Salmo 27; 10
Aunque
mi padre y mi madre me dejaran, Con todo, Jehová me recogerá.
Muchos han
tenido la triste experiencia de ser abandonados por su padre o su madre. Los
hogares destruidos, las diferencias de creencia, el vicio de las drogas o el
alcohol, y aun el aislamiento sicológico pueden dejar a los niños afectados por
esta pérdida. Este dolor puede persistir aun siendo adultos. Dios puede ocupar
ese lugar en nuestras vidas, llenar ese vacío y sanar esa herida. El puede
dirigirnos hacia adultos que pueden ser para nosotros padres o madres. El amor
de Dios basta para todo. Esta es la forma que el salmista emplea para decir que
Dios se preocupa más por nuestro bienestar de lo que nuestro padre y nuestra
madre harían. El amor de Dios va más allá que el amor filial. El verso debe ser
considerado como un proverbio y no interpretado como si los padres de David lo
hubiesen abandonado.
En la mayor indigencia y desamparo terrenal (Salm_31:11;
Salm_38:11), provee Dios (Mat_25:35).
Su tiempo para
ayudar a aquellos que confían en Él es cuando todos los demás ayudantes
fracasan, cuando es más por su honor y su comodidad. Con Dios los huérfanos
encuentran misericordia. Los huérfanos
abandonados han sido tomados bajo el cuidado especial de la divina Providencia,
que les ha brindado alivio y amigos de una manera que nadie hubiera esperado.
Dios es un amigo más seguro y mejor que nuestros padres terrenales son o pueden
ser. Creía que debía ver la bondad del Señor en la
tierra de los vivos; y, si no lo hubiera hecho, se habría desmayado, bajo sus
aflicciones. Incluso los mejores santos están sujetos a desmayarse cuando sus
problemas se vuelven graves y tediosos, sus espíritus están abrumados y su
carne y su corazón fallan. Pero entonces la fe es un cordial soberano; evita
que se desanimen bajo su carga y se desesperen por el alivio, los mantiene esperando,
orando y esperando, y mantiene en ellos los buenos pensamientos de Dios y el
cómodo disfrute de sí mismos. Pero, ¿de qué creía esa creencia que evitaba que
David se desmayara? - para que viera la bondad del Señor, que ahora parecía a
distancia. Los que caminan por la fe en la bondad del Señor, a su debido
tiempo, caminarán a la vista de esa bondad.
Hebreos
13; 6
de
manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré. Lo
que me pueda hacer el hombre
Las promesas de
Dios a diferentes individuos, y la fe y confianza de éstos, basadas en estas
promesas, están registradas en las Escrituras para el pueblo de Dios de toda
generación. Rom_15:4; 1Co_10:11. Los hebreos habían dejado la autoridad de la
ley de Moisés, pero no el uso legítimo de las Escrituras del Antiguo
Testamento.
En el mundo
antiguo había un sistema alucinante de lo que llamaban «amistades de
hospedaje.» A lo largo de los años, las familias, hasta cuando habían dejado de
estar en contacto, tenían el acuerdo de que, cuando fuera necesario, se
ofrecerían hospitalidad mutuamente. Esto era aún más necesario entre
cristianos. Los esclavos no tenían un hogar propio al que pudieran ir. Los
predicadores y los profetas itinerantes siempre estaban de camino. Por los
asuntos normales de la vida, los cristianos tenían que hacer viajes. Las
posadas públicas no eran solución, tanto por lo caras e inseguras como por lo
inmorales. Habría en aquel tiempo muchos cristianos aislados que peleaban una
vida solitaria. El Cristianismo tenía que ser, y ahora también tendría que ser,
la religión de la puerta abierta. El autor de hebreos dice que los que dieron
hospitalidad a forasteros, a veces, sin saberlo, acogieron a ángeles de Dios.
Está pensando en el ángel que vino a Abraham y Sara para decirles que iban a
tener un hijo (Gen_18:1 ss), y en el que
vino a Manoa con un mensaje parecido (Jue_13:3
ss).
Está la
solidaridad con los que tienen problemas. Es aquí donde vemos la Iglesia
Primitiva en su aspecto más encantador. Sucedía a menudo que a un cristiano le
metían en la cárcel, o algo peor. Podía ser por la fe, pero también por deudas,
porque muchos de los cristianos eran pobres, o porque los hubieran capturado
piratas o bandoleros. Entonces entraba la iglesia en acción.
Tertuliano
escribe en su Apología: " Si resulta que hay algunos en las minas; o
desterrados a las islas, o encerrados en la cárcel sólo por su fidelidad a la
causa de la Iglesia de Dios, se convierten en los protegidos de su confesión.»
El orador pagano Arístides decía de los cristianos: «Si se enteran de que uno
de su número está en la cárcel o en dificultades por ser cristiano, todos le
ofrecen ayuda en su necesidad y, si se le puede redimir, le procuran la
libertad.» Cuando Orígenes era joven, se dijo de él: "No sólo estaba al
lado de los santos mártires en la cárcel y hasta que los condenaban, sino,
cuando los llevaban a la muerte, los acompañaba sin temor al peligro.»
Algunas veces
condenaban a los cristianos a las minas, que era como mandarlos a Siberia. Las
Constituciones Apostólicas establecían: «Si los impíos condenan a un cristiano
a las minas por causa de Cristo, no os olvidéis de él, sino mandarle de los
ingresos de vuestro trabajo y sudor para su sustento y apoyo como soldado que
es de Cristo.» Los cristianos buscaban a sus hermanos en la fe hasta en las
selvas. De hecho había una comunidad cristiana en las minas de Fenón.
A veces había
que rescatar a los cristianos que caían en poder de ladrones o bandidos. Las
Constituciones Apostólicas establecen: «Todo el dinero que podáis reunir de
vuestro trabajo honrado, destinadlo a la redención de los santos, comprando la
libertad de esclavos, cautivos o prisioneros, personas maltratadas o condenadas
por los tiranos.» Cuando los ladrones de Numidia se llevaron a sus amigos cristianos,
la iglesia de Cartago reunió una cantidad entonces astronómica para
rescatarlos, y prometió más. Hasta se daba el caso de cristianos que se vendían
a sí mismos como esclavos para que se reuniera el dinero necesario para el
rescate de sus amigos.
Estaban
preparados hasta a pagar para poderse introducir en la cárcel. Los cristianos
se hicieron tan notorios por su ayuda a los presos que, al principio del siglo
IV, el emperador Licinio publicó una nueva ley según la cual «nadie podía
mostrar amabilidad a los condenados a prisión llevándoles comida, ni tener
compasión de los que estaban muriéndose de hambre en la cárcel.» Y se añadía
que, a los que descubrieran haciéndolo, se los condenaría a sufrir la misma
condena que los que trataban de ayudar.
En los primeros tiempos, ningún cristiano que
sufriera por su fe se vería abandonado u olvidado por sus hermanos.
Cuando
Plinio, el gobernador de Bitinia, examinaba a los cristianos e informaba al
emperador Trajano, tenía que admitir, aunque estaba buscando razones para
condenarlos, que en sus reuniones en el día de su Señor, "se comprometen
bajo juramento, no a cometer ningún crimen, sino a no cometer robos ni hurtos
ni adulterios, ni faltar a su palabra o negarse a devolver un depósito cuando
se les reclama.» En los primeros tiempos, los cristianos presentaban al mundo
tal ejemplo de pureza que hasta sus críticos o sus enemigos no podían por menos
de admirar.
Está el
contentamiento. El cristiano tenía que mantenerse libre del amor al dinero.
Tenía que estar contento con lo que tuviera; ¿y cómo no estarlo si tenía la
constante presencia de Dios? Hebreos cita dos grandes pasajes del Antiguo
Testamento Jos_1:5 y
Sal_118:6 para mostrar que el
hombre de Dios no necesita nada más porque tiene siempre consigo la presencia y
la ayuda de Dios. Nada que se le pudiera dar sería mayor riqueza.
¡Maranata!¡Ven
pronto mi Señor Jesús!
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