Debemos acordarnos de los pecados cometidos contra nuestro Creador,
arrepentirnos, y pedir perdón. Debemos recordar nuestro deber y afrontarlo,
buscando en Él la gracia y el poder. Esto debe hacerse temprano, mientras el
cuerpo es fuerte y el espíritu activo. Cuando el hombre siente dolor al revisar
una vida malgastada, de no haber abandonado el pecado ni las vanidades del
mundo hasta que se ve obligado a decir: yo no tengo en ellos contentamiento, su
sinceridad se vuelve muy cuestionable.
Una vida sin Dios produce una
persona vieja amargada, solitaria y sin esperanza. Una vida centrada en Dios es
plena, hace que los "años malos" -cuando las incapacidades, las
enfermedades y los impedimentos pueden ser barreras que nos impiden disfrutar
de la vida- nos satisfagan debido a la esperanza de la vida eterna. Ser joven
es emocionante. Pero la emoción de la juventud puede convertirse en un
obstáculo para acercarse a Dios si hace que la gente joven centre su atención
en los placeres pasajeros en lugar de en los valores eternos. Pongamos nuestras
capacidades al servicio de Dios cuando todavía sean nuestras: durante la
juventud. No las desperdiciemos en actividades malas o sin significado que
pueden volverse malos hábitos y hacernos insensibles. Busquemos a Dios ahora.
Con cuánta
facilidad nos llega la muerte, con cuánta rapidez y sin esperarlo podemos
regresar al polvo del que salimos. Por lo tanto, deberíamos tener la vida como
un recurso que hay que usar sabiamente y no despilfarrarla frívolamente.
Despojados del Espíritu de Dios, nuestros cuerpos regresan al polvo. Despojados
del propósito de Dios, nuestro trabajo es en vano. Despojados del amor de Dios,
nuestro servicio es vanidad. Debemos poner a Dios primero sobre todo y en todo
lo que hacemos, porque sin El no tenemos nada. Saber que la vida es vanidad sin
Dios motiva a la persona sabia a buscar a Dios primero.
Cuando el
Predicador dice que los muertos no saben nada y que no hay trabajo, ni
planificación, ni conocimiento, ni entendimiento en la muerte, no está
contrastando la vida con la vida después de la muerte, sino la vida con la
muerte. Una vez que uno muere, no puede cambiar lo que ha hecho. La
resurrección a una nueva vida después de la muerte era un concepto vago para
los creyentes en la época del Antiguo Testamento. Sólo quedó claro después de
que Jesús se levantó de los muertos.
Considerando las incertidumbres del futuro y
la certeza de la muerte, Salomón recomienda disfrutar la vida como un regalo de
Dios. Quizá pudo haber estado criticando a quienes posponen todos los placeres
por acumular riquezas. Salomón pregunta: "¿De qué valen las
riquezas?" Es importante disfrutar de los regalos de Dios mientras
podamos, porque el futuro es muy incierto.
Qué triste
es estar casado y no apreciar ni disfrutar el gozo y el compañerismo que Dios
nos ha dado.
Dar generosamente, aunque parezca que se tira
y se pierde. Dar a muchos. No te excuses del bien que tienes aún para hacer,
con un bien que ya hiciste. No se pierde, sino que es un bien depositado.
Tenemos razón para esperar el mal, porque nacimos problemas; sabiduría es hacer
el bien en el día de la prosperidad.
Las riquezas no nos pueden aprovechar si no beneficiamos a los demás.
Todo hombre debe trabajar para ser una bendición en el lugar donde la
providencia de Dios lo ponga. Donde estemos podemos hallar buena obra que
hacer, si tenemos el corazón dispuesto.
Si magnificamos cada pequeña dificultad, planteamos objeciones y
penurias fantásticas, nunca iremos adelante y, mucho menos, terminaremos con
nuestra obra. Los vientos y las nubes de la tribulación están en las manos de
Dios preparados para probarnos. La obra de Dios será según su palabra, sea que
lo veamos o no. Bien podemos confiar en que Dios nos provea, sin nuestros
afanes ansiosos e inquietos. No te canses de hacer el bien, porque, a su
tiempo, en el tiempo de Dios, cosecharás.
La vida encierra riesgos y oportunidades.
Debido a que la vida no ofrece garantías, debemos estar preparados. Sólo por el
hecho de que la vida sea incierta no quiere decir que no hagamos nada.
Necesitamos un espíritu de confianza y aventura. Debemos enfrentar los riesgos
y oportunidades de la vida con entusiasmo y fe dirigidos por Dios.
Esperar a
que lleguen las condiciones perfectas significará inactividad. Este
razonamiento práctico se aplica en especial a la vida espiritual. Si esperamos
el tiempo y el lugar perfectos para leer la Biblia, nunca comenzaremos a
leerla. Si esperamos una iglesia perfecta, nunca nos congregaremos. Si
esperamos un ministerio perfecto, nunca serviremos. Tomemos medidas ahora para
crecer espiritualmente. No esperemos a que lleguen condiciones que nunca
existirán.
La Palabra
nos alienta para que nos regocijemos todos los días pero que recordemos que la
eternidad es mucho más larga que la expectativa de vida de una persona. El Salmo 90:12 dice: "Enséñanos
de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría".
La persona sabia no sólo piensa en el impacto del momento, echa un vistazo a
largo plazo hacia la eternidad. Demos a nuestras decisiones un enfoque desde
una perspectiva de Dios. Consideremos el impacto que tendrán dentro de diez
años y para siempre. Vivamos con la actitud de que si bien la vida es corta,
viviremos con Dios para siempre.
A menudo
escuchamos a la gente decir: "No importa". Pero muchas de nuestras
decisiones son irreversibles: permanecerán con uno el resto de la vida. Lo que
uno hace cuando es joven sí
importa. Disfrutemos de la vida ahora, pero no hagamos nada físico, moral o
espiritual que pueda impedirnos disfrutar de la vida cuando seamos viejos. Hoy
estamos viviendo en el presente las decisiones que tomamos en el pasado.
En esta vida lo mejor que se puede hacer es gozar de las bendiciones
de Dios y todo valor absoluto debe trascender esta vida, y estar afianzado en
la justicia de Dios. El saber que Dios juzgará todas las cosas, debe motivarnos
a vivir moralmente en obediencia, mientras gozamos de aquello con lo que Dios
nos ha bendecido
No es
difícil pensar en casos donde el más rápido o el más fuerte no gana, el sabio
pasa hambre y los inteligentes no son recompensados con riqueza ni honor.
Cuando se ven casos así, la gente dice que la vida es injusta, y tienen razón.
El mundo es finito y el pecado ha torcido la vida, haciendo de ella todo lo
contrario a lo que es el propósito de Dios. El
libro de Proverbios enfatiza cómo sería la vida si todos actuáramos con
justicia. Eclesiastés explica lo que sucede a menudo en nuestro mundo
imperfecto y pecaminoso. Debemos mantener nuestra perspectiva. No dejemos que las
injusticias de la vida nos impidan realizar un trabajo serio y dedicado.
Nosotros servimos a Dios, no a la gente (Colosenses
3:23 Hagan
lo que hagan, trabajen de buena gana, como para el Señor y no como para nadie
en este mundo).
Nuestra
sociedad sitúa la riqueza, la belleza física y el éxito por encima de la
sabiduría espiritual. Sin embargo, la sabiduría es un bien mayor que la
fortaleza, a pesar de que con frecuencia las masas no lo reconocen. Aun cuando
es más efectiva, no siempre se escucha a la sabiduría, y los sabios con
frecuencia pasan desapercibidos. El sabio piadoso está más alerta que el
pecador insensato, aunque a veces resbala. Mejor un diamante con una falla que
un guijarro perfecto. Las violaciones de la verdadera sabiduría vuelven a caer
sobre los perpetradores.
El futuro no es conocido por
los simples mortales. Los que profesan la fe deben,
especialmente, guardarse de toda apariencia de mal. El sabio tiene una gran
ventaja sobre el necio, que siempre pierde cuando tiene algo que hacer. El
pecado es el reproche de los pecadores, donde quiera que vayan, y muestra la
necedad de ellos. Al describir estas circunstancias que no son justas o no
tienen sentido, el Predicador quiere decir que la sabiduría por sí sola no
puede proporcionar justicia. Salomón continúa basando su conclusión en el hecho
de que todo lo que tenemos (desde la sabiduría hasta las riquezas) sin Dios no
son nada. Pero cuando Dios usa lo poco que tenemos, se convierte en todo lo que
pudiéramos querer o necesitar.
Tratar de
hacer algo sin las habilidades o herramientas necesarias es como cortar madera
con un hacha sin filo. Si una herramienta está desafilada, uno debe afilarla
para poder trabajar mejor. De manera similar, si nos faltan habilidades,
debemos afilarnos por medio de la capacitación y la práctica. En cada
situación, afilar el hacha significa reconocer dónde radica el problema,
adquirir o pulir las habilidades (o herramientas) para hacer un mejor trabajo,
y luego salir y llevarlo a cabo. Debo encontrar los aspectos de mi vida en
donde mi "hacha" no tiene filo, y afilarla para que pueda ser más
eficaz.
Cada vez
que los hebreos tuvieron líderes inmaduros o irresponsables, la nación se
derrumbó. Los dos libros de Reyes describen la decadencia de los reinos cuando
los líderes sólo se preocupaban por sí mismos.
Los
gobiernos, los negocios, las familias y hasta las iglesias se ven atrapadas en
la idea de que el dinero es la respuesta a todos los problemas. Lanzamos dinero
a nuestros problemas, pero de la misma forma en la que la sensación de euforia
que provoca el vino es sólo temporal, el efecto sedante de la última compra
pronto se desvanece y tenemos que comprar más. Las Escrituras reconocen que el
dinero es necesario para la subsistencia, pero nos alertan en cuanto al amor al
dinero (Mateo 6:24; 1Timoteo 6:10, Hebreos 13:5).
El dinero es peligroso porque nos engaña al hacernos pensar que la riqueza es
la forma más fácil de obtener todo lo que queremos. El amor al dinero es pecado
ya que confiamos en él en vez de confiar en que Dios ha de resolver nuestros
problemas. Los que van en pos de sus promesas vacías un día descubren que no
tienen nada, debido a que están en bancarrota espiritual.
No tenemos que pensar que nuestra búsqueda en la palabra o las obras
de Dios sea inútil porque no podamos explicar todas las dificultades. Podemos
aprender muchas cosas buenas para nosotros mismos y útiles para los demás. Pero
el hombre no puede decidir siempre quién es objeto del amor especial de Dios o
quién está sometido a su ira; ciertamente Dios hará una diferencia entre lo
precioso y lo vil, en el otro mundo. La diferencia en cuanto a la felicidad
presente surge de los apoyos y consuelos interiores que disfruta el justo, y el
beneficio que deriva de las diversas pruebas y misericordias. En cuanto a los
hijos de los hombres concierne, son dejados a sí mismos, sus corazones llenos
de mal, y la prosperidad en pecado les hace desafiar a Dios, atreviéndose a
hacer el mal. Aunque a este lado de la muerte a menudo parece que al justo y al
malo les va igual, al otro lado habrá una diferencia inmensa entre ellos.
El patrimonio del hombre vivo más despreciable es preferible al del más
noble que muere impenitente. La Palabra exhorta al sabio y piadoso a confiar
alegremente en Dios cualquiera sea su condición en la vida. El bocado más vil,
viniendo del amor de su Padre, como respuesta a la oración, tendrá un deleite
peculiar. No que establezcamos nuestros corazones en los deleites sensuales,
sino que podamos usar con sabiduría lo que Dios nos ha dado.
Este es el mundo del servicio; el venidero es el mundo de la
recompensa. Todos en sus posiciones pueden hallar alguna obra que hacer. Y por
sobre todo, los pecadores tienen que cuidar de la salvación de su alma, los
creyentes tienen que probar su fe, adornar el evangelio, glorificar a Dios y
servir a su generación.
El éxito de los hombres rara vez iguala a sus expectativas. Debemos
usar los medios, pero no confiar en ellos: si triunfamos debemos alabar a Dios;
si fracasamos, debemos someternos a su voluntad. Los que postergan la gran
preocupación por sus almas, son atrapados en la red de Satanás, en la cual él
pone como carnada algún objeto mundano, por el cual ellos rechazan o descuidan
el evangelio y siguen pecando hasta que, súbitamente, caen en la destrucción.
Por su sabiduría el hombre puede hacer que ocurra lo que nunca haría
por su fuerza. Si Dios es por nosotros, ¿quién puede estar contra nosotros, o
resistir ante nosotros? El hombre de fe observa el poder de la sabiduría,
aunque pueda esforzarse mucho bajo las desventajas externas. ¡Cuán persuasivas
son las palabras rectas! Pero los hombres sabios y buenos a menudo deben
contentarse con la satisfacción de haber hecho algo bueno o, al menos, haberse
propuesto hacerlo, cuando no pueden hacer el bien que quisieran, ni tener la
alabanza que debieran. Reverenciar y obedecer a Dios es el todo del hombre, algo que se
halla en completa oposición a las cosas de este mundo consideradas «vanidad».
Estas cosas pasarán, pero nuestra relación con Dios perdurará hasta que juzgue
a la tierra.
Como un aguijón, una palabra sabia o una verdad importante puede ser
desagradable cuando se aplica por primera vez, pero nos mantendrá en marcha en
dirección de Dios.
Existen opiniones interminables
acerca de la vida y filosofías acerca de la forma en la que debemos vivir, que
pueden ser leídas y estudiadas por siempre. No es malo estudiarlas, pero
deberíamos pasar la mayor parte del tiempo alimentándonos de la verdad de la
Palabra de Dios. La sabiduría debe llevar a la acción. Los estudiantes sabios
de la Biblia comprenderán y harán lo que se les ha enseñado. Debido a que
nuestro tiempo en la tierra es muy corto, debemos usarlo para aprender verdades
importantes, las que afectan esta vida y la eternidad.
Quienes
carezcan de propósito y dirección en la vida deben respetar a Dios y seguir sus
principios para la vida. Los que piensan que la vida es injusta deben recordar
que Dios analizará la vida de cada persona para determinar cómo le ha
respondido a El y traerá a juicio todo hecho.
¿He comprometido mi vida presente y futura con Dios? ¿Está mi vida a
la altura de las normas de Dios?
No
importan cuáles sean los misterios y las aparentes contradicciones de la vida,
debemos trabajar hacia el único propósito de conocer a Dios. Debemos disfrutar
de la vida, pero esto no nos exime de obedecer los mandamientos de Dios.
Debemos buscar el propósito y el significado de la vida, pero no se pueden encontrar
en los logros humanos. Debemos reconocer la maldad, necedad e injusticia en la
vida, y aun así mantener una actitud positiva y una fe sólida en Dios.
Todas las personas tendrán que comparecer delante de Dios y ser
juzgadas por lo que hicieron en esta vida. No podremos utilizar las
incongruencias de la vida como excusas de no haber vivido adecuadamente.
Para vivir bien, necesitamos:
Reconocer que el esfuerzo humano separado de Dios es vanidad.
Colocar a Dios en primer lugar... ahora.
Recibir todo lo bueno como
un regalo de Dios.
Darnos cuenta que Dios juzgará tanto lo malo como lo bueno.
Saber que Dios juzgará la
calidad de vida de toda persona.
Resulta muy extraño que nos
pasemos la vida entera luchando por alcanzar el verdadero gozo que Dios nos da
como regalo.