sencillez de su doctrina.
--- He encontrado que no hay base en el Evangelio para los dogmas de la Iglesia Católica Romana --- tales fueron las primeras palabras con que el Rdo. Luis Padrosa, vistiendo aún hábitos talares, dejó asombrado al primer pastor evangélico con quien se puso en contacto en España.
Ese ministro del Evangelio se había preparado concienzudamente para una ayuda polémica desde que la extraordinaria visita le fue anunciada, pues el Padre Padrosa no era en modo alguno un polemista débil. Difícilmente podía vencérsele en dialéctica, ni en conocimientos de historia, ni en teología patrística; seguramente estaría también versado en Sagrada Escritura, aunque no sea este el punto fuerte de los católicos. Pero toda preparación resulto inútil. El Rdo. Padrosa no iba a convertir ni a ser convertido. Iba persuadido por el mismo Espíritu de Dios y la fuerza de la Verdad, ansioso de expresar lo que por sí mismo había descubierto en las páginas de las Sagradas Escrituras, guiando en su investigación por algunas buenas obras de teología protestante que no había reparado en leer, creyéndolas de fácil refutación.
El Rdo. Padrosa se reveló como una persona de conciencia extraordinariamente delicada. Un hombre “en el cual no hay engaño”, como Cristo decía de Natanael. Un sincero y verdadero cristiano catolico, que amaba a Dios con toda su alma, sus fuerzas y su mente, y no podía soportar la idea de que estuviese contradiciendo y contrariando con sus enseñanzas y sus prácticas de sacerdote católico la doctrina del Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo.
Y estaba decidido a dar el paso doloroso y peligroso, sobre todo España, de renunciar a sus cargos, su posición y su fama que había ganado con conferenciante y director de los institutos Loyola de Barcelona y Tarrasa, para poder ser fiel a la luz que había recibido.
Desde el primer momento expresó el deseo de hacer partícipes de su glorioso hallazgo a otras almas turbadas por la duda y el temor.
--- ¿No tiene entre su feligresía almas atormentadas por la duda? --- decía el Padre Padrosa en esta primera entrevista.
--- Los cristianos evangélicos sabemos en quien hemos creído y estamos ciertos... como decía el gran Apóstol de los Gentiles, fue la respuesta del ministro del Evangelio.
¡Ah, sí, lo presentía¡Esta es la diferencia entre apoyarse en enseñanzas de hombres, o en la palabra infalible de Dios.
--- Es verdad.
--- Y lo cierto es que no hay gozo ni paz en el alma hasta que una persona ha recibido a Cristo como su único y suficiente salvador y se halla dispuesta a cumplir su sacratísima voluntad cueste lo que cueste.
El Rdo. Padrosa pasó a explicar cómo esta paz y gozo inundó su corazón, desde el día que se decidió a seguir las enseñanzas del Evangelio.
Hoy se encuentra en América ganando su pan honradamente en trabajos de profesorado y anuncia voluntariamente el Evangelio en muchas iglesias que le invitan.
Peso su corazón esta en España, donde tiene todos sus amores.
En sus compañeros de Orden, por los cueles no cesa en orar.
En sus numerosos discípulos y clientes del Instituto Loyola que más de una vez le han abierto su corazón sin que él pudiera abriles totalmente el suyo.
En sus parientes según la carne, a quienes quisiera ver salvos y seguros por la verdadera fe en Cristo, como otrora deseara para los suyos el Apóstol Pablo.
En sus vilipendiados hermanos evangélicos, a quienes apenas tuvo tiempo de conocer, dada la prematura y sigilo con que tuvieron que realizarse los preparativos de su viaje.
Estamos seguros que los talentos del Rdo. Luis Padrosa, puestos al servicio del Evangelio mediante su palabra y su pluma, reportarán bendición a las iglesias evangélicas de Hispano-America, sobre todo en la República Argentina.
Pensamos que cierto número de sus libros pueden llegar a manos de antiguos conocidos del Director de los Institutos Loyola en España, y fervorosamente pedimos a Dios tenga a bien usar estas páginas para iluminar sus almas.
Es posible que algún ejemplar llegue también a católicos fanáticos e intolerantes de la madre Patria. A los tales nos permitimos decirles como Nuestro Señor al cegado Saulo de Tarso: “Dura cosa te es dar coces contra el aguijón”. Todos los enemigos de la verdad evangélica han hecho esta dolorosa experiencia a través de veinte siglos y no puede ser menos en el nuestro y en un país como España donde quedan tantas almas sinceramente religiosas y temerosas de Dios.
--- Yo nunca habría pensado en estudiar atentamente el Protestantismo a las luz de la Biblia, y mucho menos en hacerme protestante --- nos ha dicho el Rdo. Luis Padrosa ---si no hubiese sido obligado a combatir el cristianismo Evangélico. Pero cuando el Cardenal Segura desde Sevilla y el Arzobispo monseñor Vizacrra de Zaragoza tocaron a rebato con sus cartas pastorales contra el Protestantismo, poniendo en movimiento todas las fuerzas clericales y aun políticas de España contra la herejía, sentí que no podíamos, allá en Terrasa, donde el Protestantismo estaba arraigado y haciendo progresos, eludir la llamada de la Iglesia. Teníamos que hacer algo especial y notable para diezmar las filas enemigas. Debíamos convencer a los protestantes de su error. Para ello era necesario, ante todo, estudiar el protestantismo y enseñar a los Católicos a combatirlo con el arma predilecta de los mismos protestantes, las Sagradas Escrituras. Mas las Sagradas Escrituras me vencieron.
He aquí el resultado, católicos de España, he aquí la desastrosa consecuencia para la Iglesia que pretendéis servir, de no atender el consejo de Aquel a quien todos llamamos Maestro y Señor, quien dijo a sus discípulos, acerca de uno que invocaba su santo nombre sin hallarse adherido al Colegio Apostólico: “No se lo prohibáis, pues ninguno que haga un milagro en mi nombre hablará luego mal de mí. El que no está contra nosotros, está con nosotros”
¡Cuánto mejor sería, amados creyentes católicos, que en lugar de combatir la fe evangélica por los métodos innobles de la intolerancia extendierais vuestros esfuerzos a persuadir a tantos incrédulos y escépticos como quedan en la caballerosa España acerca de los principios básicos de la fe cristiana!
Y al considerar la humilde y heroica labor de vuestros conciudadanos evangélicos o protestantes decid como el sabio Gamaliel en los tiempos Apostólicos. “Ahora os digo, dejad a estos hombres; dejadlos, porque si esto es consejo u obra de hombres, se disolverá, pero si viene de Dios no podréis disolverlo y quizá algún día os hallaréis con que habéis hecho guerra contra Dios”.

Los editores