} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: CONFESIÓN DE PECADOS, ARREPENTIMIENTO Y VOLVERNOS A DIOS

jueves, 12 de marzo de 2020

CONFESIÓN DE PECADOS, ARREPENTIMIENTO Y VOLVERNOS A DIOS



Nehemías Capítulo 9

Neh 9:1  El día veinticuatro de este mes se congregaron los hijos de Israel en ayuno, vestidos de cilicio y con polvo sobre sí.
Neh 9:2  Y los descendientes de Israel se separaron de todos los extranjeros, y se pusieron en pie, confesando sus pecados y las iniquidades de sus padres.
Neh 9:3  Puestos de pie, cada uno en su lugar, leyeron en el libro de la ley del SEÑOR su Dios por una cuarta parte del día; y por otra cuarta parte confesaron y adoraron al SEÑOR su Dios.
Neh 9:4  Y sobre el estrado de los levitas se levantaron Jesúa, Bani, Cadmiel, Sebanías, Buni, Serebías, Bani y Quenani, y clamaron en alta voz al SEÑOR su Dios.
Neh 9:5  Entonces los levitas, Jesúa, Cadmiel, Bani, Hasabnías, Serebías, Hodías, Sebanías y Petaías, dijeron: Levantaos, bendecid al SEÑOR vuestro Dios por siempre y para siempre. Sea bendito tu glorioso nombre y exaltado sobre toda bendición y alabanza.
Neh 9:6  Sólo tú eres el SEÑOR. Tú hiciste los cielos, los cielos de los cielos con todo su ejército, la tierra y todo lo que en ella hay, los mares y todo lo que en ellos hay. Tú das vida a todos ellos y el ejército de los cielos se postra ante ti.
Neh 9:7  Tú eres el SEÑOR Dios que escogiste a Abram, lo sacaste de Ur de los Caldeos y le diste por nombre Abraham.
Neh 9:8  Hallaste fiel su corazón delante de ti, e hiciste con él un pacto para darle la tierra del cananeo, del hitita, del amorreo, del ferezeo, del jebuseo y del gergeseo, para darla a su descendencia. Y has cumplido tu palabra, porque eres justo.
Neh 9:9  Tú viste la aflicción de nuestros padres en Egipto, y escuchaste su clamor junto al mar Rojo.
Neh 9:10  Entonces hiciste señales y maravillas contra Faraón, contra todos sus siervos y contra todo el pueblo de su tierra; pues supiste que ellos los trataban con soberbia, y te hiciste un nombre como el de hoy.
Neh 9:11  Dividiste el mar delante de ellos, y pasaron por medio del mar sobre tierra firme; y echaste en los abismos a sus perseguidores, como a una piedra en aguas turbulentas.
Neh 9:12  Con columna de nube los guiaste de día, y con columna de fuego de noche, para alumbrarles el camino en que debían andar.
Neh 9:13  Luego bajaste sobre el monte Sinaí, y desde el cielo hablaste con ellos; les diste ordenanzas justas y leyes verdaderas, estatutos y mandamientos buenos.
Neh 9:14  Les hiciste conocer tu santo día de reposo, y les prescribiste mandamientos, estatutos y la ley por medio de tu siervo Moisés.
Neh 9:15  Les proveíste pan del cielo para su hambre, les sacaste agua de la peña para su sed, y les dijiste que entraran a poseer la tierra que tú habías jurado darles.
Neh 9:16  Pero ellos, nuestros padres, obraron con soberbia, endurecieron su cerviz y no escucharon tus mandamientos.
Neh 9:17  Rehusaron escuchar, y no se acordaron de las maravillas que hiciste entre ellos; endurecieron su cerviz y eligieron un jefe para volver a su esclavitud en Egipto. Pero tú eres un Dios de perdón, clemente y compasivo, lento para la ira y abundante en misericordia, y no los abandonaste.
Neh 9:18  Ni siquiera cuando se hicieron un becerro de metal fundido y dijeron: "Este es tu Dios que te sacó de Egipto", y cometieron grandes blasfemias,
Neh 9:19  tú, en tu gran compasión, no los abandonaste en el desierto; la columna de nube no los dejó de día, para guiarlos en el camino, ni la columna de fuego de noche, para alumbrarles el camino por donde debían andar.
Neh 9:20  Y diste tu buen Espíritu para instruirles, no retiraste tu maná de su boca, y les diste agua para su sed.
Neh 9:21  Por cuarenta años proveíste para ellos en el desierto y nada les faltó, sus vestidos no se gastaron ni se hincharon sus pies.
Neh 9:22  También les diste reinos y pueblos, y se los repartiste con sus límites. Y tomaron posesión de la tierra de Sehón, rey de Hesbón, y la tierra de Og, rey de Basán.
Neh 9:23  Y multiplicaste sus hijos como las estrellas del cielo, y los llevaste a la tierra que habías dicho a sus padres que entraran a poseerla.
Neh 9:24  Y entraron los hijos y poseyeron la tierra. Y tú sometiste delante de ellos a los habitantes de la tierra, a los cananeos, y los entregaste en su mano, con sus reyes y los pueblos de la tierra, para hacer con ellos como quisieran.
Neh 9:25  Y capturaron ciudades fortificadas y una tierra fértil. Tomaron posesión de casas llenas de toda cosa buena, cisternas excavadas, viñas y olivares, y árboles frutales en abundancia. Y comieron, se saciaron, engordaron y se deleitaron en tu gran bondad.
Neh 9:26  Pero fueron desobedientes y se rebelaron contra ti, echaron tu ley a sus espaldas, mataron a tus profetas que los amonestaban para que se volvieran a ti, y cometieron grandes blasfemias.
Neh 9:27  Entonces los entregaste en mano de sus enemigos, que los oprimieron, pero en el tiempo de su angustia clamaron a ti, y tú escuchaste desde el cielo, y conforme a tu gran compasión les diste libertadores que los libraron de mano de sus opresores.
Neh 9:28  Pero cuando tenían descanso, volvían a hacer lo malo delante de ti; por eso tú los abandonabas en mano de sus enemigos para que los dominaran; y cuando clamaban de nuevo a ti, tú oías desde el cielo y muchas veces los rescataste conforme a tu compasión.
Neh 9:29  Los amonestaste para que volvieran a tu ley, pero ellos obraron con soberbia y no escucharon tus mandamientos, sino que pecaron contra tus ordenanzas, las cuales si el hombre las cumple, por ellas vivirá. Y dieron la espalda en rebeldía, endurecieron su cerviz y no escucharon.
Neh 9:30  Sin embargo, tú los soportaste por muchos años, y los amonestaste con tu Espíritu por medio de tus profetas, pero no prestaron oído. Entonces los entregaste en mano de los pueblos de estas tierras.
Neh 9:31  Pero en tu gran compasión no los exterminaste ni los abandonaste, porque tú eres un Dios clemente y compasivo.
Neh 9:32  Ahora pues, Dios nuestro, Dios grande, poderoso y temible, que guardas el pacto y la misericordia, no parezca insignificante ante ti toda la aflicción que nos ha sobrevenido, a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros sacerdotes, a nuestros profetas, a nuestros padres y a todo tu pueblo, desde los días de los reyes de Asiria hasta el día de hoy.
Neh 9:33  Mas tú eres justo en todo lo que ha venido sobre nosotros, porque tú has obrado fielmente, pero nosotros perversamente.
Neh 9:34  Nuestros reyes, nuestros jefes, nuestros sacerdotes y nuestros padres no han observado tu ley ni han hecho caso a tus mandamientos ni a tus amonestaciones con que los amonestabas.
Neh 9:35  Pero ellos en su propio reino, con los muchos bienes que tú les diste, con la espaciosa y rica tierra que pusiste delante de ellos, no te sirvieron ni se convirtieron de sus malas obras.
Neh 9:36  He aquí, hoy somos esclavos, y en cuanto a la tierra que diste a nuestros padres para comer de sus frutos y de sus bienes, he aquí, somos esclavos en ella.
Neh 9:37  Y su abundante fruto es para los reyes que tú pusiste sobre nosotros a causa de nuestros pecados, los cuales dominan nuestros cuerpos y nuestros ganados como les place, y en gran angustia estamos.
Neh 9:38  A causa de todo esto, nosotros hacemos un pacto fiel por escrito; y en el documento sellado están los nombres de nuestros jefes, nuestros levitas y nuestros sacerdotes.
Neh 10:39  pues los hijos de Israel y los hijos de Leví llevan la contribución del cereal, del mosto y del aceite a las cámaras; allí están los utensilios del santuario, los sacerdotes que ministran, los porteros y los cantores. Así no descuidaremos la casa de nuestro Dios.


Cuando confesamos nuestros pecados, bueno es que notemos las misericordias de Dios para sentirnos más humillados y avergonzados. Los tratos del Señor demostraban su bondad y paciencia, y la dureza de sus corazones. El testimonio de los profetas era el testimonio del Espíritu en los profetas, que es el Espíritu de Cristo en ellos. Ellos hablaron movidos por el Espíritu Santo y lo que dijeron debe recibirse en forma consecuente. El resultado fue, maravillas por las misericordias del Señor, y el sentimiento de que el pecado los había llevado a su estado actual, del cual nada podría rescatarlos sino el inmerecido amor. ¿No es su conducta una muestra de la naturaleza humana? Estudiemos la historia de nuestra patria y la nuestra. Recordemos nuestras ventajas de la infancia y preguntemos, ¿cuáles fueron nuestras primeras respuestas? Hagamos esto con frecuencia para mantener la humildad, la gratitud y para que velemos. Todos deben recordar que el orgullo y la obstinación son pecados que destruyen el alma. Pero, suele ser tan difícil convencer al quebrantado de corazón que tenga esperanza, como antes costó llevarlos a temer. ¿Es este nuestro caso? Miremos esta dulce promesa: ¡Dios dispuesto a perdonar! En lugar de mantenernos alejados de Dios por el sentido de la propia indignidad, vamos directamente al trono de la gracia para recibir misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. Él es un Dios dispuesto a perdonar

Había ayuno riguroso desde el anochecer del 23 hasta la misma hora del día siguiente, vestidos todos de saco (2Sa_3:31; 1Re_21:27), cubierta la cabeza (Job_2:812; 1Sa_4:12). El ayuno, el cilicio y echarse tierra sobre la cabeza era una señal visible de lamento y arrepentimiento. Algunos exegetas creen que se trata de la fiesta de las Expiaciones, que este año se trasladó a este día (1Sa_8:14). Se leía la Ley por espacio de tres horas, desde el holocausto de la mañana, hacia las nueve, hasta el mediodía. Después de la cautividad, los hebreos dividían el día en cuatro partes: prima (6-9), tercia (10-12), sexta (13-15), nona (16-18). La noche dividíase en cuatro vigilias (Exo_14:24; Mat_14:25).

Su celo extraordinario los llevó a continuar esto como antes  la cuarta parte del día—es decir, durante tres horas, puesto que la duración del día judío era de doce horas (Jn_11:9), de manera que esta solemne dieta de adoración, que probablemente comenzó con el sacrificio de la mañana y continuó durante seis horas, es decir hasta el tiempo del sacrificio vespertino. La adoración que dieron a Jehová su Dios, en esta época de solemne humillación, consistía en reconocer y adorar su grande misericordia en el perdón de sus grandes y múltiples ofensas, en librarlos a ellos de los juicios merecidos, o que ellos tenían motivos de temer, en continuar entre ellos la luz y las bendiciones de su palabra y culto, y en suplicar la continuación de su gracia y protección.

El día inmediatamente después de la fiesta, el veintitrés, había sido ocupado en separar a los delincuentes de sus esposas ilegales, como también tal vez en tomar medidas para tenerse alejados en el futuro de las relaciones innecesarias con los paganos alrededor de ellos. Aunque anteriormente Esdras (Esdras cap. 10) inició esta medida necesaria de reforma, la cual se cumplió satisfactoriamente en aquel entonces, hasta donde él conocía los abusos existentes, o poseía poder para corregirlos; sin embargo, parece que esta obra reformadora de Esdras había sido solamente parcial e imperfecta; por cuanto muchos casos de delincuencia se habían escapado, o habían aparecido nuevos infractores que habían contraído estas alianzas prohibidas; y había una urgente necesidad de que Nehemías nuevamente tomara medidas vigorosas para quitar un mal social que amenazaba las consecuencias más desastrosas para el carácter y la prosperidad del pueblo escogido. Ahora se observó un ayuno solemne para la expresión de aquellos sentimientos penitenciales y dolorosos que había producido la lectura de la ley, mas que habían sido suprimidos durante la celebración de la fiesta; y la sinceridad de su arrepentimiento fue manifestado por los pasos decisivos tomados para la corrección de los abusos existentes en el asunto del matrimonio.

Los hebreos practicaban la confesión pública en que reconocían sus pecados. No sólo leyeron ellos en sus sufrimientos recientes un castigo de la apostasía y culpa nacionales, sino que se hicieron a sí mismos partícipes en los pecados de sus padres al seguir en los mismos caminos malos.

El leer y estudiar la Palabra de Dios precede a la confesión (Neh 8.18) debido a que Dios puede mostrarnos por medio de su Palabra en qué estamos pecando. La confesión sincera precede a la verdadera adoración debido a que no podemos tener una correcta relación con Dios si estamos reteniendo ciertos pecados en nuestra vida.

Neh 9:6  Sólo tú eres el SEÑOR. Tú hiciste los cielos, los cielos de los cielos con todo su ejército, la tierra y todo lo que en ella hay, los mares y todo lo que en ellos hay. Tú das vida a todos ellos y el ejército de los cielos se postra ante ti.

En esta oración solemne e impresionante, en la cual hacían pública confesión de sus pecados y deprecaban los juicios debidos a las transgresiones de sus padres, ellos empiezan con una profunda adoración a Dios, cuya majestad suprema es reconocida en la creación, preservación y gobierno de todos, y luego proceden a enumerar sus misericordias y distinguidos favores a ellos como nación, desde el período del llamamiento de su gran antepasado, y las promesas benignas insinuadas a él en su nombre divinamente concedido como Abraham, promesa que daba a entender que él había de ser el Padre de los fieles, el antecesor del Mesías, y el individuo honrado en cuya simiente todas las familias de la tierra habían de ser bendecidas. Trazando en detalle completo las señaladas instancias de la intervención divina en la liberación de ellos y en favor de sus intereses: en su liberación de la esclavitud de Egipto; su paso milagroso por el Mar Rojo; la promulgación de la ley divina; la paciencia y tolerancia mostradas a ellos en sus rebeliones frecuentes; los triunfos señalados obtenidos sobre sus enemigos; su feliz establecimiento en la tierra prometida; y todas las bendiciones extraordinarias, tanto en la forma de prosperidad temporal y de privilegios religiosos, con que su bondad paterna los había favorecido sobre todos los demás pueblos; ellos se acusan de haberse desquitado miserablemente, confiesan sus numerosos y premeditados actos de desobediencia; ven, en la pérdida de su independencia nacional y su largo cautiverio, el severo castigo de sus pecados; reconocen que, en todos los juicios pesados y continuados sobre su nación, Dios había hecho bien, mas ellos habían hecho mal, y al confiarse a la misericordia de él, expresan su propósito de entrar en un pacto nacional, mediante el cual se comprometen a prestarle una obediencia reverente en el porvenir.

Muchas oraciones y discursos en la Biblia incluyen un extenso resumen de la historia de Israel, ya que los individuos no tenían ejemplares de la Biblia como los tenemos hoy día. Este resumen de las obras de Dios del pasado recordó al pueblo su gran herencia y las promesas de Dios.

Es esencial que recordemos también nuestra historia, para no repetir errores y poder servir mejor a Dios. Recordar nuestro pasado nos ayuda a comprender la forma en la que podemos mejorar nuestra conducta. Nos muestra si hay un patrón para nuestro crecimiento espiritual. Aprendamos de las experiencias del pasado para que lleguemos a ser la clase de personas que Dios quiere que seamos.

El que Dios haya continuado con su pueblo nos muestra que su paciencia es sorprendente. A pesar de nuestras fallas, orgullo y tozudez siempre está dispuesto a perdonarnos (Neh 9.17) y su Espíritu siempre está listo para instruirnos (Neh 9.20). El darnos cuenta del grado del perdón de Dios debe ayudarnos a perdonar a los que nos fallan, hasta "setenta veces siete" si es necesario (Mat_18:21-22).

  Israel fue devastado por momentos de rebelión y de pecado intensos. Aun así, cuando el pueblo se arrepentía y regresaba a Dios, El los libraba. Dios no pone límite alguno al número de veces que podemos ir a Él para obtener misericordia, pero para obtenerla debemos ir a Él reconociendo nuestra necesidad y pidiéndole ayuda. Este milagro de gracia debe inspirarnos a decir "¡Cuán clemente y misericordioso eres, Dios!" Si existe un problema o una dificultad recurrente en nuestra vida, continuemos pidiendo ayuda a Dios, y estemos dispuestos a hacer los cambios de actitud y de conducta que pueden corregir esa dificultad.

Se reconoce claramente la fidelidad de Dios a su pacto, y bien se puede, porque toda la historia nacional de los judíos da testimonio de ello. Pero como este hecho podía proporcionarles poco fundamento para consuelo o esperanza, mientras eran conscientes de haber violado aquel pacto, ellos se vieron obligados a buscar refugio en las riquezas de la gracia divina; y por esto el estilo peculiar de la invocación usada aquí: “Dios nuestro, Dios grande, fuerte, terrible, que guardas el pacto y la misericordia”.

Los israelitas estaban en la extraña situación de ser esclavos en su propia tierra y tener cada año que dar parte de sus recursos a un rey extranjero. Lo triste es que Dios les había dado la tierra a ellos.

  Esta promesa o pacto entre el pueblo y Dios tenía seis puntos. Acordaron: (1) no casarse con vecinos que no fueran judíos (Neh 10.30), (2) observar el día de reposo (Neh 10.31), (3) dejar descansar la tierra cada siete años (Neh 10.31), (4) pagar una contribución al templo (Neh 10.32, 33), (5) suministrar leña para los holocaustos del templo (Neh 10.34) y (6) dar primicias al templo (Neh 10.35-38).

Después de años de decadencia y cautiverio, el pueblo comenzó una vez más a tomar en serio su responsabilidad de seguir a Dios y guardar sus leyes de todo corazón.

Esta solemne promesa fue repetida al final del pacto como una expresión del intenso celo por el cual el pueblo en este entonces era animado para la gloria y el culto de Dios. Bajo los sentimientos punzantes de pesar y arrepentimiento por sus pecados nacionales, de los cuales la apostasía del servicio del verdadero Dios fue el principal, y bajo el recuerdo fresco y doloroso de su cautiverio prolongado, ellos juraron  y, sintiendo el impulso de una devoción ardiente como también de gratitud por su restauración ellos se lisonjeaban de que nunca se olvidarían de su voto, de ser del Señor.

Hoy en el siglo XXI, deberíamos recordar lo que nos enseña la Palabra de Dios en la Biblia para: confesar nuestros pecados, arrepentirnos y volvernos a Dios. 

¡Pongámonos las pilas de una vez!

¡¡Maranatha!!

No hay comentarios:

Publicar un comentario