Mateo 28:19 Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones,
bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;
Mateo 28:20 enseñándoles que
guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros
todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.
REFLEXIÓN:
Un testimonio eficaz salva a las personas del juicio de Dios. A
algunos testificamos mediante la compasión y la amabilidad; a otros, como si
estuviéramos rescatándolos del fuego eterno, aborreciendo"la ropa
contaminada por su carne" significa que debemos odiar el pecado, pero
tenemos que ser testigos y amar a los pecadores. Los incrédulos, por mucho
éxito que parezcan tener en las normas mundanas, están perdidos y necesitan
salvación. No debemos dar poca importancia al testimonio. Es cuestión de vida o
muerte.
Al procurar un punto de coincidencia con quienes tratamos de ganar
para Cristo, debemos tener mucho cuidado de no caer en las arenas movedizas de
la transigencia. Cuando les hablamos a otros, debemos estar seguros de que
nuestro fundamento sea firme y seguro. Cuidemonos de no parecernos tanto a los
incrédulos que nadie pueda decir quiénes somos o qué creemos. Influyamos en
ellos para que busquen a Cristo. ¡No permitamos que ellos influyan en nosotros
para hacernos pecar!
Todos los que miramos al Señor Jesús con los ojos de la fe, lo adoraramos.
Pero la fe sincera puede ser muy débil e
inestable. Pero Cristo nos dio pruebas tan convincentes de su resurrección,
para hacer que nuestra fe triunfara sobre las dudas. Ahora encarga solemnemente
a los apóstoles y a sus ministros que vayan a todas las naciones. La salvación
que iban a predicar es salvación común; quien la quiera, que venga y tome el
beneficio; todos son bienvenidos a Cristo Jesús.
El cristianismo es la religión de un pecador que pide salvación de la
merecida ira y del pecado; recurre a la misericordia del Padre por medio de la
expiación hecha por el Hijo encarnado y por la santificación del Espíritu
Santo, y se entrega a ser adorador y siervo de Dios, como Padre, Hijo y
Espíritu Santo, tres Personas, pero un solo Dios, en todas sus ordenanzas y
mandamientos.
El bautismo es una señal externa del lavamiento interno o
santificación del Espíritu, que sella y demuestra la justificación del
creyente. Examinémonos si realmente poseemos la gracia espiritual interna de la
muerte al pecado y el nuevo nacimiento a la justicia, por los cuales los que
eran hijos de ira llegan a ser los hijos de Dios.
Los creyentes tendremos siempre la presencia constante de nuestro
Señor; todos los días, cada día. No hay día, ni hora del día en que nuestro
Señor Jesús no esté presente en sus iglesias y con sus ministros; si lo
hubiera, en ese día, en esa hora, ellos serían deshechos. El Dios de Israel, el
Salvador, es a veces un Dios que se esconde, pero nunca es un Dios lejano. A
esas preciosas palabras se añade el Amén. Aun así, Señor Jesús, sé con nosotros
y con todo tu pueblo; haz que tu rostro brille sobre nosotros, que tu camino
sea conocido en la tierra, tu salud salvadora entre todas las naciones.
La resurrección de Jesús es lo fundamental en la fe cristiana. ¿Por
qué?: "Como dijo", Jesús resucitó de la muerte. Podemos tener la más
absoluta seguridad de que cumplirá sus promesas. La
resurrección corporal de Jesús demuestra que el Cristo viviente es soberano en
el reino eterno de Dios, no un falso profeta ni un impostor. Podemos
estar seguros de nuestra resurrección porque El resucitó. La muerte no es el
final: hay una vida futura. El poder que hizo volver a la vida a Jesús
está a nuestro alcance para dar vida a nuestra espiritualidad muerta. La
resurrección es la base del testimonio de la Iglesia al mundo. Jesús es más que
un líder humano: El es el Hijo de Dios.
Cuando alguna persona está muriendo o a punto de partir, sus últimas
palabras son importantes. Jesús dejó a sus discípulos estas últimas
instrucciones: estaban bajo su autoridad, debían hacer más discípulos,
bautizarlos y enseñarles que hay que obedecerlo a El; El estaría con ellos
siempre. En misiones previas Jesús había dicho a sus discípulos que fueran sólo
a los judíos. A partir de ese momento su misión tendría alcances mundiales.
Jesús es Señor de la tierra y murió por los pecados de toda la humanidad.
Debemos salir -sea a la próxima puerta o a otro país- y hacer
discípulos. Esta no es una opción sino un mandato para todos los que consideramos
a Jesús como "Señor". No todos somos evangelistas, en el sentido
formal, pero todos hemos recibido dones que podemos usar para el cumplimiento
de la Gran Comisión. Al obedecer somos confortados en el conocimiento que Jesús
siempre está con nosotros.
Las
palabras de Jesús afirman la realidad de la Trinidad. Algunas personas acusan a
los teólogos de inventar el concepto de la Trinidad. Como vemos aquí, el
concepto viene directamente de Jesús. No dijo que debíamos bautizar en los
nombres sino en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. La
palabra Trinidad no está en las Escrituras pero describe muy bien la naturaleza
tres en uno del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Los
discípulos debían bautizar personas porque el bautismo une al creyente con
Jesús en su muerte por el pecado y su resurrección a una vida nueva. El
bautismo muestra sumisión a Cristo y disposición a vivir en la forma que Dios
quiere.
¿De qué
manera está Jesús entre nosotros? Con los discípulos estuvo cara a cara
hasta que ascendió al cielo, y luego por medio del Espíritu Santo (Hechos 1:4). El Espíritu Santo vendría a ser la
presencia de Jesús que nunca los abandonaría (Juan 14:26).
Jesús continúa estando con nosotros hoy por medio del Espíritu Santo.
Como el tema de Mateo es Cristo en su
condición de Rey, no sorprende que la comisión final de Jesús a sus discípulos
refleje la dimensión global de su reinado. Al instruir sobre la vida y los
principios del reino, Jesús insta a sus seguidores a pensar, vivir y orar para
que su reino venga a toda la tierra. Jesús les dijo que predicaran en todas partes:
«El reino de Dios se ha acercado». Por último, en vísperas de su ascensión, el
Rey dio la Gran Comisión. En este importantísimo mandamiento de ir por todas
las naciones ordenaba que con sus enseñanzas y mensaje procuraran llevar las
naciones a Su reino. El Señor predijo, en términos proféticos, que el fin
vendría únicamente cuando «este evangelio del reino» fuera predicado «en todo
el mundo, para testimonio a todas las naciones» «comunidades, grupos humanos o
etnias»: Hoy existen cerca de 22.000 sobre nuestro planeta.
Si
rechazamos servirle fielmente como Rey, somos súbditos desleales, dignos de ser
desterrados del Reino. Debemos dar a Jesús el lugar de Rey en nuestra vida y
adorarle como nuestro Señor, Rey y Salvador.
Ahora bien: ¿Tenía esto que ser hecho por los
Once hombres más cerca de él, y no por la multitud que entonces rodeaba al
Señor resucitado? Imposible. En aquel grupo Jesús virtualmente se dirigió a
todos los que, en cada siglo, habían de encargarse de efectuar la misma obra.
El Cristo resucitado, quien es la cabeza del cristianismo, podía ver en la
persona de sus once discípulos a todos sus siervos en todos los siglos y todos
ellos recibieron la comisión de parte de Él en aquel momento. La comisión
incluye, pues, poner el sello visible de discipulado, “bautizándolos en el
nombre”, es decir, en toda la plenitud de la gracia, “del Padre, y del Hijo y
del Espíritu Santo”, la cual pertenece a los que creen en Cristo. Y después de
haber cumplido con el ministerio misionero de nuestra obra, el cual es de una
naturaleza temporal, éste tiene que ser absorbido en otro, que es permanente:
“Enseñándoles”; enseñando a estos miembros bautizados de la iglesia visible,
“que guarden todas las cosas que os he mandado”, a vosotros mis discípulos,
durante los tres años que habéis estado conmigo.
Cristo está con nosotros hasta el fin del mundo.
Esto no es magia, ni futurista, es la vida real. Cuando tienes una relación personal
con Cristo, la gracia de su Espiritu, te transforma cada día, y bulle en tu
corazón un fuego, una pasión que te hace testificar y hablar de cómo Cristo ha
cambiado tu vida, la de tu familia y ansías que otras personas también puedan
conocerle.
Callar sería de cobardes y denotaría nada menos que Jesús no es el
dueño de tu corazón. Y obedezcamos, como decía el Apóstol Pablo a Timoteo:
2Ti 4:1 Te
encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a
los muertos en su manifestación y en su reino,
2Ti 4:2 que prediques la
palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta
con toda paciencia y doctrina.