Santiago 4; 1
¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No
es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros?
Ahora Santiago va en busca de las raíces de
la falsa sabiduría y de sus perniciosos frutos, y las deja al descubierto sin
contemplaciones. Emplea palabras apasionadas tomadas del oficio de las armas y
de las costumbres de la guerra. Podríamos decir -usando un término algo fuerte-
que ha estallado una guerra civil en las comunidades a las que se dirige la
carta. Lo que debe entenderse, no de guerras públicas y nacionales, como podría
ser entre los judíos y otras naciones en este momento; porque el apóstol no
está escribiendo a los judíos en Judea, como nación, o cuerpo político, sino a
las doce tribus dispersas en el extranjero, ya los cristianos que eran; ni los
cristianos en general aumentaron todavía, y se convirtieron en cuerpos tan
grandes, o fueron naciones enteras en cristianas, y mucho menos en una guerra
entre sí, como ha sido el caso desde entonces; y que, cuando lo es, en términos
generales surge de una lujuria después de un aumento de poder; desde el orgullo
y las visiones ambiciosas de los hombres, y su envidia por la felicidad de
otros príncipes y estados: estos tampoco diseñan debates y disputas teológicas,
o discusiones acerca de los principios religiosos; sino más bien las demandas,
iniciadas ante los magistrados paganos, por los ricos, a la opresión de los
pobres; (Santiago 2: 6 ) aunque lo mejor de todo es interpretarlos como
revueltas y bramidos, y disputas sobre los honores y las riquezas; esforzándose
por obtenerlos por métodos ilegales, al menos a costa de su propia paz y la de
los demás: Las disensiones y tensiones existentes, se deben, por lo visto, a la
indigencia de la mayoría y al antagonismo social que provoca el hecho de que al
lado de unos pocos ricos haya una masa de fieles pobres y miserables. Santiago
les plantea a sus lectores una cuestión fundamental: si la finalidad de su vida
es someterse a la voluntad de Dios o satisfacer el ansia de placeres de este
mundo. Les advierte que, si el placer es el objetivo de su vida, lo único que
van a conseguir son peleas, y odio, y divisiones. Dice que el resultado de una
ansiosa búsqueda de placeres es polemoi (guerras) y maja¡ (batallas). Quiere
decir que la búsqueda febril de placeres desemboca en unos resentimientos
interminables que son como guerras, y en unas explosiones repentinas de
enemistad que son como batallas. Los antiguos moralistas habrían estado
totalmente de acuerdo con él.
Siempre
son dañinos los conflictos y las disputas entre los creyentes. Santiago dice
que esas rencillas son el producto de los malos deseos que luchan en nuestro
interior: queremos más bienes, más dinero, mejor nivel social, más reconocimiento.
Cuando nos empecinamos en satisfacer esos deseos, luchamos a fin de lograrlo.
En lugar de apoderarnos con violencia de lo que anhelamos, debemos someternos a
Dios, pedirle que nos ayude a deshacernos de nuestros deseos egoístas y a
confiar en que Él nos dará lo que de veras necesitamos.
Cuando
miramos a la sociedad humana, vemos a menudo una masa hirviente de odios y
peleas.
Romanos 5; 1
Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por
medio de nuestro Señor Jesucristo;
“Justificados,
pues, por la fe,” en lugar de justificados por obras de ley (moralidad
legalista, la base de la esperanza humana, según los judíos), equivale a decir
llegar a ser justos por la obediencia al evangelio, en lugar de la obediencia a
ley. No dice Pablo que somos justificados por la fe sola, aparte de obediencia
al evangelio, pero tal es el sentido erróneo que algunos sectarios dan a estas
palabras de Pablo. Tal interpretación sectaria ignora por completo la discusión
de Pablo en los capítulos tres y cuatro de la justificación. Los que no
obedecen al evangelio, dice Pablo (2Ts_1:8-9), serán castigados de eterna
perdición.
Al
decir “pues,” Pablo introduce la conclusión del asunto argumentado en los
capítulos anteriores.
--“tenemos
paz.” Este es uno de los frutos referidos. El estado de pecado es enemistad con
Dios. Perdonado uno del pecado, tiene amistad (paz) con Dios. Es la paz del
alma, o de la conciencia. Ahora tenemos paz con Dios, que no
necesariamente equivale a sentimiento de paz como la calma y la tranquilidad.
Paz con Dios significa que nos hemos reconciliado con El. No hay más hostilidad
entre nosotros, ningún pecado bloquea la relación con El. La paz con Dios es
posible solo porque Jesús con su muerte en la cruz pagó el precio de nuestros
pecados.
Por
lo tanto, ser justificados por la fe: No es que la fe sea la primera de nuestra
justificación; porque esa es una oración que pasó en la mente de Dios desde
toda la eternidad, y que pasó sobre Cristo, y sobre todos los elegidos
considerados en él, cuando resucitó de entre los muertos; ( Romanos 4:25 es Dios quien justifica, y no la fe; no es la
causa móvil de eso, esa es la gracia gratuita de Dios; eso es la justicia de Cristo:
no somos justificados por la fe, tampoco como la obra de Dios en nosotros,
porque, como tal, es parte de la santificación; ni como nuestra obra o acto,
como lo ejercemos nosotros, porque entonces deberíamos ser justificados por las
obras, por algo propio, y tener de qué gloriarnos; pero somos justificados por
la fe de manera objetiva y relativa, ya que eso se relaciona con el objeto
Cristo y su justicia; o como es un medio de nuestro conocimiento, y la
percepción de nuestra justificación por la justicia , y de que disfrutemos de su consuelo; y así
llegamos a Tener paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo .
El
apóstol había establecido la doctrina de la justificación en una luz clara y
había demostrado plenamente que no es por las obras de los hombres, sino por la
justicia de Dios; y habiendo mencionado las varias causas de la misma, procede
a considerar sus efectos, entre los cuales, la paz con Dios se encuentra en
primer lugar; y así se llama, para distinguirla de la paz con los hombres, que
las personas, aunque justificadas por la fe en la justicia de Cristo, pueden no
tener; pero están seguros, teniendo una idea de esto, de encontrar la paz con
Dios, incluso con aquel contra quien han pecado, a quiénes han transgredido la
ley y a quiénes han ofendido la justicia; la reconciliación por el pecado que
se está cometiendo, y una justicia justificadora traída, y está imputada y
aplicada a ellos, tienen esa "paz de Dios", esa tranquilidad y
serenidad de mente, lo mismo con "paz con Dios" aquí (Filipenses 4: 7
); y se experimenta mejor que lo que se expresa: y esto es todo a través de
nuestro Señor Jesucristo; brota de su sacrificio expiatorio, y de su preciosa
sangre, mediante la cual él ha hecho la paz; y se comunica a través de la
imputación de su justicia y la aplicación de su sangre; y solo se siente y se
disfruta de una manera de creer, al verlo como el Señor nuestra justicia.
¡Maranata!
¡Ven pronto mi Señor Jesús!
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