} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 11 Noviembre: Estudiando la Palabra de Dios en la Biblia.

domingo, 11 de noviembre de 2018

11 Noviembre: Estudiando la Palabra de Dios en la Biblia.




  Juan 13; 3-5
sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba,
   se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó.
   Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido.

         Hay aún más en el trasfondo de este pasaje de lo que nos cuenta el propio Juan. Si volvemos al relato que nos hace Lucas de la última Cena, nos encontramos el detalle trágico: «Entonces los discípulos se pusieron a discutir a cuál de ellos había que considerar como el más importante» (Luc_22:24). Aun a la vista de la Cruz, los discípulos seguían discutiendo cuestiones de primacía y de prestigio. Creían que muy pronto Jesús iba a establecer un reino terrenal y ellos querían ser oficiales de alto rango. Por lo tanto, Jesús lavó los pies de los apóstoles para corregir sus conceptos falsos.
Puede que aquella discusión produjera la situación que hizo que Jesús actuara de esta manera. Las carreteras de Palestina no estaban ni empedradas ni limpias. En tiempo seco se hundían los pies en el polvo, y cuando llovía, en el barro. El calzado más corriente eran las sandalias, que apenas eran suelas que se sujetaban a los pies con correas. Poco protegían del polvo y el barro de las carreteras. Por esa razón, siempre había grandes tinajas de agua a la puerta de las casas; y allí estaba un siervo con una palangana y una toalla, dispuesto a lavarles los pies a los huéspedes a medida de entraban. Pero en la pequeña compañía de los amigos de Jesús no había siervos. Los deberes que los esclavos llevarían a cabo en círculos más acomodados, los compartirían entre sí, o los harían por turnos. Pero es posible que la noche de la última Cena se habían enzarzado en tal estado de competitividad que ninguno de ellos estaba dispuesto a hacerse responsable de que hubiera palanganas y toallas para que se lavara los pies la compañía al llegar; y Jesús remedió la omisión de la manera más sencilla.
Hizo lo que ninguno de los de Su compañía estaba dispuesto a hacer. Y después, les dijo: "Ya veis lo que he hecho. Decís que soy vuestro Maestro y vuestro Señor; y tenéis razón, porque lo soy; y, sin embargo, estoy dispuesto a hacer esto por vosotros. Seguro que no creéis que un discípulo merece más honores que su maestro, ni un servidor más que su señor. Está claro que si Yo hago esto, vosotros deberíais estar dispuestos a hacerlo también. Os he dado ejemplo de cómo debéis comportaros entre vosotros.»
Esto debería hacernos pensar. Muy a menudo, hasta en las iglesias, hay problemas porque a alguno no se le respeta el puesto.  Otro se cree el dueño de la iglesia, y actúa con soberbia. Con cierta frecuencia, hasta los dignatarios eclesiásticos se dan por ofendidos porque no se les otorgan las primacías a las que su puesto les da derecho. Aquí tenemos la lección de que no hay más que una clase de grandeza: la del servicio. El mundo está lleno de personas que se plantan en su dignidad cuando deberían estar de rodillas a los pies de sus hermanos. En todas las esferas de la vida lo que estropea el esquema de las cosas es el deseo de eminencia y la indisposición a tomar un puesto subordinado. A un jugador se le excluye un día del equipo, y ya se niega a jugar nunca más. A un policía que aspira a más se le pasa en un puesto al que creía tener más derecho que nadie, y se niega a aceptar otro puesto inferior. Un miembro del coro al que no se le deja cantar un solo, ya no quiere seguir cantando. En cualquier sociedad puede suceder que se olvide a alguien involuntariamente y, o explota de rabia, o se reconcome de rencor. Cuando estemos tentados a pensar en nuestra dignidad, o prestigio, o derechos, recordemos al Hijo de Dios con una toalla y una palangana, arrodillándose a los pies de sus discípulos para lavárselos.
Para ser realmente grande uno tiene que tener esta humildad regia que le hace tanto rey como servidor de la humanidad.   


¡Maranata!¡Ven pronto mi Señor Jesús!

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