Génesis 1:1 En el principio creó Dios los cielos y la tierra.
2 Y la tierra estaba
desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el
Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.
3 Y dijo Dios: Sea la
luz; y fue la luz.
4 Y vio Dios que la luz
era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas.
5 Y llamó Dios a la luz
Día, y a las tinieblas llamó Noche. Y fue la tarde y la mañana un día.
REFLEXIÓN:
La simple afirmación de que Dios creó los cielos y la tierra es uno de
los conceptos más desafiantes que enfrenta la mente moderna. La grandiosa
galaxia en la que vivimos gira a la increíble velocidad de 784.000 km por hora.
Pero incluso a esta velocidad vertiginosa, nuestra galaxia igualmente necesita
200 millones de años para hacer una rotación. Y existen más de 1000 millones de
galaxias como la nuestra.
Algunos científicos dicen que el número de estrellas que hay en la
creación es igual a todos los granos de todas las arenas de todas las playas
del mundo. Aun así este complejo mar de estrellas giratorias funciona con un
orden y una eficiencia sorprendentes. Decir que el universo "sólo
apareció" o "evolucionó" requiere mucha más fe que creer que
Dios está detrás de todas estas estadísticas asombrosas. Ciertamente Dios ha
creado un universo maravilloso.
Dios no necesitaba
crear el universo; El decidió
crearlo. ¿Por qué? Dios es amor y el amor se expresa mejor hacia algo o hacia
alguien, así que Dios creó al mundo y a la gente como una expresión de su amor.
Debemos evitar reducir la creación de Dios a términos meramente científicos.
Reccordemos que Dios creó el universo porque ama a cada uno de nosotros.
El primer versículo de la Biblia nos da un relato satisfactorio y útil
del origen de la tierra y de los cielos. La fe del cristiano humilde entiende
esto mejor que la fantasía de los hombres más doctos. De lo que vemos del cielo
y la tierra aprendemos el poder del gran Creador. Que el hecho de ser creados y
nuestro lugar como hombres, nos recuerden nuestro deber cristiano de mantener
siempre el cielo a la vista y la tierra bajo nuestros pies.
El Hijo de Dios, uno con el Padre, estaba con Él cuando éste hizo el
mundo; mejor dicho, a menudo se nos dice que el mundo fue hecho por Él y que
sin Él nada fue hecho. ¡Oh, qué elevados pensamientos debiera haber en nuestra
mente hacia el gran Dios que adoramos, y hacia ese gran Mediador en cuyo nombre
oramos! Aquí, en el principio mismo del texto sagrado, leemos de ese Espíritu
Divino cuya obra en el corazón del hombre se menciona tan a menudo en otras
partes de la Biblia.
Observemos que, al principio nada deseable había para ver, pues el
mundo estaba informe y vacío; era confusión y desolación. En manera similar, la
obra de la gracia en el alma es una nueva creación: y en un alma sin gracia,
que no ha nacido de nuevo, hay desorden, confusión y toda mala obra: está vacía
de todo bien porque está sin Dios; es oscura, es las tinieblas mismas: este es
nuestro estado por naturaleza, hasta que la gracia del Todopoderoso efectúa en
nosotros un cambio.
Sin orden y vacía, y las tinieblas. Estas dos frases en hebreo son cláusulas
circunstanciales, que describen la condición de la tierra antes de que Dios
terminara su obra de creación. Sin
orden, sin continentes, islas, o mares definidos; vacía, sin vida de ninguna clase:
vegetal o animal; en tinieblas,
la luz no había sido creada aún. El primer mandato divino da inicio al proceso
de transformar el caos. Dijo Dios
se repetirá diez veces en el capítulo 1 como medio de hacer surgir el orden y
la vida.
Desde el
principio, Dios se revela como autor de pactos. Jeremías se refirió a esa
actividad de Dios en la creación (Jeremias 33:20
Así ha dicho
Jehová: Si pudiereis invalidar mi pacto con el día y mi pacto con la noche, de
tal manera que no haya día ni noche a su tiempo), al hablar del «pacto
con el día y la noche». Así se destaca el inalterable carácter de la naturaleza
divina y representa su relación con lo creado como una unión inmutable bajo el
soberano gobierno de Dios.
La historia de la creación nos
enseña mucho acerca de Dios y de nosotros mismos. Primero, aprendemos acerca de
Dios: El es creativo; como
Creador es diferente a su creación; El
es eterno y controla al mundo. También aprendemos de nosotros mismos: ya que
Dios decidió crearnos, somos valiosos ante sus ojos; somos más importantes que los animales.
¿Exactamente cómo creó Dios al mundo? Algunos
dicen que hubo una repentina explosión y el universo apareció. Otros dicen que
Dios inició el proceso y que el universo evolucionó a lo largo de miles de
millones de años. Casi cualquier religión antigua cuenta con su propia historia
para explicar cómo llegó a ser el mundo. Y casi todos los científicos tienen
una opinión sobre el origen del universo. Pero sólo la Biblia muestra un Dios
supremo que creó la tierra por su gran amor y que dio a toda la gente un lugar
especial en él. Nunca sabremos todas las respuestas de cómo Dios creó al mundo.
Pero la Biblia nos dice que Dios sí lo creó. Este hecho por sí solo da a los
cristianos genuinos valor y dignidad.
¿Cuánto
tiempo le tomó a Dios crear el mundo? Hay dos puntos de vista respecto de los
días de la creación: (1) cada día fue un período literal de veinticuatro horas;
(2) cada día representa un período indefinido (hasta millones de años).
La Biblia no aclara cuál teoría es la correcta. Pero la pregunta real
no es cuánto tiempo le tomó a Dios, sino cómo lo hizo. Dios creó al mundo de
una manera ordenada (no creó las plantas antes que la luz); y creó al hombre y
a la mujer como seres singulares capaces de comunicarse con El. Ninguna otra
parte de la creación puede reclamar ese maravilloso privilegio. El punto
importante no es cuánto tiempo le tomó a Dios crear el mundo, ya sean unos
pocos días o unos pocos miles de millones de años, sino que lo creó tal cual
quiso hacerlo.