Efesios
4:14 para
que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de
doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las
artimañas del error,
15 sino que siguiendo la
verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo,
16 de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por
todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de
cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.
Inmanencia: se refiere a lo inherente a algún ser o que se
presenta unido a ese ser de una manera inseparable a su esencia porque forma
parte de su naturaleza y no depende por tanto de algo externo. Dios interviene en el universo, es decir, está presente
y activo en el mundo natural y, al mismo tiempo, lo trasciende, es decir,
siguiendo una metáfora figurativa, se eleva sobre el universo que ha creado.
En todos los creyentes habita Dios Padre como en su santo templo, por
su Espíritu y gracia especial.
A cada creyente no es dado algún don de la gracia para que nos
ayudemos mutuamente. Todo se da según a Cristo le parezca bien otorgar a cada
uno. Él recibió para ellos,
para darles a ellos, una gran
medida de dones y gracias; particularmente el don del Espíritu Santo. No es un
simple conocimiento intelectual ni un puro reconocimiento de Cristo como Hijo
de Dios, sino como quien produce confianza y obediencia. Hay una plenitud en
Cristo y una medida de esa plenitud dada en el consejo de Dios a cada creyente,
pero nunca llegaremos a la medida perfecta sino hasta que lleguemos al cielo.
Los hijos de Dios estamos creciendo mientras vivamos en este mundo; y el
crecimiento del cristiano busca la gloria de Cristo. Mientras más impulsado se
encuentre un hombre a aprovechar su estado, conforme a su medida y todo lo que
haya recibido, para el bien espiritual del prójimo, más ciertamente puede creer
que tiene la gracia del amor y la caridad sincera arraigada en su corazón.
Dios nos ha escogido para ser los representantes de Cristo en la
tierra. A la luz de esta verdad, Pablo nos desafía a tener vidas dignas al
llamado que hemos recibido, el maravilloso privilegio de ser llamados propiedad
de Cristo. Esto incluye ser humilde, gentil, paciente, comprensivo y
pacificador. La gente observa nuestra vida. ¿Pueden ver a Cristo en nosotros?
¿Qué tal cumplimos como representantes?
Pablo dice
que somos parte de un solo cuerpo. La unidad no aparece por sí sola, hay que
trabajar para lograrla. Muchas veces las diferencias que existen entre las
personas, pueden conducir a la división; esto no necesariamente tiene que ser
así en la iglesia. En lugar de concentrarnos en lo que nos divide, debiéramos
recordar qué nos une: ¡un
cuerpo, un Espíritu, una misma esperanza, un Señor, una fe, un
bautismo, un Dios!
¿Sabemos apreciar a las personas diferentes a nosotros? ¿Somos capaces
de ver cómo los dones y puntos de vista distintos pueden contribuir a que la
iglesia cumpla con la obra de Dios? Aprendamos a disfrutar cómo los miembros
del cuerpo de Cristo nos complementamos unos a otros (1
Corintios 12:12-13 Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros,
pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así
también Cristo. 13 Porque por un solo
Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean
esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu).
Nadie
logrará ser perfecto aquí en la tierra, por lo tanto debemos aceptar y amar a
otros cristianos a pesar de sus faltas. Cuando vemos errores en otros
creyentes, debiéramos actuar con paciencia y amabilidad. ¿Nos incomodan las
acciones de alguien o su personalidad? En lugar de detenernos en las
debilidades o buscar errores de dicha persona, oremos por ella. Luego hagamos
algo más, pasemos tiempo juntos y veamos si podemos lograr ser de su agrado.
Guardar la
unidad es una de las funciones importantes del Espíritu Santo. El guía, pero
debemos estar dispuestos a que nos guíe. Lo hacemos al poner nuestra mira en
Dios y no en nosotros mismos.
Todos los
creyentes en Cristo pertenecemos a un solo cuerpo, todos nos hemos unido bajo
la misma cabeza, que es Cristo mismo (1 Corintios 12:12-26).
Dios otorgó a cada creyente habilidades que pueden fortalecer todo el cuerpo. Nuestra
habilidad especial pudiera parecernos pequeña o grande, pero está en nosotros
para usarla en el servicio de Dios. Pidamos a Dios que useemos nuestros dones
para contribuir al fortalecimiento y la salud del cuerpo de creyentes.
Dios está sobre todos nosotros, esto muestra su
cuidado de Supremo Soberano. El está por
todos, y en todos, esto muestra su presencia activa en el mundo y en las
vidas de los creyentes (inmanencia). Cualquier visión de Dios que viole su
transcendencia o su inmanencia no es una imagen real de El.
El Salmo 68:18 Tú subiste a lo alto, llevando cautivos a los prisioneros.
Allí recibiste ofrendas de los seres humanos, a incluso de los que se habían
rebelado contra ti, Señor Dios, muestra a Dios como un conquistador que
marcha y obtiene tributos de la ciudad vencida. Pablo usa esa figura para
enseñar que Cristo, en su crucifixión y resurrección, obtuvo la victoria sobre
Satanás. Cuando ascendió al cielo, dio dones a la Iglesia, algunos de los
cuales detalla en Efesios 4; 11-13.
Cristo es
el Señor de todo el universo, presente, pasado y futuro. Nada ni nadie está
oculto de El. El Señor de todo vino a la tierra y aceptó la muerte para
rescatar a todos. Nadie está fuera de su alcance.
Nuestra
unidad con Cristo no destruye nuestra individualidad. El Espíritu Santo ha dado
a cada cristiano dones especiales para edificar la Iglesia. Ahora que los
tenemos es crucial usarlos. ¿Tenemos la madurez suficiente para ejercitar los
dones que Dios nos ha dado? Si sabemos cuáles son nuestros dones, busquemos
oportunidades para servirle. Si no lo sabemos, pidamos a Dios que nos los
muestre, quizá mediante nuestros ministros o amigos cristianos. Luego, a medida
que empecemos a reconocer nuestro campo de servicio especial, usemos los dones
para fortalecer y alentar a la iglesia.
Dios ha
dado a su Iglesia una enorme responsabilidad: hacer discípulos en todas las
naciones (Mateo 28:18-20). Involucra
predicar, enseñar, sanar, nutrir, dar, administrar, edificar y muchas tareas
más. Si tuviéramos que cumplir este mandato como individuos, podríamos
rendirnos aun antes de intentarlo, sería tarea imposible. Pero Dios nos ha
llamado a ser miembros de su cuerpo. Algunos podemos cumplir con una tarea,
otros harán otra. Juntos podemos obedecerle mejor de lo que lo haríamos en
forma individual. Trabajando juntos, como el cuerpo de Cristo, podemos expresar
la plenitud de El
Cristo es
la Verdad y el Espíritu Santo que guía a
la Iglesia es el Espíritu de verdad Satanás, por el contrario, es el padre de
mentira (Juan 8:44). Como seguidores de
Cristo, debemos dedicarnos a la verdad. Esto significa que nuestras palabras
serán sinceras como también nuestras acciones reflejarán la integridad de
Cristo. Seguir la verdad en amor no siempre es fácil, conveniente ni
placentero, pero es necesario si la Iglesia va a cumplir con la obra de Cristo en
el mundo.
Algunos
cristianos tememos que cualquier error destruya nuestro testimonio por el
Señor. Vemos nuestra propia debilidad y sabemos que muchos incrédulos parecen
tener un carácter más fuerte del que en realidad tienen. ¿Cómo crecemos en
Cristo? La respuesta es que El nos forma en un cuerpo, en un grupo de
individuos unidos en su propósito y en su amor unos por otros y por Cristo. Si
uno de ellos tambalea, el resto está allí para apoyarlo y ayudarle a caminar
con su Señor otra vez. Si otro peca, puede hallar restauración mediante la
iglesia (Galatas 6:1 Hermanos, es posible que alguno de ustedes caiga en la trampa del pecado.
Ustedes, que son guiados por el Espíritu, acérquense a él y ayúdenle a corregir
su error. Pero ¡ojo!, háganlo con humildad pues ustedes también pueden caer en
tentación), al mismo tiempo que esta continúa testificando la verdad de
Dios. Como miembro del cuerpo de Cristo, ¿reflejamos ser parte del carácter de
Cristo y llevamos a cabo nuestra función especial en la obra?
No vivamos
en "la vanidad de su mente" la tendencia natural y humana de pensar
sus caminos lejos de Dios. El orgullo intelectual, la racionalización y las
excusas alejan a la gente de Dios. No nos sorprendamos si las personas no
aceptan el evangelio. El evangelio parecerá locura a quienes abandonan la fe y
se apoyan en su propio entendimiento.
La gente
debiera poder ver una diferencia entre los cristianos y los que no lo son por
la forma de vivir de los primeros. Ahora vivimos como hijos de luz . Pablo dice
a los efesios que deben dejar la vida pasada de pecado, ahora que son
seguidores de Cristo. La vida cristiana es un proceso. Aunque tenemos una nueva
naturaleza, no adquirimos automáticamente todos los pensamientos y las
actitudes buenas cuando nos convertimos en nuevas personas en Cristo. Pero si
nos mantenemos atentos a Dios, siempre estaremos cambiando.
¿Notamos un proceso de cambio para mejorar pensamientos, actitudes y
acciones en comparación con los años pasados? A pesar de que el cambio puede ser
lento, ocurrirá de todas maneras si confíamos en que Diosnos cambiará.
Nuestra
vieja manera de vivir, la que teníamos antes de que creyéramos en Cristo, es
cosa del pasado. Debemos dejarla atrás como ropa vieja que necesita desecharse.
Esto es tanto una decisión que hacemos para toda la vida cuando decidimos
aceptar el regalo de salvación que Cristo nos da, como un compromiso consciente
diario. No andamos por impulsos ni deseos. Debemos ubicarnos en nuestro nuevo
papel, apuntar en la nueva dirección y apropiarnos de la nueva línea de
pensamiento que el Espíritu Santo nos da a traves de la Palabra de Dios en la
Biblia.
La Biblia
no nos dice que debemos evitar sentir enojo, pero sí destaca que debemos saber
controlarlo apropiadamente. Si somos descuidados al hablar, el enojo herirá a
otros y destruirá las relaciones. Si las guardamos, motivará amargura y nos
destruirá por dentro. Pablo nos dice que debemos enfrentar nuestro enojo de
inmediato, de modo que edifique relaciones antes que las destruya. Si alimentamos
nuestro enojo, daremos a Satanás la oportunidad para dividirnos.
¿Estamos molestos con alguien en este momento? ¿Qué puedo hacer para
resolver las diferencias? No dejemos que termine el día antes de que empecemos
a hacer algo para solucionar el conflicto y salvar nuestra relación.
Podemos
contristar al Espíritu Santo por la forma en que vivimos. Pablo nos amonesta en
contra del lenguaje vulgar, sin sentido, uso inapropiado del lenguaje,
amargura, palabras torpes y actitudes impropias contra otros. En cambio,
debiéramos perdonar, así como Dios lo hizo con nosotros. ¿Lastimamos o agradamos
a Dios con nuestras actitudes y acciones? Actuemos en amor con nuestros
hermanos en Cristo en la forma que Dios lo hizo al enviar a su Hijo para morir
por nuestros pecados. El Espíritu de Dios en nosotros es un sello de que le
pertenecemos.
Dios no
nos perdona porque perdonamos a
otros, sino por su gran misericordia. Al entender su misericordia, sin embargo,
anhelaremos ser como El. Ya que hemos sido perdonados, actuaremos de igual modo
con otros. Los que no están dispuestos a perdonar no llegan a ser uno con
Cristo. El estuvo dispuesto a perdonar aun a los que lo crucificaron (Lucas 23:34).
Dependamos más de Dios Nuestro
Padre en el nombre de su Hijo amado, nuestro
Salvador y Señor. Miremos al cielo, pues en cualquier momento, vendrá de
nuevo Jesús.