} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: FALTOS DE COMPASIÓN (2)

miércoles, 4 de marzo de 2020

FALTOS DE COMPASIÓN (2)


  
Para continuar con el estudio iniciado en Malaquías 6; 8, vamos a profundizar en la parábola de Jesús en Lucas 10; 25-37:

 25  Y he aquí, cierto intérprete de la ley se levantó, y para ponerle a prueba dijo: Maestro, ¿qué haré para heredar la vida eterna?
 26  Y Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?
 27  Respondiendo él, dijo: AMARAS AL SEÑOR TU DIOS CON TODO TU CORAZON, Y CON TODA TU ALMA, Y CON TODA TU FUERZA, Y CON TODA TU MENTE; Y A TU PROJIMO COMO A TI MISMO.
 28  Entonces Jesús le dijo: Has respondido correctamente; HAZ ESTO Y VIVIRAS.
 29  Pero queriendo él justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?
 30  Respondiendo Jesús, dijo: Cierto hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, los cuales después de despojarlo y de darle golpes, se fueron, dejándolo medio muerto.
 :31  Por casualidad cierto sacerdote bajaba por aquel camino, y cuando lo vio, pasó por el otro lado del camino.
 32  Del mismo modo, también un levita, cuando llegó al lugar y lo vio, pasó por el otro lado del camino.
 33 estaba; y cuando lo vio, tuvo compasión,
 34  y acercándose, le vendó sus heridas, derramando aceite y vino sobre ellas; y poniéndolo sobre su propia cabalgadura, lo llevó a un mesón y lo cuidó.
 35  Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al mesonero, y dijo: "Cuídalo, y todo lo demás que gastes, cuando yo regrese te lo pagaré."
 36  ¿Cuál de estos tres piensas tú que demostró ser prójimo del que cayó en manos de los salteadores?
 37  Y él dijo: El que tuvo misericordia de él. Y Jesús le dijo: Ve y haz tú lo mismo

Los expertos en la Ley de Moisés eran hombres orgullosos. No querían humillarse para confesar sus pecados y ser bautizados por Juan. “Desecharon los designios de Dios respecto de sí mismos, no siendo bautizados por Juan”. Eran expertos en la ley de Moisés y también en las tradiciones de los ancianos (Mat_15:2).

Supuestamente bien versado en el Pentateuco, este hombre trata de desconcertar a Jesús. Trata de dejarlo en ridículo ante el público.
¡Qué bueno si en verdad hubiera querido saber la respuesta correcta a su pregunta! Sin lugar a dudas es una de las preguntas más importantes que el hombre puede hacer.

         ¿Contestó Jesús la pregunta o no? Sí, la contestó. Más bien, dejó que el intérprete de la ley contestara su propia pregunta.

         No le pregunta, ¿Qué piensas tú? Más bien le pregunta ¿Cómo lees (en la ley)? Era maestro de la ley y, por eso, debería conocerla a fondo. Jesús no dijo, “¿Qué dicen las tradiciones de los ancianos?” sino “¿Qué está escrito en la ley?” (La ley de Moisés).

         ¿Cómo contestamos las preguntas bíblicas? Frecuentemente la gente nos hace preguntas para tentarnos; es decir, no las hacen con sinceridad para aprender la verdad. Debemos seguir el ejemplo de Jesús, dejando que el que haga la pregunta busque la respuesta en las Escrituras.

         No hay otra manera mejor de contestar preguntas bíblicas. ¿Qué indica esto? (1) indica que cualquiera puede encontrar en las Escrituras la verdadera respuesta de esta pregunta (“¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?”); (2) indica que todo hombre es responsable delante de Dios de leer la respuesta él mismo; (3) indica que las Escrituras dan la misma respuesta a todos los hombres. Es como si Jesús hubiera dicho, “Mira, intérprete de la ley, Dios ha dicho a los hombres qué es lo que deben hacer para ser salvos; está escrito en las Escrituras; y usted, como todos los demás hombres, puede encontrar la respuesta. Entonces, ¿qué dicen las Escrituras?” Esta es la única manera de encontrar la respuesta correcta de esta pregunta tan importante.

Marcos 12:28-34, en esta ocasión un escriba “le preguntó: ¿Cuál es el primer mandamiento de todos?” Pero el escriba no le preguntó para atraparle. Jesús le contesta citando estos mismos textos (Deu_6:5; Lev_19:18). El escriba le contestó diciendo, “Bien, Maestro, verdad has dicho”, y “Jesús viendo que había respondido sabiamente, le dijo: No estás lejos del reino de Dios”.

         Según el relato de Mateo (22:40) Jesús agrega las siguientes palabras muy significativas: “De estos dos mandamientos depende toda la ley de los profetas”. Lacueva dice que depende (pende) significa que “estos dos son como el soporte de todos los demás mandamientos”. La versión inglesa dice que la ley y los profetas “cuelgan” de estos dos mandamientos. Están colgados sobre ellos como una puerta cuelga de sus quicios o como unos artículos cuelgan de un clavo.
         En este texto sobresalen las palabras “con todo… con toda … con todas … con toda …” Deu_6:5 dice, “Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas”. “Dios debe ser amado con todas las cuatro capacidades del hombre (corazón, alma, fuerza, mente)”.

         Resta preguntarnos “¿Cómo leemos?” ¿Cómo contestamos esta pregunta? Desde luego, debemos contestar con Mar_16:16; Hch_2:38, etc., pero no debemos omitir este texto sumamente importante y básico citado por el intérprete de la ley, porque todavía es cierto que “estos dos son como el soporte de todos de los demás mandamientos” (Lacueva). Esto se afirma también del Nuevo Testamento (Rom_13:10).

         Todo hombre normal se ama a sí mismo. Entonces debe medir su amor por su prójimo por ese amor.

Para muchos de estos líderes de los judíos era necesario discutir la ley, pero no se preocupaban tanto por hacer lo que la ley decía (Mat_23:3-4).  

El intérprete de la ley quería definir los límites de su deber, y entonces mostrar que él lo había cumplido. Quería saber a quién tiene que amar y a quién no. El creía que podía justificarse si se aceptara su definición de la palabra prójimo, pues para los judíos los únicos prójimos eran otros judíos. Para muchos fariseos su prójimo era otro fariseo. Los fariseos cuidaban mucho de su prestigio. Se justificaban. «El fariseo, erguido, oraba así en su interior: ¡Oh Dios! Gracias te doy, porque no soy como los demás hombres...» (18,11). Jesús les echa en cara que se justifican delante de los hombres (16,15). ¿Merecía reproche el doctor de la ley cuando preguntaba, aunque sabía lo que hay que hacer para alcanzar la vida eterna? ¿No había todavía bastantes preguntas que reclamaban solución, aunque eran claros los mandamientos más importantes?

 El doctor de la ley hace una pregunta que no había hallado todavía una solución clara y decisiva. ¿Quién es mi prójimo? ¿Dónde están los límites del precepto del amor? La ley extiende el amor a los compatriotas y a los extranjeros que viven en Israel (Lev_19:34). En el judaísmo tardío se restringió el amor de los extranjeros a los verdaderos prosélitos (gentiles que habían aceptado la fe en un solo Dios, se circuncidaban y observaban la ley). Los fariseos excluían también del amor al pueblo ignorante de la ley. Se negaba el amor a los contrarios al partido. La ley de Dios deja por tanto cuestiones pendientes. Sólo el espíritu de Dios puede resolverlas en la debida forma. Y ¿para nosotros? ¿Quién es nuestro prójimo? ¿Solamente nuestros hermanos en Cristo?

Jesús cuenta un relato. El Evangelio de Lucas narra cuatro más de este estilo. Las parábolas comparan el obrar divino con el humano. La acción de Dios se hace comprensible a partir de lo que hace el hombre. En cambio, en estos relatos se presenta el hombre a los hombres para que examinen su comportamiento tomando como norma al hombre mostrado por Jesús.

Jericó (350 m bajo el nivel del mar) está mil metros más bajo que Jerusalén (740 metros sobre el nivel del mar). El camino solitario y rocoso (unos 27 kilómetros) va por una región en que abundan los barrancos. Asaltos de ladrones se refieren desde la antigüedad hasta la edad moderna. En el siglo xix todavía había que pagar dinero de seguridad a los jeques locales para usar esa carretera. Hasta el principio de la década de los 30, el famoso autor de libros de viaje H. V. Morton nos dice que le advirtieron que llegara a su destino antes de que se hiciera oscuro, porque un cierto Abu Yildah acostumbraba detener los coches y robar a los viajeros o turistas, escapándose a las montañas antes de que la policía pudiera llegar. Cuando Jesús contó esta historia, hablaba de algo que sucedía con frecuencia en la carretera de Jerusalén a Jericó.

Un hombre bajaba a Jericó. No se menciona su nacionalidad ni su religión. Era un hombre. Esto basta para el amor. Es posible que los ladrones fueran guerrilleros celotes fanáticos que se ocultaban en las grutas y escondrijos de aquella región y vivían de la rapiña, pero que no quitaban a sus compatriotas más que lo que necesitaban para vivir y, sobre todo, no atentaban contra la vida si ellos mismos no se veían atacados. Aquí aparece la víctima de los ladrones en un estado lastimoso: despojado de todo, molido a golpes, medio muerto. El hombre debió sin duda defenderse cuando se vio asaltado por los ladrones.               

Jericó era una ciudad sacerdotal. Sacerdotes y levitas (servidores del templo, cantores) habían desempeñado su ministerio en el templo y volvían a casa. Con gran efecto se repite: Al verlo cruzó al otro lado y pasó de largo. Por qué pasaron de largo sacerdotes y levitas no se dice en la narración. Quizá porque les pareció que el hombre tan malherido estaba muerto y no quisieron tocarlo, pues el contacto con un cadáver causaba impureza legal (Lev_21:1). ¿Quizá porque temían caer también en manos de los ladrones? ¿O porque no querían detenerse? En todo caso les movía más su propio interés que la compasión por el miserable, si es que la sentían. En su calidad de sacerdotes y levitas servían a Dios. Eran personas que encarnaban el precepto del amor a Dios. Pero ¿el amor al prójimo? Se establecía separación entre culto y misericordia        

De este pastor de Israel el herido tenía el derecho de esperar asistencia, pero “pasó de largo” (al lado opuesto). Desde luego, los sacerdotes eran conocedores de la ley (por ej., Deu_22:2), pero esta parábola indica que ellos no practicaban estos preceptos. Sin duda se justificaba de alguna manera pensando en el peligro (los asaltadores bien podrían estar cerca todavía), tenía mucha prisa, había peligro de contaminarse ceremonialmente (si ya estuviera muerto), habría gastos, no tenía tiempo, etc. La realidad del caso fue que para muchos judíos la “religión” (los ritos, las ceremonias, etc.) estaba divorciada de la misericordia y la justicia (Mat_23:23).

De este samaritano el herido no tenía derecho de esperar ayuda. Los samaritanos eran despreciados por los judíos. Jn_4:9. “Jesús no pierde ninguna ocasión de reaccionar contra los prejuicios que dividían a judíos y samaritanos. Existía un odio profundo entre judíos y samaritanos. Los judíos se veían como descendientes puros de Abraham, mientras que los samaritanos eran una raza mezclada cuyo origen se debió al casamiento de judíos del norte con gente de otros pueblos después del exilio de Israel. Para este experto en leyes judías, la persona que parecía actuar como se debía era el samaritano. En realidad, no podía ni siquiera pronunciar la palabra samaritano cuando contestaba la pregunta de Jesús. Su actitud de experto traicionó su falta de amor, lo que antes manifestó que la Ley mandaba.

En esta parábola Jesús se presenta a sí mismo como samaritano o, mejor dicho, el buen samaritano se presenta como un verdadero imitador de Jesús.

Miq_6:8; Lev_19:34; Éxo_23:4-5. El sacerdote y el levita descuidaron estos textos, pero el odiado samaritano los cumplió al pie de la letra. “No sólo llegándose a él - sino que, con costo, inconveniencia y demora en su viaje, le prestó al hombre herido toda forma y grados de atención y ayuda, como los que serían apropiados por parte de un amigo muy personal, con toda liberalidad, y con holgura completa”.

Obviamente el samaritano era cliente del mesonero y había confianza en él. Jesús no sólo dice que “fue movido a misericordia”, sino que explica los detalles de cómo la mostró: se detuvo, se acercó al herido, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino, lo puso sobre su animal, lo llevó al mesón, cuidó de él y al despedirse pagó por el cuidado adicional que necesitaría. Hizo todo esto por un enemigo sin esperar remuneración.

Su ojo y corazón y mano y pie y dinero todos estaban subordinados a la ley de Dios”. El hombre ayudado podría haber salido antes del regreso del samaritano, tal vez sin saber su identidad, pero el samaritano no buscaba gratitud, sino la oportunidad de aliviar el sufrimiento humano.
Ahora Jesús permite que el intérprete de la ley conteste su propia pregunta y de esa manera juzgarse a sí mismo.

Aunque el intérprete de la ley no quería decir, “el samaritano”, no podía menos que contestar correctamente la pregunta y de esa manera fue obligado a reconocer que un samaritano, tan odiado por los judíos, había mostrado la bondad que la ley demandaba, mientras que un sacerdote y un levita (pastor, anciano o diacono evangélico) la habían negado a otro de su propia nación.
Si Jesús hubiera contestado su pregunta directamente, diciendo “Todo necesitado - aunque sea samaritano - es su prójimo”, el intérprete de la ley se habría disgustado mucho, pero ¿qué podría contestar cuando Jesús le propuso esta pregunta?
No debería simplemente discutir la ley; más bien, debería practicarla. Este mandamiento es para nosotros también (Mat_5:44-48; Mat_7:21-27). Requiere el vencimiento de todo prejuicio (racial). Requiere la abnegación de sí. Requiere servicio personal y aun sacrificial. 1Jn_3:18.

         Esta parábola no enseña que los inconversos que son muy humanitarios son superiores a los religiosos que no practican la caridad. Esto no es el punto de esta parábola. Jesús no está enseñando que los humanitarios heredarán la vida eterna. La respuesta de la pregunta ya fue dada antes de hablar del buen samaritano; es decir, el intérprete de la ley la contestó diciendo, “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo”. La persona que ama a Dios con todo tu corazón, etc., guarda sus mandamientos (Jua_14:15; Jua_14:23-24). Los únicos que serán salvos serán los que hacen la voluntad de Dios (Mat_7:21; Mat_12:50).

         Desde luego, los que profesan ser cristianos y no son como el buen samaritano, sino que imitan al sacerdote y al levita, no serán salvos, pero el punto es que el humanitario que depende de sus obras caritativas tampoco será salvo.
         Es interesante notar que muchos hospitales se identifican como “Hospital el Buen Samaritano”. Se puede decir que esta parábola ha edificado muchos hospitales y muchas clínicas. Ha promovido toda clase de obras caritativas.

         En esta parábola observamos diferentes actitudes o filosofías de vida. La actitud de los bandidos se expresa así: “lo que es tuyo es mío y con fuerza te lo voy a quitar”. Esta es la regla de hierro. La actitud del sacerdote y del levita es: me quedaré con lo mío. Pero la actitud correcta, la que Jesús enseña y que es ejemplificada por el buen samaritana es lo siguiente: “lo que es mío es tuyo, y con toda bondad te lo doy.” Esta es la regla de oro.

En esta parábola, la fuente de asistencia no fue un pariente o un conciudadano de Israel, sino un despreciado samaritano. Se nos recuerda que una de las grandes tragedias del prejuicio es que nos separa de quienes pueden eventualmente ofrecernos ayuda. La compasión del samaritano merece el mayor de los elogios, porque la persona a la que asistió, bajo circunstancias normales, probablemente ni siquiera le habría dirigido la palabra. Cristo ha venido a romper una separación semejante entre los seres humanos.

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