} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: LA INMANENCIA DE DIOS

lunes, 4 de mayo de 2015

LA INMANENCIA DE DIOS


Efesios 4:14  para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error,
 15  sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo,
 16  de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.

Inmanencia:  se refiere a lo inherente a algún ser o que se presenta unido a ese ser de una manera inseparable a su esencia porque forma parte de su naturaleza y no depende por tanto de algo externo. Dios interviene en el universo, es decir, está presente y activo en el mundo natural y, al mismo tiempo, lo trasciende, es decir, siguiendo una metáfora figurativa, se eleva sobre el universo que ha creado.

 
En todos los creyentes habita Dios Padre como en su santo templo, por su Espíritu y gracia especial.
A cada creyente no es dado algún don de la gracia para que nos ayudemos mutuamente. Todo se da según a Cristo le parezca bien otorgar a cada uno. Él recibió para ellos, para darles a ellos, una gran medida de dones y gracias; particularmente el don del Espíritu Santo. No es un simple conocimiento intelectual ni un puro reconocimiento de Cristo como Hijo de Dios, sino como quien produce confianza y obediencia. Hay una plenitud en Cristo y una medida de esa plenitud dada en el consejo de Dios a cada creyente, pero nunca llegaremos a la medida perfecta sino hasta que lleguemos al cielo. Los hijos de Dios estamos creciendo mientras vivamos en este mundo; y el crecimiento del cristiano busca la gloria de Cristo. Mientras más impulsado se encuentre un hombre a aprovechar su estado, conforme a su medida y todo lo que haya recibido, para el bien espiritual del prójimo, más ciertamente puede creer que tiene la gracia del amor y la caridad sincera arraigada en su corazón.
Dios nos ha escogido para ser los representantes de Cristo en la tierra. A la luz de esta verdad, Pablo nos desafía a tener vidas dignas al llamado que hemos recibido, el maravilloso privilegio de ser llamados propiedad de Cristo. Esto incluye ser humilde, gentil, paciente, comprensivo y pacificador. La gente observa nuestra vida. ¿Pueden ver a Cristo en nosotros? ¿Qué tal cumplimos como representantes?

  Pablo dice que somos parte de un solo cuerpo. La unidad no aparece por sí sola, hay que trabajar para lograrla. Muchas veces las diferencias que existen entre las personas, pueden conducir a la división; esto no necesariamente tiene que ser así en la iglesia. En lugar de concentrarnos en lo que nos divide, debiéramos recordar qué nos une: ¡un cuerpo, un Espíritu, una misma esperanza, un Señor, una fe, un bautismo, un Dios!
¿Sabemos apreciar a las personas diferentes a nosotros? ¿Somos capaces de ver cómo los dones y puntos de vista distintos pueden contribuir a que la iglesia cumpla con la obra de Dios? Aprendamos a disfrutar cómo los miembros del cuerpo de Cristo nos complementamos unos a otros (1 Corintios 12:12-13  Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. 13  Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu).

  Nadie logrará ser perfecto aquí en la tierra, por lo tanto debemos aceptar y amar a otros cristianos a pesar de sus faltas. Cuando vemos errores en otros creyentes, debiéramos actuar con paciencia y amabilidad. ¿Nos incomodan las acciones de alguien o su personalidad? En lugar de detenernos en las debilidades o buscar errores de dicha persona, oremos por ella. Luego hagamos algo más, pasemos tiempo juntos y veamos si podemos lograr ser de su agrado.

  Guardar la unidad es una de las funciones importantes del Espíritu Santo. El guía, pero debemos estar dispuestos a que nos guíe. Lo hacemos al poner nuestra mira en Dios y no en nosotros mismos.  

  Todos los creyentes en Cristo pertenecemos a un solo cuerpo, todos nos hemos unido bajo la misma cabeza, que es Cristo mismo (1 Corintios 12:12-26). Dios otorgó a cada creyente habilidades que pueden fortalecer todo el cuerpo. Nuestra habilidad especial pudiera parecernos pequeña o grande, pero está en nosotros para usarla en el servicio de Dios. Pidamos a Dios que useemos nuestros dones para contribuir al fortalecimiento y la salud del cuerpo de creyentes.

  Dios está sobre todos nosotros, esto muestra su cuidado de Supremo Soberano. El está por todos, y en todos, esto muestra su presencia activa en el mundo y en las vidas de los creyentes (inmanencia). Cualquier visión de Dios que viole su transcendencia o su inmanencia no es una imagen real de El.

  El Salmo 68:18 Tú subiste a lo alto, llevando cautivos a los prisioneros. Allí recibiste ofrendas de los seres humanos, a incluso de los que se habían rebelado contra ti, Señor Dios, muestra a Dios como un conquistador que marcha y obtiene tributos de la ciudad vencida. Pablo usa esa figura para enseñar que Cristo, en su crucifixión y resurrección, obtuvo la victoria sobre Satanás. Cuando ascendió al cielo, dio dones a la Iglesia, algunos de los cuales detalla en Efesios 4; 11-13.

  Cristo es el Señor de todo el universo, presente, pasado y futuro. Nada ni nadie está oculto de El. El Señor de todo vino a la tierra y aceptó la muerte para rescatar a todos. Nadie está fuera de su alcance.

  Nuestra unidad con Cristo no destruye nuestra individualidad. El Espíritu Santo ha dado a cada cristiano dones especiales para edificar la Iglesia. Ahora que los tenemos es crucial usarlos. ¿Tenemos la madurez suficiente para ejercitar los dones que Dios nos ha dado? Si sabemos cuáles son nuestros dones, busquemos oportunidades para servirle. Si no lo sabemos, pidamos a Dios que nos los muestre, quizá mediante nuestros ministros o amigos cristianos. Luego, a medida que empecemos a reconocer nuestro campo de servicio especial, usemos los dones para fortalecer y alentar a la iglesia.

  Dios ha dado a su Iglesia una enorme responsabilidad: hacer discípulos en todas las naciones (Mateo 28:18-20). Involucra predicar, enseñar, sanar, nutrir, dar, administrar, edificar y muchas tareas más. Si tuviéramos que cumplir este mandato como individuos, podríamos rendirnos aun antes de intentarlo, sería tarea imposible. Pero Dios nos ha llamado a ser miembros de su cuerpo. Algunos podemos cumplir con una tarea, otros harán otra. Juntos podemos obedecerle mejor de lo que lo haríamos en forma individual. Trabajando juntos, como el cuerpo de Cristo, podemos expresar la plenitud de El  

  Cristo es la Verdad  y el Espíritu Santo que guía a la Iglesia es el Espíritu de verdad   Satanás, por el contrario, es el padre de mentira (Juan 8:44). Como seguidores de Cristo, debemos dedicarnos a la verdad. Esto significa que nuestras palabras serán sinceras como también nuestras acciones reflejarán la integridad de Cristo. Seguir la verdad en amor no siempre es fácil, conveniente ni placentero, pero es necesario si la Iglesia va a cumplir con la obra de Cristo en el mundo.

  Algunos cristianos tememos que cualquier error destruya nuestro testimonio por el Señor. Vemos nuestra propia debilidad y sabemos que muchos incrédulos parecen tener un carácter más fuerte del que en realidad tienen. ¿Cómo crecemos en Cristo? La respuesta es que El nos forma en un cuerpo, en un grupo de individuos unidos en su propósito y en su amor unos por otros y por Cristo. Si uno de ellos tambalea, el resto está allí para apoyarlo y ayudarle a caminar con su Señor otra vez. Si otro peca, puede hallar restauración mediante la iglesia (Galatas 6:1 Hermanos, es posible que alguno de ustedes caiga en la trampa del pecado. Ustedes, que son guiados por el Espíritu, acérquense a él y ayúdenle a corregir su error. Pero ¡ojo!, háganlo con humildad pues ustedes también pueden caer en tentación), al mismo tiempo que esta continúa testificando la verdad de Dios. Como miembro del cuerpo de Cristo, ¿reflejamos ser parte del carácter de Cristo y llevamos a cabo nuestra función especial en la obra?

  No vivamos en "la vanidad de su mente" la tendencia natural y humana de pensar sus caminos lejos de Dios. El orgullo intelectual, la racionalización y las excusas alejan a la gente de Dios. No nos sorprendamos si las personas no aceptan el evangelio. El evangelio parecerá locura a quienes abandonan la fe y se apoyan en su propio entendimiento.

  La gente debiera poder ver una diferencia entre los cristianos y los que no lo son por la forma de vivir de los primeros. Ahora vivimos como hijos de luz . Pablo dice a los efesios que deben dejar la vida pasada de pecado, ahora que son seguidores de Cristo. La vida cristiana es un proceso. Aunque tenemos una nueva naturaleza, no adquirimos automáticamente todos los pensamientos y las actitudes buenas cuando nos convertimos en nuevas personas en Cristo. Pero si nos mantenemos atentos a Dios, siempre estaremos cambiando.
¿Notamos un proceso de cambio para mejorar pensamientos, actitudes y acciones en comparación con los años pasados? A pesar de que el cambio puede ser lento, ocurrirá de todas maneras si confíamos en que Diosnos cambiará.  

  Nuestra vieja manera de vivir, la que teníamos antes de que creyéramos en Cristo, es cosa del pasado. Debemos dejarla atrás como ropa vieja que necesita desecharse. Esto es tanto una decisión que hacemos para toda la vida cuando decidimos aceptar el regalo de salvación que Cristo nos da, como un compromiso consciente diario. No andamos por impulsos ni deseos. Debemos ubicarnos en nuestro nuevo papel, apuntar en la nueva dirección y apropiarnos de la nueva línea de pensamiento que el Espíritu Santo nos da a traves de la Palabra de Dios en la Biblia.

  La Biblia no nos dice que debemos evitar sentir enojo, pero sí destaca que debemos saber controlarlo apropiadamente. Si somos descuidados al hablar, el enojo herirá a otros y destruirá las relaciones. Si las guardamos, motivará amargura y nos destruirá por dentro. Pablo nos dice que debemos enfrentar nuestro enojo de inmediato, de modo que edifique relaciones antes que las destruya. Si alimentamos nuestro enojo, daremos a Satanás la oportunidad para dividirnos.
¿Estamos molestos con alguien en este momento? ¿Qué puedo hacer para resolver las diferencias? No dejemos que termine el día antes de que empecemos a hacer algo para solucionar el conflicto y salvar nuestra  relación.

  Podemos contristar al Espíritu Santo por la forma en que vivimos. Pablo nos amonesta en contra del lenguaje vulgar, sin sentido, uso inapropiado del lenguaje, amargura, palabras torpes y actitudes impropias contra otros. En cambio, debiéramos perdonar, así como Dios lo hizo con nosotros. ¿Lastimamos o agradamos a Dios con nuestras actitudes y acciones? Actuemos en amor con nuestros hermanos en Cristo en la forma que Dios lo hizo al enviar a su Hijo para morir por nuestros pecados. El Espíritu de Dios en nosotros es un sello de que le pertenecemos.  

  Dios no nos perdona porque perdonamos a otros, sino por su gran misericordia. Al entender su misericordia, sin embargo, anhelaremos ser como El. Ya que hemos sido perdonados, actuaremos de igual modo con otros. Los que no están dispuestos a perdonar no llegan a ser uno con Cristo. El estuvo dispuesto a perdonar aun a los que lo crucificaron (Lucas 23:34).

 Dependamos más de Dios Nuestro Padre en el nombre de su Hijo amado, nuestro  Salvador y Señor. Miremos al cielo, pues en cualquier momento, vendrá de nuevo Jesús.