} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: RENOVACIÓN

miércoles, 6 de mayo de 2015

RENOVACIÓN



Romanos 12:2  No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.

Anakainosis (νακαίνωσις) renovación, «renovación de vuestro entendimiento»   

REFLEXIÓN:

Recibimos diariamente del Señor los frutos de su misericordia. Presentémonos todo lo que somos, todo lo que tenemos, todo lo que hacemos, porque después de todo, ¿qué tanto es en comparación con las grandes riquezas que recibimos? Es aceptable a Dios, un culto racional, por el cual somos capaces y estamos preparados para dar razón, y lo entendemos. La conversión y la santificación son la renovación de la mente; cambio, no de la sustancia, sino de las cualidades del alma.  Los cristianos tenemos este llamado: "No os conforméis a este siglo". No hemos de estar conformes con la conducta y costumbres de este mundo, que por lo general son egocéntricas y a menudo corruptas. Muchos cristianos dicen sabiamente que la conducta mundana se extralimita demasiado. Nuestro rechazo a formar parte del mundo, sin embargo, debe ir más allá del nivel de conducta y costumbres. Debe estar firmemente arraigado en nuestras mentes: "Transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento".   Solo cuando el Espíritu Santo renueva, reeduca y reorienta nuestra mente somos en verdad transformados. El progreso en la santificación, morir más y más al pecado, y vivir más y más para la justicia, es llevar a cabo esta obra renovadora, hasta que es perfeccionada en la gloria. El gran enemigo de esta renovación es conformarse a este mundo. Cuidémonos de formarnos planes para la felicidad, como si estuviéramos en las cosas de este mundo, que pronto pasan. No caigamos en las costumbres de los que andan en las lujurias de la carne, y se preocupan de las cosas terrenales. La obra del Espíritu Santo empieza, primero, en el entendimiento y se efectúa en la voluntad, los afectos y la conversación, hasta que hay un cambio de todo el hombre a la semejanza de Dios, en el conocimiento, la justicia y la santidad de la verdad; esto es, el ajuste de la visión moral y espiritual y del pensamiento a la mente de Dios, que tiene como propósito llevar a cabo un efecto transformador sobre la vida. «La renovación en el Espíritu Santo» no es un nuevo otorgamiento del Espíritu, sino un avivamiento de su poder, desarrollando la vida cristiana. Este pasaje pone el acento en la operación continua del Espíritu de Dios morando en el creyente; destaca la bien dispuesta respuesta de parte del creyente. La diaria renovación del  hombre interior  esto es, de la renovación de poder espiritual del  nuevo hombre  (en contraste a la vieja naturaleza irregenerada), que  se va renovando hasta el conocimiento pleno esto es, el verdadero conocimiento de Cristo.

 Así, pues, ser piadoso es presentarnos a Dios. Dios desea que nos ofrezcamos a nosotros mismos en sacrificio vivo, no animales. Cada día debemos echar a un lado nuestros deseos y seguirle, poniendo todas nuestras energías y recursos a su disposición y confiando en su dirección. Lo hacemos en gratitud porque nuestros pecados han sido perdonados por la preciosa sangre de su Hijo Jesucristo en la cruz. Dios tiene planes buenos, agradables y perfectos para sus hijos. El quiere transformarnos en un pueblo con una mente renovada, vivos para honrarle y obedecerle. Debido a que El solo quiere lo mejor para nosotros y por haber dado a su Hijo para que tengamos vida nueva, deberíamos ofrecernos con gozo en sacrificio vivo para su servicio.

   No por una desconformidad exterior para con el mundo impío, muchas de cuyas acciones podrán ser en sí virtuosas y dignas de alabanza; antes por una transformación interior espiritual tal que haga nueva toda la vida: nueva en sus motivos y fines, aun cuando las acciones en nada difieran de las del mundo; nueva, considerada como un todo, y en tal sentido, inalcanzable salvo por el poder constreñidor del amor de Cristo.
La consagración completa, de todo nuestro espíritu, alma y cuerpo, a aquel que nos ha llamado a la comunión de su Hijo Jesucristo. Luego siguen los deberes específicos, principalmente los sociales, empezando con la humildad, la primera de todas las gracias.