Apocalipsis
21:5 Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago
nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y
verdaderas.
6 Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el
principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida.
Kainos (καινός) nuevo, de
aquello que es no acostumbrado, desusado; no nuevo en tiempo, sino nuevo en
forma o cualidad, de diferente naturaleza de aquello con lo que se contrasta
como viejo.
REFLEXIÓN:
Dios
es el Creador. La Biblia empieza con la historia majestuosa de su creación del
universo y concluye con su creación de un cielo y tierra nuevos. Esta es una
esperanza maravillosa y es aliento para el creyente. Cuando estemos con El, con
nuestros pecados perdonados y nuestro futuro asegurado, seremos como Cristo.
Seremos perfectos como El.
Así como Dios terminó la obra de la creación (Génesis 2:1-3) y Jesucristo acabó la obra de redención (Juan
19:30), la Trinidad también terminará la totalidad del plan de la
salvación al invitar a los redimidos a entrar en la nueva creación.
Cristo hará nuevas todas las cosas. El alma
del hombre se redime por la regeneración del Espíritu Santo ahora; el cuerpo
del hombre será redimido en la resurrección; la morada del hombre, su
herencia, la tierra, será redimida perfectamente en la creación del nuevo cielo
y la nueva tierra, los que excederán en gloria al primer Paraíso tanto cuanto
el segundo Adán excede en gloria al primer Adán de antes de la caída, y cuanto
el hombre regenerado en cuerpo y alma excederá al hombre como estaba en la
creación.
Las cosas nuevas que el
evangelio introduce para la presente obediencia y realización son: un nuevo
pacto (Mateo 26:28 ); un nuevo mandamiento (Juan 13:34); un nuevo acto creativo (Gálatas 6:15); una nueva criatura (2 Corintios 5:17); un nuevo hombre, esto es, un
nuevo carácter de humanidad, espiritual y moral, en conformidad a la pauta de
Cristo (Efesios 4:24); un nuevo hombre, esto
es, la iglesia que es su Cuerpo (el de
Cristo) (Efesios
2:15).
Las cosas nuevas que se han de recibir y disfrutar
en el más allá son: un nombre nuevo, del creyente (Apocalipsis
2:17); un nuevo nombre, del Señor (Apocalipsis
3:12); un cántico nuevo (Apocalipsis 5:9);
un cielo nuevo y una tierra nueva (Apocalipsis 21:1);
la nueva Jerusalén (Apocalipsis 3:12 ; Apocalipsis 21:2);
«Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las
cosas» (Apocalipis 21:5).
Si estamos dispuestos y deseosos de que el
Redentor haga nuevas todas las cosas en nuestros corazones y naturaleza, Él
hará nuevas todas las cosas acerca de nuestra situación hasta que nos lleve a
disfrutar la felicidad completa. Dios da
todos sus títulos, Alfa y Omega, Principio y Fin, como señal del cumplimiento
pleno, la certeza de su promesa. Los placeres pecaminosos y sensuales son aguas
envenenadas y cenagosas; y los mejores consuelos terrenales son como el escaso
aprovisionamiento de un cántaro; cuando se convierten en ídolos, se vuelven vasijas
rotas y sólo rinden vejación. Pero los goces que imparte Cristo son las aguas
que brotan de una fuente, puras, refrescantes, abundantes y eternas. Los
consuelos santificadores del Espíritu Santo nos preparan para la dicha
celestial; son corrientes que fluyen para nosotros en el desierto de esta vida.
Los que ignoran la Palabra de Dios en la Biblia no se atreven a
enfrentarse con las dificultades de la fe, su miedo esclavizante viene de su
incredulidad; pero los que fueron tan cobardes que no se atrevieron a tomar la
cruz de Cristo, estaban, no obstante tan desesperados que se precipitaron a la
maldad abominable. Las agonías y los terrores de la primera muerte conducirán a
los terrores y agonías mucho mayores de la muerte eterna. Los que se pierden no
son los pusilánimes en su fe ni los que algunas veces dudan, sino los que se
apartan de Dios y ya no lo siguen. No son lo bastante valientes para luchar por
Cristo; no son lo bastante humildes para aceptar su autoridad sobre sus vidas.
Se ponen en la misma lista con los incrédulos, abominables y homicidas, los
fornicarios y hechiceros, los mentirosos y los idólatras. Los vencedores son
los que perseveran hasta el fin (Marcos 13:13).
Ellos recibirán las bendiciones que Dios ha prometido: comer
del árbol de la vida (Marcos 2:7), escapar
del lago de fuego (la "segunda muerte", Marcos
2:11), tener un nombre especial (Marcos 2:17), tener
poder sobre las naciones (Marcos 2:26), ser incluidos en el libro de la vida (Marcos 3:5), ser una
columna en el templo espiritual de Dios (Marcos 3:12),
y sentarse con Cristo en su trono (Marcos 3:21). Los que soportan la prueba del mal y
permanecen fieles serán premiados por Dios.
La nueva Jerusalén es donde Dios mora entre su
pueblo. En lugar de que subamos para encontrarnos con Dios, El bajará para
estar con nosotros, al igual que cuando Dios se hizo hombre en Jesucristo y
vivió entre nosotros (Juan 1:14).
Dondequiera que Dios reina, hay paz, seguridad y amor. Todo está tan seguro
como si estuviese ya realizado, pues reposa en la palabra del Dios inmutable.
Cuando sea la consumación, Dios se regocijará de la obra de sus propias manos,
como en la primera creación vio Dios
todo lo que había, hecho, y he aquí que era bueno.
En nuestro presente estado
podemos beber del río, entonces beberemos de la Fuente. Como es gratuito
el odio del hombre hacia Dios, así es gratuito el amor de Dios al hombre: había
toda razón en Cristo para que el hombre le amase, y con todo el hombre le
aborreció; había toda razón en el hombre por qué (humanamente hablando) Dios lo
aborreciera, y con todo Dios lo amó: todo lo contrario de lo que era de
esperarse tuvo lugar en ambos casos. Aun en el cielo nuestro beber de la Fuente
será el don gratuito de Dios.