Romanos
12:2 No
os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de
vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios,
agradable y perfecta.
Anakainosis (ἀνακαίνωσις) renovación, «renovación de vuestro entendimiento»
REFLEXIÓN:
Recibimos diariamente del Señor los frutos de su misericordia.
Presentémonos todo lo que somos, todo lo que tenemos, todo lo que hacemos,
porque después de todo, ¿qué tanto es en comparación con las grandes riquezas
que recibimos? Es aceptable a Dios, un culto racional, por el cual somos
capaces y estamos preparados para dar razón, y lo entendemos. La conversión y
la santificación son la renovación de la mente; cambio, no de la sustancia,
sino de las cualidades del alma. Los cristianos tenemos este llamado: "No
os conforméis a este siglo". No hemos de estar conformes con la conducta y
costumbres de este mundo, que por lo general son egocéntricas y a menudo
corruptas. Muchos cristianos dicen sabiamente que la conducta mundana se
extralimita demasiado. Nuestro rechazo a formar parte del mundo, sin embargo,
debe ir más allá del nivel de conducta y costumbres. Debe estar firmemente
arraigado en nuestras mentes: "Transformaos por medio de la renovación de
vuestro entendimiento". Solo cuando el Espíritu Santo renueva, reeduca
y reorienta nuestra mente somos en verdad transformados. El progreso en la
santificación, morir más y más al pecado, y vivir más y más para la justicia,
es llevar a cabo esta obra renovadora, hasta que es perfeccionada en la gloria.
El gran enemigo de esta renovación es conformarse a este mundo. Cuidémonos de
formarnos planes para la felicidad, como si estuviéramos en las cosas de este
mundo, que pronto pasan. No caigamos en las costumbres de los que andan en las
lujurias de la carne, y se preocupan de las cosas terrenales. La obra del
Espíritu Santo empieza, primero, en el entendimiento y se efectúa en la
voluntad, los afectos y la conversación, hasta que hay un cambio de todo el
hombre a la semejanza de Dios, en el conocimiento, la justicia y la santidad de
la verdad; esto es, el ajuste de la visión moral y espiritual y del pensamiento
a la mente de Dios, que tiene como propósito llevar a cabo un efecto
transformador sobre la vida. «La renovación en el Espíritu Santo» no es un
nuevo otorgamiento del Espíritu, sino un avivamiento de su poder, desarrollando
la vida cristiana. Este pasaje pone el acento en la operación continua del
Espíritu de Dios morando en el creyente; destaca la bien dispuesta respuesta de
parte del creyente. La diaria renovación del hombre interior esto es, de la renovación de poder espiritual
del nuevo hombre (en contraste a la vieja naturaleza
irregenerada), que se va renovando hasta
el conocimiento pleno esto es, el verdadero conocimiento de Cristo.
Así, pues, ser piadoso es
presentarnos a Dios. Dios desea que nos ofrezcamos a nosotros mismos en
sacrificio vivo, no animales.
Cada día debemos echar a un lado nuestros deseos y seguirle, poniendo todas
nuestras energías y recursos a su disposición y confiando en su dirección. Lo
hacemos en gratitud porque nuestros pecados han sido perdonados por la preciosa
sangre de su Hijo Jesucristo en la cruz. Dios tiene planes buenos, agradables y
perfectos para sus hijos. El quiere transformarnos en un pueblo con una mente
renovada, vivos para honrarle y obedecerle. Debido a que El solo quiere lo
mejor para nosotros y por haber dado a su Hijo para que tengamos vida nueva,
deberíamos ofrecernos con gozo en sacrificio vivo para su servicio.
No por
una desconformidad exterior para con el mundo impío, muchas de cuyas acciones
podrán ser en sí virtuosas y dignas de alabanza; antes por una transformación
interior espiritual tal que haga nueva toda la vida: nueva en sus motivos y
fines, aun cuando las acciones en nada difieran de las del mundo; nueva,
considerada como un todo, y en tal sentido, inalcanzable salvo por el poder
constreñidor del amor de Cristo.
La consagración completa, de todo nuestro espíritu, alma y cuerpo, a
aquel que nos ha llamado a la comunión de su Hijo Jesucristo. Luego siguen los
deberes específicos, principalmente los sociales, empezando con la humildad, la primera de todas las
gracias.