} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: REFLEXIONES EN VOZ ALTA (Eclesiastés)

domingo, 3 de mayo de 2015

REFLEXIONES EN VOZ ALTA (Eclesiastés)


Debemos acordarnos de los pecados cometidos contra nuestro Creador, arrepentirnos, y pedir perdón. Debemos recordar nuestro deber y afrontarlo, buscando en Él la gracia y el poder. Esto debe hacerse temprano, mientras el cuerpo es fuerte y el espíritu activo. Cuando el hombre siente dolor al revisar una vida malgastada, de no haber abandonado el pecado ni las vanidades del mundo hasta que se ve obligado a decir: yo no tengo en ellos contentamiento, su sinceridad se vuelve muy cuestionable.    
 Una vida sin Dios produce una persona vieja amargada, solitaria y sin esperanza. Una vida centrada en Dios es plena, hace que los "años malos" -cuando las incapacidades, las enfermedades y los impedimentos pueden ser barreras que nos impiden disfrutar de la vida- nos satisfagan debido a la esperanza de la vida eterna. Ser joven es emocionante. Pero la emoción de la juventud puede convertirse en un obstáculo para acercarse a Dios si hace que la gente joven centre su atención en los placeres pasajeros en lugar de en los valores eternos. Pongamos nuestras capacidades al servicio de Dios cuando todavía sean nuestras: durante la juventud. No las desperdiciemos en actividades malas o sin significado que pueden volverse malos hábitos y hacernos insensibles. Busquemos a Dios ahora.

  Con cuánta facilidad nos llega la muerte, con cuánta rapidez y sin esperarlo podemos regresar al polvo del que salimos. Por lo tanto, deberíamos tener la vida como un recurso que hay que usar sabiamente y no despilfarrarla frívolamente. Despojados del Espíritu de Dios, nuestros cuerpos regresan al polvo. Despojados del propósito de Dios, nuestro trabajo es en vano. Despojados del amor de Dios, nuestro servicio es vanidad. Debemos poner a Dios primero sobre todo y en todo lo que hacemos, porque sin El no tenemos nada. Saber que la vida es vanidad sin Dios motiva a la persona sabia a buscar a Dios primero.

  Cuando el Predicador dice que los muertos no saben nada y que no hay trabajo, ni planificación, ni conocimiento, ni entendimiento en la muerte, no está contrastando la vida con la vida después de la muerte, sino la vida con la muerte. Una vez que uno muere, no puede cambiar lo que ha hecho. La resurrección a una nueva vida después de la muerte era un concepto vago para los creyentes en la época del Antiguo Testamento. Sólo quedó claro después de que Jesús se levantó de los muertos.

  Considerando las incertidumbres del futuro y la certeza de la muerte, Salomón recomienda disfrutar la vida como un regalo de Dios. Quizá pudo haber estado criticando a quienes posponen todos los placeres por acumular riquezas. Salomón pregunta: "¿De qué valen las riquezas?" Es importante disfrutar de los regalos de Dios mientras podamos, porque el futuro es muy incierto.

  Qué triste es estar casado y no apreciar ni disfrutar el gozo y el compañerismo que Dios nos ha dado.
  Dar generosamente, aunque parezca que se tira y se pierde. Dar a muchos. No te excuses del bien que tienes aún para hacer, con un bien que ya hiciste. No se pierde, sino que es un bien depositado. Tenemos razón para esperar el mal, porque nacimos problemas; sabiduría es hacer el bien en el día de la prosperidad.
Las riquezas no nos pueden aprovechar si no beneficiamos a los demás. Todo hombre debe trabajar para ser una bendición en el lugar donde la providencia de Dios lo ponga. Donde estemos podemos hallar buena obra que hacer, si tenemos el corazón dispuesto.
Si magnificamos cada pequeña dificultad, planteamos objeciones y penurias fantásticas, nunca iremos adelante y, mucho menos, terminaremos con nuestra obra. Los vientos y las nubes de la tribulación están en las manos de Dios preparados para probarnos. La obra de Dios será según su palabra, sea que lo veamos o no. Bien podemos confiar en que Dios nos provea, sin nuestros afanes ansiosos e inquietos. No te canses de hacer el bien, porque, a su tiempo, en el tiempo de Dios, cosecharás.
  La vida encierra riesgos y oportunidades. Debido a que la vida no ofrece garantías, debemos estar preparados. Sólo por el hecho de que la vida sea incierta no quiere decir que no hagamos nada. Necesitamos un espíritu de confianza y aventura. Debemos enfrentar los riesgos y oportunidades de la vida con entusiasmo y fe dirigidos por Dios.

  Esperar a que lleguen las condiciones perfectas significará inactividad. Este razonamiento práctico se aplica en especial a la vida espiritual. Si esperamos el tiempo y el lugar perfectos para leer la Biblia, nunca comenzaremos a leerla. Si esperamos una iglesia perfecta, nunca nos congregaremos. Si esperamos un ministerio perfecto, nunca serviremos. Tomemos medidas ahora para crecer espiritualmente. No esperemos a que lleguen condiciones que nunca existirán.

  La Palabra nos alienta para que nos regocijemos todos los días pero que recordemos que la eternidad es mucho más larga que la expectativa de vida de una persona. El Salmo 90:12 dice: "Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría". La persona sabia no sólo piensa en el impacto del momento, echa un vistazo a largo plazo hacia la eternidad. Demos a nuestras decisiones un enfoque desde una perspectiva de Dios. Consideremos el impacto que tendrán dentro de diez años y para siempre. Vivamos con la actitud de que si bien la vida es corta, viviremos con Dios para siempre.

  A menudo escuchamos a la gente decir: "No importa". Pero muchas de nuestras decisiones son irreversibles: permanecerán con uno el resto de la vida. Lo que uno hace cuando es joven sí importa. Disfrutemos de la vida ahora, pero no hagamos nada físico, moral o espiritual que pueda impedirnos disfrutar de la vida cuando seamos viejos. Hoy estamos viviendo en el presente las decisiones que tomamos en el pasado.
En esta vida lo mejor que se puede hacer es gozar de las bendiciones de Dios y todo valor absoluto debe trascender esta vida, y estar afianzado en la justicia de Dios. El saber que Dios juzgará todas las cosas, debe motivarnos a vivir moralmente en obediencia, mientras gozamos de aquello con lo que Dios nos ha bendecido


  No es difícil pensar en casos donde el más rápido o el más fuerte no gana, el sabio pasa hambre y los inteligentes no son recompensados con riqueza ni honor. Cuando se ven casos así, la gente dice que la vida es injusta, y tienen razón. El mundo es finito y el pecado ha torcido la vida, haciendo de ella todo lo contrario a lo que es el propósito de Dios.   El libro de Proverbios enfatiza cómo sería la vida si todos actuáramos con justicia. Eclesiastés explica lo que sucede a menudo en nuestro mundo imperfecto y pecaminoso. Debemos mantener nuestra perspectiva. No dejemos que las injusticias de la vida nos impidan realizar un trabajo serio y dedicado. Nosotros servimos a Dios, no a la gente (Colosenses 3:23 Hagan lo que hagan, trabajen de buena gana, como para el Señor y no como para nadie en este mundo).

  Nuestra sociedad sitúa la riqueza, la belleza física y el éxito por encima de la sabiduría espiritual. Sin embargo, la sabiduría es un bien mayor que la fortaleza, a pesar de que con frecuencia las masas no lo reconocen. Aun cuando es más efectiva, no siempre se escucha a la sabiduría, y los sabios con frecuencia pasan desapercibidos. El sabio piadoso está más alerta que el pecador insensato, aunque a veces resbala. Mejor un diamante con una falla que un guijarro perfecto. Las violaciones de la verdadera sabiduría vuelven a caer sobre los perpetradores.
 El futuro no es conocido por los simples mortales.  Los que profesan la fe deben, especialmente, guardarse de toda apariencia de mal. El sabio tiene una gran ventaja sobre el necio, que siempre pierde cuando tiene algo que hacer. El pecado es el reproche de los pecadores, donde quiera que vayan, y muestra la necedad de ellos. Al describir estas circunstancias que no son justas o no tienen sentido, el Predicador quiere decir que la sabiduría por sí sola no puede proporcionar justicia. Salomón continúa basando su conclusión en el hecho de que todo lo que tenemos (desde la sabiduría hasta las riquezas) sin Dios no son nada. Pero cuando Dios usa lo poco que tenemos, se convierte en todo lo que pudiéramos querer o necesitar.

  Tratar de hacer algo sin las habilidades o herramientas necesarias es como cortar madera con un hacha sin filo. Si una herramienta está desafilada, uno debe afilarla para poder trabajar mejor. De manera similar, si nos faltan habilidades, debemos afilarnos por medio de la capacitación y la práctica. En cada situación, afilar el hacha significa reconocer dónde radica el problema, adquirir o pulir las habilidades (o herramientas) para hacer un mejor trabajo, y luego salir y llevarlo a cabo. Debo encontrar los aspectos de mi vida en donde mi "hacha" no tiene filo, y afilarla para que pueda ser más eficaz.

  Cada vez que los hebreos tuvieron líderes inmaduros o irresponsables, la nación se derrumbó. Los dos libros de Reyes describen la decadencia de los reinos cuando los líderes sólo se preocupaban por sí mismos. 

  Los gobiernos, los negocios, las familias y hasta las iglesias se ven atrapadas en la idea de que el dinero es la respuesta a todos los problemas. Lanzamos dinero a nuestros problemas, pero de la misma forma en la que la sensación de euforia que provoca el vino es sólo temporal, el efecto sedante de la última compra pronto se desvanece y tenemos que comprar más. Las Escrituras reconocen que el dinero es necesario para la subsistencia, pero nos alertan en cuanto al amor al dinero (Mateo 6:24; 1Timoteo 6:10, Hebreos 13:5). El dinero es peligroso porque nos engaña al hacernos pensar que la riqueza es la forma más fácil de obtener todo lo que queremos. El amor al dinero es pecado ya que confiamos en él en vez de confiar en que Dios ha de resolver nuestros problemas. Los que van en pos de sus promesas vacías un día descubren que no tienen nada, debido a que están en bancarrota espiritual.
No tenemos que pensar que nuestra búsqueda en la palabra o las obras de Dios sea inútil porque no podamos explicar todas las dificultades. Podemos aprender muchas cosas buenas para nosotros mismos y útiles para los demás. Pero el hombre no puede decidir siempre quién es objeto del amor especial de Dios o quién está sometido a su ira; ciertamente Dios hará una diferencia entre lo precioso y lo vil, en el otro mundo. La diferencia en cuanto a la felicidad presente surge de los apoyos y consuelos interiores que disfruta el justo, y el beneficio que deriva de las diversas pruebas y misericordias. En cuanto a los hijos de los hombres concierne, son dejados a sí mismos, sus corazones llenos de mal, y la prosperidad en pecado les hace desafiar a Dios, atreviéndose a hacer el mal. Aunque a este lado de la muerte a menudo parece que al justo y al malo les va igual, al otro lado habrá una diferencia inmensa entre ellos.

El patrimonio del hombre vivo más despreciable es preferible al del más noble que muere impenitente. La Palabra exhorta al sabio y piadoso a confiar alegremente en Dios cualquiera sea su condición en la vida. El bocado más vil, viniendo del amor de su Padre, como respuesta a la oración, tendrá un deleite peculiar. No que establezcamos nuestros corazones en los deleites sensuales, sino que podamos usar con sabiduría lo que Dios nos ha dado.  
Este es el mundo del servicio; el venidero es el mundo de la recompensa. Todos en sus posiciones pueden hallar alguna obra que hacer. Y por sobre todo, los pecadores tienen que cuidar de la salvación de su alma, los creyentes tienen que probar su fe, adornar el evangelio, glorificar a Dios y servir a su generación.
El éxito de los hombres rara vez iguala a sus expectativas. Debemos usar los medios, pero no confiar en ellos: si triunfamos debemos alabar a Dios; si fracasamos, debemos someternos a su voluntad. Los que postergan la gran preocupación por sus almas, son atrapados en la red de Satanás, en la cual él pone como carnada algún objeto mundano, por el cual ellos rechazan o descuidan el evangelio y siguen pecando hasta que, súbitamente, caen en la destrucción.

Por su sabiduría el hombre puede hacer que ocurra lo que nunca haría por su fuerza. Si Dios es por nosotros, ¿quién puede estar contra nosotros, o resistir ante nosotros? El hombre de fe observa el poder de la sabiduría, aunque pueda esforzarse mucho bajo las desventajas externas. ¡Cuán persuasivas son las palabras rectas! Pero los hombres sabios y buenos a menudo deben contentarse con la satisfacción de haber hecho algo bueno o, al menos, haberse propuesto hacerlo, cuando no pueden hacer el bien que quisieran, ni tener la alabanza que debieran.   Reverenciar y obedecer a Dios es el todo del hombre, algo que se halla en completa oposición a las cosas de este mundo consideradas «vanidad». Estas cosas pasarán, pero nuestra relación con Dios perdurará hasta que juzgue a la tierra.
Como un aguijón, una palabra sabia o una verdad importante puede ser desagradable cuando se aplica por primera vez, pero nos mantendrá en marcha en dirección de Dios.
 Existen opiniones interminables acerca de la vida y filosofías acerca de la forma en la que debemos vivir, que pueden ser leídas y estudiadas por siempre. No es malo estudiarlas, pero deberíamos pasar la mayor parte del tiempo alimentándonos de la verdad de la Palabra de Dios. La sabiduría debe llevar a la acción. Los estudiantes sabios de la Biblia comprenderán y harán lo que se les ha enseñado. Debido a que nuestro tiempo en la tierra es muy corto, debemos usarlo para aprender verdades importantes, las que afectan esta vida y la eternidad.

  Quienes carezcan de propósito y dirección en la vida deben respetar a Dios y seguir sus principios para la vida. Los que piensan que la vida es injusta deben recordar que Dios analizará la vida de cada persona para determinar cómo le ha respondido a El y traerá a juicio todo hecho.

¿He comprometido mi vida presente y futura con Dios? ¿Está mi vida a la altura de las normas de Dios?

  No importan cuáles sean los misterios y las aparentes contradicciones de la vida, debemos trabajar hacia el único propósito de conocer a Dios. Debemos disfrutar de la vida, pero esto no nos exime de obedecer los mandamientos de Dios. Debemos buscar el propósito y el significado de la vida, pero no se pueden encontrar en los logros humanos. Debemos reconocer la maldad, necedad e injusticia en la vida, y aun así mantener una actitud positiva y una fe sólida en Dios.
Todas las personas tendrán que comparecer delante de Dios y ser juzgadas por lo que hicieron en esta vida. No podremos utilizar las incongruencias de la vida como excusas de no haber vivido adecuadamente.
Para vivir bien, necesitamos:  
Reconocer que el esfuerzo humano separado de Dios es vanidad.
Colocar a Dios en primer lugar... ahora.
 Recibir todo lo bueno como un regalo de Dios.
Darnos cuenta que Dios juzgará tanto lo malo como lo bueno.
 Saber que Dios juzgará la calidad de vida de toda persona.

 Resulta muy extraño que nos pasemos la vida entera luchando por alcanzar el verdadero gozo que Dios nos da como regalo.